"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 1 de septiembre de 2017

16. La genuina paella valenciana



   El dos de agosto, antes siquiera de desayunar y siguiendo una añeja costumbre, Ponte abre el ordenador para echarle un vistazo a la prensa, aunque sería mejor decir a las portadas pues no suele pasar de ellas. En ABC el principal titular a cuatro columnas es otra consecuencia más del resultado de las recientes elecciones generales: El PP ofrece sostén territorial al PSOE a cambio de desbloquear la investidura. Es una oferta interesada, piensa el viejo, porque sin los votos de los socialistas será imposible formar nuevo gobierno; a ver si de una puñetera vez aprenden nuestros políticos a negociar. La única foto de la página alude a las vacaciones reales: Los rincones favoritos de los Reyes en Mallorca. Y por último le llama la atención una noticia relativa al mundo educativo: El abandono escolar español alcanzó este año su mínimo histórico: el 19,7 %. Esto sí que es una lacra de la que deberían ocuparse y preocuparse los políticos, se dice, y no de las chorradas por las que se pelean. Y da por concluida su información sobre la actualidad al oír que Álvarez anda trasteando por el salón.
-Buenos días, Luis.
-Buenos días, Manolo, ¿qué tal has dormido?
-Como un niño chico.
-A mí me ocurre lo mismo. Aquí duermo mucho mejor que en Madrid. Según Nacho es por la diferencia de presión. Y yo añado que también ayudará a que se pasa menos calor. Ah, en la cocina tienes leche semidesnatada, descafeinado, tostadas, mantequilla, margarina y mermelada. Luego podemos subir al pueblo e iremos al súper en el que podrás comprar los ingredientes para el exótico desayuno que sueles prepararte.
   Álvarez se refiere al peculiar desayuno que Ponte toma diariamente y que consiste en una especie de sopa que él mismo se prepara con caldo de pollo o de cocido desengrasado al que le agrega una loncha de pechuga de pavo cortada en pequeños trozos, un huevo crudo, dos cucharadas de arroz basmati, una rebanada desmigada de pan integral y lo espolvorea todo con una pizca de pimienta molida. Antes le añadía un chorrito de fino hasta que el especialista en medicina interna que le trata su incipiente insuficiencia renal le indicó que el alcohol, aun en dosis mínimas, no era lo más adecuado para su dolencia. Como preparar tan singular desayuno no va a ser fácil repetirlo en el apartamento del hijo de Álvarez, Ponte se decide por lo más simple: una tostada de pan integral con mantequilla y mermelada. En días futuros lo sustituirá por una tostada, refregada con tomate de penjar del terruño, y aliñada con aceite virgen de oliva.
   Después de desayunar los viejos cogen el coche y suben al pueblo para hacer la compra en un supermercado de la localidad. Aparcan el vehículo en el sótano del establecimiento, cogen un carro y empiezan a recorrer pasillos entre estanterías llenas de todas clases de productos.
-¿Cómo has dicho que se llama este súper? –pregunta Ponte.
-Consum. A parecer en valenciano quiere decir consumo y es parecido a Mercadona.
-No conozco ninguno así en Madrid.
-Es una cadena que se extiende por la costa mediterránea, pero al centro de España creo que no ha llegado todavía.
-¡Qué curioso!, los rótulos de los pasillos están en valenciano.
-Si te fijas, en valenciano por una cara y en castellano por otra. Esto me recuerda algo que creo que no te he dicho. La gente del pueblo habla mayoritariamente en valenciano, pero cuando te oyen hablar en castellano cambian automáticamente de lengua. Muchos hablan mal el castellano, pero te entienden y se hacen entender sin mayor problema.
   Casi sin darse cuenta han llenado el carro. Tras pasar por caja vuelven a la planta baja y guardan la compra en el maletero del coche. Retornan a la playa por la carretera de Torrenostra eludiendo el tendido del ferrocarril pasando por debajo de un puente.
-Cuando llueve mucho este badén, que como ves tiene un gran desnivel, se inunda y hay veces que corta la carretera y tienes que coger la Carrassa de Mon Rossí para ir al mar.
   A ambos lados de la carretera hay campos de naranjos, almendros, olivos y también se ven muchas fincas abandonadas lo que llama la atención de Ponte.
-Yo creía que en La Plana estaban todos los campos cultivados, pero veo que hay algunos que parecen medio abandonados.
-Un día cogeremos el coche y te daré una vuelta por el término municipal. Hay zonas en las que los terrenos no es que estén medio abandonados, es que lo están por completo. Al parecer, la gente joven no está por seguir la trayectoria de sus mayores y no quieren ser agricultores. El resultado es el que ves: campos medio yermos y echados a perder.
-Es que el trabajo agrícola es muy duro y poco rentable. Bien lo sé yo que nací en un pueblo de pan pedir y en el que la mayoría de los vecinos eran campesinos. Entiendo que los jóvenes tengan otras aspiraciones y se busquen la vida con ocupaciones que sean más llevaderas.
   Entre el viaje al pueblo, hacer la compra y guardarla se les ha hecho cerca de la una. Desechan darse un paseo o un baño y optan por sentarse en uno de los bares de cara al mar donde toman unas cervezas, en el caso de Ponte sin alcohol. Eligen uno de los bares que está pegado a la playa y que responde al nombre de Cal Pitu. Una de las cuestiones que resuelven mientras toman las birras es el plan para las comidas de los próximos días. Como esperan que sea Ballarín quien haga de cocinero, deciden que hasta que no llegue almorzarán en alguno de los restoranes locales y por la noche, según como estén de animosos, saldrán a tomar una cena ligera o se harán algo ellos mismos.
-Entonces, ¿dónde almorzamos hoy? –quiere saber Ponte.
-Pues donde quieras. ¿Qué te apetece comer? –pregunta Álvarez.
-Ya sabes que tengo buen diente. Donde tú quieras que eres el que conoce esto.
-¿Te parece que iniciemos la temporada con algo típico de esta tierra? Me refiero a tomar una paella.
-Me parece bien. Siempre ha sido uno de mis platos favoritos.
-Entonces vamos a ir a El Perero, es una cafetería que está pegada a la pizzería donde cenamos anoche y que hacen unas paellas que suelen estar muy ricas.
   En el restorán les indican que la paella tardará unos veinte minutos por lo que para hacer tiempo se piden otras cervezas y algo para picar.
-Además de lo que viene en la carta, hoy tenemos cargols punxencs –anuncia la joven que les atiende.    
   Antes de que Ponte tenga tiempo de preguntar qué son, Álvarez se lo traduce:
-Así les llaman aquí a las cañadillas, pero personalmente prefiero los mejillones o la sepia, tanto unos como la otra los preparan con una salsa verde de ajo y perejil muy rica.
-A mí me da igual una cosa que la otra, elige tú.
   En tanto acaban con los mejillones a la marinera, que es lo que han pedido como entrada, llega la paella. Álvarez cuenta a su amigo que lo que acaban de servirles es lo que se conoce como paella valenciana, al parecer la única y legítima. Y continúa explicando que la mayoría de veces las paellas que se elaboran en los restaurantes no son más que variantes de la genuina paella huertana en la que solo entran diez ingredientes: un mineral, dos líquidos, dos carnes, y cinco vegetales.
-¿A ver si sabes cuáles son esos ingredientes? –le reta Álvarez-. Comencemos por los líquidos.
-Supongo que aceite y caldo.
-El caldo es el líquido que resulta de cocer o aderezar algunos alimentos, o sea que no vale.
-Bueno, pues entonces aceite y agua. En cuanto a las carnes supongo que pollo y costilla de cerdo –ante el gesto negativo de Álvarez rectifica-. ¿Pollo y conejo? –Ahora el gesto es afirmativo-. Lo que no sé es el mineral –tras unos instantes de cavilar, Ponte se da un cachete en la frente–. Claro, cómo no se me ha ocurrido antes, tiene que ser la sal.
-Premio para el caballero. Ahora los cinco vegetales –pide Álvarez.
-Veamos. Arroz, por supuesto, judía verde, tomate…, cebolla –Álvarez niega-, ajo –Otra negativa-, ah, sí, guisantes –Vuelve a negar Álvarez-. Pues los otros dos vegetales no sé cuáles puedan ser –se rinde Ponte.
-La alubia blanca grande, que aquí llaman garrofón y el azafrán. Esos son los diez integrantes de la auténtica paella valenciana que, en definitiva, es un plato de fortuna que guisaban los huertanos con los productos que tenían a mano.
-Y esas paellas que te sirven, incluso en los restoranes de postín, en las que hay langostinos, mejillones, gambas, cigalas y un montón de cosas más, ¿no son genuinas paellas?
-No lo son. Esos platos son arroz con lo que sea y a lo que falsamente denominan paella, pero que en realidad no lo son. Lo que ocurre es que la paella, como todos los platos de fortuna de origen campesino, admite múltiples variantes. Por ejemplo, aquí a la paella le suelen poner caracoles, habitas, guisantes, alcachofas, carne de pato, costilla de cerdo y cualquier otro producto que tengan en ese momento, pero la paella fetén es la de los diez ingredientes que te he contado.
-Ves, como decía mi santa madre: no te acostarás sin saber una cosa más.

PD.- Hasta el próximo viernes