El
plazo que el jefe de los Arbós pidió a Gimeno, para encontrar una solución al
posible relevo de su hermano Rodrigo en la dirección de la Hermandad Sindical,
no llega a ser consumido, a los cuatro días Benjamín ya tiene una solución que
proponer.
- Después de darle muchas vueltas al problema
y de hablarlo con mucha gente creo, José Vicente, que he encontrado una
solución que, no sé si es la mejor, pero al menos considero que es la menos
mala. Yendo al grano, Rodrigo está dispuesto a aceptar su relevo, pero pide que
se le dé algo a cambio. Lo cual me parece muy justo. A una persona con el
historial de mi hermano no se le puede enviar a casa sin darle una
satisfacción.
- ¿Y qué es lo que quiere Rodrigo?
- Quiere que se le nombre presidente de la
cooperativa.
- ¿Presidente de la cooperativa? – La cara de
sorpresa de Gimeno dice bien a las claras que otra vez Benjamín ha conseguido
cogerle con el paso cambiado - ¿Y qué hacemos con Leoncio?
- Leoncio se convertirá en la cara nueva y
joven que buscan los de Sindicatos para presidir la hermandad.
Al llegar
a ese punto, el estupor de Gimeno ya es total. Piensa que no debería de
asombrarle nada que venga de su antiguo mentor, pero una vez más éste ha
conseguido lo del más difícil todavía. Sustituye a un Arbós por otro y todo
queda reducido a un intercambio de puestos. No le va a quedar más remedio que
enseñar los dientes al viejo cacique.
- Verá, señor Benjamín, su sobrino Leoncio es
una excelente persona que merece todos mis respetos y que me ha sido de gran
ayuda en la cooperativa. Dicho esto, he de añadir que no tiene las mínimas
cualidades exigidas para presidir la hermandad.
- No veo por qué. Si está capacitado para
dirigir la cooperativa, ¿por qué no va a estarlo para dirigir la hermandad?
- No quisiera parecer descortés, pero… usted
y yo sabemos lo que hace su sobrino en la cooperativa, nada. Se limita a firmar
los documentos que le pongo delante y a presidir la junta directiva, en la que
todo se reduce a seguir mis indicaciones.
- De acuerdo, y eso mismo puede hacer en la
hermandad. Se le pone al lado un secretario tan eficiente como tú y problema
solucionado.
- Lo siento, pero no lo veo tan de color de
rosa como lo pinta usted. Dudo mucho que en Valencia se traguen el nombre de su
sobrino para nuevo presidente.
- Mira, José Vicente, entre nosotros no vamos
a engañarnos que nos conocemos hace ya unos cuantos años. En este problema hay
dos planos distintos. Uno es si los problemas para la solución que te propongo
provienen de la capital. Y otro si su origen es local. ¿Cuál de ambos planos es
el causante de las dificultades?
Gimeno
llega a tener la respuesta en la punta de la lengua, pero acaba achantándose.
Se da cuenta de que el viejo político sigue imponiéndole.
- ¡Por Dios, señor Benjamín! No irá a creer
que me opongo a la propuesta que ha formulado. De ninguna de las maneras. Me he
limitado a exponer las posibles pegas que presumiblemente plantearán los de
sindicatos.
- Me alegra oírte decir eso. Y puesto que tú
no eres la fuente de las dificultades, me permito sugerirte que no debes de
preocuparte. Lo que deberías de hacer es presentar a los de Valencia la
propuesta de la que hemos hablado y esperar a ver qué clase de respuesta dan
nuestros amiguetes de la capital. ¿Te parece bien?
Al
llegar a casa, Gimeno le cuenta a su mujer una versión edulcorada de su
conversación con el patriarca de los Arbós. Le dice que al ver a Benjamín tan
derrotado sintió piedad de él y accedió a su propuesta. Lola no acaba de creer
a su marido.
- No me explico por qué siempre acabas por
ceder ante el patriarca. Parece como si le tuvieras miedo.
- ¿Miedo? ¿Y por qué he de tenerle miedo? No
exageres, Lola.
- No exagero, me limito a describir la
situación. Siempre terminas haciendo lo mismo. Cuando Benjamín te aprieta las
tuercas acabas cediendo y diciendo que es la última vez que te arrugas. Porque
lo que haces es eso, arrugarte.
- De arrugarme nada de nada. Lo que hago es
ser político, le doy cuerda, pero al final la partida la ganaré yo.
- Hombre, marido, por ley de vida lo lógico
es que Benjamín la palme mucho antes que tú, pero si tu política es que el
patriarca la espiche para terminar con el resto del clan, aviados estamos.
Gimeno decide no continuar una conversación que está yendo por unos
derroteros que no le gustan nada. Piensa que últimamente Lola está muy
desabrida con él, por momentos hasta antipática. Se consuela diciéndose que
quizá sea debido a su estado. Todo el mundo sabe que las embarazadas tienen un
humor voluble y un talante más bien egoísta. Solo piensan en su bebé y todo lo
demás les importa un comino.
Lola
piensa lo contrario que su marido. Cree que su próxima paternidad le ha
cambiado a peor. En los últimos tiempos le da la impresión que se ha hecho más
blando, que se ha acomodado a la situación, que se ha dejado ir. Se dice que
así no van a ninguna parte. Mientras José Vicente no le plante cara al clan de
los Arbós será un pelele entre sus manos. Y no le gusta nada la idea de estar
casada con un pelele.
Una
tarde paseando por el Calvario se tropieza con Rafael. Intenta ignorarle, pero
el hombre la detiene, amablemente pero con firmeza.
- ¿Dónde vas, Lolita? – Sigue siendo el único
del pueblo que la llama así.
- A dar un paseo. Don Manuel me ha
recomendado que pasee un ratito todos los días. Dice que en mi estado es un
excelente ejercicio.
- ¿Me permites que te acompañe un trecho?
- Rafa, te recuerdo que soy una mujer casada.
- Eso sobra, Lolita, que estás casada bien
que lo sé y bien que me pesa, pero el paseo de dos antiguos amigos a plena luz
y sin nada que ocultar no puede ser considerado como algo incorrecto o inmoral.
Una mujer que ha sido tan avanzada y liberal como tú lo sabe mejor que nadie.
Lola
no se ha enterado del final de la frase. Se ha quedado con lo de bien que lo sé
y bien que me pesa. ¿Qué habrá querido decir Rafa? ¿Acaso sigue estando
enamorado de ella? ¿Es posible que después de tantos años la maravillosa llama
que la transformaba en la mujer más feliz del mundo siga ardiendo? ¿Este es el
Rafa que me hizo mil perrerías, tantas que tuve que echarle de mala manera, o
acaso haya cambiado, haya madurado? Mira al hombre. Sí, está más cambiado. Sus
rasgos se han redondeado y quizá tenga algún quilo de más, pero sigue siendo
tan guapo como siempre y en el fondo de sus ojos parece brillar la misma chispa
de malicia que tanto la encandilaba. Suspira, Lola, está hecha un lio.