"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 28 de enero de 2022

Libro III. Episodio 129. Camas separadas

   Julia reúne a sus socios para contarles las gestiones que ha llevado a cabo y el dinero con el que pueden contar.

   -Con eso no nos alcanza para los primeros pagos –se lamenta Felipe.

   -Y el electricista de Talavera me ha dicho que en unos días le llegará el primer pedido de material y tiene que pagarlo en cuanto descarguen la mercancía en el taller –explica Rafael.

   El ebanista, que ha estado callado, carraspea haciéndose notar.

   -Bueno, yo… los trescientos cuarenta duros que faltan para pagar las primeras facturas os los podría dejar y sin interés, pero… a cambio quiero una cosa.

   -Tú dirás, Evaristo.

   -Que me hagáis socio de la empresa.

   Los titulares de Interplás se miran entre sí. Rafael y Felipe no contestan, pero hacen gestos negativos; Julia no dice nada, está cavilando. Lo que pide Evaristo es justo en buena medida, se dice, porque es evidente que le seguirán necesitando para futuros encargos. Y además muestra su buena voluntad al realizar el préstamo renunciando a los réditos que pudieran corresponderle. Por eso, cuando toma la palabra a quien se dirige es al ebanista.

   -Evaristo, en primer lugar te agradecemos tu ofrecimiento que demuestra que no solo eres un magnífico profesional sino también una gran persona. Y ahora, te ruego que nos dejes un momento a solas pues tenemos que discutir tu petición. ¿Te parece?, pues en cuanto adoptemos un acuerdo te llamamos.

   La discusión es breve. Como habían manifestado gestualmente, tanto Rafael como Felipe se oponen a contar con un socio más, pero Julia les replica que van a continuar necesitando al ebanista y argumenta sus razones para admitirle como socio.

   -Os ruego que lo aceptéis, es lo más inteligente. Pensadlo bien, en este momento le necesitamos como agua de mayo. Si se molesta porque no lo hacemos socio igual se marcha y perderemos al mejor ebanista de Plasencia, con lo que será peor el remedio que la enfermedad. Y no quisiera sacar a relucir quien es el socio mayoritario –La alusión hace enmudecer a los otros. El resultado es que tendrán un nuevo asociado y todo por ser unos empresarios novatos que están a un suspiro de pillarse los dedos en su primer encargo.

   Solucionado por el momento el cuello de botella financiero al que los ha llevado su falta de experiencia, el cuarteto continúa trabajando. Han llegado algunos de los primeros pedidos de material, van afinando los bocetos y cuadrando mejor el proyecto de presupuesto al que han sumado el que les ha enviado la empresa talaverana que se encargará de la instalación eléctrica. Antes de comenzar las obras, Julia ha hecho correr la noticia de que van a remodelar el interior de la casa solariega de los del Pino. Que las macizas paredes de piedra de la casona seguirán intactas, pero por dentro el cambio será como de la noche al día; construirán cuartos de baño como los del Titanic, los primeros de esa clase en la ciudad, y electrificarán la casa, algo en lo que la mansión de los del Pino será la pionera en la comarca. Y se ha asegurado que la información llegue a oídos de las familias acaudaladas de la ciudad y su entorno. Con lo que consigue que, sin haber puesto un panel o un enchufe, en los círculos de la gente acomodada no se hable de otra cosa que de los cambios que va a experimentar la añeja casona solariega de los del Pino.

   Unos días después de lo previsto, el matrimonio del Pino regresa de Madrid y por fin las obras de interiorismo pueden empezar. Aunque uno de los acuerdos a los que llegaron los socios  de Interplás con la dueña es que el exterior de la casona no se iba a tocar porque Manolo se oponía a ello, se ve que durante su estancia en la capital Maribel ha conseguido que al menos su marido transija en cambiar las ventanas.

   -No sabes, Julia, lo que me ha costado sacárselo a Manolo –le explica Maribel-, pero cada vez que miro esas oscuras ventanas, angostas como aspilleras, me da la impresión de que en lugar de una casa me voy a meter en una fortaleza medieval.

   -¿Y tienes pensado en cómo serán las nuevas ventanas?

   -No, para eso estáis vosotros. Solo quiero que sean lo más amplias y luminosas posibles. Que el aparejador diseñe varios bocetos de distintas clases de ventanales y me los traes.

   -Hacer ventanas nuevas supone que tendremos que retocar el presupuesto –advierte Julia.

   -Haz lo que tengas que hacer, que yo me encargo de que Manolo diga amén a todo, por dinero que no sea.

   -Ah, Maribel, como vamos a poner la casa patas arriba no deberíais quedaros aquí mientras duren las obras, tendríais que ir a vivir a otra parte.

   -Ya lo había pensado. Manolo ha accedido que nos quedemos en casa de mis padres. Como todos los hijos hemos volado han quedado un montón de habitaciones libres. Hasta podremos permitirnos tener cada uno nuestro propio dormitorio.

   La confesión de Maribel, dicha sin darle la más mínima importancia, deja a Julia de piedra. Tener cada uno nuestro propio dormitorio, ¿eso quiere decir que duermen en camas separadas y hasta en habitaciones distintas?, se pregunta. Y pese a lo discreta que suele ser con las intimidades que a veces le cuenta Maribel, esta vez no puede contenerse.

   -Perdona, Maribel, ¿pero dormís en habitaciones diferentes?

   -Casi siempre, dormir juntos es una pesadez y muy incómodo. Es lo que se estila en la vida moderna, y hasta lo hacen los reyes. Y si tú lo hicieras no traerías al mundo un crío cada dos años. Mira tu cintura y tus caderas y mira las mías, tengo el mismo talle que cuando me casé… -Y, frívolamente, cambia de tema-. Cada dos o tres días vendré a echar un vistazo a las obras, si hay algún problema ya sabes dónde encontrarme.

   Tras irse Maribel, Julia se queda meditando en los cambios que causa el tiempo y las circunstancias en algunas personas. Maribel, a la que en años pasados pretendió imitar por considerarla una persona muy superior en todos los sentidos, parece que se ha convertido en una dama de la alta sociedad, frívola, egoísta y a la que solo le interesan sus caprichos. Pues que hubiese dicho, piensa Julia, si le llego a decir que estoy nuevamente encinta. Porque eso es lo que le preocupa en estos momentos a la novata empresaria, que vuelve a estar embarazada. Hace varios días que le han vuelto las vomitonas matinales y los pechos se le han puesto duros y turgentes. Todavía no se lo ha dicho a nadie, ni siquiera a Julio, pero tengo que hacerlo, se dice, y cuanto más pronto mejor, antes de que se me note. Aunque quizá sea preferible que antes vaya a ver al doctor Lavilla, pero ya sé lo que me va a decir.

   La noticia de que Julia está esperando su quinto crío provoca toda clase de comentarios. Las reacciones son variopintas, desde la aprobación cariñosa de Julio pues sabe que él también tiene algo que ver, hasta la mirada desaprobatoria de su suegra, pero que de ahí no pasa. A Pilar no es que no le gusten los niños, al contrario le encantan y mucho, esa fue una de las causas de que se hiciera maestra, pero considera que Julia los está teniendo demasiado juntos, apenas si se llevan dos años cada uno. Y es lo que comenta con Etelvina.

   -No sé de quién es la culpa, si de él, de ella o de ambos, pero los tienen demasiado juntos.

   -No busques culpables individuales, es cosa de ambos. Recuerdo que después de tener, creo que fue a Jesús, te pregunté si creías pertinente que hablara con Julia sobre los modernos medios contraceptivos y me dijiste que no te parecía oportuno. ¿Quieres que lo haga ahora?

   -Dudo que pueda servir de algo, pero si viene al caso quizá sea pertinente que le expliques a mi nuera medios para no concebir. Más que nada pensando en su salud y que con lo relativamente jóvenes que son todavía pueden aumentar la familia.

   Etelvina utiliza la primera ocasión en que se encuentra a solas con Julia para plantearle la cuestión del control de la natalidad.

   -Julia, sabes el cariño que te tengo ya que te conozco desde que eras una cría, por eso me atrevo a preguntarte algo que solo es asunto tuyo y de Julio, pero por el afecto que te profeso y por mi experiencia como partera lo voy a hacer: ¿sabes que en la actualidad hay medios para controlar los embarazos no deseados?

   -Algo he oído al respecto, ¿por qué me lo preguntas?

   -Porque si quieres puedo explicarte cómo funcionan algunos de ellos, incluso puedo facilitártelos.

   -Gracias, Etel, pero no los necesito. Mis embarazos, hasta la fecha, han sido todos deseados porque tanto Julio como yo seguimos lo que dispone la Iglesia Católica sobre la natalidad. Tendremos tantos hijos como Dios quiera enviarnos -A la partera ni se le ocurre replicar, sabe que en asuntos de fe los razonamientos están de más.

   Como había anticipado a Julia, Maribel visita las obras de remodelación que se están llevando a cabo en la vetusta casa de los del Pino. A veces da una somera vuelta por la casona y se va, en otras ocasiones se fija en el detalle más nimio y discute su composición, su forma o su color con el artesano u obrero que lo está ejecutando. Uno de esos días en los que ha ocurrido lo último, Julia ha tenido que intervenir para poner paz entre la dueña de la casa y el operario que está instalando unos apliques de pared pues a Maribel no le gusta cómo están quedando. Tras asegurar a la señora de la mansión que los apliques se cambiarán a su gusto y para conseguir que su amiga se olvide del tema, Julia le pregunta por una de las damiselas que conoció al tiempo que a ella.

   -¿Qué sabes de Begoña Escalante? Antes solía venir por la tienda de vez en cuando, pero desde que se casó no he vuelto a saber de ella.

   -Ahora vive en Córdoba. Recordarás que su marido era abogado, pues le ofrecieron ser socio de un bufete cordobés y se fueron para allá. Precisamente hace unos días estuve tomando el té con Macarena Sotomayor y me contó que al esposo de Begoña le va muy bien y que tienen una parejita de críos. Por cierto, también me cotilleó una noticia sobre unos antiguos conocidos tuyos, ¿Te acuerdas de los Granados, sobre todo del hijo?

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 130. No hay quinto malo