"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 29 de marzo de 2019

97. ¿Cuál es el mejor amigo del policía?


   El 23 de agosto amanece con los torreblanquinos metidos en los comienzos de sus fiestas patronales. El programa que, como todos los años, edita el Ayuntamiento describe los actos  programados para ese día. Destacan la tradicional subasta de carros y cadafales para la construcción de la artesanal plaza de toros, la solemne misa cantada y la procesión del Santísimo Sacramento en recuerdo de la más importante gesta histórica de la localidad, terminando la jornada con la inevitable verbena popular.
   Ajenos a los festejos locales, los viejos amigos que veranean ocasionalmente en Torrenostra se reúnen en el apartamento del hijo de Álvarez que es su lugar de encuentro. Como habían acordado la tarde anterior, Ponte es el encargado de ponerle los puntos sobre las íes a Grandal.
-Jacinto, hay algo que hemos de decirte con la mejor de las intenciones, esperando que no te mosquees por ello pues ese es nuestro deseo.
-Huy, huy, huy, con ese prólogo temo lo peor. Dispara –pide Grandal a quien por su edad es el decano del grupo.
-En los últimos días te estás portando, al menos con nosotros, como si fuéramos los agentes de tu antigua comisaría. No ruegas, no sugieres, ni siquiera pides; más bien ordenas como si fuéramos tus subalternos. Esa es la impresión generalizada que todos, sin excepción –y Ponte señala al resto de amigos-, sentimos. Y ya puedes imaginarte que a nuestra edad no estamos por la labor. Una cosa es que te ayudemos en tus investigaciones, algo que hacemos con sumo gusto, y otra que nos mandes de acá para allá sin ni siquiera consultarnos si nos viene bien o nos apetece. Bueno, pues ya he dicho lo que tenía que decir.
   Grandal se queda unos instantes callado como si estuviese meditando lo que Ponte acaba de soltarle. Cuando habla lo hace en tono amable y sin aristas.
-Manolo, como supongo que hablas en nombre de los demás, agradezco tu franqueza y sobre todo el cordial modo conque has expuesto vuestras quejas. Es muy posible que en las últimas jornadas me haya vuelto demasiado exigente en detrimento de nuestra amistad. Creo que tenéis razón, tengo que ser menos policía y más amigo. Por tanto, os pido perdón y os ruego que me disculpéis. ¿Sabéis que me ha pasado; mejor dicho, que me está pasando? Que estoy, que estamos –se corrige- a un pelo de descubrir las causas del fallecimiento de Salazar y de quiénes estuvieron detrás de ello. Ya me pasaba en mis tiempos en activo, cuando estaba en la fase final de solucionar un crimen me ponía a mil y daba órdenes sin pensar en cómo podían afectarles a quienes las recibían. Y ahora lo estoy haciendo con vosotros. Os vuelvo a pedir perdón y os prometo que no volverá a pasar.
   Tras la parrafada de Grandal el silencio se adueña de la estancia como si cada uno estuviera procesando el discurso del expolicía, hasta que Ballarín suelta:
-Bueno, pues ya está, pelillos a la mar. Ahora, borrón y cuenta nueva.
-Jacinto, no tienes que pedirnos perdón, sigues siendo nuestro amigo del alma –Ponte se ha puesto melodramático.
   La charla no va a más porque suena el timbre de la puerta, es Ramo que acude a la reunión. Lo que aprovecha Grandal para iniciar la tarea de congraciarse con sus amigos.
-Ahora que estáis los cuatro aprovecho para felicitaros porque vuestras investigaciones de ayer han dado óptimos resultados y ya solo nos falta una pizca para rematarlas.
-Como decimos los taurinos: hasta el rabo todo es toro –recuerda Álvarez impenitente aficionado al arte de la tauromaquia.
-En efecto, nos falta el rabo por desollar –acepta Grandal-. Vamos por partes. Respecto al Chato de Trebujena habéis confirmado que estuvo aquí la tarde del 15 y sabemos que llegó sobre mediodía, ahora hemos de averiguar a qué hora se fue de Torrenostra. Manolo y Pedro que han seguido esa pista sois los encargados… ¡Coño, ya estoy cayendo en el ordenancismo! Perdonad, pero parece que es superior a mí. Os ruego que tratéis de confirmar con los taxistas del pueblo si tuvieron un cliente parecido al Chato.
-Jacinto, eso ya te lo conté cuando me enviaste a hablar con los taxistas de aquí, pero veo que lo has olvidado… -puntualiza Ramo.
-Macho, te hemos cazado en un renuncio, hasta yo recuerdo lo que nos contó Pedro. ¿No tendrás un principio de Alzheimer? –pregunta burlonamente Álvarez.
   Grandal sonríe, su presunto olvido ha sido una pequeña treta para dar pie a sus amigos a que se metan con él.
-Ah,… sí. Ahora lo recuerdo, Pedro. Uno de los taxistas locales te contó que había llevado a un pasajero con pinta de exboxeador a Alcossebre alrededor de las seis de la tarde. ¿No es así?
Luego sabemos que el Chato estuvo en Torrenostra desde mediodía hasta las dieciocho horas. Saber qué hizo durante esas seis horas sería tanto como resolver la mitad del misterio de la muerte de Salazar. Lo que me lleva a pediros que cambiéis de pista. Ahora, Pedro y Manolo, lo que deberíais hacer es intentar averiguar que hizo el Chato en las seis horas que estuvo aquí. Un personaje así no pasa desapercibido, alguien tiene que recordarlo.
-Exactamente, ¿qué quieres que hagamos? –pregunta Ponte.
-Pues…, pero antes a ver si sois capaces de acertar esta adivinanza: ¿Cuál es el mejor amigo de un policía cuando está investigando un delito?
   Como no hay respuestas, Grandal completa el acertijo.
-Pues el mejor amigo de un policía cuando está investigando un delito es un buen par de botas. Es la típica adivinanza que se plantea en las comisarías a los policías novatos y que siempre aciertan porque en la academia se la han contado cien veces.
-Espero que un buen par de zapatillas de deporte sirvan lo mismo –ironiza Ramo.
-Por supuesto, pero a lo que os decía. Tendríais que visitar todos los locales públicos de la playa preguntando si alguien vio a un personaje parecido al Chato y si recuerdan algo más. Si alguien os pregunta podéis usar la misma excusa que usasteis con el taxista de Alcossebre.
-Si tuviéramos un retrato robot de ese exboxeador nos ayudaría mucho –sugiere Ramo.
-Naturalmente, ¡cómo no se me ha ocurrido! Veis cómo sin vosotros estoy perdido. Pedro, si ese hermano tuyo sigue aquí, ¿podría hacer un retrato del Chato?
-A Chimo le das una colección de lápices y le explicas los rasgos más característicos de una persona y es capaz de dibujarte al mismísimo diablo –afirma Ramo.
-Pues, ea. No pierdas ni un minuto más, por favor. Que te acompañe Manolo, que es muy bueno describiendo rasgos, y que tu hermano haga un retrato robot del Chato. Y después enseñarlo por ahí a ver que pescáis.
-¿Y para nosotros, jefe, que hueso nos vas a dar a roer? –inquiere con su ironía habitual Álvarez.
-Tú y Amadeo –contesta Grandal-, vais a tener como cometido indagar sobre el extranjero que estuvo en la habitación de Salazar. Seguid la pista del guiri que estuvo almorzando en un restorán de la playa y que iba acompañado de una mujer joven, por si fuera él. Dado que la investigación del retrato robot del extranjero no ha tenido el éxito que esperábamos, vamos a centrarnos en la mujer. Luis, Amadeo, ¿sería posible que fuerais al restorán donde estuvo comiendo la pareja y le preguntarais a la dueña, que parece tener buena memoria, como era la mujer que acompañaba al guiri que se zampó dos parrilladas de marisco?
-Pedido así, ¿cómo puede uno negarse? –comenta Ballarín con una sonrisa.
-Perdón, pero quiero exponer una objeción; bueno, más que una objeción es una perplejidad –expone Ponte-. He de confesaros que en este caso estoy más perdido que un pulpo en un garaje, como dicen mis nietos. Conozco aspectos parciales de la investigación, pero no tengo ni repajolera idea del conjunto de la misma. De lo que podríamos calificar como una visión global de en qué punto estamos sobre la investigación del caso. Lo he comentado con Luis y Amadeo y a ellos les ocurre más o menos lo mismo. Como aquí parece que el único que tiene esa visión global eres tú, Jacinto, creo que sería pertinente que antes de irnos a cumplir con los deberes que nos has puesto nos hicieras un resumen de hasta dónde hemos llegado y qué nos falta para dar por finiquitado el misterio de la muerte de Salazar. ¿Estáis de acuerdo?
   Los síes son unánimes, hasta Ramo que no ha sido citado asiente vigorosamente. La respuesta de Grandal sorprende a todos.
-Luis, ¿por casualidad no tendrás un papelógrafo?
-¿Y eso qué diablos es? –pregunta el aludido.
-Un caballete de trípode con una bandeja para rotuladores y en el que se instala un rotafolios.
-Pues no, pero espera, voy a mirar en el trastero donde guardan los juguetes mis nietos.
   Al momento, vuelve Álvarez portando un cuaderno de dibujo.
-Si te sirve esto, es lo único que he encontrado.
-Puede valer, necesito también un lápiz o un bolígrafo.
   Armado con ambos útiles, Grandal busca una hoja en blanco.
-Os resumiré dónde estamos y el rabo que nos falta por desollar, como diría Luis –Dicho lo cual se pone a escribir:
   Hora 16, Anca recoge bandeja de la habitación 16. Salazar está bien.
   H. 17,40. Rocío se asoma a la puerta y no entra al ver al Chato. Salazar está sentado en el sillón (desconocemos en qué estado).
   H. 17,50. Rocío ve salir del hostal al Chato.
   H. 17,55. Rocío ve subir a la 1ª planta a Espinosa.
   H. 18,15. Rocío y Anca irrumpen en habitación, Espinosa está dando de beber coñac a Salazar quien ya está en estado comatoso.
   Al llegar aquí, Grandal deja de escribir.                                         
-O sea, que Salazar se puso en estado comatoso entre las 16 y algo y las 18,15 aproximadamente. En esas dos horas y cuarto algo sucedió que es lo que hemos de investigar y dónde está la respuesta para solucionar el caso. De ese lapso sabemos que en la habitación estuvieron el Chato y Espinosa. ¿Estuvo alguien más? No lo sabemos todavía, pero varios testigos vieron a Alfonso Pacheco y a Jaime Sierra la tarde del 15 por Torrenostra. ¿Estuvieron ambos, juntos o por separado, en la habitación de Salazar? Es algo a investigar.
-Y por tanto, vamos a necesitar un buen par de botas, ¿no es eso, figura? –pregunta irónicamente Álvarez.

PD.- Hasta el próximo viernes que publicaré el episodio 98. “Verde y con asas”

viernes, 22 de marzo de 2019

Capítulo 23. Las piezas del puzle van encajando.- 96. Mano de hierro en guante de terciopelo


   Grandal ha distribuido las investigaciones pendientes entre sus jubilados amigos. Después que el hermano de Ramo haya bosquejado el retrato robot del extranjero que los pichones encontraron en la habitación de Salazar, ha enviado al pueblo a Ballarín y a Álvarez a hacer varias copias para enseñárselas a la gente de la playa y especialmente al personal del hostal.
   Mientras tanto, Ponte y Ramo han ido a Alcossebre a visitar los apartamentos Jeremías para indagar sobre la estancia en los mismos del Chato de Trebujena. Como Ramo ya estuvo preguntando por allí, los dos vejetes no tienen demasiados problemas para encontrar a la persona que, al parecer, tuvo más trato con el  antiguo púgil que resulta ser un viejo del país, que hace las veces de recepcionista y al que le gusta darle a la sin hueso.
-Pues sí, señor, ya lo creo que me acuerdo de esa persona que buscan y la recuerdo por dos motivos; mejor dicho, por tres. Uno, porque tenía toda la pinta de haber sido un boxeador de esos que salen en las películas de gánsteres, con la nariz chafada y la cara machacada. Otro porque hablaba un andaluz muy cerrado, tanto que a veces no se le entendía, y luego porque me pidió un Calendario Zaragozano que ya solo lo consulta la gente mayor. Recuerdo que quería saber en que día caía la fiesta de una virgen, no me acuerdo de cual, pero sí que era de Sevilla.
-¿Sabe usted si recibió visitas o le vio en compañía de alguien mientras estuvo aquí? –inquiere Ramo.
-Quia, no le vi con nadie. Era un hombre más bien solitario y de pocas palabras.
-¿Sabe si en algún momento se desplazó a Torrenostra o Torreblanca? –vuelve a preguntar Ramo.
-Eso no lo sé, pero si recuerdo que el día de la Virgen de Agosto pidió un taxi. No sé dónde pudo ir, pero si tienen interés en saberlo les puedo dar el teléfono del taxista que hizo el servicio y él se lo podrá decir. Ah, y ese mismo día se fue de aquí.
   La pareja de vejetes en cuanto se hacen con el móvil del taxista de Alcossebre que prestó un servicio al Chato el 15 de agosto le llaman. El conductor les dice que no da información sobre sus clientes, que eso es confidencial, pero deja caer que si le necesitan, no precisa para qué, está en la parada del puerto deportivo. A ella se dirigen ambos amigos. Da la impresión de que el chófer les está esperando porque cuando se acercan a la parada se adelanta un hombre vestido con un polo, bermudas y barba de tres días, que les pregunta:
-Ustedes deben ser los que querían saber los servicios que hice el día 15, ¿verdad? Lo siento, como les dije eso es confidencial. No podemos ir contando por ahí a quienes llevamos o dejamos de llevar. Lo comprenden, ¿verdad?
-Verá –es Ponte quien habla, entreverando verdades y mentiras-, estamos tratando de localizar a un amigo, jubilado como nosotros, y al que le hemos de dar una noticia urgente. Su hermano mayor, que vive en Trebujena, un pueblo de la provincia de Cádiz, acaba de fallecer y el otro hermano que le queda, y que es de nuestra partida de dominó en un centro de mayores de Madrid, nos ha pedido el favor de que le localicemos para que al menos pueda asistir al funeral. El último dato que tiene el hermano era que estaba pasando unos días en los apartamentos Jeremías y allí es donde nos han dicho que usted le recogió el día 15. Como ve, nuestro interés no es para nada malo, y como sabemos que usted se gana la vida con el taxi, creemos que es justo que le recompensemos –y diciendo esto, Ponte desliza en la mano del taxista un billete de veinte euros.
-Hombre, siendo para eso es otro cantar –responde el chófer que se ha apresurado a embolsarse el billete-. A ese señor que buscan le recogí efectivamente en los apartamentos Jeremías y le llevé a Torrenostra, que es la playa que está al sur de aquí, como a las doce del mediodía del 15. Le dejé allí y me volví para acá y no puedo contarles nada más.
-¿Comentó algo durante el viaje? –pregunta Ramo.
-No, señor. Estuvo más callado que un buzón de correos.
   Ambos amigos se vuelven con un dato que Ponte no duda en calificar de significativo: la confirmación de que el Chato estuvo en Torrenostra el día de autos. Por tanto, se abre la posibilidad de que pudo tener alguna clase de participación en el fallecimiento de Salazar. En el entretanto, Álvarez y Ballarín han encontrado una tienda de fotografía en el pueblo donde han hecho un puñado de copias del retrato robot del extranjero que estuvo en la habitación de Salazar la tarde de su fallecimiento. Siguiendo las indicaciones de Grandal han bajado a la playa y han comenzado a enseñar las fotos al personal y a los clientes del hostal. El motivo que alegan es que están buscando a un extranjero que les debe dinero. Si la gente se lo cree o no es algo que Grandal les ha dicho que no debe de preocuparles, que ellos deben de seguir a lo suyo. La patrona del hostal es la que les ofrece la primera información.
-No, no le conozco…, pero déjeme mirar bien –tras una prolongada mirada, la hostelera recuerda algo-. Un guiri, con cierto parecido a este, estuvo tratando de alquilar una habitación por horas…, pero no fue cuando la Virgen de Agosto sino unos días antes.
   La información de la hostelera alienta a los dos investigadores, pero ahí terminan sus hallazgos. Nadie recuerda haber visto a un tipo como el del retrato y eso que no parece que sea una persona corriente. Dónde preguntan con más insistencia es en los bares, chiringuitos y terrazas, pero el resultado sigue siendo negativo. De pronto, Álvarez recuerda algo.
-Aquí en la playa hay un centro Bicicleta Todo Terreno que también funciona como punto de información turística. Es uno de los sitios que suelen frecuentar los guiris pidiendo información. Vamos a acercarnos a preguntar, está justo detrás del hostal.
   La chiquita que está tras el mostrador del centro mira interesada la foto robot, pero niega haber visto aquella cara. Sin perder la esperanza de encontrar a alguien que les pueda dar una pista se patean la playa de norte a sur y de este a oeste con el mismo resultado negativo, hasta que en uno de los últimos restoranes que visitan, la arrocería El Marítim, la dueña que es quien los atiende después de mirar cuidadosamente la foto les comenta:
-Una persona que no sé si es la del retrato, pero que guarda un cierto parecido estuvo comiendo aquí el 15 de agosto. Y desde luego era extranjero, aunque no hablaba mal el castellano, ni mucho menos. Y estuvo acompañado de una joven que sí que era española. Pero ya les digo que no puedo asegurar que se trate de la persona del dibujo.
-¿Recuerda cómo era físicamente ese extranjero? –pregunta Álvarez-, me refiero a si era alto o bajo, delgado o grueso…
-De eso si me acuerdo. Era alto, como de bastante más de un metro ochenta y muy recio, parecía un armario de doble puerta.
-Por un casual, ¿recuerda que comió la pareja? –pregunta Ballarín ante la mirada un tanto sorprendida de Álvarez.
-Pues sí. Primero pidieron unos entrantes y de plato fuerte una mariscada; mejor dicho, dos, y como la chica solo se comió parte de la suya terminó devorándola el guiri. Vaya tragaderas que tenía. Claro que para alimentar a un corpachón como el suyo, todo es poco.
   Antes de volver al apartamento de su hijo, Álvarez llama a Grandal y le cuenta el resultado de la investigación. Lo único positivo que han sacado ha sido la información facilitada por la dueña de El Marítim.
-Poca cosa es –dice Grandal-, aunque menos da una piedra. ¿Y os ha dicho que estaba acompañado por una joven española?
-Es lo que nos ha contado.
-Si no podemos localizar al guiri, sería importante tratar de hacerse con esa chica –apunta Grandal.
-Ya me dirás cómo. Porque de ella no tenemos ningún dato.
-¿Habéis preguntado más datos de ella a la dueña del restorán?
-No, ni se nos ha ocurrido.
-Pues ya estáis volviendo allí y peguntadle por la chica que acompañaba al guiri.
-No jodas, Jacinto, que ya es hora de cenar –protesta Álvarez.
-Luis, ¿te acuerdas de aquella frase que dice: lo que puedas hacer hoy no lo dejes para mañana? Pues aplícatela. Moved el culo y volved al restorán. Espero tu llamada –y Grandal cierra la comunicación.
   Cuando Álvarez cuenta lo que Grandal acaba de pedir y cómo lo ha hecho Ballarín se mosquea.
-Empiezo a estar de Jacinto hasta las pelotas, ¿pero quién se habrá creído qué es?
-La verdad es que se está pasando varios pueblos. Se ha tomado tan en serio esta investigación que nos trata como si realmente fuéramos subordinados suyos y no meros amigos. Habrá que darle un toque.
   Cuando Álvarez y Ballarín llegan al apartamento de Torrenostra les están esperando Ponte y Ramo que se apresuran a contar su visita a los apartamentos Jeremías y su charla con un taxista, con el resultado de que se confirma que el llamado Chato de Trebujena estuvo en la tarde del 15 en Torrenostra, lo que corrobora la declaración de Rocío Molina de que le vio en la habitación de Salazar. A su vez, los que han buscado al guiri relatan lo que han averiguado enseñando la foto robot del misterioso extranjero que también estuvo en la habitación 16 la tarde de autos. Finalmente, les cuentan la imposición de Grandal de que volvieran al restorán para preguntar sobre la mujer que acompañaba al guiri, suponiendo que fuera el mismo. Y Álvarez concluye:
-… y le he comentado a Amadeo que Jacinto nos está tratando más como subordinados que como amigos. Que habría que darle un toque.
-Estoy de acuerdo. Y ese toque quien mejor se lo puede dar eres tú –afirma Ballarín dirigiéndose a Ponte.
-¿Y por qué he de ser yo? –inquiere Ponte fastidiado por el marrón que su amigo quiere colgarle.
-Porque si lo hace Luis montará un pollo, ya le conoces, y en lo que me toca sabes que la diplomacia tampoco es mi fuerte. En cambio, tú tienes la suficiente mano izquierda como para poner las cosas en su sitio sin que se enfade.
-O sea, qué mano de hierro en guante de terciopelo –sentencia Ponte con una media sonrisa.

PD.- Hasta el próximo viernes que publicaré el episodio 97 “El mejor amigo del policía es un buen par de botas”. 

viernes, 15 de marzo de 2019

95. No hay que vender la piel del oso antes de cazarlo


   Los amigos de Grandal se le han soliviantado cuando toma la decisión de informar sobre sus últimas investigaciones a la Guardia Civil de Torreblanca que actúa como policía judicial en el caso Pradera. La protesta la ha plasmado Álvarez al citar el viejo refrán de que unos cardan la lana y otros crían la fama, pues a menudo la recompensa y el crédito por un trabajo no se lo lleva quien en realidad lo realiza. Al ver que el enfado de sus amigos va in-crescendo, el excomisario opta por rebajar la tensión y la mejor manera es dándoles un hueso a roer.
-Bueno, chicos, no os amontonéis. Que pasemos información de lo descubierto a la Guardia Civil no quiere decir que nos vayamos a quedar mano sobre mano. Quedan flecos por investigar y eso es lo que vamos a hacer. Ahora bien, hay que ser realistas. No podemos investigar al Chato porque ni siquiera sabemos dónde vive, pero si sabemos que estuvo alojado en los apartamentos Jeremías de Alcossebre por lo que esa va a ser nuestra primera tarea. Hay otra investigación que considero todavía más importante. Los pichones nos han contado la existencia de un extranjero en el cuarto de Salazar que entró en la habitación para ayudarle, pero que se largó inmediatamente. Y, finalmente, habrá que hacer otra investigación sobre el hecho de que la tarde de autos varios testigos afirman haber visto en las cercanías del hostal a Alfonso Pacheco, acompañado posiblemente por su mujer, y a Jaime Sierra. Esa va a ser otra tarea importantísima.
-¿Y qué pasa con el guiri, qué hay que hacer? –pregunta Álvarez tan poco paciente como acostumbra.
-Eso es lo que hemos de averiguar. De él solo sabemos que es alto, recio, con el pelo negro y que se expresa mal en español. También sabemos que no era huésped del hostal según ha declarado la patrona. Tenemos que preguntar a todos los que están alojados en la primera planta del establecimiento si el día de la Asunción tuvieron la visita de una persona que responda a las características mencionadas. En el hostal solo hay registradas dos familias extranjeras, una inglesa y otra francesa, a ellas habrá que interrogar primero. Y luego preguntar a todo bicho viviente si la tarde de autos alguien vio a un tipo que pudiera parecerse a lo que sabemos de ese individuo. Y para facilitar la investigación sería la repera si encontráramos alguien que supiera dibujar medianamente bien y nos pudiera hacer un retrato robot. 
   Pedro Ramo alza la mano.
-Está pasando unos días conmigo mi hermano Chimo que dibuja muy bien. Se lo puedo pedir.
-¡Fenomenal! Ya tienes tarea, Pedro. Voy a llamar a Anca y a Rocío para que te acompañen y así tu hermano podrá realizar el boceto con los datos que le den.
-¿Para cuando quieres que lo hagamos?
-Para ayer. Espera, Pedro –Grandal llama a Anca a quien no localiza, pero sí a Rocío y le pide su colaboración que la andaluza ofrece inmediatamente. Solo tiene un problema, no tiene coche y por tanto no puede desplazarse.
-Que te dé su dirección e iré a recogerla –se ofrece Ramo- ¿Algo más, Jacinto?
-Nada más. En cuanto tu hermano haya hecho el retrato me lo traes ipso facto –responde Grandal.
-Pedro ya tiene curro, ¿y nosotros? -pregunta Ballarín.
-Vosotros tenéis dos importantes investigaciones que hacer. Una es iros a los apartamentos Jeremías y averiguar todo lo que podáis sobre la vida y milagros del Chato durante los días que pasó allí. La otra es preguntar a todo quisqui viviente en la playa si vieron el día de la Asunción a Pacheco, quizá acompañado de una mujer, y a Sierra. Como tenéis las fotos de ambos enseñarlas a todo el mundo a ver que conseguís sacar.
-¿Y tú qué vas a hacer, tocar el violón? –pregunta con su proverbial impertinencia Álvarez.
-Eso mismo, voy a tocarlo al alimón con Bellido –contesta con retranca Grandal-, a ver si de una puñetera vez el sargento se pone las pilas.
   Grandal llama al sargento y quedan en la cafetería de Marina d´Or donde suelen citarse. Cuando le cuenta al guardia civil sus últimos descubrimientos, Bellido poco menos que baila de contento. ¡Ahí tiene lo que precisaba para darle un empujón a su estancada carrera en el Cuerpo! En cuanto el excomisario le enseña el último esquema de su bloc de notas en el que ha compendiado en siete puntos los aspectos más relevantes de lo que resta por investigar el suboficial se explaya:
-Comisario, no sé cómo decirle lo agradecido que le estoy por su trabajo. Estará jubilado pero sigue siendo un as de la investigación criminal. Ahora mismo me marcho al cuartel para redactar un informe para la Juez de Instrucción. Se va poner como unas castañuelas de contenta porque comenzaba a temer que hubiésemos llegado a un callejón sin salida.
-Te dije que te iba a ayudar y no he hecho más que cumplir la palabra dada. Y si me lo permites, Bellido, te sugeriría que, por ahora, no se lo cuentes todo a la jueza…
-No puedo hacer eso, iría contra reglamento –le corta el guardia.
-No, Bellido, no se trata de infringir el reglamento, sencillamente de lo que se trata es de preservar las pistas que faltan por investigar en el ámbito de tu zona de competencia para que nadie pueda contaminarlas. Te explico.
   Y Grandal le explica al sargento que debe informar a la jueza sobre el Chato de Trebujena, a quien la policía andaluza tendrá que localizar para poder ser citado a declarar. Igualmente, tendrá que volver a citar a Carlos Espinosa para esclarecer lo referente al episodio de la botella de coñac. En cambio, debe guardarse para sí, de momento, lo referente a la posible estancia de Alfonso Pacheco y Jaime Sierra la tarde de autos en Torrenostra. ¿Por qué?, porque al ser una investigación que ha de efectuarse sobre el terreno es conveniente que el hecho no llegue a propagarse para que los investigadores a pie de campo no se encuentren con posibles obstáculos añadidos. El sargento no acaba de entender muy bien la explicación de Grandal, pero dada la fe que tiene puesta en él termina aceptando su propuesta e incluso hace una sugerencia:
-Esa investigación a pie de campo en la playa podría realizarla la pareja de la UCO. Desde que no rascan bola no hacen más que darme la tabarra. Se han convertido en un verdadero incordio.
-Me parece una excelente idea, pero dame cuarenta y ocho horas para que termine de elaborar las líneas de la investigación y luego metes a los de la UCO.
   La petición tampoco termina de entenderla demasiado el sargento, pero se ve incapaz de negarle algo al hombre que está salvando su carrera.
   La titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Castellón se pone, como previó el sargento Bellido, muy esperanzada al recibir el informe de la comandancia de Torreblanca. “No tenía demasiada confianza en él, pero este hombre se está portando” piensa la jueza que inmediatamente llama al cuartel.
-Sargento, permítame darle la enhorabuena, ha hecho un excelente trabajo y tanto usted como los hombres a su mando han demostrado una gran profesionalidad. Ya he puesto en marcha la orden de búsqueda de José Jiménez, alias el Chato de Trebujena, y he vuelto a citar a Carlos Espinosa. Por cierto, en un primer análisis los del laboratorio de toxicología han encontrado restos de un tóxico que han de volver a analizar para determinar con exactitud su composición y los efectos que haya podido causar en la víctima. El señor Espinosa tendrá mucho que explicar al respecto. En cuanto a Jiménez y a su antiguo oficio quizá tenga algo que ver con los golpes recibidos por la víctima poco antes de fallecer. Le repito mi enhorabuena. Estaremos en contacto.
   Al sargento, que ya se ve con un nuevo galón en la manga, le falta tiempo para informar a Grandal de cuanto le ha dicho su señoría.
-Tendría que haber oído como se ha puesto la jueza, estaba más contenta que una niña con muñeca nueva.
-Me alegra mucho oír eso, Bellido.
-¿Cree, comisario, que podremos esclarecer el fallecimiento del extinto? –El adjetivo que el sargento convierte en sustantivo forma parte del peculiar vocabulario del suboficial.
-No hay que vender la piel del oso antes de cazarlo, pero podríamos decir que estamos viendo luz al final del túnel. Ah, Bellido, sobre la moratoria de cuarenta y ocho horas que te pedí, antes de que pusieras a tus lebreles y a los podencos de la UCO a investigar sobre la posible estadía de Pacheco y Sierra en Torrenostra el día de autos te pido que la respetes escrupulosamente para no interferir mis investigaciones, ¿de acuerdo?
-Lo que usted mande, comisario.
   En el entretanto, Ramo ha llevado a su villa a Rocío para que describa con la mayor precisión posible el rostro del extranjero a quien encontraron ayudando a Salazar. El hermano de Ramo ha cogido sus lápices y un folio en blanco y se ha puesto a pergeñar el boceto de lo que podrían ser los rasgos estructurales del desconocido extranjero. A todo eso, Grandal ha localizado a Anca y le ha pedido que se sume al grupo de Ramo por aquello de que dos pares de ojos ven más que uno.
-¿Y dónde vive el señor Ramo? –pregunta Anca.
-Su chalé está en el Camí del Campàs, sin número. Me han dado como referencia que son un grupo de cuatro casas junto al mar que están a continuación de la villa de Cardona.
   Se oye a Anca hablando a alguien.
-Me comenta Vicentín, que es quien me va a llevar, que son las que en el pueblo llaman las villas de Pifarré. Ahora mismo salimos para allá.
   Chimo, el hermano de Ramo, ha demostrado ser un verdadero artista pues ha hecho un retrato robot que al decir de Rocío y Anca se parece bastante al guiri que encontraron en la habitación de Salazar. Grandal le pide a Ramo que haga un montón de copias del dibujo para enseñarlas por la playa. Cuando los amigos del excomisario conocen la noticia la satisfacción es general y Álvarez es quien se muestra más optimista sobre la pronta solución del caso.
-Esto va a estar chupado. Resolveremos el caso en un plis plas.
   Grandal, recordando lo que le ha dicho al sargento, repite:
- Luis, no hay que vender la piel del oso antes de cazarlo.

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré en el capítulo 23 el episodio 96. Mano de hierro en guante de terciopelo