"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 14 de noviembre de 2014

1.7. Cuidado con este pájaro


   Lolita es consciente de que cuanto dice su amiga Fina de que Rafa sigue estando muy enamorado puede que sea cierto, pero nadie le va a quitar de la cabeza que hay algo más. Una mujer enamorada intuye cuando su amado comienza a alejarse. Hay pequeños y sutiles cambios en la relación que uno a uno pueden parecer irrelevantes, pero que si se valoran en conjunto son significativos. Eso es lo que le explica a su amiga y que provoca que Fina cambie de opinión.
- Si las cosas están como cuentas, quizá tengas razón. ¡Quién lo diría! Un chico que si estaba un par de horas sin verte parecía que le iba a dar un soponcio y ahora te escribe de Pascuas a Ramos. Algo tendrás que hacer.
- Ya lo sé, Fina. El problema es que sigo estando loca por él.
- Bien, pero por mucho que le quieras no puedes consentir que juegue con tus sentimientos. Porque te está dando un malvivir que va a convertirte en una amargada. Tienes veintiún años y llevas una vida como si tuvieras cuarenta. No vas al baile, no sales a pasear, solo vas al cine de vez en cuando… Lo único que haces es leer y leer. ¿Qué clase de vida es esa? Desde luego, no la quiero para mí.
- En mi lugar, ¿tú qué harías?
- No es fácil… Lo primero, hacer lo que me has dicho antes: hablar claro a Rafa y ponerle en su sitio, o dentro o fuera y...
   Fina duda, no quiere decir lo que realmente piensa por temor a herir a su amiga o, lo que es peor, equivocarse, pero dado como están las cosas quizá la mejor prueba de amistad que pueda ofrecerle sea hablar con total crudeza aunque pueda parecer dura:
- Mira. Nadie te asegura que si esperas a que Rafa termine la carrera vayas a terminar casándote con él. Eres muy guapa y tienes un tipazo, pero ¿cómo estarás dentro de seis o siete años? Seguro que seguirás tan preciosa, pero ya no serás tan joven, no tendrás la frescura y el atractivo de ahora, el tiempo nunca pasa en balde. Eso para empezar. En segundo lugar, si por lo que sea Rafa no termina llevándote al altar, habrás consumido tu juventud para nada y no te será fácil encontrar otro novio. En Senillar hay pocos partidos para chicas como tú. ¿Te ves casada con un labrador por muchas fincas que tenga?, ¿te ves con unas sayas y un sombrero de paja yendo al campo la mitad de los días? o ¿quieres terminar siendo una solterona viendo pasar la vida detrás de los visillos?
   Lolita calla, pero su gesto de preocupación es bien elocuente, lo que está oyendo es lo que ha pensado tantas y tantas veces en la soledad de su alcoba. Fina remata su argumentación:
- … ¿Qué haría yo? Apretarle las tuercas y hablar de boda. Nada de esperar tantos años. Pondría un plazo mucho más corto y si no, aire. Si las cosas terminan mal, todavía te quedarán unos cuantos años para encontrar un buen partido, poder casarte y tener hijos. Eso es lo que haría, atar corto a Rafa, que Dios sabe qué clase de vida lleva en Barcelona por lo que cuentas.
                                                                           *
   Ajeno está Rafael Blanquer del diálogo entre Lolita y su amiga. Acaba de abrir la puerta de su habitación a la dueña de la pensión en la que vive. La casera siempre le recuerda a un gorrión, quizá por lo menuda y vivaracha. Ahora que la tiene delante, con un sobre en la mano, vuelve a recordarle al pájaro.
- Señor Blanquer, tiene correo.
- Gracias, señorita Montse.
   Este gorrioncillo, que debe tener más años que Matusalén, piensa Rafael, sigue pretendiendo que se la llame señorita. Claro que es soltera, igual hasta tiene el virgo intacto. Carta de Lolita. Esta niña es un omega, dos a la semana, haga frío o calor. Tendré que contestarle. La verdad es que empieza a ser un poco coñazo tanta carta, ya no sé qué diablos contarle. Otro gallo me cantara si estuviera aquí. Porque cada vez está más rica y… ¡joder! ¿Ya estás otra vez en posición, bonita?, pues tendrás que aguantarte, hasta el viernes no toca limpieza de desagüe.
   La puerta de la habitación se abre bruscamente y un joven robusto como un roble, con unos libros bajo el brazo, se queda mirando a Rafael al tiempo que su rostro se distiende en una sonrisa burlona.
- Rafa… ¿otra vez dándole al manubrio? ¡Leche, eres peor que los monos del Parque de La Ciudadela!
- Alberto, ya podías llamar antes de entrar, cacho cabrón.
- Te recuerdo que también es mi habitación y yo fui su primer ocupante. O sea, que lo de llamar queda para otros. Tendrías que hacerte menos pajas y follar más.
- Hasta el sábado no voy de putas, ya me dirás que hago mientras tanto.
- Santi nos va a presentar unas chavalas, ¿por qué no vienes con nosotros? A lo mejor ligas y hasta puedes mojar.
- ¿Son plan?
- Pse, cualquiera sabe, no las conozco, pero todo es cuestión de probarlo. Supongo que será mejor intentar camelarse a una buena jaca que no darle al molinillo, para eso siempre estás a tiempo. Si quieres ir para donjuán tendrás que aplicarte.

   Rafael lleva dos cursos en Barcelona estudiando para ingeniero industrial. Aprobó el ingreso en la escuela de ingeniería a la primera, lo que llenó de orgullo a su familia que lo pregonó a los cuatro vientos, pero desde entonces no le ha dado un palo al agua. La carrera es dura, los profesores exigentes y tiene pocas ganas de empollar; el resultado de todo ello es que está repitiendo primero porque entre junio y septiembre solo aprobó una asignatura y las llamadas marías: religión, educación física y formación del espíritu nacional. Y las pocas ganas no se refieren solo a los estudios, también atañen a Lolita. La sigue queriendo, pero ya no es aquel amor romántico de los primeros años ni tampoco aquel deseo insaciable, aquella permanente excitación que le provocaba el mero contacto. Le sigue gustando y la sigue deseando, más todavía desde que la hizo suya, pero comienza a pensar que existen más mujeres y por qué tener que limitarse a una.
   Desde la calle Lauria esquina Valencia, donde está la pensión, Rafael va andando  hasta la Escuela de Ingenieros Industriales en la calle Urgel, así se ahorra el tranvía. Por el camino va pensando en el día anterior. Santi cumplió su promesa de presentarles unas jóvenes, operadoras de la Telefónica de Plaza de Cataluña, y estuvieron paseando con ellas por Las Ramblas. La presentación que Santi hizo de él no le gustó nada a Rafa, pero sabe que así son las inocentes bromas que gastan sus amigos.
- … y aquí, Rafael, Rafa para los amiguetes. Tened cuidado con este pájaro, a pesar de que parece un mosquita muerta es un donjuán de mucho cuidado.
   Rafael se emparejó con una chica bastante mona y realmente simpática, aunque rápidamente intuyó que de aquel pozo no sacaría agua. De todas formas, piensa, puede que Alberto tenga razón y mejor que hacerse pajas será ver lo que pueda sacar de la próxima chavala que ligue. Si Lolita llegara a enterarse de que no le guardo la ausencia…

   Rafael se mira en el pequeño espejo, vuelve a atusarse el pelo y se arregla el  nudo de la corbata. La imagen que refleja el cristal muestra un rostro agradable aunque algo blando, en el que destaca una boca sensual y unos rasgados ojos negros. Su porte es atractivo y, al mismo tiempo, desprende un vago aire de vulnerabilidad. La suma de todo ello provoca un curioso sentimiento en algunas mujeres: la de protegerlo, cuidarlo, mimarlo… y él se deja.
   Ha de estar como un pincel, que diría su madre, porque la chica a la que va a llevar a bailar, con eso de que trabaja en la sección de complementos de caballero de los Almacenes Jorba, es más detallista que la leche. El primer día que los presentaron ya dejó caer alguna frase despectiva sobre su indumentaria:
- Tú de encajar los colores vas justito, eh.
- ¿Qué pasa? ¿No te gusta la corbata que llevo?
- No se trata de la corbata, sino que llevas un traje azul marino y unos zapatones marrones que no pegan ni con cola.
- Pues no eres tiquismiquis ni nada. El próximo día que quedemos, antes de salir de la pensión te voy a llamar para que me digas que he de ponerme – sugiere con sorna.
- No me parece mala idea – responde la joven con humor -. Por ejemplo: hoy te hubiera dicho lo de los zapatos y que no te pusieras unos calcetines blancos de tenis como los que llevas, que más horteras no pueden ser.
   Pese a las puyas sobre su indumentaria, la chica resultó muy salada y le da el pálpito de que no debe de ser demasiado estrecha. Es solo una corazonada, pero a medida que va tratando a más mujeres empieza a comprenderlas mejor. Al principio, cuando comenzó a salir con otras chicas las trataba igual que a Lolita, pero rápidamente se dio cuenta de que era un error y que tenía que cambiar de registro si quería camelárselas. Ha tenido algún que otro sonoro fracaso, pero está en camino de convertirse en un donjuán. Ya aprendió a soltar embustes con pasmosa tranquilidad, a decirle a cada muchacha lo que está deseando oír y a atacarlas por su lado débil, cuando lo descubre, porque no todas se muestran tal cual son, también muchas de ellas son maestras en el arte del disimulo.