"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 30 de agosto de 2019

119. Por un clavo se perdió una herradura


   Ante la pregunta de Ballarín de porque no cuenta su hipótesis sobre lo que pudo hacer el guiri, Grandal da una respuesta evasiva.
 -Después de las últimas informaciones que hemos conseguido creo que el guiri ha dejado de ser importante en este caso.
-Es igual, hombre, pero me gustaría escuchar lo que sabes o lo que conjeturas sobre lo que   pudo hacer el extranjero –insiste Ballarín.
-No te hagas el estrecho y larga lo que sabes o lo que supones, figura –secunda Álvarez.
-Bueno, como queráis, pero que conste que la hipótesis que manejo sobre el guiri es más una especulación que un supuesto fundado en certezas.
   Nadie responde a la última excusa por lo que Grandal se decide a exponer su hipótesis sobre cómo fue la intervención del georgiano.
-Primero, lo que sabemos ciertamente de Grigol Pakelia. Que es georgiano y que trabaja para una mafia rusa. Y uno ambos datos porque no creo que un georgiano, dada la mala fama que tiene esa etnia en Rusia, pudiera ocupar un puesto de relieve en un clan ruso, por lo que cabe suponer que Grigol sería un simple soldado en el argot mafioso. El clan citado, radicado en la Costa del Sol, se dedica a actividades delictivas, entre otras al tráfico de drogas, la trata de blancas, el blanqueo de dinero y el ajuste de cuentas, hecho este último que hay que destacar porque podría ser el que conecte a Pakelia con Salazar. Asimismo, sabemos que el georgiano fue sancionado por la Guardia Civil de Tráfico el día seis de este mes a la altura de Valencia cuando circulaba en dirección norte, presumiblemente hacia la provincia de Castellón. Por último, sabemos que los pichones lo encontraron en la habitación de Salazar intentando ponerle bien una almohada…, ah y que habla correctamente español.
-¿Y qué es lo que no sabemos? –inquiere Álvarez sin esperar a que Grandal termine.
-¿Que no sabemos? Muchas cuestiones, entre otras: en el supuesto de que Pakelia se dirigía a Castellón, ¿dónde estuvo metido desde la fecha en que fue sancionado por la Guardia Civil hasta el 15 de agosto? ¿Qué estuviera aquí el día de La Asunción fue una casualidad o era parte de un plan? ¿Qué hacía o pretendía hacer en la habitación de Salazar? ¿Quién o quiénes le encargaron que encontrara a Salazar y para qué? ¿Por qué simuló hablar mal nuestra lengua cuando hemos constatado que se expresa en un español más que aceptable? Podría sumar más interrogantes, pero los mencionados creo que forman suficiente muestra de lo mucho que no sabemos de Pakelia.
-Bien, ahora solo falta que nos cuentes tus conjeturas sobre el guiri –reclama Ballarín.  
-Lo has dicho bien, Amadeo, a partir de ahora lo que os cuente no son más que conjeturas, eso sí, basadas en lo que sabemos –Grandal se toma un respiro y se concentra en encontrar el mejor hilo para ensartar sus supuestos y luego sigue-. Los georgianos tienen fama de belicosos y de implacables, rasgos que si se unen a unos nervios templados forman la base indispensable para ser un sicario eficiente. Alguien así es un tipo idóneo para, en el supuesto de tener un enemigo a quien callar, encargarle que le diera una paliza que no olvidara o si fuera necesario que lo callara para siempre. ¿Por eso lo eligió el clan ruso? No lo sabemos, y quizá no lo sepamos nunca, pero lo que he dicho es una opción que tiene bastante lógica dados los rasgos que atesora Pakelia. ¿No lo creéis?
   Nadie contesta hasta que Ramo levanta tímidamente la mano.
-A mí sí me parece lógico. Pakelia podría perfectamente desempeñar el papel de alguien que le tapara la boca a Salazar… Lo que resulta un contrasentido es que no lo hizo.
-En efecto, no lo hizo, pero no adelantemos acontecimientos. Como expliqué, la mafia para la que, al parecer, trabajaba el georgiano tenía entre su cartera de negocios el ajuste de cuentas. Como igualmente dije, esa actividad podría ser la conexión entre Pakelia y Salazar. El caucásico podría haber sido enviado a la Costa de Azahar para ajustarle las cuentas al zahareño.
-¿Y si le enviaron solo para intimidarle? –plantea Álvarez.
-Un hombre con el perfil de Pakelia no es el indicado para parlamentar, sí lo es para la acción –rechaza Grandal-. Bien, prosigo. Como dije antes, el seis de agosto, Pakelia es multado en las cercanías de Valencia cuando iba en dirección norte. ¿Cuál era su destino?, no lo sabemos, pero cabe pensar que su destino era esta provincia y supongo que no venía precisamente a veranear.
-Bien supuesto, venir a veranear a la Costa de Azahar viviendo en la Costa del Sol no tiene ninguna lógica –aprueba Ponte.
-Bien pensado, Manolo. Eso contesta al primer interrogante sobre lo que no sabemos de Pakelia. Si venía a Castellón no creo que fuera para veranear, entonces ¿para qué? Otra cosa que no sabemos con certeza es dónde estuvo metido desde el 6 en que fue sancionado hasta el 15 de agosto. No se ha encontrado ninguna pista de dónde pudo estar alojado esos nueve días, posiblemente en un apartamento turístico ilegal, en un establecimiento que no lleve un registro de huéspedes o en la casa de algún miembro o amigo del clan ruso. En cualquier caso, apostaría doble contra sencillo que estuvo residiendo en un radio de acción de menos de treinta kilómetros tomando como epicentro Torrenostra.
-Esas conclusiones también son lógicas, Sherlock Holmes –afirma Álvarez tan socarrón como acostumbra.
   Grandal echa una mirada torcida a Álvarez, pero no entra al trapo de su provocación. En su lugar prosigue con su hipótesis sobre el georgiano.
-Otra de las cosas que no sabemos es si el hecho de estar aquí el día de La Asunción fue una casualidad o algo premeditado. No creo en las casualidades, aunque admito que en lo de la fecha tengo muchas dudas. Quizá vino a tiro hecho, quizá estaba aquí ese día por azar. Evidentemente, sabía que aquí estaba Salazar, pero lo que posiblemente no sabía es que el gaditano se había puesto tan enfermo. En cualquier caso, el hecho de la fecha creo que es irrelevante, aunque no he dejado de preguntarme porque tantos y tan distintos personajes coincidieron en visitar al exsindicalista el mismo día. Es algo para lo que no he encontrado respuesta.
-Algún cabo siempre queda suelto –le consuela Ponte.
-Sí, pero un cabo suelto puede provocar que se suelte una vela y… ¿Cómo es aquella canción popular inglesa?… -Grandal intenta recordar hasta que hace memoria y recita-. Por un clavo se perdió una herradura, por una herradura se perdió un caballo, por un caballo se perdió una batalla, por una batalla se perdió el reino. Algo parecido podría pasar aquí.
-Bonita canción, no la conocía –comenta Ramo.
-Y ahora llegamos a uno de los interrogantes claves en la participación de Pakelia en esta historia. ¿Qué hacía o pretendía hacer en la habitación de Salazar? Su explicación de que pasaba por allí, oyó lamentos y entró para ayudar no se la cree ni el bobo de Coria. Antes descartamos que el georgiano no era un individuo indicado para parlamentar, por consiguiente hay que deducir que su estancia en la habitación 16 tenía otra finalidad. ¿Cuál?, la que se puede esperar de un sicario: Pakelia estaba allí para agredir al gaditano o para algo más definitivo, para asesinarle.
-Pero no lo hizo –reitera Ramo.
-No, no lo hizo, pero no olvidemos que fue sorprendido por los pichones y quizá no tuvo tiempo para liquidarlo.
-Si no recuerdo mal los pichones declararon que estaba arreglándole la almohada –apunta Ponte.
-Sí, pero ¿vosotros os imagináis a un tipo como el georgiano ahuecándole la almohada al pobre Salazar para que estuviera más cómodo? Eso le pega tan poco como a un Santocristo un par de pistolas. Yo antes conjeturaría que lo que pretendía hacer era usar la almohada como un eficaz instrumento para ahogar al gaditano. Y si no llegó a ejecutarlo fue porque la inesperada aparición del trío se lo impidió.
-O sea, que crees que Pakelia fue enviado a Torrenostra para liquidar a Salazar –resume Ponte.
   Antes de que Grandal pueda contestar, pregunta Álvarez:
-¿Y por qué hizo el paripé de que hablaba mal el castellano?
-Eso no fue más que una artimaña con la que escudarse por si le preguntaban algo embarazoso. Así puedes emplear respuestas de las de no lo entiendo, no lo sé, no sé cómo se dice en español, etcétera, etcétera.
-Suponiendo que tengas razón, falta por saber quién o quienes le encargaron que liquidara a Salazar –arguye Ballarín.
-Volvemos a lo de los autores intelectuales de lo que ya hemos hablado en anteriores ocasiones. No es lógico que un clan mafioso ruso tuviera algún interés en la vida y milagros de Curro Salazar y mucho menos uno de sus peones. Lo presumible es que una persona o varias encargaran al clan el trabajo de apiolar al exsindicalista. ¿Quién o quiénes? No lo sabemos, y posiblemente nunca llegaremos a saberlo, pero es razonable pensar que quien o quienes hicieron el encargo eran individuos lo suficientemente adinerados como para pagar un trabajo que debió tener una alta factura. Y que además de tener pasta estaban interesados en que el antiguo sindicalista no volviera a declarar ante el juzgado que instruye el caso ERE.
-Jacinto, le has dado tantas vueltas que confieso que me he perdido. Por favor, podrías resumirlo de forma ordenada para que un antiguo ferretero pueda entenderlo –ruega Ballarín.
-Ningún problema. Un individuo o mejor un grupo, posiblemente imputados en el caso ERE o en trance de estarlo si Salazar habla, encarga a una mafia rusa que le cierre la boca. El clan ordena a uno de sus sicarios, Grigol Pakelia, que ejecute el encargo. El georgiano entra en la habitación 16 dispuesto a cumplir el cometido, pero ante su sorpresa lo encuentra más muerto que vivo. De todos modos, decide acabar con la poca vida que le queda. Cuando está ahogándolo con una almohada es sorprendido por los pichones y no puede rematar su faena. ¿Lo entendisteis u os lo explico con bolas de colores? –remacha Grandal poniéndose chulo.

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré el episodio 120. Las raíces del caso Pradera

lunes, 26 de agosto de 2019

*** Post info 6. Los singulares progenitores de una familia numerosa



   Como les decía en mi anterior post ya tengo título (provisional) para mi nueva novela, Los Carreño. También tengo avanzada, y creo que es lo más importante, la trama de la narración y la historia de sus principales protagonistas, que en definitiva es la vida de la pareja progenitora de la familia que voy a novelar y de sus nueve hijos. Sí, han leído bien, nueve hijos, algo impensable en nuestros días, pero en aquella España a caballo de finales del siglo XIX y principios del XX el control de la natalidad estaba en mantillas, por no decir que era inexistente. Por eso no era tan excepcional que unos padres, de formación católica y con los recursos materiales suficientes, tuvieran familia tan numerosa, que podría haber sido mayor pues la madre sufrió un aborto. Lo que sí es raro, dada la elevada tasa de mortalidad infantil de la época, es que de nueve vástagos ocho llegaran a la edad adulta. Cuando yo conocí a los hijos de esos padres tan especiales, en la década de los setenta, aquellos que se habían casado hasta tenían nietos. Y así como los padres son, prácticamente, los principales protagonistas de la primera parte o Libro I de la novela, esos nueve hijos e hijas son los personajes capitales de la segunda y tercera parte de la narración.
   No recuerdo si he dicho los nombres de la pareja, el padre se llamaba Julio (nombre real) y, curiosamente, la madre, Julia (también nombre real). No llegué a conocerles, me hubiese gustado, pues criar a tantos hijos y verlos crecer y hacerse hombres y mujeres de provecho, como se decía en aquellos tiempos, presupone que eran dos personas excepcionales en muchos sentidos. La abundante información que he logrado atesorar sobre ellos, contada por hijos y nietos, así lo confirma. Aunque ya no estén con nosotros, quiero expresar mi sincero y cariñoso reconocimiento y mi personal admiración por lo que hicieron en una España en la que el ambiente no era el más favorable para sacar adelante a una progenie tan numerosa y conseguir que todos llegaran a ser hombres y mujeres cabales. Julio, Julia, hicisteis un espléndido trabajo. ¡Chapeau!

viernes, 23 de agosto de 2019

118. Me recuerdas a La Parrala de la copla


   Después de dejar a Chelo en Marina d´Or, Grandal se dirige a Torrenostra para jugar la cotidiana partida. Encuentra a tres de sus amigos, pues Ramo no está, jugando al chamelo en espera de que llegue él. En la partida por parejas, el excomisario juega rematadamente mal pues tiene la cabeza en otra parte. Al terminar Álvarez, que ha sido su compañero, no se priva de echarle una bronca.
-Mea culpa, Luis. Todos sabemos que para jugar bien hay que prestar atención y yo tengo la cabeza en otro sitio.
-No le hagas caso, Jacinto –le consuela Ponte-, cuando Luis tiene uno de esos días en los que se siente una prima dona del dominó no hay nadie en el mundo mundial que según él esté a su altura.
-No me vengas con chuflas, Manolo. Si es que no ha dado ni una. ¿Y se puede saber dónde tienes la cabeza, figura? –inquiere Álvarez.
   El excomisario les cuenta la conversación que tuvo por la mañana con el sargento Bellido y que ante la pregunta de: en definitiva, ¿quién asesinó a Curro?, no ha sabido responder. Cree que tiene casi todas las piezas del puzle, pero no es capaz de encajarlas debidamente. Es más, ni siquiera está seguro de que se trate de un asesinato.
-Entonces, ¿Salazar murió de muerte natural? –inquiere Ballarín, tan sorprendido como decepcionado.
-No lo descartaría aunque tampoco lo aseguraría –es la ambigua respuesta de Grandal.
-¡Coño, Jacinto!, un día parece que si lo sabes todo y al día siguiente que no sabes nada. Me recuerdas a La Parrala de la copla -Y ante la general sorpresa, Álvarez se arranca a cantar y no lo hace nada mal-. Unos decían que sí, otros decían que no, y pa dar más que decí La Parrala así cantó: Que sí, que sí, que sí, que sí, que a La Parrala le gusta el vino; que no, que no, que no, que no, ni el aguardiente ni el marrasquino… ¿Quién me compra este misterio?… (*)
-No conocía esa faceta tuya, Luis, estás hecho un cantaor de tronío –se burla Ponte.
-Pero vamos a ver, Jacinto, - es Ballarin quien mete baza- te creo cuando dices que no sabes quién asesinó a Salazar, pero a estas alturas si tendrás una idea, aunque sea aproximada, de lo que ocurrió en la habitación 16 la tarde de la Asunción, ¿o no es así?
-La tengo, pero lo que no tengo claro es si se llegó a ejercer una violencia tal sobre Salazar como para acabar con su vida.
-Jacinto, eso merece una explicación –exige Ponte.
-¿Qué queréis que os cuente?
-Todo lo que sabes y lo que no sabes pero sospechas –precisa Ponte.
   Grandal entrecierra los ojos tratando de concentrarse cuando vibra su móvil, es el sargento.
-Perdonad, el sargento, tengo que atenderle. ¿Alguna novedad, Bellido?
-Sí, comisario. Dos, una positiva y otra negativa, pero las dos tienen enjundia. Me gustaría contárselas personalmente.
-Estoy en Los Prados con mis amigos y no me voy a desplazar ahora a Marina d´Or para que me lo cuentes –Grandal está harto de la obsesión del sargento de hablar con él fuera del territorio de su comandancia.
-Si está ahí nos podemos ver…, por ejemplo en el chiringo El Olivar, el mismo en el que ya estuvimos y que está subiendo a Torreblanca a mano derecha. A estas horas no habrá nadie. Será cuestión de quince o veinte minutos a lo sumo.
-Bien, Bellido, pero veinticinco minutos como máximo. Salgo para allá –Grandal informa a sus amigos-. Tengo que entrevistarme con el sargento, pero en media hora estaré de vuelta. ¿Vais a seguir aquí?
   Cuando llega el antiguo comisario, el suboficial ya está esperando.
-Comisario, gracias por venir. Como anda corto de tiempo, voy directamente al grano. La primera novedad es que sigue sin haber noticias de Grigol Pakelia. Al final, la señora jueza ha dictado orden de busca y captura, pero los compañeros de la comandancia de Málaga no dan con él. Se sospecha que la mafia a la que pertenece debe tener algún topo infiltrado entre los nuestros y no hay manera de echarle el guante. La última vez que se le vio fue en el puerto de Algeciras, por lo que sospechan que haya podido huir del país vía Marruecos. Va a ser muy complicado dar con él porque si sale del país dudo que la jueza firme una euroorden de busca y captura puesto que en principio se trata solo de un testigo.
-Eso se venía venir –comenta Grandal-. De todas formas, Pakelia está muy al final de la cadena de hechos que se sucedieron en la habitación 16. Su testimonio no es el decisivo ni mucho menos.
-La otra noticia es que el laboratorio de toxicología, que ha estado analizando las vísceras de Salazar, ha emitido su informe final. Han encontrado rastros de droga en el organismo del difunto. Se trata de leves restos de un producto llamado brometalina, un veneno que actualmente se suele emplear en los raticidas pues ataca el sistema nervioso central de las ratas causándoles la muerte. El informe también indica que los restos encontrados no eran lo suficientemente potentes como para producir daños significativos en el organismo humano. Me ha comentado un abogado que con esos indicios la jueza podría pasar a Espinosa de imputado por el presunto delito de la omisión del deber de socorro al de acusado por presunto intento de asesinato, pero que las pruebas contra el zamorano son solamente circunstanciales por lo que lo tendrá complicado.
-Serán circunstanciales pero muy indiciarias. Sabemos que compró un matarratas. Sabemos que estuvo en la habitación de Salazar donde Rocío y Anca le sorprendieron dándole de beber coñac cuando ciertamente el gaditano ya se encontraba muy tocado. El mayor problema que tendrá la jueza es cómo probar que el veneno estuviera desleído en el licor.
-Le hablé de dos noticias, me olvidé de una tercera: las declaraciones de Pacheco y Sierra.
-¿Han declarado lo que te conté?
-Sí, no sé si literalmente, pero a grandes rasgos han vuelto a repetir el contenido de su informe. Sierra ha confirmado que cuando entró en la habitación ya se encontró a Salazar muy mal. Y luego ha contado lo de que primero pensó en avisar de su estado para que llamaran a un médico, pero luego se echó atrás cuando el Chato se asomó a la puerta. La jueza ha dictado su libertad pero con cargos: el de la omisión del deber de socorro y el de falso testimonio pues faltó a la verdad en su primera declaración. Queda Pacheco, que es quien lo tiene más crudo pues ha declarado que riñó con el gaditano porque este ofendió gravemente a su esposa, y durante la pelea le dio un empujón que provocó que Salazar chocará contra el canto del respaldo de un sillón y le diera un colapso pulmonar. La jueza le ha dejado en libertad con cargos: el de homicidio involuntario, el de la omisión del deber de socorro y el de falso testimonio pues también mintió en su primera declaración. Asimismo, ha dictado una citación a nombre de la mujer de Pacheco para que declare como testigo. Algo que si la esposa se acoge al derecho a no declarar contra un familiar directo, según el artículo 146 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, puede no testificar. Y eso es todo… Ah, y hay otra noticia: la pareja de la UCO se ha vuelto a Madrid. ¿Nos vemos mañana para que me cuente como ha quedado el puzle?
-Gracias, Bellido. Te llamaré y quedaremos para tener una última charla. Ahora tengo que dejarte que estoy con unos amigos.
   Grandal regresa al grupo y les cuenta lo que el sargento acaba de relatarle.
-¿Eso quiere decir que el expediente del guiri sigue en blanco? –pregunta Álvarez tan curioso como siempre.
-Pues sí, pero aunque no sabemos que intenciones tenía Pakelia al ir a ver a Salazar, si sabemos que el proceso que llevó a la muerte al exsindicalista no lo inició él porque a la hora que se le ubica en la habitación Salazar ya estaba muy enfermo.
-Entonces, ¿el extranjero queda descartado de toda culpa? –quiere saber Ponte.
-No me atrevo a asegurarlo, aunque tampoco puedo decir lo contrario. Y lo digo a pesar de que Luis vuelva a acusarme de que actúo como La Parrala de la copla. Lo que si tengo es una hipótesis sobre porqué estaba Pakelia en la habitación y qué es lo que estaba haciendo o, al menos, intentaba hacer cuando los pichones le sorprendieron.
-Anda, Jacinto, cuéntanos esa hipótesis –pide Ballarín.
-Si os la cuento fuera del contexto del relato global que estoy construyendo sobre la muerte de Salazar igual os perdéis –se excusa Grandal.
-Bueno, si nos perdemos sacaremos la brújula o, mejor aún, nos pondremos con el brazo derecho mirando al Mediterráneo y automáticamente sabremos donde está el norte, como nos enseñaban en los campamentos de verano del Frente de Juventudes –replica Ponte.
-¡El Frente de Juventudes!, pues no es antiguo eso ni na –exclama Álvarez que es de los más jóvenes del grupo-. Yo solo conocí la OJE.
-¿Qué es la OJE? –pregunta Ballarín que nunca perteneció a movimiento juvenil alguno.
-Es no, era la Organización Juvenil Española y sustituyó al Frente de Juventudes en 1960, aunque prácticamente hacía lo mismo con la salvedad de que tenía un carácter voluntario –explica Ponte.
-O sea, una organización juvenil franquista –aclara Ballarín.
-Anda tú, ¿y en la década de los sesenta que coño iba a ser? –se mofa Álvarez.
   Grandal contempla divertido como sus viejos amigos discuten sobre que fue mejor, si el FJ o la OJE. En esas están cuando aparece Ramo que se mete de lleno en la discusión sobre las organizaciones juveniles falangistas. Como es la de la misma edad que Ponte, también recuerda al Frente de Juventudes. Y explica que bien cerquita de donde están, en Alcossebre, había un campamento llamado Jaime I en el que estuvo en turnos de veinte días varios veranos de su niñez. Era el único veraneo que conoció mientras vivió en Torreblanca. Están los viejos tan entretenidos en sus añejos recuerdos que Grandal piensa que no van a volver a darle la tabarra para que les cuente su hipótesis sobre la muerte del antiguo sindicalista, cuando inesperadamente, y dándole un tajo a los recuerdos de sus amigos más viejos, Ballarín pregunta:
-Pero vamos a ver, Jacinto, ¿nos cuentas tu hipótesis sobre el guiri o qué?

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré el episodio 119. ¿Lo entendiste o te lo explico con bolas de colores?
(*)https://www.youtube.com/watch?v=Z3Gd_W2k7hw à Link para escuchar la canción de La Parrala.