"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 25 de marzo de 2014

3.13. Las tribulaciones del tío Blay

   En la charla de la siguiente semana sobre el boom inmobiliario en Senillar, el profesor Tormo continúa con su exposición:
- Los cambios que se han producido en España han creado una suerte de revolución socioeconómica originada por variadas causas, pero la principal es el boom del ladrillo. Senillar es un ejemplo. Éste era el clásico pueblo de la huerta valenciana con una economía basada en la agricultura y, en una mínima parte, en los servicios. Un municipio con un pobre y rígido mercado laboral que obligaba a muchos jóvenes a salir del pueblo para conseguir un puesto de trabajo. Todo eso es historia. Al igual que en buena parte del país el auge de la construcción se ha convertido en la locomotora que tira de todo lo demás. Desde hace algún tiempo nuestro pueblo lleva camino de convertirse en un centro de vacaciones de sol y playa y para eso hacen falta apartamentos, viviendas unifamiliares, adosados, hoteles; en fin, inmuebles.

   Aprovechando que el conferenciante hace una pausa para beber, uno de los asistentes, un viejo con gafas como culos de botella, interviene:
- A mí lo que me gustaría saber es qué efectos producirá en el pueblo tanta construcción.
- ¿Efectos que producirá? Ya se están produciendo. El paisaje está cambiando, donde había huertos ahora hay edificios. El pueblo casi ha duplicado su población. De una sucursal bancaria se ha pasado a cinco. Donde no había una sola agencia inmobiliaria se ha superado la docena. La oferta de puestos de trabajo se ha incrementado, algo que es bueno, aunque el trabajo adolece de los defectos propios del sector turístico. Resumiendo, Senillar ha pasado de ser una sociedad rural a una semiurbana, de vivir de una economía agraria a otra basada en la construcción y el turismo, de tener un suelo rural a otro urbanizable… Y luego están las consecuencias que podríamos denominar intangibles: son muchos los jóvenes que dejaron los estudios para trabajar en la construcción, el dinero corre generosamente, la gente gasta sin tino y se endeuda alegremente… y una larga retahíla de efectos que harían la explicación interminable. ¿Alguna duda?
   Lo que formula Sergio no es una duda sino una pregunta que escapa a los contenidos del ciclo:
- Y en ese boom inmobiliario ¿cómo puede influir la victoria del PP en las recientes elecciones generales?
- Bueno… - Tormo vacila, no esperaba la pregunta -, eso está fuera del contenido de las charlas, pero de todas formas te contesto: no lo sé. Indudablemente, el hecho de que en los próximos cuatro años rija el país un gobierno conservador cambiará el discurso político, pero me da en la nariz que respecto a la política urbanística las cosas seguirán como están e incluso es posible que se incrementen. El ladrillo es un señor muy poderoso y los políticos, sean del PSOE o del PP, le rinden pleitesía.

   En la siguiente charla, casi antes de que Tormo tenga ocasión de entrar en faena, Sergio le plantea la primera pregunta:
- Me gustaría que nos explicaras – al principio hablaba al conferenciante de usted, atavismo de su formación, pero el profesor insistió en que le tuteara - como se lleva a cabo el proceso de conversión de terreno rústico en urbanizable.
- Bueno, no soy un experto en temas urbanísticos, pero algo sé. Imaginemos dos escenarios distintos. El primero, una localidad en la que se han agotado los solares y hacen falta viviendas. El segundo, otra en la que, pese a que no se necesitan nuevas viviendas, el Ayuntamiento resuelve, consultando o no a sus ciudadanos, impulsar la construcción inmobiliaria. Si ambos casos se dieran en nuestra región, el consistorio podría servirse de una norma de la Generalitat del noventa cuatro que regula el proceso urbanístico. La corporación municipal, ante la demanda en un caso y la decisión política en el otro, escoge una zona rústica; es decir, un sector compuesto generalmente por campos de regadío, de secano, eriales, etcétera, y la convierte en zona urbana. Una vez seleccionados los terrenos se expone toda la información relativa a los mismos para su aprobación por el Ayuntamiento. A ese proceso se le conoce como Plan General de Ordenación Urbana, más conocido por sus siglas PGOU. Transcurrida la etapa de información, los plazos de presentación de alegaciones y demás requisitos, si todo está de acuerdo a derecho, se aprueba el proyecto y se procede a la realización de un PAI. Aunque tampoco es necesario que haya un PGOU para que se apruebe un PAI.

   Esta vez, en lugar de Sergio, es otro asistente el que se anima a preguntar:
- ¿Qué es eso del PAI?
- Significa Plan de Actuación Integrada. En síntesis, es la planificación de los terrenos que se van a urbanizar. Todos los terrenos existentes, salvo aquello que pueda estar protegido, desaparecen como propiedades diferenciadas y se unifican en un solo lote, para que me entendáis en una sola finca, con el fin de redistribuirlo. Entonces la superficie unificada se distribuye en parcelas separadas por viales.
- De eso del PAI, que nos está explicando el Pascual, os podía contar yo un sucedido que es como para mear y no echar gota – dice un vejete.
- Anda, Blay, cuéntanoslo – le anima un compañero sentado a su vera.
- Me tendría que dar permiso el Pascual – puntualiza el viejo, muy circunspecto, dirigiéndose a Tormo.
- Adelante con su historia tío Blay – le anima Pascual.
- Más que historia es un rosario de tribulaciones – precisa el tío Blay -. Pues veréis, mi cuñado Fernando me dijo un día que en la partida del Bordar, donde tenía un huertecillo en el que mataba las mañanas, iban a construir una urbanización y que me expropiarían la finca que heredé de mis padres, que en paz descansen. No le hice mucho caso porque es muy dado a la cháchara, pero cuando empecé a ver gente que iba midiendo y tomando nota de los lindes me lo repensé. Fui al Ayuntamiento y me dijeron que, en efecto, se había aprobado un PAI para aquel sector.
- Pero, tío Blay, al ser usted uno de los afectados tendrían que haberle consultado antes, en la fase de redacción técnica del plan – le interrumpe Tormo.
- Algo parecido les dije, que por qué no me habían informado antes. Su respuesta fue que lo del PAI se había puesto a exposición pública en el Ayuntamiento y que el plazo para reclamar había pasado. ¡Cómo si uno no tuviera otra cosa que hacer que ir a ver el tablón de anuncios! Pero hay más, han tasado la finca por debajo de su valor real. Por otra parte, y según los que saben de esto, la empresa urbanizadora ha presentado un presupuesto como si fuera a urbanizar en medio de la Plaza Mayor. Un presupuesto tan exagerado supone que la cuota de urbanización para cada propietario va a ser muy alta, tanto que muchos no vamos a poder pagarla.

   Sorprendentemente quien pregunta, dirigiéndose a Tormo, es una de las pocas mujeres asistentes:
- ¿Se ha de pagar mucho? De eso de la cuota de urbanización, digo.
- A priori es complicado dar una cifra pues depende de las dificultades que haya en la zona – Tormo sabe que entra en un terreno resbaladizo y opta por no dar cifras concretas -. A más obstáculos para urbanizar más habrá que pagar. A propósito, antes se me olvidó decir que una vez finalizadas esas fases se procede a distribuir las parcelas en función de los metros que aportó cada propietario en su día.
- Esa es otra – añade el tío Blay, quien se va calentando a medida que explica lo sucedido -. De cada parcela edificable, la empresa que urbaniza se ha quedado casi la mitad, o sea que además de dejarme sin huerto encima el terreno urbanizado que me devuelven es mucho más pequeño que antes.
   Son muchos los asistentes que acompañan las últimas palabras del tío Blay con comentarios reprobatorios sobre la manera en que se ha producido el proceso urbanizador que ha castigado a su convecino. Visto que aquello no hay quien lo pare, Tormo decide dar por finalizada la sesión.