Ante la pregunta de Ballarín
de porque no cuenta su hipótesis sobre lo que pudo hacer el guiri, Grandal da
una respuesta evasiva.
-Después de las últimas informaciones que hemos
conseguido creo que el guiri ha dejado de ser importante en este caso.
-Es igual, hombre, pero me gustaría escuchar lo que sabes o lo que
conjeturas sobre lo que pudo hacer el
extranjero –insiste Ballarín.
-No te hagas el estrecho y larga lo que sabes o lo que supones, figura
–secunda Álvarez.
-Bueno, como queráis, pero que conste que la hipótesis que manejo
sobre el guiri es más una especulación que un supuesto fundado en certezas.
Nadie responde a la última
excusa por lo que Grandal se decide a exponer su hipótesis sobre cómo fue la
intervención del georgiano.
-Primero, lo que sabemos ciertamente de Grigol Pakelia. Que es
georgiano y que trabaja para una mafia rusa. Y uno ambos datos porque no creo
que un georgiano, dada la mala fama que tiene esa etnia en Rusia, pudiera
ocupar un puesto de relieve en un clan ruso, por lo que cabe suponer que Grigol
sería un simple soldado en el argot mafioso. El clan citado, radicado en la
Costa del Sol, se dedica a actividades delictivas, entre otras al tráfico de
drogas, la trata de blancas, el blanqueo de dinero y el ajuste de cuentas,
hecho este último que hay que destacar porque podría ser el que conecte a
Pakelia con Salazar. Asimismo, sabemos que el georgiano fue sancionado por la
Guardia Civil de Tráfico el día seis de este mes a la altura de Valencia cuando
circulaba en dirección norte, presumiblemente hacia la provincia de Castellón.
Por último, sabemos que los pichones lo encontraron en la habitación de Salazar
intentando ponerle bien una almohada…, ah y que habla correctamente español.
-¿Y qué es lo que no sabemos? –inquiere Álvarez sin esperar a que
Grandal termine.
-¿Que no
sabemos? Muchas cuestiones, entre otras: en el supuesto de que Pakelia se
dirigía a Castellón, ¿dónde estuvo metido desde la fecha en que fue sancionado
por la Guardia Civil hasta el 15 de agosto? ¿Qué estuviera aquí el día de La
Asunción fue una casualidad o era parte de un plan? ¿Qué hacía o pretendía
hacer en la habitación de Salazar? ¿Quién o quiénes le encargaron que
encontrara a Salazar y para qué? ¿Por qué simuló hablar mal nuestra lengua
cuando hemos constatado que se expresa en un español más que aceptable? Podría
sumar más interrogantes, pero los mencionados creo que forman suficiente
muestra de lo mucho que no sabemos de Pakelia.
-Bien, ahora
solo falta que nos cuentes tus conjeturas sobre el guiri –reclama Ballarín.
-Lo has
dicho bien, Amadeo, a partir de ahora lo que os cuente no son más que
conjeturas, eso sí, basadas en lo que sabemos –Grandal se toma un respiro y se
concentra en encontrar el mejor hilo para ensartar sus supuestos y luego
sigue-. Los georgianos tienen fama de belicosos y de implacables, rasgos que si
se unen a unos nervios templados forman la base indispensable para ser un
sicario eficiente. Alguien así es un tipo idóneo para, en el supuesto de tener un
enemigo a quien callar, encargarle que le diera una paliza que no olvidara o si
fuera necesario que lo callara para siempre. ¿Por eso lo eligió el clan ruso?
No lo sabemos, y quizá no lo sepamos nunca, pero lo que he dicho es una opción
que tiene bastante lógica dados los rasgos que atesora Pakelia. ¿No lo creéis?
Nadie contesta hasta que Ramo levanta
tímidamente la mano.
-A mí sí me
parece lógico. Pakelia podría perfectamente desempeñar el papel de alguien que
le tapara la boca a Salazar… Lo que resulta un contrasentido es que no lo hizo.
-En efecto,
no lo hizo, pero no adelantemos acontecimientos. Como expliqué, la mafia para
la que, al parecer, trabajaba el georgiano tenía entre su cartera de negocios el
ajuste de cuentas. Como igualmente dije, esa actividad podría ser la conexión
entre Pakelia y Salazar. El caucásico podría haber sido enviado a la Costa de
Azahar para ajustarle las cuentas al zahareño.
-¿Y si le
enviaron solo para intimidarle? –plantea Álvarez.
-Un hombre
con el perfil de Pakelia no es el indicado para parlamentar, sí lo es para la
acción –rechaza Grandal-. Bien, prosigo. Como dije antes, el seis de agosto,
Pakelia es multado en las cercanías de Valencia cuando iba en dirección norte. ¿Cuál
era su destino?, no lo sabemos, pero cabe pensar que su destino era esta
provincia y supongo que no venía precisamente a veranear.
-Bien
supuesto, venir a veranear a la Costa de Azahar viviendo en la Costa del Sol no
tiene ninguna lógica –aprueba Ponte.
-Bien
pensado, Manolo. Eso contesta al primer interrogante sobre lo que no sabemos de
Pakelia. Si venía a Castellón no creo que fuera para veranear, entonces ¿para
qué? Otra cosa que no sabemos con certeza es dónde estuvo metido desde el 6 en
que fue sancionado hasta el 15 de agosto. No se ha encontrado ninguna pista de dónde
pudo estar alojado esos nueve días, posiblemente en un apartamento turístico
ilegal, en un establecimiento que no lleve un registro de huéspedes o en la
casa de algún miembro o amigo del clan ruso. En cualquier caso, apostaría doble
contra sencillo que estuvo residiendo en un radio de acción de menos de treinta
kilómetros tomando como epicentro Torrenostra.
-Esas
conclusiones también son lógicas, Sherlock Holmes –afirma Álvarez tan socarrón
como acostumbra.
Grandal echa una mirada torcida a Álvarez,
pero no entra al trapo de su provocación. En su lugar prosigue con su hipótesis
sobre el georgiano.
-Otra de las
cosas que no sabemos es si el hecho de estar aquí el día de La Asunción fue una
casualidad o algo premeditado. No creo en las casualidades, aunque admito que
en lo de la fecha tengo muchas dudas. Quizá vino a tiro hecho, quizá estaba
aquí ese día por azar. Evidentemente, sabía que aquí estaba Salazar, pero lo
que posiblemente no sabía es que el gaditano se había puesto tan enfermo. En
cualquier caso, el hecho de la fecha creo que es irrelevante, aunque no he
dejado de preguntarme porque tantos y tan distintos personajes coincidieron en
visitar al exsindicalista el mismo día. Es algo para lo que no he encontrado
respuesta.
-Algún cabo
siempre queda suelto –le consuela Ponte.
-Sí, pero un
cabo suelto puede provocar que se suelte una vela y… ¿Cómo es aquella canción
popular inglesa?… -Grandal intenta recordar hasta que hace memoria y recita-.
Por un clavo se perdió una herradura, por una herradura se perdió un caballo,
por un caballo se perdió una batalla, por una batalla se perdió el reino. Algo
parecido podría pasar aquí.
-Bonita
canción, no la conocía –comenta Ramo.
-Y ahora llegamos
a uno de los interrogantes claves en la participación de Pakelia en esta
historia. ¿Qué hacía o pretendía hacer en la habitación de Salazar? Su
explicación de que pasaba por allí, oyó lamentos y entró para ayudar no se la
cree ni el bobo de Coria. Antes descartamos que el georgiano no era un
individuo indicado para parlamentar, por consiguiente hay que deducir que su
estancia en la habitación 16 tenía otra finalidad. ¿Cuál?, la que se puede
esperar de un sicario: Pakelia estaba allí para agredir al gaditano o para algo
más definitivo, para asesinarle.
-Pero no lo
hizo –reitera Ramo.
-No, no lo
hizo, pero no olvidemos que fue sorprendido por los pichones y quizá no tuvo
tiempo para liquidarlo.
-Si no
recuerdo mal los pichones declararon que estaba arreglándole la almohada
–apunta Ponte.
-Sí, pero
¿vosotros os imagináis a un tipo como el georgiano ahuecándole la almohada al
pobre Salazar para que estuviera más cómodo? Eso le pega tan poco como a un
Santocristo un par de pistolas. Yo antes conjeturaría que lo que pretendía
hacer era usar la almohada como un eficaz instrumento para ahogar al gaditano.
Y si no llegó a ejecutarlo fue porque la inesperada aparición del trío se lo
impidió.
-O sea, que
crees que Pakelia fue enviado a Torrenostra para liquidar a Salazar –resume
Ponte.
Antes de que Grandal pueda contestar,
pregunta Álvarez:
-¿Y por qué
hizo el paripé de que hablaba mal el castellano?
-Eso no fue
más que una artimaña con la que escudarse por si le preguntaban algo
embarazoso. Así puedes emplear respuestas de las de no lo entiendo, no lo sé,
no sé cómo se dice en español, etcétera, etcétera.
-Suponiendo
que tengas razón, falta por saber quién o quienes le encargaron que liquidara a
Salazar –arguye Ballarín.
-Volvemos a
lo de los autores intelectuales de lo que ya hemos hablado en anteriores
ocasiones. No es lógico que un clan mafioso ruso tuviera algún interés en la
vida y milagros de Curro Salazar y mucho menos uno de sus peones. Lo presumible
es que una persona o varias encargaran al clan el trabajo de apiolar al
exsindicalista. ¿Quién o quiénes? No lo sabemos, y posiblemente nunca
llegaremos a saberlo, pero es razonable pensar que quien o quienes hicieron el
encargo eran individuos lo suficientemente adinerados como para pagar un
trabajo que debió tener una alta factura. Y que además de tener pasta estaban
interesados en que el antiguo sindicalista no volviera a declarar ante el
juzgado que instruye el caso ERE.
-Jacinto, le
has dado tantas vueltas que confieso que me he perdido. Por favor, podrías
resumirlo de forma ordenada para que un antiguo ferretero pueda entenderlo
–ruega Ballarín.
-Ningún
problema. Un individuo o mejor un grupo, posiblemente imputados en el caso ERE
o en trance de estarlo si Salazar habla, encarga a una mafia rusa que le cierre
la boca. El clan ordena a uno de sus sicarios, Grigol Pakelia, que ejecute el
encargo. El georgiano entra en la habitación 16 dispuesto a cumplir el cometido,
pero ante su sorpresa lo encuentra más muerto que vivo. De todos modos, decide
acabar con la poca vida que le queda. Cuando está ahogándolo con una almohada
es sorprendido por los pichones y no puede rematar su faena. ¿Lo entendisteis u
os lo explico con bolas de colores? –remacha Grandal poniéndose chulo.
PD.- Hasta
el próximo viernes en que publicaré el episodio 120. Las raíces del caso Pradera