"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 8 de julio de 2014

4.23. ¿Qué es eso de Islero?

   Sergio y Lorena han vuelto de Ibiza un tanto tocados. Se han divertido mucho, eso sí, pero no han podido completar su mes de vacaciones forzadas al habérseles terminado el dinero antes de lo previsto. La coca sigue siendo cara y si te habitúas a esnifarla todos los días la cuenta sale por un riñón.
   Cuando vuelven a Senillar se encuentran con un panorama poco alentador. En el chiringuito donde trabajaba Lorena han cogido a otra camarera y de momento no tienen nada para ella, con la temporada más avanzada ya le dirán. Sergio también se encuentra con una desagradable sorpresa, Dimas se encarga de dársela:
- Estudiante, el patrón me ha dicho que te volvamos a coger porque así lo acordó con los jefes de BACHSA. Si por mí fuera te daría con la puerta en las narices. No es de recibo andar mariposeando de aquí para allá. El próximo lunes volverás al tajo, pero no de capataz. En tu antiguo puesto puse a Lozano y ha cumplido como los buenos.
- Hombre, Dimas, el tío de marketing de BACHSA me dijo que, cuando terminara de trabajar en la asociación que montaron, me volvería a la empresa del señor Francisco como si no hubiera salido de ella.
- ¿Qué quieres? Que coja a Lozano y le despida o le degrade solo por tu cara bonita. Ni hablar. Si vuelves con nosotros currarás de oficial y gracias.
- Pero…
- No hay pero que valga. Si te vale, vale, y, si no, a protestar al maestro armero, como dicen en la mili.
- ¡Vaya palo! – se duele Sergio. Cuando se acuerda de otra perentoria necesidad: no tienen un duro -. Oye, Dimas, ¿sabes si me podrían dar un adelanto? Estoy a dos velas.

   Francisco le ha dicho que nones a lo del anticipo. Que cobrará cuando los demás. El problema que se le plantea a la pareja es de órdago: no tienen, literalmente, ni para comer. A pesar de que Sergio ha estado ganando un buen dinero mes a mes, resulta que no han ahorrado nada. Sus gastos, muchos de ellos superfluos, la hipoteca del apartamento y las letras del BMW se han comido todos sus ingresos. Discuten a quien pedir prestado.
- Podrías pedir a tus amigas – sugiere Sergio.
- A mis amigas no les sobra la guita, siempre está a verlas venir. Lo que podías hacer es darles un palo a tus compañeros de tajo, esos sí que ganan una pasta gansa todos los meses.
- Eso no pienso hacerlo ni loco, me moriría de vergüenza. ¿Y si lo pedimos a la familia? Tú a tus padres, yo al abuelo.
   Los padres de Lorena no andan muy boyantes, pero les ofrecen que pueden ir a comer con ellos cuando quieran. Es el abuelo de Sergio quien se muestra más generoso, aunque no deja de sorprenderle la situación.
- ¿Cómo que no tenéis dinero ni para comer? Creía que ganabas un dineral y me contaste que los constructores te habían dado una generosa prima cuando dejaste de trabajar para ellos. ¿Qué habéis hecho con todo ese dinero?
   El joven por toda respuesta se encoge de hombros, su cara de perro apaleado es la mejor expresión de su derrota. Por eso, el señor Andrés no insiste en pedir explicaciones.
- Bueno, hijo, si no quieres contármelo allá tú, pero algo tendrás que hacer para ordenar tu tren de vida. Y no te preocupes, yo me encargo de que no os falte de nada, pero como al parecer tenéis un agujero en cada mano no os voy a dar billetes, lo que haré será ir con vosotros al supermercado y pagaré la cuenta de la compra. También me haré cargo del plazo de este mes de la hipoteca y de la letra del coche. Ah, y me podrás llamar refranero y lo que quieras, pero si no te lo digo reviento. Tendrías que escribir en un papel y tenerla bien a la vista esta máxima: el que no guarda cuando tiene, no come cuando quiere.

   El problema de la comida está resuelto, pero Lorena tiene otro, después de veintitantos días esnifando coca diariamente, siente que le falta algo para poder seguir la vida cotidiana. Sufre una suerte de síndrome de abstinencia que incrementa su mal humor y que le lleva a la búsqueda del polvo blanco. El problema es que hasta que Sergio cobre su primera paga no va a disponer de un maldito talego para pillar ni una dosis. Piensa en el mucho dinero que se ha dejado dónde el Perchas, el distribuidor más conocido del pueblo, y opta por dejarse caer por allí a ver si le fía, aunque sea una papelina. En última instancia, se dice que siempre puede abrirse de piernas, aunque el Perchas no  todos los días está por trocar farlopa por carne. En el portal del camello se tropieza con Maximino.
- ¡Vaya, hermosa!, ¿tú por aquí?, ¿vienes a ver si pillas algo? Hoy el Perchas está de mala gaita, ayer cogieron a uno de sus camellos y está que fuma en pipa. Claro que su mala hostia la pagamos los clientes, ha subido la papelina cuatro talegos de golpe. Oye, ahora que lo pienso, ¿por qué no te vienes conmigo y, en recuerdo de los viejos tiempos, nos fumamos unos buenos canutos?
   La joven recela de la invitación, conoce demasiado bien al hombre, pero también piensa que estando el Perchas de mala leche no será fácil que acceda a fiarle unas papelinas.
- ¿Crees que tengo estómago para fumarme un canuto contigo a un lado y al otro la puta de Mariasun?  
- A la Mariasun hace tiempo que le di boleta. Era una cotorra que no se callaba ni debajo del agua. Y en la cama una flojeras, en seguida se cansaba. Debe ser que estoy mal acostumbrado, he tenido tías mucho mejores – y su sonrisa lobuna parece recordar viejos episodios con Lorena entre sus brazos.
   La joven acaba por aceptar la invitación, es la mejor oferta que va a tener si quiere meterse unas rayas. Cuando la droga comienza a hacerles efecto, Maximino, que hasta entonces se ha portado, la atrae hacia sí y le da un apasionado beso que, tras unos segundos de indecisión, es contestado por la joven con el mismo ardor. El hombre, sin decir palabra, comienza a desnudarla.

   Días después, Sergio se tropieza con Maxi quien le saluda con una sonrisa burlona pintada en la cara y unas palabras que, por su aparente doble sentido, le dejan desasosegado:
- Hombre, el señor Islero, ¿qué es de tu vida, sigues de lameculos? Supongo que continuarás dorándoles la píldora a tus jefes. Y te aconsejo que no tengas a tu zorrita tan abandonada. Está acostumbrada a que la rieguen bien.
   El joven piensa que Maxi se debe referir a su antiguo amorío con Lorena. Lo que no entiende es lo de Islero  ¿qué habrá querido decir? Se molesta en buscar el vocablo en el diccionario de la RAE, la palabra no está registrada, el glosario remite a isleño como palabra que tiene la forma de escritura más cercana. Se dice que es un tonto preocupándose por las sandeces que diga un medio analfabeto como Maximino, pero algo le cosquillea por dentro. Decide preguntarle a su abuelo.
- El otro día un conocido me habló de Islero, ¿qué es eso, a qué te suena?, he buscado la palabra en el diccionario y no está registrada.
- Quizá quiso decir isleño.
- Pues no, porque la conversación no iba de islas ni de sus habitantes.
- Entonces, no sé qué puede ser… ¡Hombre! – El abuelo se echa mano a la cabeza -, ahora que recuerdo, Islero se llamaba el miura que mató a Manolete en la plaza de toros de Linares. ¿Eso te dice algo?
   Vaya si le dice, piensa el nieto: miura, toro, cuernos... Un ramalazo de vergüenza, celos y rabia transforma el rostro de Sergio, tanto que hasta el abuelo se da cuenta.