"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 19 de diciembre de 2014

2.3. Zapatero, a tus zapatos




   En la reunión celebrada en el Ayuntamiento, el experto que ha mandado el Instituto de Colonización habla con tanto entusiasmo de las grandes posibilidades que atesora el humedal de la Marina para convertirse en una explotación arrocera con un futuro más que prometedor que son bastantes los vecinos que acaban convencidos y que se deciden a comprar algunas parcelas y probar suerte.
   Lolita, a quien su madre ha pedido que asista a la reunión, sale de la misma con tantas o más dudas que tenía cuando entró. Y así se lo explica:
- Mamá, no me ha quedado nada claro que lo del arroz pueda ser tan buen negocio como nos ha contado el experto. Es posible que lo sea para los que no tienen que contratar braceros para sus campos, pero para nosotras tengo todas las dudas del mundo, incluso aunque arrendásemos la finca a Herminio. De momento hay que invertir un dinero que no sabemos cuándo lo podremos recuperar. Y ese plazo de diez años para poder vender las tierras que ahora se compren me parece muy largo. En una década pueden pasar mil cosas que lleven al traste ese asunto.
- Entonces, hija, ¿qué crees que deberíamos hacer?
- Creo que antes de embarcarnos en esa aventura sería prudente tener alguna opinión más sobre el negocio que pueda suponer el arrozal. Y preguntar a alguna persona que sepa de verdad de qué va ese cultivo, y no fiarse de lo que cuenta un forastero o de lo que opina gente que en esto toca de oído como el cantamañanas de Gimeno.
   La señora Leo tras rumiar unos minutos la opinión su hija, se da una palmada en la frente.
- Me parece una idea muy sensata, María Dolores, y conozco a la persona indicada a la que preguntar: Manuel Caselles. Ya sabes que tiene un par de trilladoras que las desplaza al delta del Ebro en la época de la recolección del arroz.

   Precisamente, el vecino aludido por la señora Leo es en esos días una de las comidillas de los mentideros locales. En el pueblo nadie se explica cómo alguien tan declaradamente de izquierdas como Manuel Caselles ha conseguido que el Servicio Nacional de Regiones Devastadas le venda dos tractores Fiat, de los que las divisiones italianas que pelearon en la guerra española abandonaron al repatriarse. Se rumorea que ha debido de untar a algún pez gordo, pero sea lo que fuere allí están los primeros tractores que se ven en el pueblo. Los que más saben de maquinaria agrícola afirman que el negocio que va a hacer Caselles, con los feos y ruidosos cacharros, le va a caber en la palma de la mano, que si no se arruina será un milagro. La señora Leo que, junto con su hija, ha ido a visitarle, antes de plantearle sus dudas sobre el coto arrocero, cree preferible comenzar la charla por cuestiones más personales. Le pregunta por sus hijos que siempre son un buen pretexto para congraciarse con un padre:
- Los hijos…, los hijos son mi cruz, Leo. Al mayor, José Manuel, le ha pasado como a tantos otros, lleva casi cinco años de mili. Después de la guerra y de que se chupara un campo de concentración, los nacionales reengancharon a su quinta y me temo que mientras dure la guerra mundial los van a tener marcando el caqui por si acaso. Alberto pudo escapar de Argelès y volvió a España. Estuvo un tiempo en un campo de concentración en Figueras y ahora lo tienen en un batallón de trabajadores. Y el pequeño, Toni… - el hombre mueve la cabeza -, es mi gran preocupación. Se lo llevaron a Rusia con un grupo de aviadores que envío la República para que se formaran allí y solo sé que, antes de que los alemanes declarasen la guerra a los soviéticos, estaba vivo. Desde que los rusos entraron en guerra no he vuelto a saber nada.
- Cuándo tus chicos vuelvan, que seguro que un día u otro lo harán, te podrán ayudar en el negocio, ¿aunque sabes qué se dice en el pueblo de la última adquisición que has hecho? La gente se hace cruces de cómo podrás sacar tajada a los tractores. Aquí, como todos sabemos, no hay más que fincas de tres al cuarto. Salvo unas cuantas no hay propiedades lo suficientemente grandes que puedan permitirse el lujo de que entren máquinas de ese porte. Al menos, eso es lo que comenta la gente.
   Lo que le cuenta la señora Leo lo escucha Manuel con una sonrisa socarrona y un brillo picaresco en sus ojillos. Como su convecina es una antigua conocida y le cae bien no le importa desvelarle alguno de sus proyectos:
- Mucha gente de este pueblo, Leo, no es capaz de ver más allá de sus narices, por eso nunca saldrán de pobres. No he comprado los tractores para las fincas del pueblo, de aquí no pienso remover ni un palmo de tierra.
- ¿Entonces…?
- ¿Sabes dónde está el negocio? – y sin esperar respuesta añade – En la Albufera y en el delta del Ebro. Ahí es donde hay muchos cuartos a ganar. Como sabes – prosigue Caselles -, en esos lugares se cultiva arroz desde hace muchos años. Pues bien, el terreno destinado a arrozales se va a multiplicar por cuatro o por cinco en los próximos años y para eso se van a necesitar tractores y muchos. Ya tengo apalabrados compromisos en la próxima campaña para dar trabajo, no a mis dos máquinas sino a una docena que tuviera.
   Ahora es el momento, se dice Lolita, de exponer nuestras dudas:
- … y la verdad es que oyendo al experto daba la impresión de que se puede ganar mucho dinero con esto del arroz. Usted que lleva años trabajando con los arroceros, ¿qué opina?, ¿qué nos aconseja?
- Es cierto que con el arroz hay muchos duros a ganar, siempre que se pueda escaquear la mayor cantidad posible a los de la Fiscalía de Tasas y venderlo de estraperlo, pero tampoco es oro todo lo que reluce.
- ¿Dónde están los problemas? – quiere saber la señora Leo.
- Principalmente, en el agua. Se dice que el arroz ha de tener la cabeza en el fuego y los pies en el agua. Desde que lo plantas hasta unos días antes de la siega el cereal necesita estar permanentemente encharcado, agua que periódicamente hay que reponer y eso supone que se necesita mucho caudal. En el delta no tienen problema, cuentan con el Ebro y en la Albufera ocurre algo parecido, pero aquí solo se puede contar con el agua de los pequeños manantiales que hay en el humedal y en la marjalería. ¿Serán suficientes? No lo sé. Además, habrá que canalizarla e instalar uno o varios motores para bombearla porque hay diferentes niveles. Otro problema, pero este tiene solución si se tiene la suficiente capacidad financiera, es que se trata de un cultivo bastante caro en cuanto a mano de obra, hay que invertir su buen dinero en cada fanegada que pongas en marcha. Por eso digo que no es oro todo lo que reluce.
- Y tú que conoces el negocio del arroz, ¿en mi lugar comprarías o no? – la señora Leo hace la pregunta por la que ha visitado a su convecino.
- Eso depende de lo que pienses hacer con la finca – Da toda la impresión de que Caselles no es de lo que se mojan -. Como dije, en los arrozales hay que trabajar metido dentro del agua y la mano de obra sale cara.
- Lo que yo pensaba, Manuel, es comprar una finca de las que vende el Ayuntamiento muy bien de precio, arrendarla y, cuando pase el plazo de mora, venderla. Si todo sale bien lo más natural es que esos terrenos se revaloricen.
- Es posible que sea así, pero nadie lo puede asegurar. Lo de hacer profecías no es lo mío – Caselles sigue sin dar una respuesta concluyente.
- Señor Caselles, sin rodeos por favor, si usted estuviera en nuestro lugar ¿compraría o no? – es Lolita la que pone al industrial agrario en el disparadero de definirse.
   A Caselles no le ha gustado la imperativa interpelación de la joven y su respuesta lo demuestra: 
- Mira, niña, si estuviera en vuestra piel me atendría a lo que dice el refrán: zapatero, a tus zapatos.