En la reunión que Grandal tiene con Rocío y
Anca para que le cuenten cuanto saben sobre la muerte de Curro Salazar, la
andaluza omite que vio al Chato de Trebujena en la habitación del
exsindicalista la tarde del 15. Sigue pensando que algún día podrá obtener
beneficios a cambio de revelar que vio al exboxeador. La omisión, aunque no
sabe sobre qué, no le pasa por alto a
Grandal que
tiene muchas horas de interrogatorios en su haber, por eso ha puesto a la
andaluza entre la espada y la pared, la ha instado a que cuente cuanto sabe y
que no le vaya con cuentos chinos.
-Rocío, te
repregunto y es la última oportunidad que te doy: has dicho que viste a un
individuo que tenía mala jeta y a esa conclusión no se llega con una sola ojeada.
Me has descrito su cuerpo, haz lo mismo con su cara.
La andaluza se ve derrotada, pero no arroja
del todo la toalla. Le describirá el rostro pero no le dirá a quien pertenece.
-Pue, verá
usté, don Jasinto, argo si recuerdo: tenía una cara ancha, labios gruesos, ojos
chicos y lo más destacado era que tenía la narís aplastá, como si se la hubiesen
planchao.
-Muy bien,
Rocío. Te felicito porque para una ojeada te fijaste en muchos rasgos. ¿Y no
sabrás a quién pertenece ese rostro que tan bien has descrito?
Ante la pregunta directa que no esperaba,
Rocío duda una milésima de segundo, tiempo suficiente para que la entrenada
mente del expolicía se haya percatado. “Esta fulana sabe quién es el tipo, pero
no lo va a decir. Se lo tendré que sacar por otras vías” se dice Grandal.
-Pue no lo
sé, pero le aseguro que no hago más que darle vuertas a la cabesa porque me
parese que esa cara la he visto en arguna parte, pero no recuerdo dónde. En
cuantito m´acuerde se lo digo volando, por estas que son cruces –dice la
andaluza cruzando los índices.
-Así lo
espero –Grandal piensa que no es momento de presionar más a Rocío y lo deja
correr-. Bien, y ahora vamos con el guiri que, al parecer, entró para ayudar a
Salazar –pasa a otra página del rotafolios y rotula- 19.10 h., mas menos,
Rocío, Anca y Vicentín entran en la habitación 16 y ven a un extranjero
inclinado sobre Salazar-. Habladme de ese extranjero, suponiendo que lo fuera.
Empieza tú, Rocío.
-Pue verá
usté, don Jasinto –la andaluza ya se ha hecho con una muletilla para darse
tiempo a pensar lo que debe y lo que no debe contar-. Ma o meno, a la hora que ha
dicho entramos los tres y vimos a un guiri poniendo la armohada bajo la cabesa
der pobre Curro. Nos quedamos tos paraos en la puerta porque lo que menos esperábamos
era encontrarnos allí a un forastero. Recuerdo que Anca le preguntó qué hasía
allí y nos echó una parrafá, en ese españó que hablan los guiris que no hay
cristiano que los entienda. Lo que le entendimos es que pasaba por er pasillo y
que ar escuchar quejios entró por si podía ayudar.
-Fue así,
señor Grandal, como lo cuenta Rocío –reafirma Anca-. Recuerdo que le pregunté:
¿quién es usted, qué hace aquí? Y entonces se volvió y nos contestó en un
castellano difícil de entender como ha dicho Rocío.
-Bien.
Describidlo.
Ambas mujeres se miran, Rocío hace un gesto
dándole la palabra a la rumana.
-Lo que
mejor recuerdo es que era muy grande y muy fuerte, como un armario ropero,
vamos. Tenía el pelo negro y unos ojos oscuros con una mirada como muy dura.
Los demás rasgos de la cara eran normales, quiero decir que no tenía nada que
destacara. Ah, también tenía unas manos más grandes que la pala de un tractor.
-Otra cosa,
don Jasinto –explica Rocío-. Cuando le pregunté que cómo había oío ayes si er
pobre Curro no había dicho ni pio hasta entonses, no me respondió, se limitó a
encogerse de hombros. A mí aquello si me paresió raro, pero como nuestra
preocupasion era er estao de Currito pues lo pasamos por arto.
-Vale. ¿Y
cuándo se marchó?
Otra vez las dos mujeres vuelven a
consultarse con la mirada. Es Anca la que habla:
-De seguro
no lo sé, pero calculo que estaría con nosotros como diez o quince minutos
aproximadamente.
-¿Se
despidió o se fue a la francesa?
-Dijo argo
de que como allí ya no hasía farta que se iba –explica Rocío.
-¿Seríais
capaz de reconocerle en una foto?
Ambas jóvenes asienten.
-Bien. Por
el momento es todo, pero seguiremos hablando. Vuestros recuerdos son
fundamentales para descubrir lo que ocurrió en la habitación 16 –Grandal sabe por
experiencia que se cazan más moscas con miel que con hiel, por eso halaga a las
mujeres-. Ahora –dice dirigiéndose a Anca-, necesito dialogar con tu novio, me
refiero a Vicente Fabregat, ¿cómo puedo ponerme en contacto con él?
-Huy, va a
ser difícil. Su padre le ha mandado que no diga ni una palabra del suceso sino
es en presencia de su abogado y que mejor que se olvide de todo lo ocurrido.
-Bueno, eso
será para cuando sea interrogado de manera oficial, pero no es el caso. Yo no
voy a interrogarle, solo quiero charlar con él tal como lo estoy haciendo con
vosotras, de una manera informal y sin que tenga ninguna repercusión legal.
-Lo
intentaré, señor Grandal, pero ya le digo que como se entere su padre se puede
montar un cirio de narices. No sabe el mal genio que se gasta el viejo Fabregat
y las buenas relaciones que tiene con todos los que mandan en el pueblo.
-Mira, Anca,
vamos a hacer una cosa. ¿Conoces el Hotel Balneario de Marina d´Or?, ¿qué no
has estado nunca? Bueno, pues le cuentas que tienes el capricho de conocerlo y
me dices el día y la hora en que vais a ir, y por casualidad me toparé allí con
vosotros. Me lo presentas y tendremos una agradable conversación entre los
tres. Y, por supuesto, de esto que no se entere su padre ni nadie. Será nuestro
secreto.
-Es que… -A
la joven rumana la propuesta del excomisario no parece hacerle demasiada gracia
y se resiste-, verá, señor Grandal, prácticamente hemos roto y se me hace muy
cuesta arriba pedirle nada.
-¿Cómo que
habéis roto si estuvisteis todo el tiempo juntos cuando la odisea del maletín?
-Ya habíamos
roto; mejor dicho, yo le había dejado porque estaba harta de sus ataques de
cuernos, fue Rocío la que lo metió en lo del maletín y yo no me opuse, pero
desde entonces no hemos vuelto a hablar. Además, me da que su familia le ha
prohibido que vuelva conmigo y yo estoy como unas pascuas de contenta que sea
así porque en los últimos tiempos la relación se había vuelto un sinvivir.
-Anca, el
que algo quiere, algo le cuesta. Te pregunto lo mismo que le pregunté a Rocío:
¿quieres que te ayude a no entrar en el trullo o prefieres pasar en él una
temporada?
-¡Ay, don
Jacinto, que duro es usted! –Se lamenta Anca-. Bueno, tendré que hacer de
tripas corazón y volver a ponerle buena cara a ese membrillo. ¿Cuándo quiere
que nos encontremos en ese hotel que ha dicho?
-Mañana
mejor que pasado. En cuanto lo sepas llámame a este número.
Grandal se despide por el momento de ambas
mujeres y se pone en contacto con el sargento Bellido para que le cuente si hay
alguna novedad sobre el caso Pradera.
-Pues las
hay, comisario –el suboficial no le apea el tratamiento de su antiguo rango por
mucho que Grandal le haya recordado que ahora solo es un jubilado-. Mis
compañeros de la comandancia de Málaga han localizado al llamado Carlos
Espinosa Valgrande, que ese es el nombre completo del individuo en cuestión. Es
el director de uno de los hoteles de cinco estrellas más importantes de la Costa
del Sol. Se le ha mandado por vía urgente la citación para que comparezca como
testigo del caso ante la jueza del Valle. Creo que declarará mañana o pasado.
También se ha localizado a Alfonso Pacheco Ruiz, en este caso han sido los
compañeros de la comandancia sevillana. El tal Pacheco fue quien salvó al
fallecido Salazar el día que un fulano, aún no identificado, le dio una paliza
y el que al día siguiente le llevó a una clínica de Castellón para que lo
reconocieran los médicos. Se trata de un ingeniero forestal que trabaja para la
Junta de Andalucía. También ha sido citado a declarar, en principio como
testigo, y se espera que lo haga igualmente un día de estos.
-Vale. Tenme
al corriente de las declaraciones. ¿Y qué se sabe del extranjero al que el trío
de pichones del maletín encontró en la habitación 16 tratando, al parecer, de
ayudar a Salazar?
-De momento,
nada. De localizar a ese tipo se ha encargado la UCO.
-Hablando de
la UCO, ¿has vuelto a tener problemas con los dos pájaros de Madrid?
-Ninguno,
comisario. No sé qué es lo que hizo usted, pero desde que la juez del Valle les
tiró de las orejas están más suaves que la seda.
Grandal piensa en cómo sonsacarle al
sargento si sabe algo del tipo que también estuvo en la habitación 16 el día
del fallecimiento de Salazar y al que Rocío ha definido como un fulano que
tenía muy mala jeta. Sabe que dicho individuo no aparece en las declaraciones
que los distintos testigos han hecho hasta el momento en el juzgado que lleva
el caso. Tras pensarlo decide guardarse esa baza, pero por si acaso pregunta:
-¿Habéis
investigado si hubo más personas que entraron en la habitación de Salazar el
día de autos?
-Sospechamos
que sí, en eso hay testimonios que difieren. Estamos en proceso de confrontar a
varios miembros del personal del hostal para ver si obtenemos datos fiables al
respecto.
-Bien. Ah,
Anca me ha contado que el tal Espinosa en una de las ocasiones que fue a
visitar a Salazar dijo que se iba a jugar al golf. ¿Me podrías facilitar una
relación de los campos de golf que hay en la provincia?
-Eso se lo
digo ya mismo porque solo hay tres en funcionamiento, y digo esto porque creo
que programados para construirlos en un próximo futuro hay hasta trece más. Los
que funcionan son: el Club de Campo del Mediterráneo que está en Borriol, de
ese es de donde salió el famoso Sergio García, el Club de Golf Costa de Azahar
ubicado en El Grao y el Campo de Golf de Panorámica que radica en el pueblo de
San Jorge.
-Gracias,
Bellido, eres la eficacia personificada. En cuanto sepas algo de las
declaraciones de Espinosa y de Pacheco me llamas para contarme. Nos vemos.
PD.- Hasta el próximo viernes y feliz Navidad
PD.- Hasta
el próximo viernes