La joven piensa cuanto ha cambiado Fina desde que se casó. ¿Dónde está aquella jovencita que estallaba de gozo porque era la envidia de todas las amigas?, ¿qué se hizo de aquella muchacha henchida de felicidad porque iba a casarse con un chico que había peleado lo indecible para que sus padres la aceptaran? Aunque era consciente de que su amiga cometió un error: aceptar quedarse a vivir con los padres de su marido, pues con eso de que era hijo único no les iba a dejar solos. Como en una casa solo puede haber una señora, Fina ha terminado convirtiéndose en una especie de criada de su suegra, que le repite continuamente que cuando falten todo será para ellos, pero mientras tanto... Puesto que los Folch, así se apellida la familia, de contratar braceros solo los precisos, los padres y Herminio salen diariamente a trabajar al campo y Fina tiene que bregar con una casa inmensa, dar de comer a los animales domésticos, cuidar de los críos…, no para. Y así le luce y por eso se queja, la verdad es que con bastante razón. -
- Por cierto, te voy a contar un cotilleo que igual no conoces. ¿Sabes quiénes van detrás del sobrino de don José a ver si lo cazan? - pregunta Fina con una sonrisa picaresca.
- Lo que le pueda pasar al botarate ese ni me importa ni me interesa - es la desabrida respuesta de Lolita.
- O sea, que no lo sabes. Pues las hermanas Guillamón. Me lo contó Rosarito la Maicalles. Ya organizaron dos guateques en su casa con merendola incluída y al boticarito se lo rifan. Lo más divertido de todo es que, según la Maicalles, las tres hermanas han acordado que la que más pueda que se lo lleve y que es todo un espectáculo verlas como se deshacen en mieles. Lo chusco del caso es que parece que al marmacéutico ninguna le hace tilín y así andan de desesperadas las pobres.
- Me gustaría verlo por un agujero, las Guillamón tratando de conquistar al Peloplancha con lo sosaina que es, que parece un huevo sin sal.
- Pues tengo otro cotilleo más sabroso todavía - suelta Fina en plan misterioso.
- Hay que ver, Fina, lo cotilla que te has vuelto. Antes no eras así - le critica Lolita.
- ¿Y qué le voy a hacer? Cotillear es una de las pocas diversiones que me quedan. Como te iba diciendo, la última que me ha contado la Maicalles es que, visto el poco éxito de las Guillamón, las Beltranas van a organizar una merienda la próxima semana en su finca del camino de la estación y el invitado principal será el boticario. También han invitado al veterinario que, como tiene novia, les ha dicho que no cuenten con él. Tú siempre has sido muy amiga de la menor de las Beltranas, ¿no te ha
invitado?
- No me ha dicho nada, pero si me invita ten por seguro que no pienso ir.
- ¿Me permite?
- ¿Qué le ha hecho gracia? - quiere saber el boticario al ver la sonrisa que ha distendido el rostro de la joven.
- Nada en concreto... Bueno, lo cierto es que su frase me ha recordado un diálogo de una comedia de Mihura.
- No sabía qué le gustaba el teatro - se sorprende Guerrero.
- Me gusta mucho, pero desgraciadamente veo muy poco, me de conformar con leerlo o escucharlo a través de Radio Madrid o Radio Nacional.
- A mí también me encanta, pero he de confesarle que Mihura no es uno de mis autores preferidos. Hace unos meses vi en Madrid su obra "Ni pobre ni rico sino todo lo contrario" y a fuer de sincero me pareció un puro disparate. Me quedo con Bevavente y con Muñoz Seca.
- Yo vi hace años "La venganza de don Mendo" y cuando lo recuerdo todavía me río. He querido comprarla, pero me dijeron que la obra estaba agotada, que algún día publicarán una nueva edición.
Ambos jóvenes departen durante un buen rato sobre teatro. Después descubren que son muy aficionados al cine aunque, como ocurre con el arte de Talía, sus gustos son bastante dispares: a Lolita le gustan las películas americanas, las comedias románticas y los dramas amorosos; Enrique, en cambio, prefiere las películas del oeste, las cómicas y el cine español. Cuando más enfrascados están en la charla les llaman para tomar una horchata que las anfitrionas han preparado con genuinas chufas de Alboraya.