"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 21 de abril de 2023

Libro III Episodio 192. La farmacia de Gran Vía

    A los Carreño les cuesta adaptarse a la capital del reino. Han pasado de residir en una pequeña ciudad, en la que la vida se desenvuelve con el moroso tempo de las sociedades provincianas, al bullicio y las prisas de una gran urbe. Quizá lo que peor llevan es que las distancias son mayores a las que están acostumbrados y pierden mucho tiempo en hacer cualquier gestión, aunque a medida que van conociendo las rutas de los transportes públicos las distancias se van acortando. Su medio de trasporte favorito es el tranvía, pues pueden ir contemplando el transitar de la gente y hasta el contenido de muchos escaparates.

   Ya sabían que la farmacia de Gran Vía tiene un local pequeño, lo que no les comentó el anterior propietario es que, además, cuenta con una pequeña entreplanta, que hace las veces de despacho, y un sótano al que llaman la cueva que está conectado con los sótanos de todos los locales comerciales del edificio de Gran Vía 56. Al principio, han dudado si hacer una limpieza general, pero se impone la necesidad de generar ingresos, por lo cual dejan la zona abierta al público como está y, cuando cierran, van limpiando y reordenando la rebotica.

   La larga experiencia de los padres al frente de su droguería les sirve durante los primeros tiempos para reorganizar eficientemente la farmacia. Julia explica a sus hijos lo relevante que es la atención al detalle, pues la exactitud es un factor básico para que todo salga bien, y que para fidelizar a los clientes son necesarias la paciencia y la habilidad comunicativa, en lo que destaca Eloísa. A su vez, Julio diseña un plan organizativo que consta de tres pasos: analizar las franjas de pico y valle; es decir, cuándo en el mostrador se necesitan más personas que atiendan al flujo de clientes y cuándo no es necesario; también les enseña a diferenciar entre lo urgente y lo importante; además de cómo poner límites de tiempo a cada tarea.

   La vejez del anterior titular se nota, entre otros aspectos, en que el almacenamiento de los medicamentos está hecho a la buena de Dios y se pierde un tiempo valioso en encontrarlos. Es uno de los primeros cambios que introduce la joven boticaria. Revisando los apuntes de la carrera clasifica los productos farmacéuticos en medicamentos y productos sanitarios, medicamentos herbarios, productos dietéticos y edulcorantes, alimentación y artículos dérmicos. La elaboración de recetas magistrales va aparte. De momento, deja aparcadas otras secciones que algún día tiene pensado ofrecer: óptica, acústica y ortopedia.

   Como habían planeado, Pilar, Julia y Eloísa son las que atienden a los clientes, ayudadas esporádicamente por Jesús. Julio lleva la contabilidad y visita bancos y proveedores, gestiones en las que cuenta con el apoyo de Concha. En lo que atañe a los proveedores, descubren que casi justo enfrente de su puerta trasera, la que da a la calle Flor Alta, hay un mayorista de medicamentos, con lo cual cuando un cliente pide un producto que no tienen, solo han de salir, cruzar la calle, y en unos minutos el cliente tiene su pedido en mano.

   Respecto a los demás miembros del clan, Julián, al que todavía le quedan tres años de mili, sigue trabajando por las tardes como chófer de los grandes almacenes SEPU. Jesús ayuda en la farmacia y en septiembre se inscribirá en la academia que prepara opositores para vista de aduanas, pues por ahora no hay convocatoria prevista. Concha le echa una mano a Paca en las tareas domésticas. A Andrés y Froilán los han matriculado en los Salesianos de Estrecho, donde ya estudió Jesús. Y Ángela va al Colegio Divina Pastora perteneciente a la Congregación de Hermanas Franciscanas, y al que fueron Eloísa y Concha.

   A todo esto, en su última postal, datada en Nueva York, Álvaro les anuncia que el Juan Sebastián de Elcano arribará a Cádiz el 31 de mayo, siempre que el Atlántico lo permita. Lo que provoca un debate familiar sobre si ir a recibirle como hicieron en su primera travesía en el buque-escuela.

   -Lo de ir a recibirle no es cuestión de debate, sino de decir sí o sí. Después de estar casi ocho meses en el mar que vea a su familia esperándole en el muelle es un deber ineludible -Julio se ha puesto melodramático.

   -Eso nadie lo discute, papá –afirma Pilar -, pero no pensarás que vamos a cerrar la farmacia a los cuatro días de haberla abierto. ¡Qué dirían los clientes! Y además no podemos permitirnos el lujo de perder la caja de esos días.

   -Lo que dices me parece muy razonable, hija, pero los Carreño deben estar, y estarán, el 31 de mayo en Cádiz, llueva, nieve o caigan rayos. A vuestro hermano no le vamos a dejar más solo que la una. Imaginaos qué pensaría de su familia si todo el mundo tiene a alguien a quien abrazar al desembarcar y él tiene que hacerlo a un noray.

   Para que la discusión no se encone, pues padre e hija tienen parecido carácter granítico, interviene Julia que propone una solución intermedia.

   -Como afortunadamente somos una familia numerosa, podemos jugar con ello. Propongo que la mitad se quede aquí atendiendo la farmacia y la otra mitad se vaya a Cádiz a recibir a Álvaro.

   La propuesta materna es bien acogida y el debate se traslada a quiénes irán a la Tacita de Plata a recibir el Elcano y su dotación de guardiamarinas de tercer año. Tras una discusión, que esta sí es más amable y hasta jocosa pues todos se apuntan al viaje, llegan a un acuerdo: en Madrid se quedarán Pilar, obligada por ser la titular, Jesús, Eloísa y Paca. Y viajarán los padres, Concha y los tres pequeños: Andrés, Ángela y Froilán. El viaje hasta Cádiz lo realizan partiendo de la estación de Atocha, de donde salen las líneas hacia levante y el sur peninsular, y que son gestionadas por la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante. Llegan a Cádiz justitos para ver la arribada del Elcano que se dirige al arsenal de La Carraca, donde amarra el buque. La llegada del bergantín-goleta es tan apoteósica como siempre, pues los gaditanos consideran el barco como algo propio, y cuando zarpa o arriba se lanzan todos al puerto para decirle adiós o darle la bienvenida.

   Cuando Álvaro desembarca todos corren a abrazarle. Es difícil apreciar quién está más emocionado, si el recién llegado o los que le aguardan. Todos hablan a la vez y es difícil entenderse, hasta que a duras penas Julio consigue que hable uno y los demás escuchen. Naturalmente, a quien primero da la vez es al flamante alférez de fragata.

   -No podéis imaginaros las ganas que tenía de abrazaros. Esta vez el viaje ha sido más pesado que el anterior pues hemos navegado mucho en mar abierto y por consiguiente, hemos fondeado en menos puertos. Por eso estábamos todos locos por arribar a Cádiz y poder abrazar a la familia. Ya os iré contando la travesía, pero antes explicarme las ausencias. ¿Dónde están Pilar, Jesús, Eloísa y Paca?, porque en cuanto a Julián supongo que en la mili no le habrán dado permiso.

   Julio, haciendo valer su rango de páter familias es quien pone a su primogénito al corriente de los trascendentales cambios que ha experimentado la familia: la venta de la droguería y de la casona de Pinkety, el traspaso de una farmacia en Madrid, haber alquilado un piso en la capital, donde ya viven, y todo lo que ello ha supuesto para la familia. La explicación impacta al primogénito, pero no le extraña demasiado, si han vendido la droguería habrán tenido que buscar otro modus vivendi. El intercambio de impresiones continúa hasta que Julia interviene.

   -Mirad la hora que es. Habrá que almorzar. Hijo, hemos hecho una reserva en el mejor restaurante del puerto, al menos eso nos han asegurado. Lo que no hemos encargado es el menú, eso va a correr por tu cuenta.

   El coloquio se interrumpe al hacer acto de presencia Santiago Andrade, el mejor amigo de Álvaro en la Escuela Naval.

   -Señores de Carreño, se les saluda. Veo que están bien. A la que no veo es a Pilar, ¿le ha pasado algo?

   Julio le cuenta al alférez gallego lo de la farmacia y que, al ser Pilar la titular, no ha podido desplazarse a Cádiz, pero que se encuentra perfectamente y les ha pedido que, si le veían, le diera recuerdos de su parte y le agradeciera las postales que le ha ido mandando. Andrade se despide y la familia se dirige al restaurante donde almorzarán. Durante la comida, Álvaro va narrando a los suyos los momentos más memorables del viaje. Parece que lo que mejor recuerda es la estancia en Buenos Aires y la acogida que les dispensaron los porteños que casi les hizo olvidar que siendo Navidad no estuvieran con sus respectivas familias. Andrés que, pese a sus años ya da muestras de su atrevimiento y desparpajo, le pregunta:

   Oye, tato, y de aquella gachí asturiana que te consolaba, ¿llegasteis a haceros novios o todo se quedó en palabritas?

   Antes de que el alférez pueda contestar, Julia se pone seria y riñe al muchacho.

   -Andrés, no seas impertinente, esas cosas no se preguntan.

   Álvaro pasa por alto la osadía de su hermano y describe otro de sus recuerdos entrañables, la estancia del buque-escuela en Cuba.

   -A pesar de que está todavía caliente el recuerdo de la guerra del 98, no podéis imaginaros lo cariñosos que estuvieron los cubanos con nosotros. Y es que son muchísimos los isleños cuyos antepasados emigraron de España y todavía quedan muchos españoles que prefirieron quedarse allí. En cuanto te presentaban a uno, lo primero que te contaba era la región española de la que procedían sus padres o sus abuelos.

   -Tato, ¿y qué nos cuentas de Nueva York, los rascacielos son tan grandes como aparecen en las películas? –quiere saber Concha.

   -Son inmensos, recuerdo que estuvimos paseando por la Quinta Avenida y cogí un poco de tortícolis de tanto mirar hacia arriba.

   -¿Te vendrás a Madrid con nosotros? –pregunta Julia.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 193. El ocaso de la monarquía