Otra historia que está a
punto de recomenzar se inicia cuando al llegar a casa, después de una tediosa
guardia nocturna en la estación de Albalat, su mujer le dice a Celestino Bonet
que el patriarca de los Arbós le ha enviado recado de que vaya a verle cuando
pueda.
- Pasa, Celestino. Siéntate, ¿qué tal?, ¿cómo están Maricruz y los
niños?
- Bien, gracias, señor Benjamín. ¿Ustedes bien?
- Muy bien. Te he llamado porque tengo una noticia que sé que te
va a alegrar…, va a volver Manuel Lapuerta.
- ¿De verdad va a volver don Manuel? – pregunta Bonet cuya alegría
es patente.
- Como te digo. Ya sabes que siempre le tuve mucha ley. Tiene un
ojo clínico que vale un Potosí. En los últimos meses, la señora Enriqueta no
estuvo muy católica y ni aquí ni en Valencia fueron capaces de darnos un
diagnóstico claro: que si la vesícula, que si un pinzamiento, al final nada en
claro. Total, me cansé, hablé con Lapuerta y un buen día me la llevé para que
la reconociera. Fue mano de santo, en poco menos de un mes la puso redonda.
Entre visita y visita, hablamos de muchas cosas y alguna vez dejó caer que a
Angustias el frío no le sentaba bien. A partir de ahí todo vino rodado. Le
comenté que por qué no volvían al pueblo ahora que el segundo médico se iba a
marchar, y que sí la Delegación de Sanidad ponía algún pero por su pasado
rojillo ya me encargaba yo de solucionarlo puesto que sigo teniendo algunas
influencias en Valencia y podía mover los hilos necesarios. Para no extenderme
más: anteayer me confirmaron que lo del traslado es cosa hecha. En unos quince
días tendremos a Manuel con nosotros. Te cuento todo esto porque sé la buena
amistad que os une y, además, el propio Lapuerta me pidió que te lo dijera.
- Señor Benjamín, es una gran noticia. Y gracias por la
información.
- Ah, si quieres se lo cuentas a tu mujer, pero a nadie más.
Prefiero no dar tres cuartos al pregonero hasta que todo esté bien atado.
- Pase cuidado, señor Benjamín, sabe que puede confiar en mí.
Bonet lleva la discreción
más allá de lo que prometió a Arbós porque ni siquiera se lo cuenta a su mujer.
De ahí su sorpresa cuando un par de días después es su propia esposa la que le
da la misma noticia:
- Te vas a llevar un alegrón, marido. ¿A qué no sabes quién va a
volver al pueblo? – ante la mueca de ignorancia de Celestino, prosigue -. Quien
menos podías figurarte… - hace una pausa recreándose en la incertidumbre de su
esposo - ¡Don Manuel!
- ¿Quién te lo dijo? – Bonet vacila entre mostrar sorpresa y
soltar lo de que ya lo sabía.
- Maruja la de Blanquer. Me lo ha dicho muy en secreto, dice que
en el pueblo no lo sabe casi nadie, pero que a ti te lo podía contar.
Nada más llegar Manuel
Lapuerta, uno de tantos exiliados por motivos políticos, quiere ponerse al día
sobre lo que ha pasado en Senillar durante su ausencia. Su primer interlocutor
es Martín Esteller, una de las fuentes más fiables para conocer los entresijos
de la sociedad local porque en la piel de toro la gente suele hablar con el
barbero con la confianza que en otros meridianos lo hacen con el psicoanalista.
- Una de las cosas que me ha sorprendido es que Castaño ya no sea
el jefe de Falange – comenta Lapuerta cuando repasan la vida política del
pueblo.
- Sí, señor. No solo ha dejado de serlo, sino que ahora vive en
Castellón – confirma Esteller.
- ¿Y cómo fue eso de irse? Siempre aposté a que terminaría de
cacique del pueblo, de ahí mi sorpresa.
- No es tan raro, don Manuel. Ya conoce el refrán de que tiran más
dos tetas que dos carretas. Castaño conoció a una maestrita de Castellón, se
enamoraron y se casaron. Desde que tuvieron el primer crío parece que ella no
paró de pincharle de que aquí los hijos no podrían estudiar y que sí esto y que
sí lo otro. Total, que echó mano de influencias y consiguió que lo colocaran en
una escuela de patronato de la ciudad. Y ahí sigue. Al principio, todavía venía
al pueblo algún que otro fin de semana, pero ya hace tiempo que no aparece por
aquí, solo en verano.
- Y entonces, ¿quién es el jefe de Falange?
- A Castaño le sucedió Rodrigo Arbós, pero desde hace unos meses el
jefe es un forastero. Un tal José Vicente Gimeno.
- ¿Un forastero, y de dónde lo sacaron?
- Estaba de chupatintas en un almacén de naranjas de las Alquerías
del Niño Perdido. Creo que es de allí. Aquí vino para ser secretario de San
Isidro.
- ¿Y cómo fue traer a alguien de fuera?
- Porque cada vez la cooperativa tiene más trabajo y necesitaban
alguien que supiera de todo lo que allí se maneja ahora: plagas, tratamientos,
abonos, envases... y todo lo demás. Al parecer, Gimeno sabe bastante de todo
eso.
- ¿Y por qué cesaron de alcalde a Cucala? No parece que lo hiciera
mal.
- Desde luego la gente estaba contenta y tenía muchos proyetos,
pero de seguro no se sabe porque lo echaron. Unos dicen que si los Arbós se lo
cargaron, otros que si se cansó. Yo tengo una teoría teórica: Cucala fue
nombrado alcalde en las boqueadas de la guerra. Pues si se compara el número de
alcaldes desinados por aquellas fechas con los que hoy siguen, se ve que quedan
muy pocos. Yo creo que tras casi cuatro años del fin del conflito el mando
decidió hacer limpia general. Y sin comerlo ni beberlo le tocó a Cucala.
- ¿Y Vives, qué tal lo hace?
- Pues esa es otra sorpresa, francamente bien. Ha llevado al
Ayuntamiento las ganas de trabajar y el empuje que tiene para los negocios.
Después de una obra empieza seguido otra. Se han hecho más cosas en los cuatro
días que lleva de alcalde que en los últimos veinte años.
- Y tanta actividad, ¿cómo la llevan los Arbós?
- Pues que quiere que le diga – contesta, evasivo, Martín. Sabe
que Lapuerta es amigo de Benjamín y Rodrigo y no quiere tener problemas -.
Quien parece que no lo lleva demasiado bien es Gimeno, el que ahora es jefe de
Falange. Anda todo el día a la greña con Vives. Basta que uno diga blanco para
que el otro se apunte al negro. Ya tendrá ocasión de comprobarlo.
- ¿Y el mosén no interviene en la pelea?
- ¡Quía! Mosén Amancio no es el mismo. Aflojó mucho. Ya no se mete
en los asuntos que no son de la Iglesia. El fin del conflito parece que le ha
limado los espolones y ya no es tan guerrero. Eso sí, sus sermones siguen
siendo más largos que un día sin pan y capaces de aburrir hasta las ovejas.
Esteller continúa contando
a Lapuerta cuanto sabe de las personas con las que más se relacionaba el
médico. Ahora le toca el turno a la gente de carrera. Sigue de médico titular
don Jorge, tan atildado como siempre. De secretario del Ayuntamiento don
Nicanor, pero el que ya no trabaja de oficial mayor es Ernesto que se jubiló,
su puesto lo ocupa Severino Borrás, quien por cierto se casó con Camila Tena.
Los boticarios, los de siempre: don Wenceslao y don José, que pudo volver de
Francia por los pelos, si se descuida unas semanas se hubiese encontrado con la
frontera cerrada por la Guerra Mundial. En cambio hay un nuevo y joven veterinario,
se llama Alfonso. ¿Los maestros? Ahí si ha habido cambios: de los antiguos solo
quedan doña Eduvigis, doña Julia y don Francisco. Hay tres nuevos: don Ricardo,
que es de Cuenca, y una pareja de Soria, los Villangómez. ¿Vicario? No, no ha
vuelto a haber vicario desde el pobre mosén Gregorio. Y Martín sigue repasando
nombres y desgranando relatos.
La vuelta de Lapuerta
puede suponer para Bonet la ayuda que necesitaba para enterarse de lo que pasa
por el mundo y por España, porque de lo que cuentan Las Provincias y El Levante,
que son los periódicos que suele hojear, ya ha descubierto que hay que creerse
la mitad de la mitad. La primera vez que lo constató fue cuando los diarios
nada dijeron de la derrota de los alemanes en Stalingrado, que en cambio fue
profusamente comentada por la radio Pirenaica. Tampoco mencionaron la dimisión de Mussolini tras la invasión de
Italia por los aliados. Celestino nunca recuperó la Telefunken que le
decomisaron los del comité antifascista durante los primeros meses de guerra,
por lo que sigue utilizando la radio de
galena que le regaló la mujer de Aurelio. Cuando esa noche apaga el receptor,
que ha estado oyendo con Ballesta, Bonet comenta que ahora que don Manuel ha
llegado al pueblo le va a invitar para que se una a ellos. Lo que daría por tenerle
aquí ahora para que les explicara la noticia que hoy destacan todas las
emisoras y que ninguno de ambos ha sido capaz de desentrañar. Como los vientos
de la guerra parece que comienzan a rolar a favor de los aliados, el Gobierno,
en una pirueta tan timorata como ventajista, anuncia que España abandona la no
beligerancia y vuelve a la neutralidad.
- Oye, Celestino, ¿y qué diferencia hay entre la no beligerancia y
la neutralidad? – pregunta Ballesta.
- Vete a saber. Eso más que una noticia parece un acertijo. Cosas
del gallego, seguro.