"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 4 de marzo de 2014

3.7. Los sin papeles

   El dilema de contratar o no a extranjeros sin papeles lo resuelve el señor Francisco en cuanto le pregunta a su capataz qué haría él. Dimas parece tenerlo claro:
- Jefe, yo nunca pregunto al personal cómo está contratado y sí tienen papeles o no. Eso no es de mi competencia. Bastante tengo con que acudan todos los días al tajo y cumplan con su horario y su tarea. Y no me importa si son del país o vienen de las quimbambas, mi obligación es que las instalaciones se hagan cómo están en plano y cumpliendo las fechas previstas.
- No te enrolles, Dimas, que casi pareces un político. Lo que te pregunto es si te reafirmas en que necesitas más gente.
- Repito lo que he dicho, si los montajes han de estar acabados en las fechas que quiere el arquitecto, sí señor, necesito más personal.
- Bueno, pues esa respuesta decide la cuestión. Vuelve donde Medina y explícale la clase de gente que necesitas y que los busque cagando leches. Si tienen permiso de trabajo, mejor, si no pues que los contrate igualmente. Eso sí, apretarles las tuercas para que nos salgan lo más baratos posible. Y entre  Medina y tú aleccionarlos un poco por si llegan los cabrones de la inspección.

   En el tajo ocurre lo mismo que en el pueblo, que todo se acaba sabiendo. En seguida se corre la voz de que el patrón ha ordenado que se contraten extranjeros, aunque no tengan permiso de trabajo, y que todos estén atentos por si llega una inspección.
- Señor Dimas – al ver el gesto del capataz Sergio se apresura a rectificar -, perdón, Dimas ¿por qué el señor Francisco le tiene tanto miedo a la inspección de trabajo?
- Eso no te lo enseñaron en la universidad, eh – se burla el capataz -. Pues porque todos los trabajadores han de ser legales. Si los inspectores cogen a gente sin papeles levantan un acta y te ponen una multa por cada persona que encuentran en la empresa trabajando de manera irregular.
- Antes de que actúe la inspección habría que solucionar el problema de los emigrantes en situación irregular – afirma Sergio como muy convencido -. ¿Por qué no hay gente que lo denuncie?
- ¿Pero de qué guindo te has caído, muchacho? ¿A quién coño puede interesar denunciar a un currante sin papeles? Si eso sucede, lo que se consigue es que el extranjero se quede sin trabajo y la policía tiene que tramitar el expediente de expulsión del irregular. ¿Quién gana con todo eso? Nadie.  
- Bueno, ganan los derechos humanos de los emigrantes – afirma Sergio muy en plan de hombre concienciado con los derechos civiles.
- Has de aprender mucha gramática parda, chaval. Eso de los derechos humanos queda muy bien en los papeles y para el bla, bla, bla de los políticos, pero a la pobre gente que se ve forzada a emigrar no les da de comer. Con la urgente necesidad de mano de obra barata que tenemos en los tajos a nadie interesa remover el asunto de si los extranjeros son legales o están aquí de extranjis. Las empresas presionan, las comunidades autónomas hacen como que no se enteran y los partidos políticos, los sindicatos y el gobierno miran a otra parte. Yo no soy más que un currante, pero lo veo tal y como te cuento. Por otra parte hay que considerar que a los sin papeles les pagan poco, pero al menos tienen un trabajo que en su país no tenían.
- Tu argumentación, Dimas, me parece propia de un capitalista de lo más duro y lo de que todo el mundo se llama andana ante el problema no es cierto. El otro día oí en la tele a un líder sindical que denunciaba la situación de los inmigrantes irregulares.
- Hombre, eso está en su papel, pero lo hacen con la boca chica, a la hora de la verdad callan y, ya sabes, el que calla otorga. Y un consejo, chavea, esas ideas tuyas sobre los pobrecitos extranjeros no vayas largándolas por ahí porque no ganarás muchos amigos. Y ten en cuenta algo que te afecta: si el Francisco nos paga un buen dinero es porque a los moros que tiene les paga mucho menos. O sea que ¡ojo al cristo que es de plata!

   Las empresas no parecen tener problema alguno de xenofobia. A la hora de contratar a inmigrantes no hacen distingos por razón de origen, raza o de cualquier otra clase de condición. Lo que valoran es su capacidad de trabajo y su nula voluntad de protestar sobre las condiciones laborales a que se ven sometidos. Otra cosa diferente es como les tratan los compañeros del país. Suele haber de todo, como en botica. Precisamente, Dimas tiene entre manos un problema de ese tipo con uno de sus oficiales que hace de cabeza de una de las cuadrillas.
- Oye, Correa, me tienes hasta los cojones, ¿qué coño es eso de que no quieres trabajar con el mojamed nuevo que hay en tu cuadrilla? ¿Tú que crees, que esto es un casino de pueblo de los de antes en el que solo podían entrar los tipos que olían a rosas?
- Mira, Dimas, yo trabajo con todo el mundo, sea moro o chino, pero lo que no aguanto es tener que soportar a un tío que huele peor que una cochiquera. El mojamed ese no debe de haberse lavado los bajos desde que tomó la primera comunión.
- Para empezar, los moros no toman la comunión y, para terminar, aquí el que decide quienes curran o no soy yo. O sea que no me busques las cosquillas porque no estoy para milongas. Y si no estás de acuerdo la puerta la tienes abierta.
- Me caguen la puta, Dimas, hay que ver cómo te pones. No es para tanto. Lo único que quiero es que ese tío se lave de vez en cuando, tampoco es pedir demasiado.
- Bueno, ya le daré un toque, pero no quiero más excusas ni más gaitas. De lo que te has de preocupar no es del moro de los cojones, sino de darle aire a tu gente y que se ponga al día de una puta vez que vais más lentos que las tortugas.

   El magrebí de quien se queja Correa es cierto que huele mal. Otra cosa sería imposible en su situación. Convive con un grupo de trabajadores de las obras del Torreón en el que, además de marroquíes y argelinos, también hay subsaharianos. Habitan una caseta rural en la que no hay luz ni agua corriente. Cuando necesitan agua han de ir a buscarla a una vieja noria que está a unos ochocientos metros. Para iluminarse por la noche usan unos antiguos quinqués de petróleo y cocinan sus viandas en un camping gas. Es una auténtica comuna en las que sus moradores comparten gastos y tratan de seguir adelante como buenamente pueden. En esas condiciones, la higiene personal es algo difícil de llevar a cabo medio decentemente.                                             
   Como el díscolo Correa sigue planteando problemas con el peón marroquí, porque esa es su nacionalidad, Dimas encuentra una solución: cambia al magrebí de cuadrilla y lo envía a la que trabaja Sergio. Puesto que se ha dado cuenta de que el joven, además de un excelente oficial, es buena gente y tiene mano izquierda, le encomienda un discreto tutelaje del norteafricano.
- Sergio, me vas a hacer un favor.
- Usted dirá, señor Dimas.
- Cuántas veces tendré que decirte que me hables de tú y que aquí solo llamamos señor al Francisco.
- Perdona, Dimas, es la costumbre. Pues no me he ganado broncas ni nada de mi padre por tutear a las personas mayores.
- Bueno, a lo que iba. Bachir, el moro que acabo de acoplar a tu cuadrilla, parece que no es muy dado a los lavatorios y no huele precisamente a nardos, pero aquí estamos a lo que estamos y no en un baile de señoritas. Te cuento esto por si se tercia de que alguien le ponga mala cara o vaya con el cuento de que huele a mierda. Tú has estudiado y tienes palabrería más que suficiente para dar una larga cambiada al que quiera buscar pendencia con el morito. Confío en ti.