"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 5 de mayo de 2015

4.14. Por eso va dando palos de ciego



   Una de las frases que dejó caer Lolita en una de sus últimas conversaciones con Gimeno le está dando mucho qué pensar, la ha recordado y analizado frecuentemente en los últimos días. La frase en cuestión era la de que en el pueblo hay Pepitas, pero también hay mujeres estupendas capaces de hacer feliz al más exigente. No duda de que la afirmación pueda ser real. Entonces, se dice, será cuestión de encontrar a uno de esos mirlos blancos y para ello vuelve a dejarse invitar a meriendas, guateques y reuniones; en definitiva, retoma la vida social que apartó a un lado a raíz de su ruptura con Pepita. Y descubre, con no poca satisfacción, que sigue siendo un soltero cotizado. Piensa que no debe de limitarse a buscar una chica con buena dote, más importante que eso es encontrar una mujer que sea capaz de llenar el vacío que hay en su vida.
   Da la impresión de que la propia Lolita también ha pensado lo mismo pues no deja de presentarle no solo a las afiliadas de la Sección Femenina sino también a otras muchachas que asisten a los variados cursos y encuentros que organiza.
- José Vicente, ¿conoces a Merceditas? ¿No? Creí que te la había presentado. Mercedes Chaler, Merceditas para los amigos. 
- Encantada – dice la joven con timidez estrechando la mano que le tiende Gimeno.
- El placer es mío. Lolita, ¿dónde tenías escondida a esta beldad?
   La muchacha sonríe turbada para disimular el rubor que ha coloreado sus sonrosadas mejillas. Es muy joven, apenas debe de tener dieciocho años, pelo negro y unos ojazos como el carbón que a veces contrae como si fuera algo miope. A José Vicente le atrae desde el primer momento: no solo es francamente guapa, sino que además parece discreta, amable, simpática y una vez pasado el inicial azoramiento ha mantenido una conversación fluida y llena de sentido común. Posteriormente, su amigo Guillermo le facilita más datos: la jovencita es hija única de Genaro Chaler, el estanquero del pueblo, por eso también se la conoce como Merceditas la Estanquera, tiene fama de ser una buena muchacha, no tiene novio ni se le conocen amoríos.
- Lo que me extraña es que no la hayas conocido antes, suele estar casi todas las tardes en el estanco donde ayuda a su padre – comenta Guillermo.
- Ten en cuenta que no fumo y apenas si he pisado el estanco.
- Ah, claro, se me olvidaba que eres de los que no tienes vicios.
- Sí tengo, pero son inconfesables – contesta Gimeno de buen humor -. De todo lo que me has contado hay un dato que me inquieta: lo de que no tiene hermanos. Mi experiencia con hijas únicas no ha podido ser más lamentable.
- Verás, José Vicente, solo la he tratado superficialmente, de atenderme en el estanco, pero estoy casi seguro de que se parece tanto a Pepita como un huevo a un higo chumbo. Para empezar trabaja y tiene unos padres muy diferentes a los de tu exnovia. El padre de Merceditas, el tío Genaro, es un hombre serio y cabal y la ha educado bien. A su madre, la tía Benigna, la chica también le echa una mano en las tareas de la casa. Si hacen que Merceditas les ayude es porque no entienden que alguien esté mano sobre mano, no porque lo necesiten. El Genaro gana sus buenos cuartos con el estanco, especialmente revendiendo los cupones del racionamiento de tabaco.
- Cuéntame que es eso de la reventa de los cupones – inquiere Gimeno curioso.
- Ya sabes que todos los hombres tenemos una cartilla de fumador. ¡Claro que lo sabes, cómo que me prestas la tuya! Bueno, pues aquéllos que no fuman, y no son tan desprendidos como tú, suelen vender los cupones del tabaco o cambiarlos por otros productos. Genaro se los compra, luego los revende a los fumadores impenitentes y se gana unas pesetillas extras. Volviendo a la moza. Si me permites te daré un consejo: es una chica formal y sus padres son gente seria. No es alguien para pasar el tiempo. Es de las de dentro o fuera como decimos aquí.
- Gracias por el consejo, Guillermo, pero tampoco tengo edad ni posición para andar chicoleando. Y necesito encontrar a mi media naranja.
- Pues, chico, ya sabes lo que se dice: el que busca halla. Conque tú mismo.
   A Gimeno le ha encantado la Estanquera y cavila como tener un encuentro con ella. Sabe dónde encontrarla: paseando por el Rabal al atardecer, pero no se ve en el papel de un adolescente tramando mil y una estrategias para lograr que la muchacha se ponga en un extremo del grupo de amigas que pasean cuchicheando y riéndose de todo calle arriba, calle abajo. También sabe quién le puede facilitar el acceso a la joven: la persona que se la presentó, Lolita, pero le chincha pedirle esa clase de favores, posiblemente se prestara a ayudarle, al menos a mantener un primer encuentro con la jovencita, pero está convencido de que, aunque no lo demostrase, en su interior se estaría cachondeando de él. Y eso no sería capaz de soportarlo. O sea, que Lolita descartada.
   Indagando más sobre Merceditas descubre que es pariente de Camila Tena, a cuya casa acude un par de tardes a la semana para que le enseñe a bordar a máquina. Por ahí puedo tener el portillo de acceso, se dice. Se plantea dos opciones: una es ir a visitar, como por casualidad, a Camila alguno de los días en que esté la muchacha; la otra es confesarle paladinamente a su correligionaria que está interesado por la joven y que le gustaría poder charlar con ella sin necesidad de hacerlo en el cotidiano paseo por el Rabal. Tras sopesar ambas opciones, se decide por la segunda, debe portarse caballerosamente con Camila y no engañarla. Tomada la decisión visita a la exdelegada.
- José Vicente, cuanto tiempo sin verte. ¿Qué es de tu vida?
   Tras los floreos iniciales que impone la cortesía al uso, Gimeno entra en el meollo de la cuestión que le ha llevado allí:
- Necesito que me hagas un pequeño favor, Camila. Verás, hace unos días Lolita me presentó a una muchacha que me causó una excelente impresión. Se trata de Merceditas Chaler.
- Vaya, que bien, no sé si sabes que somos parientes, su madre es prima mía.
- Lo sé, y por eso estoy aquí. Me gustaría poder hablar con ella, pero de manera tranquila y discreta. Eso descarta que me acerque a ella en el Rabal, allí es imposible la tranquilidad y la discreción. Por eso, me atrevo a pedirte que sea en tu casa y, por supuesto, en tu presencia donde pueda hablar distendidamente con Merceditas y empecemos a conocernos y a iniciar una relación que, Dios sabe, a dónde nos puede llevar. Todo ello, insisto, dentro de la mayor corrección.
   Camila que, como tantas mujeres, tiene una oculta inclinación al papel de casamentera acepta encantada. La única condición que pone es que al primer indicio o manifestación de Merceditas de que no está a gusto con la presencia allí de Gimeno, éste dejará inmediatamente de volver a la casa.
   Gimeno está gratamente sorprendido. De acuerdo con Camila, la primera visita a su casa la han planteado como algo casual. Merceditas ha aceptado de buen grado la situación y han estado hablando de mil y un temas. La jovencita no se ha mostrado cohibida por la presencia del secretario de la cooperativa y ha hecho buena la primera impresión que causó a Gimeno: es efectivamente discreta, atenta y simpática. Además, cuando interviene en la conversación, que José Vicente y Camila acaparan, sus opiniones y pareceres están trufados de sensatez y sentido común, es en ese terreno donde da la impresión de ser mucho más madura de lo que se podría esperar por sus pocos años. Camila ha ideado una pequeña treta para que la joven permanezca un poco más en su domicilio: después de la clase de bordado juegan una o dos partidas al parchís, al que la muchacha es muy aficionada. A través del juego, Gimeno descubre otras facetas del carácter de la muchacha: no le agrada perder, aunque cuando ello ocurre no es de las que se pone grosera o antipática, pero algo si se enfurruña al igual que podría hacer una niña; en cambio, cuando gana se alboroza y ríe como una adolescente. Gimeno piensa que, una vez más, se encuentra ante una mujer con una personalidad con muchas facetas. Puede ser una adulta cuando opina, una niña cuando pierde y una adolescente cuando gana. Tres en uno. ¡Qué complicadas son las mujeres!, piensa Gimeno, aunque viviera un millón de años jamás las entendería del todo.
   En un pueblo pequeño nada pasa desapercibido y pronto salta al palenque del cotilleo local la noticia de que el secretario de la cooperativa pasa un par de tardes a la semana jugando al parchís con Camila y Merceditas. En la trastienda de la Moda de París, como no podía ser de otro modo, también se chismorrea sobre la curiosa afición de Gimeno a un juego al que en el pueblo únicamente suelen jugar las mujeres y los niños.
-  Me jugaría el ajuar de mi suegra que el Gimeno no va a casa de Camila por el parchís precisamente. Lo digo porque podrá ser cualquier cosa, pero desde luego un chiquilicuatre no es – afirma Fina.
- Casi seguro que va a por Merceditas – explica Lolita -. Se la presenté y me pareció que le hacía tilín.
- Primero Pepita y ahora la Estanquera, más diferentes no pueden ser. ¿Qué demonios estará buscando ese hombre? – se pregunta Consuelo.
- De hombre no sé lo que tendrá, me han dicho que no es más que un pelotillero de los Arbós – asegura Beatriz, la primera y única chica del pueblo que estudia magisterio.
- Te equivocas, Bea – rebate Lolita -, al menos en parte. Es posible que sea un palmero de los Arbós, al fin y al cabo trabaja en la cooperativa y depende de ellos. Pero eso no es obstáculo para que personalmente sea un hombre en toda la extensión de la palabra. Es amable y sabe pensar por su cuenta. No es mala persona, no. Ahora bien, en cuestión de mujeres da toda la impresión de que no sabe bien lo que quiere, a las pruebas me remito: ayer Pepita, hoy Merceditas, mañana… cualquiera sabe.
- Entonces, ¿no crees que cuajará con Merceditas? – inquiere Consuelo.
- No lo creo y no precisamente por ella. Merceditas es una chica maja de verdad y tiene virtudes más que suficientes para hacer feliz a cualquier hombre, pero no a un tipo tan complicado y con más conchas que un galápago como José Vicente que, además, en el terreno sentimental no sabe lo que quiere. Y, como dice don Manuel, cuando uno no sabe dónde va termina donde no quiere. Por eso en cuestión de mujeres va dando palos de ciego.