"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 3 de febrero de 2023

Libro III. Episodio 181. De prácticas

   El heredero y titular de la farmacia Guerrero, un fornido treintañero, se llama como su padre, Cristóbal. Julio le conoce muy superficialmente, pero no ha confraternizado con él pues el joven farmacéutico solamente se relaciona con los que forman parte de la élite ciudadana. Por eso el droguero no le pide directamente el favor de que acepte a su hija, piensa pedírselo a su madre, a la que ahora todo el mundo llama doña Isabel aunque no tenga título alguno, pero como es la madre del joven boticario ha ascendido de rango social. Tendrá que visitar a su antigua amiga.

   Mientras el verano transcurre rápido en Pinkety -lo que queda de ella pues la mayor parte la han vendido-, el tranquilo Jesús depara una sorpresa a la familia. La hace pública cuando los padres le preguntan la carrera que piensa estudiar en el próximo curso 29-30.

   -Lo tengo decidido, papás, quiero estudiar para vista de aduanas. Son los funcionarios aduaneros responsables de permitir el embarque de las mercancías sujetas a los impuestos arancelarios y de inspeccionar los cargamentos.

   -¿Vista de aduanas?, ¿y eso es una carrera? –pregunta Julio una vez repuesto del estupor.

   -Es una profesión en la que se ingresa por oposición. También se puede llegar a vista por promoción interna desde la categoría de auxiliar, pero se tarda muchos años. Yo quiero acceder a la escala de técnicos directamente y para eso tengo que aprobar la oposición –Jesús da las explicaciones con enorme aplomo, como si lo tuviera todo muy meditado.

   -Y la preparación de la oposición, ¿cómo y dónde se hace?

   -Estudiando el temario, lógicamente, y solo hay una academia en Madrid que prepara a los opositores presencialmente.

   -Entonces, ¿tendrías que irte a Madrid para preparar la oposición?

   -Naturalmente. Escribí a los de la academia y me han dicho que el temario me lo podrían mandar por correo, pero para conocer los temas a fondo, saber cómo hay que encarar la oposición y, sobre todo, preparar la prueba de los casos prácticos tendría que asistir a las clases presenciales.

   -En la familia no hay nadie que haya trabajado en asuntos aduaneros –Julio, al recordar sus años de contrabandista, piensa que más bien al contrario-, y supongo que tú tampoco sabes nada  de ese oficio, a pesar de ello ¿crees que puedes aprobar una oposición que a lo mejor es muy difícil? –a Julio lo que propone el cuarto de sus hijos no le convence ni poco ni mucho, posiblemente sea un oculto rechazo producto de su biografía.

   -Es cierto que la oposición es bastante dura, como la mayoría de oposiciones a funcionarios del estado, pero yo parto con cierta ventaja pues para opositar solo se exige tener el bachillerato elemental y yo soy bachiller superior. Lo que presupone que mi formación será superior a la de casi todos los demás opositores.

   -¿Y esas oposiciones cuándo se convocan?

   -Eso es lo más fastidioso, que no hay plazos fijos para convocarlas. A veces se convocan anualmente, pero hay otras temporadas en que tardan a lo mejor dos años o más en convocarlas.

   -¿Y tendrás que estar en Madrid hasta que las convoquen? –Julio está echando cuentas de lo que podría costarles mantener a su hijo en la capital dos o más años.

   -Claro. Yo lo que pensaba, si os parece bien, era irme a Madrid en septiembre a preparar la oposición hasta que se convoque. Y os prometo que trataré de aprobarla a la primera.

   Mientras se dilucida el futuro de Jesús, el padre comprueba que doña Isabel, viuda de Guerrero como gusta que la llamen, ya no es la juncal y apasionada Isabelina que frecuentó allá por los finales del siglo XIX. Se ha puesto rotundamente oronda y lleva más coloretes que un payaso de circo en un vano intento de enmascarar el paso de los años, aunque sus ojos todavía desprenden aquella chispa temperamental de cuando era treinta años más joven.

   -Para ti no pasan los años, Isabelina, sigues siendo tan guapa y cautivadora como cuando tenías dieciocho –Julio no ha querido excederse en sus elogios, no sea que se pase de rosca y la rolliza matrona se lo tome a mal.

   -Tú que me ves con buenos ojos, Julio, pero sigues mintiendo mal. De todos modos, se te agradece el piropo. Pa quien no pasan los años eres tú, la planta de buen mozo no la has perdido. Así que tu chica también es farmacéutica. Quien nos lo iba a decir que acabaríamos teniendo dos hijos boticarios, lo que es la vida. ¿Y cuándo terminó tu chica la carrera? ¿Este año? Claro, por eso tiene que hacer prácticas. El año pasao, uno de Don Benito que había acabao la carrera vino pa que mi Cristobalín le enseñara a despachar, pero se lo quitó de encima como si fuera un mosquito. Y una curiosidad, ¿por qué no se lo has pedido directamente a mi chico?, sé que te lo presentaron.

   -Como siempre, estás enterada de todo. Me lo presentó el doctor Lavilla, pero no hemos vuelto a tratarnos, por lo que me ha parecido más oportuno pedírtelo a ti, a quien sí conozco bien –La frase de doble sentido hace que Isabel esboce una salaz sonrisa.

   -Habrás visto que es un buen mozo, es algo más alto que tú y, aunque hay gente que dice que es la viva estampa de mi difunto marido a mí nunca me lo ha parecido, pero si lo dice la gente por algo será. En cuanto a lo de tu chica, pierde cuidao, se lo pediré y ya me encargo de que diga que sí.

   La conversación se interrumpe al entrar en el saloncito un hombre fornido que comienza a echar barriga, es bien parecido, luce un recortado bigote y lleva una bata blanca, por lo que Julio deduce que debe ser el mentado Cristobalín.

   -Perdón, mamá, no sabía que tenías visita.

   -Que oportuno eres hijo, no sé si recuerdas al señor Carreño, un viejo socio de tu padre, y precisamente estábamos hablando de ti.

   Ambos hombres se estrechan las manos. Julio mira con fijeza al boticario intentando desentrañar si tiene algún rasgo que se le asemeje. Tiene ojos parecidos a los míos, quizá la nariz también, pero no le veo más que apunte a que pueda ser hijo mío, piensa Julio.

   -¿Y qué decían de mí, si puede saberse?

   Isabel cuenta a su hijo el motivo de la visita de Julio y deja caer que, pese a lo muy ocupado que está, en recuerdo de los viejos tiempos no puede hacerle un feo a la hija de quien fue un querido socio de su padre.

   -Me habían hablado de una jovencita de la ciudad que estaba estudiando Farmacia en Madrid, ¿así que es su hija?, pues mi enhorabuena. Hay que ver cómo han cambiado los tiempos, cuando yo hice la carrera, y solo han pasado unos años de eso, en toda la facultad solamente estudiaban seis o siete mujeres y ahora creo que casi hay tantas como hombres. En cuanto a lo que me pide, y teniendo en cuenta que viene avalado por mi señora madre, estaré encantado de ser mentor de su hija. Y además sin peculio alguno. Lo digo porque a los que enseñan se les paga pero lo haré gratis et amore.

   Días después, Julio presenta a su hija a don Cristóbal –ese tratamiento, en el caso de los titulados, es de uso poco menos que obligado en sociedades provincianas como la placentina-, y les deja para que puedan dialogar tranquilamente. Al boticario, de entrada, le sorprende la desenvoltura y aplomo de la neófita. A Pilar ya le había informado su padre que Cristóbal es un hombre joven y soltero, aunque parece que esto último será por poco tiempo porque últimamente se le ha visto con una de las herederas de los Orellana, una de las familias con más pedigrí y fortuna de la ciudad. Tras los saludos protocolarios y el recuerdo de viejos profesores comunes, puesto que Cristóbal también estudió en la Facultad de Farmacia madrileña, el boticario le da a Pilar las primeras instrucciones que son todo un mini compendio de las diferencias entre las clases sociales de una ciudad pequeña.

   -Como lo hablé con tu padre, vendrás solo por las mañanas que es cuando hay más movimiento y si algún día falto tendrás que suplirme. Cuando tengas alguna duda me lo preguntas y, si estoy atendiendo o me he ido, pregunta a Graciano, que ha estado toda la vida con mi padre y es el mancebo que tiene mayor experiencia. A las demás dependientas no les hagas mucho caso. Ya les he dicho que se te han de dirigir como doña Pilar; hay que guardar las distancias pues si no terminan creyendo que todos somos iguales. Lo mismo pasa con la clientela, tú eres la farmacéutica y la mayoría de clientes son unos patanes que no saben ni firmar. Los tratas correctamente, pero sin familiaridades de ninguna clase. Ah, cuando alguien traiga la receta de una fórmula magistral o de un emplasto se la das a Graciano que es quien las prepara. Fíjate en como lo hace, pues como te he dicho lleva más de veinte años manejando el mortero. En cuanto a cómo has de vestir, trae una ropa cómoda pero con clase, nada de pantalones, faldas tubo o esas moderneces que os ponéis las chicas jóvenes. Encima de todo llevarás una bata blanca siempre impoluta, y no sería mala cosa que si lleva las iniciales de tu nombre al lado que ponga Lcda. Así la gente sabrá con quién trata. Y no se me ocurre qué más puedo decirte; será la primera vez que tengo a una colega de prácticas. Una tarde de estas, le diré a mi señora madre que te invite a merendar, así la conocerás. Por mi parte, nada más. ¿Tienes alguna pregunta? -Pilar tiene muchas aclaraciones que pedir, pero su instinto le dice que este no es el momento más adecuado, ya tendrá tiempo para formularlas. 

   Mientras Pilar comienza su andadura en la profesión, el uno de septiembre su hermano Álvaro inicia el tercer año de guardiamarina en el arsenal de La Carraca, en el que el Juan Sebastián de Elcano se halla en dique. La promoción de Álvaro ha de esperar que se terminen las reparaciones que están efectuando al buque-escuela para comenzar su último crucero de prácticas que en esta ocasión se realizará a lo largo y ancho del Atlántico. El dieciocho de septiembre el buque sale a pruebas de máquinas fondeando en Cádiz en la tarde del mismo día, y es cuando les avisan que en cuarenta y ocho horas partirán para las Canarias que será la primera etapa de la travesía. Álvaro pone un telegrama a su familia contándoles la nueva y, dado el corto plazo existente, les pide que en esta ocasión no vayan a despedirle, que él les lleva siempre en su pensamiento. Pese al ruego del joven, los Carreño se movilizan inmediatamente; estarán en Cádiz despidiendo a su hijo y hermano como lo hicieron el año anterior cuando partió para dar la vuelta al mundo.

   El pasado año Álvaro se sorprendió al ver a los suyos en los muelles gaditanos; en esta ocasión su sorpresa es mayor si cabe. El marino luce en sus bocamangas un delgado galón con su correspondiente coca que le identifica como alférez de fragata. Su empaque es espléndido y para sus padres y hermanos es el marino más guapo y con mejor planta de toda la Armada. Álvaro va abrazando y besando, uno a uno, a todos los miembros de la familia, incluida la oronda Paca que no ha querido perderse la despedida del que para ella no es más que Alvarito. Les promete que les volverá a enviar postales de todos los puertos en los que el Elcano fondee y les pide que no se preocupen si están muchos días sin tener noticias suyas porque esta vez estarán mucho tiempo navegando por el Atlántico sin tocar puerto.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 182. El crac del 29