"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 12 de marzo de 2021

Libro II. Episodio 83. Pacta sunt servanda

 

   La semana se le hace larga a Julio, no deja de pensar en el plan de su madre sobre la especialización de ambas droguerías y en todas las consecuencias y problemas que puede conllevar. Pero más que en el plan a quien no puede quitarse de la cabeza es a Julia, no tanto como competidora sino como mujer. La joven le ha sorprendido en todos los aspectos: como mujer de negocios está seguro de que no tiene parangón, como interlocutora no conoce ninguna que sepa escuchar como ella, y como mujer no es que sea la más guapa de la ciudad, se dice, pero que tengan el brío, la inteligencia y el saber estar de su antagonista no debe de haber tantas, si es que hay alguna. Lo que no deja de asombrarle es que la muchacha se ha hecho mujer a su vera y no se ha dado cuenta. Quizá sus aventuras amorosas le han tenido tan entretenido que no ha sabido ver lo que hasta un ciego hubiese visto. Al haber suscitado Julia su interés, pregunta por la fama de la muchacha a uno de sus amigos, del que sabe que es un consumado correveidile.

   -Oye, Cándido, ¿qué es lo que se cuenta por ahí de la encargada del Bisojo?

   -¿Y tú me lo preguntas?, si vive en casa de tu madre. La debes conocer mejor que nadie.

   -Solo la veo de uvas a peras, suelo visitar a mi madre por las tardes y la muchacha todavía está en la tienda.

   -De muchacha na, está hecha una paloma más rica que el dulce de leche. Y lo que mayormente se cuenta de ella es que es una lagartona de mucho cuidao.

   -Explícame eso de lagartona –inquiere Julio, preocupado, pues también se denomina así a las fulanas.

   -Pues que es más taimada que una vieja casamentera. Según cuentan tiene a varios mozos que van tras ella como perritos falderos y que a todos les pone buena cara, pero nada más, en cuanto alguno le dice de pasearle la calle contesta que está muy atareada y no tiene tiempo para más.

   La respuesta tranquiliza a Julio, no es lo que imaginaba. Hasta que se da cuenta de algo: ¡cómo no habré caído en ello!, se dice, la mocosa es digna alumna de mi madre. Apostaría doble contra sencillo que esas ideas se las ha imbuido Pilar. O sea, que está esperando a su príncipe azul, ¿quién será el afortunado? El último pensamiento le hace sonreír, si hace tan solo una semana alguien le hubiese dicho lo que está pensando de Julia se habría carcajeado.

   A Julia le ocurre algo parecido que al mañego, no se lo quita de la cabeza. Siempre le tuvo respeto, por ser mucho mayor que ella y porque sabe mucho más, tanto de los negocios como de la vida. Sus amigas le han contado la fama que tiene Julio en la ciudad: que es más listo que el hambre, que sabe llevar muy bien el negocio, y que en asuntos de faldas le pierden las casadas con las que ha tenido numerosas aventuras. También en más de una ocasión, ha sido testigo y confidente de los disgustos de doña Pilar por el comportamiento poco edificante de su hijo. Lástima, se dice, que un hombre con tantas cualidades se eche a perder por no saber contener sus apetitos más bajos. A pesar de eso, le considera una buena persona, aunque como a la mayoría de miembros del sexo masculino a veces le pierda la vanidad. Y hasta tiene buena planta, reconoce. Lástima que sea tan viejo, pues ya cumplió la treintena. Aunque sabe que muchas de sus amigas le pondrían buena cara porque también tiene fama de ser un buen partido. Y como hizo Julio, también pregunta por él a la más cotilla de sus amigas.

   -Tere, ¿qué es lo último que se cuenta de Carreño?

   -¿Y tú me lo preguntas?, si vives en casa de su madre. Lo debes conocer mejor que nadie.

   -No creas, solo le veo de Pascuas a Ramos. Casi siempre la visita cuando estoy en la tienda.

   -Pues que está hecho un golfo, dispara a todo lo que se le pone a tiro. Parece que su última conquista es la mujer del señor Prados.

   -No sé quién es.

   -Uno de los terratenientes más ricos de la ciudad. El hijo de tu maestra parece que se está aprovechando de que Prados ya chochea y su esposa debe estar en la treintena. Es un tenorio de tres al cuarto que lo único que le gusta es pasar el rato sin comprometerse.

   -¿Y no ronda o ha rondado en plan serio a alguna chica soltera?

   -¿Y tú me lo preguntas?, si dicen que la única novia en serio que tuvo fue tu hermana Consuelo.

   Julia se queda sin respuesta. ¿Cómo ha podido olvidarse de la relación que tuvo Julio con su hermana? Aún recuerda, siendo niña, que Julio fue a su casa a pedir permiso a su madre para cortejar a Consuelo. Y también recuerda cuando iba a casa de Carolina, la mejor amiga de su hermana, a recoger las cartas que Julio enviaba desde Mallorca. Lo que nunca supo, porque no se interesó por ello, es por qué rompieron y quién lo hizo. De pronto le entran unas ganas locas de conocer la vida sentimental de su hermana mayor. Lo mejor será preguntarle, se dice, pero antes debe ocuparse de lo que es más urgente: convencer a su patrón del plan de Pilar, insistiendo que ha sido idea suya. Debe de obtener su consentimiento por si al final llega a un acuerdo con Julio, algo que le gustaría pues le daría una tranquilidad que comienza a hacerle falta, dado que ya no se le ocurren más ideas para mejorar el negocio.

   El Bisojo le había dicho que aceptaba que negociara el plan con Carreño, aunque reservándose la última palabra, pero parece que ha cambiado de opinión. Ahora el viejo no admite de ninguna manera que un recién llegado al complejo mundo de la droguería se ponga a su altura.

   -Julia, ¿conoces la expresión de tirar piedras a tu propio tejado?, pues eso supone ese plan pa mí. Llevo más de treinta años al frente del negocio y un novato como el judas de Carreño no me va a imponer un acuerdo que supondría una bofetada pa mi orgullo profesional. ¡Hasta ahí podríamos llegar!

   -Vamos por partes, señor Elías. En primer lugar, el plan no lo impone Carreño, sino que como le he recordado es idea mía. Y en segundo, que esto no es cuestión de orgullo sino de negocios. Usted me ha enseñado que en los negocios tratar de ignorar la realidad sí que es tirar piedras contra tu tejado. ¿Y cuál es la realidad? Pues que se ha descapitalizado intentando frenar la sangría que para nuestra tienda –Julia ahora usa el pronombre en plural para hacerle ver al viejo que se considera parte del negocio- ha supuesto la apertura de la nueva droguería. Si quiere le recordaré el último balance, no estamos en números rojos, pero andamos sobre el alambre. Como usted no aceptó que me fuera, solo mi salario y el de Lupe se comen la mayor parte de los ingresos. ¿Qué supone eso?, pues que en cuanto Carreño abra una campaña de rebajas entraremos en pérdidas. En cambio, si mi plan fuera aceptado por el mañego, algo que dudo que haga, habríamos logrado el cortafuego del que le hablé.

   La aposición, que ladinamente, ha metido Julia dudando de que Julio acepte el plan, concita el interés del Bisojo.

   -¿Y por qué crees que no aceptará tu plan?

   -Porque a Carreño le ocurre lo mismo que a usted, que ha hecho cuestión de orgullo no solamente ser propietario de la nueva droguería de la ciudad, sino también de la única. En cuanto vislumbre el menor resquicio acabará con nosotros. Estoy tan segura como que me llamo Julia.

   -Un viejo amigo que ya murió solía decir que lo que le conviene a mi enemigo no me conviene a mí. Si ese judas no acepta tu plan eso supone que es bueno para nosotros. Negocia con él, pero de igual a igual, nada de ponerse en plan pedigüeño. Pacta y luego decidiré.

   -No, señor Elías, si pacto con Carreño ha de ser con plenos poderes; es decir, que si llegamos a un acuerdo, que como ya dije no creo que acepte, eso tendrá su bendición desde ya –Julia ha decidido ponerse dura, sabe que el Bisojo en última instancia podría volverse atrás-. Doña Pilar me enseñó una expresión latina: pacta sunt servanda, los pactos han de cumplirse. Si firmo el pacto, firmado estará y si usted posteriormente lo revoca se quedará sin pacto y sin encargada. Porque, y eso también lo he aprendido de usted, los hombres valen lo que su palabra; pues bien, también se debe aplicar a las mujeres –Ante la tajante postura de su encargada el Bisojo recula y acepta el planteamiento de Julia. 

   Cuando el domingo ambos competidores se reúnen en casa de doña Pilar, antes de que el almuerzo concluya han llegado a un acuerdo que, con pequeñas variaciones, en esencia es el plan ideado por la aragonesa. Llegada la hora de los postres, y prevenida por la anfitriona, aparece Etelvina con una botella de sidra para brindar por el éxito de las negociaciones y, lo más importante para ambas conspiradoras: para festejar que las dos personas que les son más queridas han hecho las paces. Buena prueba de ello es que la chinata y el mañego departen como si fueran amigos de siempre. En algún momento Julia insinúa si habría que firmar un papel, la respuesta de Julio es tajante.

   -Mi madre me enseñó que un hombre vale lo que su palabra y, aunque no siempre lo he cumplido de lo que me arrepiento, si pienso hacerlo de ahora en adelante. Y doy por descontado que tú piensas lo mismo –y volviéndose a Pilar le pregunta-: Madre, ¿sirve lo de que una mujer vale lo que su palabra?

   -Por supuesto, hijo, Dios hizo libres e iguales a ambos sexos, aunque todavía son legión los zoquetes que opinan lo contrario, incluido el Código Civil.

   -Algo parecido le dije al señor Elías cuando traté de convencerle de que este acuerdo era lo mejor para él y precisamente la cité a usted, doña Pilar.

   -Julia, creo que va siendo hora de que apees lo de doña y me tutees. Para mí eres mucho más que una alumna o una pupila, te has convertido en la hija que siempre deseé y que la prematura muerte del padre de Julio me impidió tener. Y aunque la costumbre en los pueblos es tratar de usted a los padres, yo eduqué a mi hijo para que me tuteara como manera de sentirnos más cerca y comunicarnos más fácilmente. O sea, que ya sabes, Pilar a secas.

   Julio está interesado en saber qué le va a contar al Bisojo del acuerdo, la respuesta de Julia, con un guiño de ojo para Pilar, es:

   -Pues que pacta sunt servanda.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 84. El Pacto de la Pilarica