"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 25 de octubre de 2019

127. De hoy en un año, volvemos


   Terminada la sinuosa charla con el sargento Bellido, Grandal vuelve a su apartamento para recoger a Chelo. Dado que es su último día de veraneo, Pedro Ramo les ha invitado a comer en un restorán de Alcossebre, el Forn de Tonico. Cuando llegan, el torreblanquí ya les está esperando sentado en la sombreada terraza del restorán, sito en la falda de una pequeña colina y desde la que se divisa el Mediterráneo como si fuera un telón de fondo. Ramo, que no conocía a Chelo, saluda ceremoniosamente a la mujer besándole la mano lo que provoca una sonrisa de la escort que tanto puede ser de complacencia como de ironía.
-Que guapo es este sitio y que fresquito. ¿Forn quiere decir horno? –pregunta Chelo.
-Efectivamente, y para mí Tonico es una de las perlas de la hostelería de Alcossebre. Ya veréis sus platos, seguro que os van a encantar. Ah, me he permitido encargar el menú, espero que no os moleste –anuncia Ramo.
-Hombre, Pedro, parodiando el refrán podríamos decir aquello de que a menú regalado no le mires el diente –bromea Grandal.
-¿Y qué has encargado? Cuéntanoslo que soy una cocinilla y todo eso me chifla –pide Chelo.
-De entradas vamos a tener esgarraet de bacalao, alcachofas de Benicarló rellenas con langostinos de Vinaroz y algo muy típico de la casa: un surtido de coques. El plato fuerte es arròs al forn, otra de sus grandes especialidades, y de postre tendremos unas porciones de coca d´atmella.
-Lo he entendido todo, menos el esgarraet y el nombre del postre, ¿qué son? –quiere saber Chelo.
-El postre es coca de almendra, una de las exquisiteces de la repostería de La Plana, y que es mucho mejor que la tarta de Santiago. El esgarraet es un típico entrante de la cocina mediterránea cuyo nombre proviene de la palabra valenciana esgarrar, que significa desgarrar en tiras.
-¿Sabes qué ingredientes lleva y cómo se prepara? –pregunta la mujer.
   Ramo le explica que es uno de los contados platos de su tierra que sabe cómo se prepara porque de niño vio infinitas veces como lo hacía su madre. Le cuenta que los ingredientes para cuatro personas son: de 175 a 200 gramos de bacalao en salazón, 4 pimientos rojos o uno en tiras ya asado, un diente grande de ajo y aceite de oliva virgen extra. Asimismo, cuenta que su madre también le ponía cebolla dulce. Su elaboración comienza asando los pimientos hasta que la piel se separe, se deja que se enfríen, se pelan y se cortan en tiras. Se pican los ajos y se desmiga el bacalao. Se mezclan todos los ingredientes en un cuenco y se añade el aceite. Se remueve bien, se tapa con papel film y se deja que repose durante varias horas…
-Mi madre lo solía hacer de un día para otro que es como está más rico. Es un plato frío y por tanto ideal para el verano.
   El camarero les ha preguntado por las bebidas, momento que aprovecha Ramo para indicarle que le diga a Arturo que han llegado sus invitados y que pueden servirles los entrantes cuando quieran.
-¿Arturo quién es, el dueño? –pregunta Chelo.
-No, su cuñado y el que hace de maitre.
   Junto con las bebidas y el primer entrante, una fuente de pequeñas raciones de cocas, aparece el tal Arturo, alto, enjuto, calvo y sonriente, que saluda efusivamente a Ramo como si fueran viejos conocidos. Ocasión que utiliza Chelo para preguntarle de qué son las cocas que acaban de servirles.
-Estas son de vegetales: de tomate, verdura, cebolla, espinacas y calabacín, aunque las cocas admiten toda clase de añadidos, las hay de bacalao, anchoas, huevo, cecina, jamón, beicon, etcétera. Y esta alargada y más grande es la coca de sal, pues está recubierta de una costra de sal, es una alternativa al pan. Las elaboramos aquí y las cocemos en nuestro horno.
-Gracias, Arturo, Pedro me ha dicho que luego me explicarás las recetas de los diferentes platos que vamos a comer –requiere la mujer.
   El maitre vacila y mira a su amigo como diciéndole: no deberías prometer nada que tenga que hacer otro.
-Bueno…, hoy pese a que es martes vamos a tener el local casi al completo. No sé si voy a tener tiempo… –al ver el mohín de decepción de la mujer, rectifica-. Mire, haremos una cosa, al terminar, elija uno de los platos que más le hayan gustado y procuraré hacer un hueco para contarle cómo lo preparamos.
   Como había previsto Ramo, a Chelo le chiflan los entrantes. Se deshace en elogios sobre la fina textura y el agradable sabor de las alcachofas rellenas de langostinos, y paladea el salado frescor del bacalao del esgarraet contrarrestado por la dulzura de los pimientos y la cebolla. Cuando el servicio recoge los primeros platos, aparece otra vez Arturo.
-¿Les han gustado nuestros entrantes?, ¿sí?, pues ahora les servimos el plato fuerte, el arròs al forn.    
-Huy, yo estoy llena, no sé si seré capaz… -se lamenta Chelo.
-Juraría que Arturo no habla el mismo valenciano que la gente de Torreblanca –observa Grandal cuando se va el maitre.
-Es que no es de aquí, es de Alcanar. Pasado Vinaroz, es el primer pueblo de la costa sur de Tarragona. Y suele bromear de que los canareus, que es su gentilicio, no tienen muy claro si hablan catalán o valenciano.
   Aparece un camarero portando una cazuela de barro con el arroz y otro que lleva una mesita auxiliar. Al verles Ramo les indica:
-Dejad la cazuela en la mesa, ya nos servimos nosotros. Gracias.
-Así que este es el famoso arròs al forn. Pues tiene pinta de resucitar a un muerto –comenta Grandal.
-Está elaborado al horno, con cazuela de barro. Es un plato extendido por muchas comarcas valencianas y al que se le puede calificar tanto de recio como de sano –explica Ramo que, empuñando la paleta, le pregunta a Chelo-. Dime cuánto te pongo.
-Huy, solamente una cucharadita para probarlo -Ramo, como le ha pedido la mujer, le sirve una ración minúscula de arroz, a Grandal le pone un plato colmado.
-Sí que está rico, ponme un poquito más –ruega Chelo a Pedro, lo que provoca una socarrona sonrisa de Grandal que conoce el saque que tiene su novia cuando algo le gusta, y que luego contrarresta con prolongadas jornadas de ayuno.  
   El excomisario se ha puesto las botas de arrós al forn, ha repetido y hasta ha rebañado la cazuela.
-¡Uf!, esta tarde no voy a poder ni moverme, estoy como una boa después de comerse un búfalo.
-¿Las boas pueden comerse a un búfalo? –pregunta asombrada Chelo.
-No lo sé, supongo que depende del tamaño de la serpiente y de la envergadura del búfalo –explica Grandal que dirigiéndose a Ramo le indica-. Creo que voy a tener que pasar del postre, no me cabe nada más. Como mucho tomaré un café.
   Grandal no prueba la coca de almendra, pero Chelo, que es muy golosa, sí y hasta repite.   
-Tenías razón, Pedro, es de una finura súper. Me gustaría llevarme la receta, ah y también la del arroz al horno. Como veo que le ha gustado mucho a Jacin –Que apocopen su nombre es algo que detesta Grandal, solo se lo consiente a Chelo- probaré de hacerlo en Madrid, aunque no creo que me salga tan bueno como el que preparan aquí.
-Te recuerdo, bonita, que el tal Arturo ha dicho que te explicará la receta de uno de los platos, no de varios –le recuerda Grandal.
-Si tiene tiempo no creo que tenga ningún problema para explicarle las dos recetas –aclara Ramo-. De todas maneras, si no lo tuviera, como he de volver la próxima semana a comer con mis hijos y nietos, elige una y la otra se la pediré cuando vuelva y te la mando por mail o te llamo por teléfono y te la cuento, lo que prefieras.
   Terminados los postres vuelve a aparecer Arturo para invitarles a una copa. Grandal se pide un pacharán y Ramo un aguardiente de hierbas, Chelo tomará café, a lo que también se apunta el excomisario.
-El mío que esté bien cargado, si no esta tarde en lugar de hablar voy a farfullar.
-Te recuerdo, Jacinto, que luego hemos quedado con los amigos para que termines de contarnos tu teoría sobre las últimas horas de Salazar –le recuerda Ramo.
   Vuelve a aparecer el maitre que trae personalmente las bebidas a las que invita la casa, ocasión que emplea Chelo para preguntarle por la receta del arroz al horno. Arturo tuerce ligeramente el gesto, pero se repone enseguida y con su mejor sonrisa responde:
-Como estamos de trabajo hasta el cuello, solamente podré darle la versión abreviada de la receta. Tome nota.
   Arturo le explica que para cuatro personas necesitará unos 300 gramos de arroz, 600 ml de caldo de cocido, 120 gramos de garbanzos cocidos, 4 costillas de cerdo, 4 morcillas de cebolla, 4 lonchas de panceta fresca, un par patatas, uno o dos tomates, tres cucharadas soperas de tomate triturado, una cabeza de ajo, aceite de oliva virgen, azafrán y sal. Hay gente que le añade pimentón. En cuanto a la elaboración hay que pelar las patatas, cortarlas en lonchas finas y freírlas en una sartén con aceite. Se escurren y se reservan. Se cortan los tomates en lonchas, se rehogan en una sartén y se retiran en un plato. Se cortan las costillas por la mitad, se sazonan, se las dora en otra sartén con aceite y se retiran a un plato. Se corta la panceta en trocitos, se añade a la misma sartén y se retira junto a las costillas. Se agregan las morcillas, se rehogan y se retiran. Se añade azafrán a la sartén, la salsa de tomate, los garbanzos y el arroz. Se sazona y rehoga. Se pone el conjunto en una cazuela de barro y se añade la costilla, la panceta y la morcilla. Se agregan las patatas y los tomates loncheados. Se coloca la cabeza de ajos en el centro, se vierte el caldo y se introduce la cazuela en el horno a 220 grados durante unos veinte minutos.
-… y ale hop, ya tiene el arròs al forn valenciano en su punto. Mejor servirlo enseguida pues si se enfría mucho tiene tendencia a pasarse.
   Tras darle las gracias a Arturo, tomarse el último chupito y pagar la cuenta, el trío abandona el Forn de Tonico.
-¿Qué os ha parecido? –quiere saber Ramo.
-A mí me ha chiflado y a Jacin, por el meneo que le ha dado a la cazuela, supongo que igual –responde Chelo.
-Volveremos –dice Grandal y como pensándolo mejor exclama-, ¡sabéis que os digo, de hoy en un año, volvemos!

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré el episodio 128. Todos se van a ir de rositas