"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 5 de mayo de 2020

Libro I. Episodio 30. La patrona de infantería


   En Palma, Julio se ha acomodado a su vida de soldado. Por las mañanas acude a la Secretaría de Justicia donde la carga de trabajo sigue siendo mínima, por lo que ordenar el fichero es una actividad casi placentera. La relación con sus dos compañeros de oficina continúa siendo cordial, pero es consciente de que nunca llegarán a ser amigos. El capitán Echevarría sigue entrando y saliendo sin apenas molestar, y en cuanto al sargento Fernández ha aprendido a sortear sus salidas de tono y a soportar sus manías. Al lado de lo que ocurre en otros despachos de Capitanía, y por lo que le cuentan en el día a día de los cuarteles, su vida militar es una bicoca. En lo que no ha progresado es en sus estudios de contabilidad, el colega que conocía el profesor Hernández ya no vive en Palma y no ha encontrado recambio.
   A media mañana, salvo cuando le toca guardia en la oficina, continúa yendo al quiosco a la espalda de la Almudaina a tomarse un bocadillo, beberse un vaso de palo y cambiar impresiones, noticias y rumores con los compañeros de Capitanía y de los cercanos cuarteles de caballería y artillería de costa. Acabado el horario de oficina, se va a su cuarto de la calle Deanato, cambia el uniforme de soldado por ropa de civil y almuerza en alguna tasca o restorán familiar, excepto los días que anda mal de dinero en que ha de conformarse con comer un bocadillo o el rancho de caballería. Luego se marcha a la bisutería donde echa la tarde. Como la contabilidad del negocio no le lleva demasiado tiempo, ayuda cada vez más en el mostrador. Ha mejorado mucho como vendedor y tiene muy presente lo que suele repetirle el brigada Carbonero: si eres capaz de vender bisutería serás capaz de vender cualquier otro producto. Julio, que todavía no tiene muy claro a qué se va a dedicar cuando termine la mili, a veces piensa que quizá la experiencia que está adquiriendo como vendedor le pueda servir en el futuro.
   Cuando termina en la tienda, se da un garbeo hasta que le entra gazuza y cena, según el estado de su bolsillo, en una taberna o el consabido bocadillo con lo que pilla ya que, siguiendo el consejo que le dio el cabo Montero en San Martín, se ha hecho amigo del furriel de la compañía de destinos por lo que nunca le faltan chuscos. Paradójicamente, los domingos es cuando más se aburre. Las mañanas hace la colada -¡quién se lo iba a decir, Julio Carreño lavándose calcetines, camisas y calzones!- y luego termina la carta semanal para Consuelo y su madre. Por las tardes procura juntarse con alguno de los grupos de compañeros que salen a pasear. Últimamente, ha hecho amistad con un chico valenciano de Morella al que conoció en la casi siempre desierta biblioteca de Capitanía. A Julio le llamó la atención los libros que sacaba: tratados de arquitectura y guías de la ciudad de Palma.
   -¿Estudias arquitectura? –le preguntó.
   -¡Que más quisiera!, si llegase a maestro de obras me daría por satisfecho, aunque no tengo decidido qué haré cuando acabe la mili. Veo que llevas libros de contabilidad, ¿te dedicas a eso?
   -Estoy en ello. Creo que te he visto por la estafeta.
   -Natural, trabajo allí de cartero. Ah, me llamo Joaquín Puig, Chimo para los amigos.
   Una vez presentados, ambos jóvenes trabaron conversación en la que el mañego aprendió dos cuestiones sobre el valenciano, lengua materna del morellano: que en el antiguo reino de Valencia a los Joaquines se les llama Chimo y que Puig lo pronuncian como Puch. Como congeniaron, quedaron en que el siguiente domingo darían un paseo recorriendo los barrios palmesanos. Con el morellano Julio ha descubierto rincones y edificios de la ciudad que desconocía. Chimo le ha hecho admirar la elaborada fachada del ayuntamiento de Palma en la Plaza Cort, y le ha mostrado el olivo de más de 500 años de antigüedad que hay en la plaza. También le ha llevado a admirar La Lonja, en el barrio del mismo nombre. Y en ocasiones se pierden por el casco antiguo, deambulando por el trazado medieval de calles estrechas y tortuosas donde se concentran la mayor parte de palacios y casas monumentales con sus famosos y bellos patios. Pero como la pasión arquitectónica del mañego es fácilmente mensurable, termina cansándose del morellano y de sus inusuales aficiones.
   El ocho de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción y patrona de la infantería española, a todos los soldados destinados en Capitanía se les ordenó que estuvieran, debidamente uniformados, presentes en la compañía de destinos para asistir a la solemne misa en la catedral, y luego degustarán, en compañía de otras representaciones de los distintos regimientos de la isla, un almuerzo especial en el cuartel del caballería. Antes del ágape, un capitán explica a la tropa el motivo por el que la Inmaculada Concepción es la patrona del arma de infantería.
   -A finales del siglo XVI, exactamente en 1585, un Tercio del ejército español, el llamado Tercio Viejo de Zamora, se enfrentó y, en condiciones muy desventajosas, derrotó a una flota de cien barcos de los rebeldes de los Países Bajos. Se consideró que la victoria fue posible gracias a la intercesión de la Inmaculada Concepción, pues la batalla se libró el día de su fiesta, y por ello fue proclamada patrona de los legendarios tercios españoles, precursores de la gloriosa infantería española. Aquella batalla se la recuerda como el Milagro de Émpel, emplazamiento donde ocurrió la lucha. Espero que vosotros, soldados de España, seáis dignos herederos de aquellos héroes. Y ahora, gritad conmigo: ¡Viva la infantería española! –El grito, aunque poco sonoro, es coreado por la mayoría de la tropa-. ¡Viva el rey! –Ahora la arenga es secundada por casi todos, aunque algunos, como es el caso de Julio, saben que el rey tiene poco más de tres años y que quien ejerce la regencia es su augusta madre doña María Cristina de Habsburgo-Lorena. Y el capitán termina con un rotundo- ¡Viva España! –que sí es coreado unánimemente.
   Durante la comida, Julio se ha apercibido de que entre los soldados que representan al regimiento de infantería Mallorca, figura su amigo Agustín, que por lo que observa también se ha dado cuenta de su presencia pues le ha cazado mirándole, pero al ver que también le miraba ha apartado la vista. El mañego, que no se siente cómodo con que su paisano siga enfadado, decide esperarle a la salida para intentar explicarle el motivo de su ausencia en la merienda que iban a preparar Roser y Dolors. Cuando Agustín se ve cara a cara con Julio su primera reacción es dar media vuelta, pero se lo repiensa y le planta cara.
   -¿Qué tal, cagabandurrias, cómo te va? –El tono no puede ser más hiriente.
   -Quiero hablar contigo y darte explicaciones, pero no estoy dispuesto a que me insultes.
   -En cambio yo no tengo ningún interés en hablar con fulanos que lo prometen to, pero que no cumplen na.
   -Si me escuchas te puedo explicar por qué no fui a la merienda.
   Agustín da media vuelta y se marcha, pero apenas si da unos cuantos pasos cuando retrocede.
   -A ver, prenda, explícate por derecho y sin mandangas.
   Julio le cuenta lo que le ocurrió el domingo de marras. Pensó que si iba a pasar la tarde con su amigo, pero también con las dos chicas rompería la promesa que le hizo a su novia de guardar su ausencia. Y precisamente porque era hombre de palabra no fue. Le explica que en última instancia no acudir a la cita fue una cuestión de valores, ¿qué valía más, la promesa que le hizo a la que algún día será su mujer y la madre de sus hijos o la que hizo a un amigo? No cabe duda que un amigo es importante y valioso, pero una prometida lo es muchísimo más.
   -Ponte en mi lugar, Agustín. Supón que hoy te invito…, que sé yo…, a ver un espectáculo en el Recreatiu, pero le prometiste a Roser que saldrías con ella, ¿romperías esa promesa por irte con un amigo?
   Julio casi percibe como los engranajes de la mente de Agustín dan vueltas procesando lo que acaba de referirle y que, puesto que el antiguo porquero no está precisamente avezado a las tareas mentales, le cuesta asimilar lo que acaba de explicarle. Decide ayudarle.
   -Vamos a ver, Agustín, te lo explico de otra forma. ¿Qué es más importante para ti tu novia o un amigo? Bueno, pues por eso, no fui…, aunque reconozco que algo hice mal: no avisarte de que no iba a ir. Por eso, te pido perdón y te doy mi palabra de que no lo volveré a hacer porque, aunque no lo creas, te tengo apego desde que viajamos juntos. Y sin olvidarme del trimestre del campamento, ¿te acuerdas de las qué pasamos?
   Agustín, por toda respuesta le tiende la mano a Julio al tiempo que dice:
   -Bueno, chacho, tos metemos la pata y tú la metiste hasta el pescuezo, pero veo que estás arrepentio. Estrecha mi mano y no pensemos en más bobás.
   -¿Amigos? –pregunta Julio.
   -Más que eso, amigos y paisanos.
   -Otra cosa. Lo he pensado mucho y he llegado a la conclusión de que si algún día salgo contigo, con tu novia y con alguna amiga de ella, sea Dolors u otra chica, no debe suponer que no guardo la ausencia a Consuelo. Te pido que se lo digas de mi parte a Roser.   
   -Chacho, se va a llevar un alegrón.
   El 11 de diciembre, mediada la mañana, Julio recibe el aviso de la guardia de puerta de que un paisano suyo le espera en el acceso principal. El mañego, mientras baja de la Secretaría de Justicia, piensa que el paisano en cuestión no puede ser otro que Agustín el de Montánchez. Y en efecto, junto al acceso principal del palacio se encuentra al extremeño a quien la guardia no ha dejado pasar.
   -Agustín, ¿qué haces aquí? 
   -¡Joder, chacho!, lo estiraos que son estos plantones. No son más que unos sorchis como nosotros por mucho que hagan guardia en Capitanía, pero paece que tos se creen generales.
   -Dime lo que quieras, pero rapidito, que me puede caer un paquete por estar aquí –le insta Julio.
   -Pos que como ya hemos arreglao nuestras diferencias, dice la Roser que si el 13 vendrás a merendar con nosotros.
   -¿Qué día es el 13?
   -¿Qué día libran las chachas?  
   -No sé.
   -El domingo, prenda, no lo olvides.

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro I de Los Carreño, publicaré el episodio
31. Un paquete para gourmets