"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 6 de noviembre de 2015

9.3. Lola está hecha un lío



   El plazo que el jefe de los Arbós pidió a Gimeno, para encontrar una solución al posible relevo de su hermano Rodrigo en la dirección de la Hermandad Sindical, no llega a ser consumido, a los cuatro días Benjamín ya tiene una solución que proponer.
- Después de darle muchas vueltas al problema y de hablarlo con mucha gente creo, José Vicente, que he encontrado una solución que, no sé si es la mejor, pero al menos considero que es la menos mala. Yendo al grano, Rodrigo está dispuesto a aceptar su relevo, pero pide que se le dé algo a cambio. Lo cual me parece muy justo. A una persona con el historial de mi hermano no se le puede enviar a casa sin darle una satisfacción.
- ¿Y qué es lo que quiere Rodrigo?
- Quiere que se le nombre presidente de la cooperativa.
- ¿Presidente de la cooperativa? – La cara de sorpresa de Gimeno dice bien a las claras que otra vez Benjamín ha conseguido cogerle con el paso cambiado - ¿Y qué hacemos con Leoncio?
- Leoncio se convertirá en la cara nueva y joven que buscan los de Sindicatos para presidir la hermandad.
   Al llegar a ese punto, el estupor de Gimeno ya es total. Piensa que no debería de asombrarle nada que venga de su antiguo mentor, pero una vez más éste ha conseguido lo del más difícil todavía. Sustituye a un Arbós por otro y todo queda reducido a un intercambio de puestos. No le va a quedar más remedio que enseñar los dientes al viejo cacique.
- Verá, señor Benjamín, su sobrino Leoncio es una excelente persona que merece todos mis respetos y que me ha sido de gran ayuda en la cooperativa. Dicho esto, he de añadir que no tiene las mínimas cualidades exigidas para presidir la hermandad.
- No veo por qué. Si está capacitado para dirigir la cooperativa, ¿por qué no va a estarlo para dirigir la hermandad?
- No quisiera parecer descortés, pero… usted y yo sabemos lo que hace su sobrino en la cooperativa, nada. Se limita a firmar los documentos que le pongo delante y a presidir la junta directiva, en la que todo se reduce a seguir mis indicaciones.
- De acuerdo, y eso mismo puede hacer en la hermandad. Se le pone al lado un secretario tan eficiente como tú y problema solucionado.
- Lo siento, pero no lo veo tan de color de rosa como lo pinta usted. Dudo mucho que en Valencia se traguen el nombre de su sobrino para nuevo presidente.
- Mira, José Vicente, entre nosotros no vamos a engañarnos que nos conocemos hace ya unos cuantos años. En este problema hay dos planos distintos. Uno es si los problemas para la solución que te propongo provienen de la capital. Y otro si su origen es local. ¿Cuál de ambos planos es el causante de las dificultades?
   Gimeno llega a tener la respuesta en la punta de la lengua, pero acaba achantándose. Se da cuenta de que el viejo político sigue imponiéndole. 
- ¡Por Dios, señor Benjamín! No irá a creer que me opongo a la propuesta que ha formulado. De ninguna de las maneras. Me he limitado a exponer las posibles pegas que presumiblemente plantearán los de sindicatos.
- Me alegra oírte decir eso. Y puesto que tú no eres la fuente de las dificultades, me permito sugerirte que no debes de preocuparte. Lo que deberías de hacer es presentar a los de Valencia la propuesta de la que hemos hablado y esperar a ver qué clase de respuesta dan nuestros amiguetes de la capital. ¿Te parece bien?                                        
   Al llegar a casa, Gimeno le cuenta a su mujer una versión edulcorada de su conversación con el patriarca de los Arbós. Le dice que al ver a Benjamín tan derrotado sintió piedad de él y accedió a su propuesta. Lola no acaba de creer a su marido.
- No me explico por qué siempre acabas por ceder ante el patriarca. Parece como si le tuvieras miedo.
- ¿Miedo? ¿Y por qué he de tenerle miedo? No exageres, Lola.
- No exagero, me limito a describir la situación. Siempre terminas haciendo lo mismo. Cuando Benjamín te aprieta las tuercas acabas cediendo y diciendo que es la última vez que te arrugas. Porque lo que haces es eso, arrugarte.
- De arrugarme nada de nada. Lo que hago es ser político, le doy cuerda, pero al final la partida la ganaré yo.
- Hombre, marido, por ley de vida lo lógico es que Benjamín la palme mucho antes que tú, pero si tu política es que el patriarca la espiche para terminar con el resto del clan, aviados estamos.
   Gimeno decide no continuar una conversación que está yendo por unos derroteros que no le gustan nada. Piensa que últimamente Lola está muy desabrida con él, por momentos hasta antipática. Se consuela diciéndose que quizá sea debido a su estado. Todo el mundo sabe que las embarazadas tienen un humor voluble y un talante más bien egoísta. Solo piensan en su bebé y todo lo demás les importa un comino.
   Lola piensa lo contrario que su marido. Cree que su próxima paternidad le ha cambiado a peor. En los últimos tiempos le da la impresión que se ha hecho más blando, que se ha acomodado a la situación, que se ha dejado ir. Se dice que así no van a ninguna parte. Mientras José Vicente no le plante cara al clan de los Arbós será un pelele entre sus manos. Y no le gusta nada la idea de estar casada con un pelele.
   Una tarde paseando por el Calvario se tropieza con Rafael. Intenta ignorarle, pero el hombre la detiene, amablemente pero con firmeza.
- ¿Dónde vas, Lolita? – Sigue siendo el único del pueblo que la llama así.
- A dar un paseo. Don Manuel me ha recomendado que pasee un ratito todos los días. Dice que en mi estado es un excelente ejercicio.
- ¿Me permites que te acompañe un trecho?
- Rafa, te recuerdo que soy una mujer casada.
- Eso sobra, Lolita, que estás casada bien que lo sé y bien que me pesa, pero el paseo de dos antiguos amigos a plena luz y sin nada que ocultar no puede ser considerado como algo incorrecto o inmoral. Una mujer que ha sido tan avanzada y liberal como tú lo sabe mejor que nadie.
   Lola no se ha enterado del final de la frase. Se ha quedado con lo de bien que lo sé y bien que me pesa. ¿Qué habrá querido decir Rafa? ¿Acaso sigue estando enamorado de ella? ¿Es posible que después de tantos años la maravillosa llama que la transformaba en la mujer más feliz del mundo siga ardiendo? ¿Este es el Rafa que me hizo mil perrerías, tantas que tuve que echarle de mala manera, o acaso haya cambiado, haya madurado? Mira al hombre. Sí, está más cambiado. Sus rasgos se han redondeado y quizá tenga algún quilo de más, pero sigue siendo tan guapo como siempre y en el fondo de sus ojos parece brillar la misma chispa de malicia que tanto la encandilaba. Suspira, Lola, está hecha un lio.