"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Capítulo X. O creces o mueres 10.1. Los chicos necesitan una ocupación



   Tras el cierre del almacén de materiales para la construcción que montaron los padres de Rafael Blanquer y los de su esposa, Pepita Arnau, la joven pareja se enfrenta al problema de cómo ganarse la vida. Ambas familias tienen muchas fincas y otros bienes raíces, pero Pepita no quiere oír hablar de trabajar en algo que suponga ensuciarse las manos. En cuanto a Rafael, como no se cansa de repetir su madre inflando la realidad, un chico que es medio ingeniero no se va a poner a trabajar en una ocupación que no esté a la altura de sus merecimientos.
   Después de muchos conciliábulos, ambas familias se ponen de acuerdo para montar a sus vástagos una tienda de artículos de regalo. El establecimiento es el único del pueblo en su género. No tiene competencia, pronto descubren por qué. Dadas las arcaicas costumbres locales y la escasa capacidad adquisitiva, los clientes entran a cuentagotas. El fracaso es sonado. Los padres de los recién casados no se desaniman y, tras un detenido estudio sobre el comercio local, les ponen una perfumería. En el pueblo no hay ninguna, lo más parecido que existe es la vieja tienda del tío Recaredo, una mezcla de droguería, ferretería y mercería y en donde la prisa es materia prohibida. La joven pareja parece muy ilusionada con el establecimiento, es con mucho el más moderno y elegante del pueblo. En las primeras semanas, da la impresión de que Pepita ha encontrado el trabajo de sus sueños. Atiende a las clientas como si toda la vida la hubiese pasado tras un mostrador. Hasta da el pego de ser toda una experta en la materia.
- ¿Y qué perfume me aconsejas? – pregunta la clienta de turno.
- Maderas de Oriente, no lo dudes. Es de Myrurgia y huele de categoría. Fíjate si será bueno que lo usa Amparito Rivelles. No te digo más.
- Pepita, necesito un jabón de olor para mi chica que se va a casar, ¿cuál me recomiendas?
- Heno de Pravia, es uno de los mejores.
- Es muy caro, ¿no tienes otro un poco más barato?
- Prueba el de La Toja, vale algo menos, pero también es de categoría.
- ¿Tenéis cepillos de dientes?
- Eso en la farmacia.
   La ilusión de la pareja por la perfumería dura lo que ambos tardan en cansarse de tener que abrirla y cerrarla diariamente. Los padres no accedieron a que contrataran a una dependienta y la han de atender ellos. Pepita nunca trabajó y, pasadas las primeras semanas, lo de tener la diaria obligación de atender la tienda le resulta fatigoso. Con la excusa de que ha de cuidar al bebé, trata de que sea Rafael quien se ocupe del establecimiento, pero su marido arguye que vender perfumes y mejunjes para mujeres no es trabajo propio de un hombre que se vista por los pies y se niega tajantemente a ocuparse del negocio, solo está dispuesto, al finalizar la jornada, a hacer caja que para eso sabe muchas matemáticas. El resultado no podía ser otro: en pocos meses, y visto el fracaso de las ventas, no les queda otra que cerrar la tienda.
   Los Blanquer discuten sobre cómo encontrar un negocio en el que su hijo se sienta cómodo.
- Antonio, así no pueden seguir. Nuestra nuera no sirve para nada – se lamenta Maruja.
- No le culpes solo a ella – la contradice su marido -, la culpa es de los dos. Es verdad que Pepita no sabe hacer nada, parece la reina de Inglaterra, pero él no le ayuda ni pizca. Así no hay manera de sacar ningún negocio adelante.
- Estoy de acuerdo contigo… en parte. Mientras sean negocios que los tenga que atender Pepita no harán nada. Esa chica no sería capaz de vender un vaso de agua a un sediento. Es lo más corto que han parido madres.
- No deberías de hablar así de tu nuera porque nuestro hijo también tiene su aquel. Estoy todavía por verle que se ponga detrás del mostrador.
- ¡Hasta ahí podríamos llegar! ¿Te olvidas que es bachiller superior y con el ingreso aprobado en la Escuela de Ingenieros? No le hemos dado todos esos estudios para que termine como un vulgar tendero.
- Ser tendero es una profesión respetable y a Rafael no se le deberían de caer los anillos por serlo. De algo han de vivir o ¿es qué estás dispuesta a que vivan a nuestra costa y a la de nuestros consuegros?
- Por supuesto que no, pero a lo que me niego es que Rafael acabe siendo un tendero. Un chico que es medio ingeniero. Seríamos la rechifla del pueblo. Pues no se iba a reír más de una que yo me sé.
   Azuzada por su marido, Maruja intenta convencer a su hijo de que la situación es insostenible y hay que ponerle remedio.
- Hijo, así no podemos seguir – Más que un reproche las palabras de Maruja suenan como un lamento.
- La culpa no es mía, mamá. Ya os lo predije. Mientras os empeñéis en ponernos negocios que tenga que atenderlos mi mujer no haremos nada. Serán un fracaso. ¿O es que todavía no te has enterado de que tu nuera es tonta del culo? No sería capaz de venderle ni un cucurucho de altramuces a un chaval.
- No hables así de la madre de tu hijo. ¿Qué pensaría la gente si te oyera? Ya sé que no es muy despabilada, por eso lo que tienes que hacer es ayudarla.
- ¡Hasta ahí podríamos llegar! ¿Te olvidas de que soy bachiller superior y con el ingreso aprobado en la Escuela de Industriales? No me habéis dado todos esos estudios para que termine como un tendero de tres al cuarto.
- Pero de algo tenéis que vivir. No podéis estar mano sobre mano. Sois demasiado jóvenes para vivir de la sopa boba.
- No te digo que no tengas razón, pero a lo que me niego es a terminar tras un mostrador. Por ahí no estoy dispuesto a pasar.
- Y si no ponemos una tienda, ¿qué vamos a hacer? En el pueblo hay pocas posibilidades de montar cualquier otra clase de negocio.
- Ya se os ocurrirá algo, pero de estar tras un mostrador, rien de rien.
   Los Arnau también discuten sobre el futuro de su hija y los problemas ocasionados por los distintos y fracasados negocios.
- Si llego a sospechar que Rafael era tan vago no hubiera dejado que se casara con la niña.
- A mí, nuestro yerno siempre me pareció un chuleta y encima es de los que no le dan un palo al agua.
- Metimos bien la pata casando a la niña con ese haragán, pero ya no tiene remedio. Ahora lo que hay que hacer es encontrar una solución. Esta misma noche voy a ver a la Maruja.
   Ambas consuegras mantienen una agria discusión sobre quien de los dos cónyuges es culpable del desaguisado. Tras calmarse, concluyen que ambos tienen su parte de culpa y lo que ahora se impone, en vez de seguir echándose en cara el fracaso, es encontrar una salida a la situación, no hay otra que buscarles una ocupación a los chicos. Lo primero que deciden es traspasar la perfumería para no seguir perdiendo dinero. Lo segundo es pensar qué clase de negocio deberían montar que se ajustase a dos condiciones: que fuera atendido solamente por Rafael y que éste no tuviese que ponerse tras un mostrador. Es Antonio quien encuentra la solución. El Gobierno ha decretado el fin del racionamiento de artículos de primera necesidad como el pan, el aceite y la carne, y ese cambio produce, entre otros efectos, que muchos establecimientos comerciales necesiten llevar una contabilidad que anteriormente, con las cartillas de racionamiento, no era precisa. A ello le añade una idea que se le ocurrió cuando tuvo que hacerse un seguro. Van a montarles a los chicos una gestoría administrativa en la que se llevará a cabo un poco de todo: tramitar documentos, llevar contabilidades, cumplimentar cualquier tipo de solicitudes y representar a la compañía de seguros La Unión y El Fénix, una de las empresas del ramo más importante del país. Antonio le vende el proyecto a su hijo haciéndole ver que es un trabajo adecuado para un hombre de su preparación, por supuesto sin mostrador alguno, que no resultará excesivamente laborioso y, además, no va a tener competencia. Naturalmente, lo atenderá solamente él, su mujer no está capacitada para unas tareas que exigen conocimientos de los que está ayuna.
   Unas semanas después, Fina le cuenta a Lola la última novedad en el pueblo:
- ¿Sabes que Rafa ha montado un nuevo negocio? Se llama Gestoría y Correduría de Seguros Blanquer.