"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 19 de abril de 2016

19. Sería divertido investigar el robo



   La portada del dieciséis de noviembre de ABC no podía ser otra después de los atentados yihadistas de París de la semana anterior, se ven dos policías apostados en la esquina de una calle parisina. Su titular también es significativo: París no descansa. Desde luego, estos fanáticos no van a parar de jodernos hasta que alguien se eche la manta a la cabeza y se líe la enésima guerra en el medio oriente, se dice Ponte. Y vuelve a pensar en lo que para él se ha convertido en una idea fija: que a los musulmanes les haría falta un Lutero que llevara adelante una profunda reforma religiosa en el islam, como fue la protestante, y hasta que tuvieran una contrarreforma. Hasta que no ocurra eso o algo parecido, piensa, sus facciones más radicales seguirán causando esas masacres absolutamente inhumanas e injustificadas.
   Mientras el viejo termina de leer la prensa del día, la policía continúa sus investigaciones sobre el Caso Inca. En la reunión de ese lunes, de lo primero que Atienza informa a su compañero de equipo es que Blanchard se ha vuelto a París. Le puso un mensaje comunicándoselo. No sabe cuándo regresará.
- ¿Alguno de los que han caído es familiar del franchute? – se interesa Bernal.
- No, pero al parecer le necesitan en su servicio.
- No me extraña, les harán falta todos sus efectivos porque un atentado de esas características ha de tener muchos flecos que investigar – y Bernal añade -. A esos fanáticos habría que pasarlos a todos por la piedra.
- El problema es ¿dónde encontrarlos y, sobre todo, cómo diferenciar los creyentes no violentos de los radicales? La mezquita de la M-30 se llena todos los viernes de musulmanes que van a cumplir con sus preceptos religiosos, ¿todos los que allí rezan son yihadistas? Es uno de los muchos problemas que presenta esta nueva clase de terroristas, diferenciar los que lo son de los que no – opina Atienza.
- No niego que el problema sea peliagudo, pero habría que actuar de forma más contundente de lo que se lleva a cabo. Los países occidentales somos demasiado remilgados con los fanáticos, y no solo con los islamistas sino con toda clase de radicales – sostiene Bernal.
- Se ha vuelto a repetir algo parecido a lo que tuvimos aquí el 11-M – recuerda Atienza.
- Con una diferencia que señala la idiosincrasia de cada país. Aquí, explotaron trenes que transportaban currantes. Allí, han tiroteado a gente que se estaba divirtiendo en restaurantes y salas de fiestas – discursea Bernal.
- ¡Y qué más da! Sea gente que va al trabajo o esté divirtiéndose son ciudadanos que no hacen mal a nadie ni van contra nadie. Y como esta charla no conduce a nada, será mejor que retornemos a nuestro curro. ¿Novedades? – inquiere Atienza, más retóricamente que otra cosa porque sabe tan bien como su colega que no hay ninguna.
   Al día siguiente que los inspectores del Caso Inca constataban, otra vez, que sus pesquisas no conducen a buen puerto, el único testigo de dicho caso y sus compañeros de dominó se juntan en el Centro de Mayores de Moncloa, frente al Parque del Oeste, para su bisemanal partida. Una vez la han concluido, Ballarín reclama la atención del grupo, ha traído algo que quiere enseñarles. Saca de una vieja cartera de mano un cuadernillo anillado de cubiertas de plástico lleno de recortes de prensa recopilados por riguroso orden cronológico.
- ¿Qué demonios es esto? –inquiere Álvarez.
- Es cuanto he ido recogiendo del robo del Museo de América. Como veréis está casi todo lo que ha publicado la prensa madrileña, desde las primeras noticias hasta lo último que ha salido. Incluso tengo grabado en un pendrive algunos reportajes de los que se han emitido en televisión, entre ellos la entrevista que le hicieron a Manolo. El lápiz no lo he traído, pero está a vuestra disposición.
- ¿Y para qué nos lo enseñas? – quiere saber Grandal.
   La callada por respuesta a su pregunta y, sobre todo, las delatoras miradas de sus compañeros de dominó molestan al excomisario que, por un momento, siente la tentación de dar un portazo y largarse. Lo piensa dos veces y se dice que no puede actuar como un adolescente y coger una rabieta ante la actitud de unos viejos que, no cabe duda, se han vuelto seniles. En su lugar opta por explicarles al trío las muchas contradicciones que encierra su proposición de investigar el robo del tesoro.
- No quiero ofenderos, pero creo que decididamente habéis perdido una gran parte del sentido común. Porque si esos recortes de Amadeo forman parte de vuestra descabellada idea de que juguemos a policías en el robo del furgón blindado, es una muestra patente de que el riego sanguíneo de vuestros cerebros está teniendo graves problemas. ¿Habéis pensado en lo descabellado de vuestra propuesta? ¿Pretendéis que investiguemos un caso que ya lo están haciendo mis compañeros en activo? ¿Con qué equipo contaríamos? ¿Cómo podríamos obtener información? Es más que posible que en este caso esté involucrada alguna banda extranjera, ¿quién nos financiaría los viajes al extranjero? Ahora, se hacen muchas investigaciones vía internet, ¿dónde está el equipo informático necesario? Bueno, y podría estar planteando preguntas hasta el año que viene. Preguntas para las que ninguno de vosotros tiene respuestas. O sea, que tengamos la fiesta en paz y dejaros de chiquilladas porque si no lo hacéis tendré que causar baja como miembro titular de esta partida – termina su parrafada con una sonrisa como para restar acritud a sus palabras.
   Manuel Ponte, que como decano del grupo suele ejercer de componedor, es quien responde a Grandal:
- Mira, Jacinto, todo cuanto acabas de decir es más cierto que el hecho de que continuamos instalados en la puñetera crisis. Lo que ocurre es, en buena medida, culpa nuestra porque hemos sido muy torpes al explicarte esta propuesta, idea o como quieras llamarla. No hemos sabido hacerlo mejor y tú tampoco nos has ayudado mucho que digamos porque te has echado al monte a las primeras de cambio. Lo que te pido ahora, lo que te pedimos – rectifica el verbo mirando a Ballarín y Álvarez -, es que nos dejes contártelo con tranquilidad y que nos escuches con ánimo sereno en la seguridad de que si después de esta charla sigues negándote a secundar el proyecto no volveremos a hablar de ello. ¿Te parece bien?
   Aceptada la proposición por Grandal, Ponte le explica lo que han tramado:
- Antes que nada has de saber que esto es cosa de los tres y que la idea nació cuando conté lo de la película Arrugas. El motivo principal y que es el motor de este plan es que nosotros, tú incluido, si algo tenemos en abundancia es tiempo, tanto que en la mayoría de días nos aburrimos como ostras por no saber qué hacer. Lo habitual es que malgastemos horas y horas, apoltronados en un sillón, viendo en la caja tonta programas que en realidad ni nos gustan ni nos interesan. O con tal de escaparnos de nuestras tristes y solitarias casas, es tu caso y el mío, nos sentamos en la barra de cualquier bar de mala muerte bebiendo más de lo que nuestros maltrechos hígados pueden soportar – nada más decir esto Ponte se muerde los labios porque sabe que es lo que suele hacer Grandal, pero continúa con su explicación -. O seguimos matando el tiempo dando interminables paseos a pie o usando nuestras tarjetas de transporte público, yendo a sitios que nos importan un rábano. Dos veces a la semana echamos unas partidas de dominó y poco más. Ahí terminan nuestros esparcimientos. Por eso se nos ha ocurrido que una gratificante manera de darle vidilla a tanto tiempo muerto y aburrido es hacer algo fuera de lo habitual como investigar el robo… Dejadme beber que cuando hablo mucho se me seca la garganta – pide Ponte.
   Mientras Ponte bebe, Grandal está pensando: o sea, que estos tres carcamales creen que para no aburrirse hay que jugar a policías y ladrones o algo parecido. Pues están listos si cuentan que me van a meter en ese disparate. Definitivamente, tendré que buscarme otros compañeros de dominó, pero algo tendré que responderles, aunque ¿qué tendría que hacer para negarme a su extravagante petición sin molestarles demasiado?