"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 12 de noviembre de 2021

Libro III. Episodio 118. De bien nacidos…

    El gurriato, como le llama Paquita, se está criando razonablemente bien, por esa parte los Carreño no tienen problemas pero si los tienen en la tienda; su única empleada, Antonina, le cuenta a la jefa -como llama a Julia- que es posible que tenga que irse. Se va a casar y su futuro marido le ha dicho que llevar dinero a casa es cuenta suya, su mujer no debe trabajar, su sitio está en el hogar y no detrás de un mostrador.

   -Pero Antonina, eso es una memez. Mientras no tengas hijos puedes perfectamente llevar tu casa y seguir trabajando con nosotros. El dinero que ganas os vendrá de perlas.

   -Que me vas a contar, si con lo que me pagáis gano casi tanto como Lucilio. Y por descontao que puedo con los dos trabajos, el de aquí y el de casa, si tenemos un piso que es como la jaula de un canario, pero ya sabes cómo son los hombres.

   -Sí, hija, sí. Aquí, como dice el refrán, lo que vale es lo de la mujer honrada, en casa y con la pierna quebrada, y eso es un atraso. Mi suegra lo dice siempre: este puñetero país no progresará hasta que los hombres se den cuenta de que no pueden dejar mano sobre mano a la mitad de la población. ¿Quieres que hable con él?, igual le convenzo.

   -No creo que una mujer, ni siquiera tú, sea capaz de convencer a mi Lucilio…; a lo mejor si le hablara el jefe…. No sé si le hará cambiar de parecer, pero al menos le escuchará; ya sabes, una conversación de hombre a hombre.

   -Pues dalo por hecho. En cuanto llegue Julio de Béjar le pediré que hable con el cavernícola de tu novio.

   En ese momento, el aludido está en la carretera, con más baches que firme, que discurre de Aldeanueva del Camino a Béjar. Al cruzar la Sierra del Cerro ha pinchado y está cambiando la rueda cuando le alcanza una pareja a pie de la Guardia Civil.

   -A los buenos días, ¿qué le ha pasado? –se interesa uno de los guardias  

   -Buenos días nos dé Dios. Pues ya ve, he pinchado.

   -Esta carretera es un infierno para eso de las ruedas. La semana pasada a un industrial de Béjar le pasó lo mismo.

   -Buena máquina tiene usted. ¿A cuánto puede correr este cacharro? –quiere saber el otro guardia.

   -En llano alcanza los sesenta kilómetros por hora.

   -¡Sesenta kilómetros. Manda carallo!

   -Tenga en cuenta que tiene un motor de dieciocho caballos.

   -Muchos caballos son esos.

   A todo eso, Julio ha terminado por colocar la rueda de repuesto y se apresta a retomar el viaje.

   -Bueno, voy a continuar la marcha. Si van a un sitio que me venga a mano les puedo llevar –se ofrece.

   -Estamos de servicio y el reglamento manda que se haga a pie. Si se enterara el cabo que hemos subido a un carricoche de estos nos iba a meter un buen puro –se excusa el guardia que, por su inconfundible acento, debe de ser gallego-. Lo que si le aconsejo es que se ande con cuidado y procure no volver a pinchar que por esta carretera pasan coches de Pascuas a Ramos.

   -Gracias por el consejo y que tengan buen servicio.

   Mientras, en Plasencia a Julia se le amontonan los asuntos. A la hora del cierre aparece por la tienda Lupe, su antigua compañera en la droguería del Bisojo, con la que tuvo mala relación al principio para terminar siendo buenas amigas.

   -Lupe, tú por aquí, ¿qué te cuentas?

   -Tengo que hablar contigo, Julina –Lupe es de las contadas personas que continúa llamándola así.

   -Iba a cerrar y tengo que salir flechada que he de darle de mamar al crío. Si quieres, puedes acompañarme a casa y en el camino me cuentas.

   En el recorrido hasta casa, Lupe le cuenta lo que está pasando en la droguería del Bisojo.

   -Aquello es un desastre y vamos de mal en peor. Cada vez facturamos menos y las cuentas no salen. Y a pesar de eso el tío Elías se niega en redondo a invertir ni un duro más en traer nuevos productos y hasta en adecentar la tienda. Y, todo hay que decirlo, vosotros acabaréis de rematarnos. Y aunque tu marido ha tenido la decencia de mantener lo que tú llamabas el Pacto de la Pilarica, el negocio va cuesta abajo. Y al tío Elías parece que le da todo igual… y yo, que no tengo ni tus saberes ni tu remango, ya no sé qué hacer…

   -Sí que lo siento, Lupe. Yo le tenía –rectifica-, le tengo apego al señor Elías, nunca olvidaré que me dio el primer trabajo y confió en mí. ¿Podemos hacer algo para ayudaros?, por descontado, sin que ello suponga merma para nosotros.

   -La verdad es que no lo sé. Aquello es como una casa que se va cayendo a cachos… Al paso que vamos, cualquier día tendremos que cerrar… Si eso ocurre espero que me hagáis un hueco, las cosas no os pueden ir mejor.

   -Julio te tiene enfilado desde que no quisiste irte con él, pero ya trataré de camelarlo si en algún momento necesitas trabajo. Ya hemos llegado. Lupe, siento de veras que vaya tan mal el negocio y te repito lo que dije antes: ¿podemos hacer algo para ayudaros?

   -Lo pensaré…, y gracias, Julina, sabía que podía contar contigo. ¿Cómo se cría tu niño?

   -Fenomenal y no veas lo bien que me come. ¿Quieres verlo?

   Dos días después, tras su regreso de Béjar donde las ventas han sido francamente buenas, Julio regresa a casa. Esa misma noche, en cuanto han acostado al niño y la pareja descansa tras haber cenado, Julia le cuenta los problemas planteados por Antonina y Lupe.

   -Ya me encargo de hablar con el tal Lucilio, siempre me pareció un poco berza. En cuanto a lo del Bisojo, pronto o tarde, tenía que ocurrir y en el fondo lo siento. Allí aprendimos los dos y eso siempre se lo deberemos al viejo, pero es un cabezota y el negocio tiene mala solución. Respecto a Lupe, sabes que no es santo de mi devoción, pero como sé que la aprecias cuando llegue el día que el Bisojo eche el cierre, que llegará, ya veremos lo que podemos hacer por ella.

   -De todas formas, marido, y si no tienes inconveniente, creo que, antes de que se produzca un cierre traumático, alguien debería hablar con el señor Elías y, como sé que contigo no querrá hacerlo, de esa papeleta tendré que encargarme yo. ¿No crees? –Julia presenta el caso de manera que su esposo no pueda negarse.

   -Como quieras, cariño. Haz lo que creas que debes hacer.

   Cuando Julio está en la ciudad, entre viaje y viaje, algunos días suele pasarse por el casino a charlar con sus amigos y que le cuenten las últimas noticias, él no tiene tiempo ni para ojear los periódicos. La información nacional más relevante, al menos para los tertulianos, es la vuelta al poder del conservador Antonio Maura.

  -A ver si esta vez aguanta más que la anterior, que sólo duró un año –apunta un contertulio.

  -No sé yo, desde que accedió al trono Alfonso XIII los gobiernos duran menos que un pirulí a la puerta de un colegio –refuta otro.

   -Eso debe de ser porque desde el 98 este país está gafado. Hemos cambiado de siglo y los primeros años no parecen mejorarlo.

   -Hombre, parece que Maura viene con buenas intenciones, ha dicho en las Cortes que quiere aplicar un programa político que ha definido como revolución desde arriba.

   -Eso pasará cuando las ranas críen pelo –se mofa otro.

   -Doctor Lavilla, esta noticia le interesará como médico –dice uno que ha continuado leyendo el periódico -. Un médico alemán, un tan August von Wassermann, ha inventado una reacción para la detección de la sífilis.

   -Eso puede ser interesante para los especialistas en enfermedades venéreas, que no es mi campo precisamente -La noticia le hace rememorar a Julio el mal trago que pasó cuando contrajo una blenorragia y tuvo que desplazarse a Cáceres para que un especialista le tratara.     

   Hoy, sábado, Julia ha cogido el carrito de paseo, ha puesto en él a su pequeño y ha salido con la intención de visitar al Bisojo. Pasa por el quiosco que hay en la plaza del ayuntamiento y compra el último número de Blanco y Negro, su destinataria: la doliente esposa del tío Elías.

   -Julina, ¿no me digas que es tu niño?, que guapín es, tiene a quien parecerse. Quién lo diría, eras una cría cuando entraste a trabajar con Elías y, fíjate, madre de un niño. ¡Cómo pasa el tiempo!

   Cuando el Bisojo llega a casa encuentra a las dos mujeres departiendo amistosamente.

   - Elías, mira quien ha venido a visitarnos, y ha tenido el detalle de traernos a su niño para que podamos conocerlo -Tras una trivial charla a tres bandas, y mientras la señora Florencia acuna al pequeño, Julia se encara con su antiguo patrón.

   -Me han llegado rumores, de buena fuente, de que el negocio anda de capa caída, señor Elías, y créame que lo siento. Aunque en los últimos años somos competidores, nunca olvidaré lo mucho que hizo por mí y siempre le tendré el respeto que se merece. Y, aunque quizá no lo crea, a Julio le pasa lo mismo. Sin ir más lejos, anoche hablábamos de usted y ¿sabe lo que me dijo?, que en su tienda aprendimos los dos y eso siempre se lo deberemos. Le cuento esto porque, si podemos hacer algo por usted, sepa que puede contar con nosotros. Mi suegra, a quien usted bien conoce, siempre nos recuerda que de bien nacidos es ser agradecidos, y tanto mi marido como servidora nos tenemos por tal.

   El Bisojo intuye que lo que le está diciendo su antigua encargada se lo dice de corazón. Sabe que es una persona sin doblez y si dice lo que dice es porque así lo siente.

   -Gracias, Julina, verás… -El Bisojo le cuenta que, en efecto, el negocio no puede ir peor y ya no tiene ni fuerzas ni voluntad de arreglar lo que parece tener difícil solución. Tendrá que venderlo o traspasarlo, pero tiene un problema: no quiere vender el local que es de su propiedad. Una posible salida sería alquilar la tienda, pero por mucho que lo ha intentado no ha encontrado postor que quiera hacerse con un negocio que es ruinoso. Está hecho un verdadero lío, no sabe qué hacer.

   Julia le escucha atentamente y, al tiempo que su antiguo patrón describe la penosa situación que atraviesa, su fértil imaginación está ideando como podría ayudarle para salvar la situación. De bien nacidos es ser agradecidos, se repite, y no basta con decirlo, hay que demostrarlo.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 119. ¡Y no hay más que hablar!