En la conversación que están
manteniendo los cuatro jubilados para convencer a Grandal de que les lidere para
investigar el robo del tesoro, Ponte, que era quien hablaba, ha hecho una pausa
para beber agua lo que supone un pequeño lapso de tiempo que aprovecha Grandal
para cavilar sobre como rechazar la propuesta que le están haciendo sin ofender
a sus ancianos amigos, Álvarez para mordisquearse las uñas y Ballarín para
tomar el relevo del decano del grupo y completar el esfuerzo común para
convencer al excomisario.
- Mientras Manolo se refresca, te diré que una actividad fuera de lo
acostumbrado en nuestras rutinarias vidas sería iniciar una especie de
investigación paralela del suceso de marras. Y déjame que conteste algunos de
tus anteriores interrogantes. ¿Qué es una propuesta descabellada? No lo niego.
¿Qué el caso lo está investigando la policía? Por supuesto, pero nosotros no
queremos suplantarla, nuestra investigación sería más un juego, un
entretenimiento que otra cosa. ¿Con qué equipo contarías? Aquí tienes tres
ayudantes, es evidente que ninguno somos el doctor Watson, pero entusiasmo no
nos falta. ¿Qué así no llegaremos muy lejos? Eso lo damos por descontado, pero
nuestro objetivo no es tanto resolver el caso, sino pasárnoslo bien. Anda,
Luis, sigue tú, así participamos todos.
- Sigo con las respuestas a tus preguntas – Álvarez toma el relevo de
sus colegas -. ¿Cómo obtendríamos información? Para la general, hoy día está
todo en internet y a Amadeo y a mí no se nos da mal navegar por la red. Para
obtener información concreta sobre el caso hay que investigar y para ello tú
eres imprescindible. Y no necesitamos ninguna financiación porque no vamos a ir
al extranjero, lo que no consigamos desde nuestras casas lo dejaremos correr.
En cuanto al apoyo informático, quizá no lo sepas, pero Amadeo y yo hicimos un
curso sobre informática en el programa para mayores de la Universidad Carlos
III y, como he dicho, nos bandeamos muy bien en la red.
- Jacinto, como ves, lo hemos pensado todo; bueno, casi todo – Ponte
retoma la palabra -. Si te niegas a formar parte del grupo lo entenderemos y… lo
sentiremos, porque sin ti somos conscientes que este plan no tiene viabilidad.
Eres el único que sabe investigar, que tiene experiencia policial y que conoce
cómo enfocar el asunto. Tú tienes que ser el director, el líder, quien nos guie
en una materia de la que el resto solo sabemos lo que hemos leído en la
literatura policíaca o en las series que dan en la tele. Tuya es la última
palabra. Si dices que sí, nos darás un inmenso alegrón, si tu respuesta es
negativa, no te vamos a poner mala cara, lo prometemos y, por supuesto, seguirás
siendo titular de pleno derecho en el dominó.
Grandal entrecierra los ojos
como para concentrarse en la última parrafada de Ponte. Ahí los tiene, un
octogenario y otros dos que van en camino, mirándole expectantes esperando su
decisión. Un recuerdo de su infancia le viene a la mente: la carita ilusionada
de su hermano menor cuando su padre le regaló la equipación completa del Real
Madrid, que era el club de sus amores. Y vuelve a recordar que, seguramente, él
pondría la misma cara de alegría cuando los Reyes Magos le trajeron su primera
bici. Ahí los tiene. De pronto, no sabe si por esos recuerdos de un tiempo muy
añejo o porque les ha cogido cierto cariño a sus carrozas amigos, resuelve dar
un cambio insospechado a su postura, va a seguirles la corriente. Está
convencido que el juego durará poco, que se cansarán en cuestión de días o
quizá de semanas, pero se cansarán. También hay otro motivo que le induce a no romper
la baraja, es algo que nunca ha contado a los vejetes ni piensa hacerlo. Cuando
se jubiló comenzó a jugar al dominó, juego que no practicaba desde que ascendió
a inspector. Al principio lo hizo en un club de policías retirados hasta que
tuvo que abandonarlo tras tener varias broncas con otros socios, en la última
de ellas la cosa se saldó con algo más que palabras. Terminó recalando en el
casino militar, pero nunca se encontró a gusto entre los uniformados, le daba
la sensación de que siempre le miraban de reojo. Un día se acercó al Centro de
Mayores de Moncloa que está cerca de su domicilio a ver si encontraba partida.
De entre las mesas de la sala de juego surgió una voz que pronunció su nombre:
- Grandal, Jacinto Grandal – Al pronto, al viejo, casi un anciano, que
le había llamado no lo reconoció, pero en cuanto se acercó lo identificó
enseguida.
- Manolo Ponte, dichosos los ojos. ¿Cuántos años hace que no nos vemos?
Ponte le presentó a sus otros
compañeros. Una de las primeras preguntas que le hicieron fue ¿te gusta jugar
al dominó? Precisamente estaban a falta de un jugador para completar el necesario
cuarteto del juego por parejas. Desde ese momento habían transcurrido ya más de
tres años y hasta el presente, pullas de los ganadores aparte, nunca habían
tenido el menor roce. Sí, les debo una y es hora de pagársela, se dice.
- Bueno, me habéis convencido. Os ayudaré, pero…
El pero de Grandal es ahogado
por las palmas del terceto. Algunos de los viejos del centro se vuelven,
curiosos, a mirarlos y hay uno que les grita:
- ¿Qué pasa, alguien se ha quedado a cero?
- Os ayudaré – retoma la palabra Grandal -, pero con condiciones. Una
es que no haremos nada que pueda interferir o perjudicar la labor de la gente que
lleva la investigación. Otra es que si llegásemos a descubrir algún dato que la
policía desconozca lo pondremos inmediatamente en su conocimiento. La tercera atañe
al grupo, en el momento en que vea el menor atisbo de aburrimiento o de
cansancio en cualquiera de vosotros dejaremos el juego. ¿Alguna duda?
La respuesta de los tres
entusiasmados jubilados es unánime.
- Gracias, Jacinto – Ponte sigue arrogándose el papel de portavoz del
terceto -. No te arrepentirás de tu decisión.
- Bien, pues queda constituido el grupo de investigación parapolicial
del Caso Inca. Y la primera cuestión que pongo sobre el tapete es que si
queremos hacer las cosas medianamente bien hemos de buscar un lugar adecuado
para reunirnos, esta sala vale para el dominó pero no para nuestras nuevas
tareas. Luis, tú que conoces a la administración de este desguace – Así es como
suele llamar Grandal al centro de mayores -, ¿sabes si nos podrían facilitar
una salita aunque fuera pequeña, pero solo para nosotros?
- La gestión que planteas ya la hice con resultado negativo – contesta
Álvarez, demostrando con ello que los viejos van por delante de Grandal, y
añade -. La cuestión de dónde reunirnos la hemos tratado y después de estudiar
varios posibles lugares como centro de reunión, llegamos a la conclusión de que
tendría que ser en uno de nuestros domicilios. Y ahí siguen los problemas.
Quien tiene la casa más espaciosa es Amadeo, pero su mujer ha dicho que de
reunirnos allí ni soñarlo. En mi casa tenía una habitación libre bastante
grande, pero desde que se separó la ocupa mi hijo José Antonio. En cuanto al
apartamento de Manolo ya sabes que es minúsculo y no podríamos movernos con
soltura. Amadeo ha propuesto una alternativa: que nos reunamos en el chalé que
tiene en Villaviciosa de Odón, pero eso supone tener que coger los coches para
desplazarnos hasta allí.
- Bueno, pues de momento, y provisionalmente mientras no encontremos
algo mejor, podemos reunirnos en mi piso – ofrece Grandal -. Lo cierto es que
está hecho una pocilga, pero todo será cuestión de coger la fregona y el cubo y
hacer una limpieza general.
- ¿Y dónde vives? – pregunta Amadeo.
- Aquí al lado. En Benito Gutiérrez. ¿Sabes dónde está el Polideportivo
de los Sagrados Corazones?, pues enfrente.
- Pues no se hable más, queda formalmente constituido el grupo parapolicial
de los carrozones al que le va a tocar el honroso honor de descubrir a los
mangantes que robaron el Tesoro Quimbaya. Bueno – matiza Ponte con una sonrisa
burlona -, al menos que lo va a intentar.
- Manolo, eres un pico de oro. Tendrías que haberte metido a político –
remacha Álvarez medio en serio, medio en broma.
- Quita, quita, que yo lo que pretendo es encontrar a unos chorizos y
no formar parte de ese gremio – es la vitriólica respuesta de Ponte.