"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 3 de mayo de 2016

23. ¿Qué hay que buscar? La pasta



   Grandal, que definitivamente ha tomado el timón del flamante equipo de jubilados, no se resiste a seguir dando instrucciones para el buen funcionamiento del equipo.
- Una vez puestos de acuerdo en la manera de afrontar los problemas que vayan surgiendo en la investigación, creo que deberíamos establecer unas normas elementales de funcionamiento de las reuniones. Lo que podríamos llamar unas reglas de procedimiento. ¿Os parece? Bueno pues, salvo que haya algún acontecimiento excepcional, en las reuniones ordinarias lo primero será informar sobre los resultados obtenidos desde la anterior reunión, los analizaremos y valoraremos. Después, trazaremos el plan de trabajo para las jornadas que vengan a continuación. Finalmente, dedicaremos el último tramo de la junta para preguntas, consultas, sugerencias, etcétera. ¿De acuerdo? Bien, pues os voy a contar lo que he conseguido averiguar, que no es demasiado. Como me temía, los Sacapuntas no han conseguido grandes avances en su investigación, están atorados y, al parecer, lo fían todo a que la Interpol o la policía francesa les saque del atolladero. Como nosotros no tenemos a ningún organismo foráneo al que acudir no vamos a perder el tiempo esperando a que vengan los guiris a sacarnos las castañas del fuego. Vamos a centrarnos, al menos de momento, en una sola dirección… - Grandal hace una pausa y toma un sorbo de un café que preparó Ballarín y que a estas horas ya está frío.
- ¿En qué dirección? – quiere saber Álvarez.
- En la única que veo factible en estos momentos: la inutilización de las cámaras de seguridad que enfocan la delantera del museo es el único dato que resulta prometedor. Es casi seguro que la manipulación la hizo alguien desde dentro, por consiguiente nuestros esfuerzos tendrán que centrarse en la búsqueda del presunto o presuntos cómplices de los ladrones entre el personal del museo. Sé que todos los empleados, funcionarios, interinos y contratados han sido investigados a fondo y no han encontrado nada. Pero a lo mejor la inspección no ha sido tan a fondo como aseguran. Algún resquicio ha debido de quedar sin explorar.
- ¿Entonces…? – Ponte deja el resto de su pregunta al aire.
- Entonces, vamos a enfocar nuestra investigación sobre el personal del museo y de la empresa que lleva el mantenimiento del sistema de seguridad y que han podido tener acceso a las cámaras. No son muchos, seis para ser exactos.
- ¿Y qué es lo que vamos a hacer? – pregunta Álvarez.
- Investigar minuciosamente a cada uno de esos presuntos cómplices. Necesitamos saberlo todo sobre ellos. He conseguido el nombre de esas personas – ante la mirada interrogativa que percibe en sus amigos se explica -. Mejor no preguntéis como lo he logrado, aunque tampoco ha sido tan difícil. Tened en cuenta que estamos ante personas corrientes y molientes, ninguna de ellas tiene un historial que lleve el marbete de confidencial.
- ¿Solo tienes los nombres, ningún dato más? – inquiere Ponte.
- Por ahora, solo los nombres que no es poco. Ese será el hilo del que vamos a comenzar a tirar para devanar el ovillo. A esos nombres hay que ponerles caras, domicilios, familias, amistades, nivel de vida, aficiones y cuantos datos puedan conducirnos a descubrir quién o quienes han sido los que han facilitado el robo.
- Muchos de esos datos pueden conseguirse por medio de internet – afirma Álvarez.
- Jacinto, tendrías que concretar más las acciones a llevar a cabo para investigar todos esos datos que necesitamos conocer – pide Ballarín siempre amigo de las concreciones.
- Por supuesto, Amadeo. Eso ya está previsto. Vamos por partes. Manolo, que es quien mejor conoce el museo, se convertirá en habitual de la cafetería del mismo para…
- Perdona, Jacinto, pero el servicio de cafetería en la actualidad se encuentra cerrado, por lo que no es posible acceder al mismo – informa Álvarez.
- ¡Vaya! ¿Y cómo lo sabes? – inquiere, curioso, Grandal.
- El aviso está colgado en la web de museo. Ya te dije que navego mucho por la red.
- ¿Y cuál es la cafetería, bar o tasca más cercana al museo? En algún sitio han de desayunar los empleados del museo, tomar sus cafelitos de media mañana o las cañas previas al almuerzo.
- La cafetería más próxima es la de la Agencia para la Cooperación, pero su acceso es muy restringido y está cerrada frecuentemente porque su espacio también se emplea para la presentación de libros, la celebración de cócteles y otros actos especiales – informa Ponte, que precisa -. Lo más probable es que la mayor parte del personal debe ir a la cafetería de la Fundación Jiménez Díaz o a la del Clínico que están siempre abiertas y muy cercanas al museo.
- Bien, pues tu primera misión, Manolo, será estar atento a la entrada y salida del personal del museo cuando se abre y se cierra. Por cierto, ¿alguien sabe qué horario tiene?
- De martes a sábado, de nueve y media a las tres de la tarde. Los jueves, de nueve y media a las siete de la tarde. Los domingos y festivos de las diez a las tres, ah y esos días la entrada es gratuita – responde Ponte quien tiene una pregunta -. ¿Y cómo voy a saber quiénes forman parte del personal del museo?
- Una de las habilidades que tiene que desarrollar un buen detective es el arte de observar, de escuchar, de estar atento a cuanto pasa a su alrededor. Primero, si estás en la plazuela que hay delante del museo en las horas de entrada y salida del personal irás quedándote con muchas caras. Después, en las cafeterías a las que acuden los trabajadores del museo pegarás la oreja a las conversaciones. Ese será otro medio para descubrir quiénes son los que trabajan en el museo y, con un poco de suerte, de enterarte de algún dato que nos pueda interesar. Una vez que comiences a identificar a esas personas, entrará en acción Amadeo – ahora Grandal se dirige a Ballarín -. A ti te voy enseñar a manejar una microcámara con la que fotografiarás a los tipos que te vaya indicando Manolo. Naturalmente, eso lo harás con total discreción, de forma que nadie se percate de que lo estás fotografiando.
- Y el siguiente paso, ¿cuál será? – pegunta Ballarín.
- Con los nombres y las caras de los presuntos cómplices será fácil seguirles y averiguar sus domicilios. A partir de ahí comenzaremos a investigar a fondo a esas personas hasta que lo sepamos todo sobre ellos, y cuando digo todo, digo todo – afirma con rotundidad Grandal.
- Bueno, Amadeo y Manolo ya tienen curro, ¿y yo mientras qué hago? – pregunta Álvarez.
- A ti te reservo para que, por ahora, trabajes en internet. Tienes que averiguar todos los datos de los seis nombres que os he dado e investigar todo lo que haya sobre el Tesoro Quimbaya, sobre el propio museo y acerca de las bandas especializadas en robos de objetos artísticos y del mundo de los peristas. No esperes a descubrirlo todo. Cada dos días me harás un resumen de los datos más significativos que hayas descubierto.
- Oye, Jacinto, y sobre ese rumor que nos contaste de que tus colegas creen que el furgón robado sigue oculto en Madrid, ¿no vamos a investigar eso? – inquiere Ponte.
- Es posible que el furgón esté guardado en algún garaje de la ciudad, pero os aseguro que en el caso de que fuera así estará más limpio que una novicia. Por el momento no pienso perder el tiempo siguiendo esa pista. El rastro que hay que seguir es uno que no es fácil de ocultar y por consiguiente hay más probabilidades de encontrarlo.
   Como Grandal parece que se ha olvidado de concretar cuál es el rastro en cuestión, la pregunta es obligada:
- ¿Y qué rastro es ese? – inquiere Ballarín.
- La pasta. Si como sospecho alguno de los empleados del museo fue el que inutilizó las cámaras, ese individuo o individuos han tenido que cobrar por ello. Y el dinero, cuando se tiene en cantidad y se ha logrado sin doblar el espinazo, es muy difícil ocultarlo, su patita, como la del lobo del cuento, termina descubriéndose. En resumen: lo que tenemos que buscar es la pasta.
- Confieso que con lo de la metáfora del lobo me he hecho un lío – confiesa Álvarez -. ¿La pasta de quién?
- De quien va a ser, de los que han ayudado a los ladrones a que su golpe solo tenga como testigo a Manolo, aquí de cuerpo presente.