En la monarquía británica cuando fallece el
soberano reinante, el chambelán proclama: El rey ha muerto. ¡Viva el rey!, como
expresión ritual en la sucesión de la corona. Pues bien, parafraseando esa
exclamación, y aunque no tengo ningún chambelán a mano, proclamo: La novela ha
muerto. ¡Viva la novela!
¿A qué viene este exordio?, se preguntará el
lector. Pues a cuento de que el capítulo 31, episodio 129, que colgué en el
blog el pasado viernes, es el último de la novela Una playa demasiado tranquila. Quedan tres episodios y el viernes,
29 de noviembre, publicaré el epílogo de Una
playa. En el siguiente viernes, 6 de diciembre, colgaré en el blog el primer
episodio de mi nueva novela Los Carreño. De ahí lo de La novela ha
muerto. ¡Viva la novela! Una se va y es inmediatamente reemplazada por otra sin
solución de continuidad, locución adverbial que, como deben saber, cuando se
emplea en forma negativa quiere decir sin interrupción.
En anteriores posts ya les he informado de
algunos aspectos de la nueva novela Los
Carreño. Es la historia de dos generaciones de una saga singular e
irrepetible, basada en la vida de una familia real, cuya segunda generación
traté personalmente, pues hija de uno de sus miembros era mi fallecida esposa.
No es una novela biográfica al uso porque en el relato hay una fuerte carga de
ficción, sobre todo en el Libro I de los tres que constará la obra, pero muchos
de los sucesos que se novelan ocurrieron en la realidad.
La narración abarca desde 1889 a 1949,
sesenta años durante los cuales ocurrieron en España sucesos tan apasionantes,
convulsos y determinantes para la vida de los españoles de esa época como el
Desastre del 98, la Guerra de África, las revoluciones anarquistas, la
Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y la primera década del
franquismo.
Creo que la novela les gustará, no tanto por
la prosa del escribidor sino por el coraje, el tesón y la habilidad que
mostraron Los Carreño para
desenvolverse y superar circunstancias tan adversas como las que vivieron.
Ninguno de ellos fue héroe ni santo ni genio, pero su increíble capacidad para
mantenerse unidos como una piña y su asombrosa solidaridad intrafamiliar les
llevó a superar todos los obstáculos que se interpusieron en su camino. De ahí
que formaran una familia singular e irrepetible. Lo podrán comprobar si leen la
narración.
La novela ha muerto. ¡Viva la novela!