"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

miércoles, 14 de agosto de 2013

1.24. ¿Me pides que haga flash-back?

   El profesor Tormo y los informadores, que están rematando el reportaje, toman las últimas copas en un bar del pueblo antes de decirse definitivamente adiós. Un hombre, que rezuma una mezcla de miseria y dejadez, entra, pide una caña en la barra, se la toma con avidez, paga y sale como entró.
- Ahí tenéis uno - dice Tormo señalando al que acaba de irse - de los muchos ejemplos de la locura que contagió a alguna gente de Senillar. El tipo que acaba de salir trabajaba en la gasolinera de Arbós, la que hay a la salida del pueblo. Tenía un par de campitos de mala muerte en los que plantaba hortalizas y legumbres para el consumo de casa. Un buen día por uno de ellos, una finca de secano, le ofrecieron algo más de cincuenta millones de pesetas. La vendió, dejó el trabajo en la gasolinera, se compró un BMW y se dio a la gran vida. Al poco tiempo se divorció y se lió con una camarera de un puticlub de Albalat que en unos años lo desplumó y luego lo abandonó. Como acabó el fulano en cuestión acabáis de verlo.
- ¿Hay muchos casos así? – pregunta el reportero.
- Pues no los he contado, pero aquí el promedio de tontos es similar al del resto del país por lo que tú mismo puedes echar la cuenta – contesta con sarcasmo Tormo.
- Oye, Pascual, me suena mucho el apellido Arbós, ¿de qué será? - inquiere el fotógrafo.
- Te suena de la operación Tornasol - le aclara su compañero -. Los medios le dimos amplia cobertura y fue noticia de primera plana muchos días. Nuestra revista publicó varios reportajes sobre algunos de los imputados.
- Ah, claro. ¿Ese Arbós no tuvo algo que ver con la mafia calabresa?
- Eso se dijo, pero ni la fiscalía ni el juez instructor han podido probarlo hasta el momento, aunque las lenguas de doble filo, que aquí las hay a puñados, afirman que ciertos son los rumores - apunta Tormo que aclara -. En aquellos años de vértigo se rumoreó insistentemente que muchos de los negocios previstos o en ejecución tenían como una de sus finalidades blanquear dinero del narcotráfico y de la trata de blancas y que detrás de todo el tinglado estaba la mafia. Unos que si la siciliana, otros que la ndrangheta, había quien decía que era la camorra, hasta no faltaba quien lo atribuyese a la mafia rusa. No pondría la mano en el fuego de que parte de aquellos chismes no fueran ciertos, pero tampoco veo a José Ramón Arbós como una especie de padrino local. Le faltaba, y le sigue faltando, coraje y crueldad, aunque sí tuvo la suficiente astucia para hacerse más rico de lo que ya era. Pese a todo, al final de la historia terminó siendo uno de los paganos, aunque el proceso sigue abierto y sabe Dios cuando puede terminar con lo lenta que es la justicia en estos pagos.
- No dices que se hizo más rico aún, ¿entonces qué platos rotos pagó? - inquiere curioso el fotógrafo.
- Los que se supone que aparecerán cuando se sustancie la operación Tornasol, que fue donde la justicia lo engatilló, pese a que más de uno en el pueblo piensa que terminará yéndose de rositas. Aunque un cuñado suyo me contó un día que estábamos de copas algo curioso, dice que está muerto de miedo de que le pueda pasar algo. De hecho, apenas si se le ve por el pueblo, sale muy poco de casa, sólo los días uno y quince de mes cuando ha de presentarse en el cuartelillo de la guardia civil. Ya veis para qué puñetas le sirve el dinero - remacha Tormo.
- Creo recordar que también estuvo metido en lo de La Marina - evoca el periodista.
- En lo de La Marina y en todos los planes y proyectos que se movieron en el pueblo en los últimos veinte años - sentencia Tormo -. La gente como Arbós y como todos los de su calaña son los causantes de que en Senillar no solamente haya cambiado el paisaje sino también el paisanaje.
- ¿Y todo ese cambio de paisaje y de paisanaje en cuantos años se llevó a cabo? – se interesa el reportero.

   Tormo entrecierra los ojos mientras trata de recordar las fechas.
- Unos dieciocho años.
- O sea, que la historia de la evolución de Senillar ha ocurrido en algo menos de dos décadas. No es mucho tiempo – se sorprende el periodista.
- En efecto, no es mucho – acepta Tormo -, pero, como sabes, la dimensión temporal de los humanos no siempre discurre de forma lineal, sino que se contrae o se dilata en función de los sucesos que les afectan. Y aquí han pasado tantas cosas en las dos últimas décadas que si las tuviera que poner negro sobre blanco necesitaría muchas páginas para hacerlo.
- ¿Y exactamente cuándo y cómo empezó todo?
- ¡Buf! – resopla Tormo -. ¿Me pides que haga una especie de flash-back? Casi nada. Tendría que retrotraerme al curso noventa y dos noventa y tres.