La cuadrilla de jubilados apura las cañas
pedidas por Álvarez y se disponen a seguir escuchando el relato que está
haciéndoles Grandal sobre los últimos días de Curro Salazar.
-Como os iba
diciendo…
-Perdona,
Jacinto, antes de que prosigas, ¿puedo hacer una pregunta? –formula Ponte que,
ante el gesto afirmativo de su amigo, prosigue-. Me ha llamado la atención que
en varios momentos de tu explicación te has referido a los visitantes de
Salazar como emisarios, ¿por qué les llamas así?
-Buena
pregunta, Manolo. También se les podría calificar de mensajeros, legados,
enviados, representantes, mandados, correos o embajadores. Y no se me ocurren
más sinónimos. Les llamo así porque es lo que realmente son: no venían por su
cuenta, eran unos mandados, unos enviados como representantes de los grupos que
los patrocinaban. Traían propuestas a Curro no en nombre propio sino en nombre
de otros. Y una vez más me ratifico en que los que enviaban a esos emisarios
eran grupos y no individuos aislados, al menos en la mayoría de casos.
-Si no
recuerdo mal, Pacheco y Sierra también están imputados en el caso ERE, ¿entonces
esos dos venían como emisarios o por su cuenta? –repregunta Ponte.
-Creo que,
aunque estén imputados en el también conocido como caso del fondo de reptiles, tanto
Sierra como Pacheco vinieron igualmente como mensajeros. ¿Alguna pregunta más?,
¿no?, entonces prosigo con el relato de la aparición en tierras castellonenses
del resto de emisarios. Jaime Sierra hace el viaje a la Costa de Azahar por
carretera a bordo de su Opel Cabrio, el descapotable gracias al cual detectamos
que había estado en Torrenostra el día de la Asunción. Se aloja en el Hotel
Marina d´Or Playa, un cuatro estrellas sito en la misma urbanización en la que
estoy veraneando. En cuanto al matrimonio Pacheco también hace el trayecto en
coche, un Volvo V40 Cv Kinetic, y se hospeda en el Tufi Dive Resort, un hotel
de cuatro estrellas en Orpesa del Mar. Por los hoteles que eligieron ambos se
desprende que sus patrocinadores cuentan con más recursos que el hijo y la
exnovia de Salazar, pero menos que Espinosa. Digo esto porque de esos pequeños
datos podemos deducir que clase de autores intelectuales estaban detrás de cada
uno de los emisarios.
-¿Y has
llegado a alguna conclusión?, me refiero a lo de los autores intelectuales
–pregunta Álvarez.
-A alguna he
llegado, pero os las voy contando a lo largo de mi explicación. Ahora prosigo
con los emisarios, aunque en el caso del Chato más que de emisario podría
hablarse de matón. El exboxeador, según sus propias declaraciones ante la jueza
del Valle, hizo el viaje en tren hasta Madrid y allí contrató un coche de
alquiler para llegar hasta aquí. Se hospedó en los apartamentos Jeremías de
Alcossebre. Otra vez el modo de viajar y el alojamiento nos llevan a otra
conclusión: el grupo que patrocinó al Chato tenía unos fondos limitados o eran
unos rácanos de cuidado.
-Una
curiosidad, Jacinto –le interpela Ramo-, si el Chato tenía coche ¿por qué el
día de la Asunción vino a Torrenostra y se fue en taxi?
-¡Buena pregunta,
Pedro! No se me había ocurrido pensar en ello, pero tienes razón. Y no tengo la
respuesta…, quizá prefirió que nadie se quedase con la matrícula del coche o
qué sé yo. Y resta el último emisario, Grigol Pakelia que, como el Chato, más
que un emisario es un matón. Por la sanción que le puso la Guardia Civil de tráfico
a la altura de Valencia sabemos que viajaba a bordo de un Audi A7 Sportback. Lo
que no sabemos es dónde se alojó al llegar a la provincia, y posiblemente no lo
sabremos hasta que la policía lo localice y lo detenga, algo que como sea
cierto que ha huido de España va a resultar muy complicado.
-Y todos
esos emisarios, por usar tu terminología, ¿cuándo comienzan a entrevistarse con
Salazar? –pregunta Ballarín.
-La primera
visita que recibe el exsindicalista, y de la que tenemos constancia, es el siete
de agosto. Come en el restorán Can Roig de Alcossebre con Carlos Espinosa que,
según ha declarado en su segunda cita en el juzgado, le propone que se marche
al extranjero, a un país que no tenga tratado de extradición con el nuestro.
Espinosa, que dice hablar en nombre de unos amigos cuyos nombres se ha negado a
revelar, también ha contado el resto de detalles de su propuesta. Lo que
tampoco ha declarado es como se enteraron de dónde se escondía Salazar.
-Y esos
amigos cuyos nombres se ha negado a revelar deben ser parte de los que
denominas los autores intelectuales –apunta Ballarín.
-En efecto. Sigo.
El día ocho por la noche, Curro recibe la visita de Jaime Sierra. Cenan en el
restorán Pica Pica de Torrenostra y el sevillano, de acuerdo con lo que declara
en su segunda comparecencia ante la jueza del Valle, le propone su posible
entrega a la justicia previa negociación con la fiscalía, también le asegura que
le buscarán un buen bufete para que lo defienda y que ayudarán económicamente a
su familia. Un dato importante que aportó en esa segunda declaración es que se
enteraron de dónde estaba Curro por medio de un funcionario de la Junta de
Andalucía que casualmente le vio en un restorán de Alcossebre. Sierra lo ha
contado todo menos en nombre de quien hacía la propuesta a Salazar.
-Otra vez
quedan ocultos los autores intelectuales –apunta Álvarez.
-Así es. El
nueve de agosto llega a Torreblanca el hijo de Curro, como consta en el
registro del hotel Miramar de Torreblanca donde se alojó. El chico ha mantenido
en todo momento que su madre le envió a pedirle pasta a su padre pues andaban
muy mal de dineros. El mismo día visita a Curro su exnovia Rocío Molina que ha
declarado que vino a buscar a Curro para lo mismo que el hijo, a pedirle
dinero. Ah, un dato interesante, estos dos sí han declarado de cómo se
enteraron dónde estaba Curro. El hijo por medio de un viejo amigo de su padre.
La mujer a través de un antiguo sindicalista que fue mentor de Salazar en el
mundo sindical. Y ahora dejadme que descanse un poquito que me he quedado otra
vez sin saliva.
-El parón me
recuerda los intermedios de los cines de mi niñez –rememora Ponte-. ¿No os
acordáis que a mitad de la película los cines hacían un descanso o intermedio?,
momento que aprovechaba el público para ir al baño, el meadero le llamábamos, a
comprar golosinas o chucherías en el puesto que había junto a la entrada o en
el interior del local.
-Eso sería
en tu pueblo, pero en Madrid no recuerdo que hicieran intermedios en los cines,
si en los teatros, pero los llamaban entreactos –puntualiza Álvarez.
-Cuando
vivía aquí, era yo un niño, había dos cines y sí hacían descansos a mitad de la
película y también los aprovechábamos para comprar chucherías, generalmente cacahuetes
y altramuces –recuerda Ramo.
-Ya os
habéis puesto en plan de abuelo Cebolleta –se burla Ballarín-. Jacinto, ¿ya has
descansado?
-Amadeo eres
un polvorilla, siempre tienes prisa. ¿Dónde me quedé? –pregunta Grandal.
-En el día
que aparecen en Torrenostra el hijo y la exnovia de Curro –puntualiza Ballarín.
-Ah, sí.
Pues ese mismo día, el nueve de agosto, aparece el Chato de Trebujena que se
lleva a Curro a una solitaria calle que hay detrás del hostal y le casca una
paliza de órdago con el resultado de dos costillas fracturadas y un montón de
contusiones. La agresión no fue a más gracias a la providencial aparición de
Alfonso Pacheco que había ido a ver a Curro. El Chato ha declarado que nunca
tuvo intención de pegarle tan fuerte como para romperle las costillas, pero que
se le fue la mano. Su verdadera intención era la de asustarlo para que no
dijera ni una palabra de lo que sabía del caso ERE. Naturalmente, era una
paliza de encargo, pero se negó a revelar el nombre de la persona o personas
que se la encomendaron. En cuanto a Pacheco su presencia tenía la misma
finalidad que la de Sierra: convencer a Curro de que se entregara a la justicia
y de que no se fuera de la lengua si le trincaba la policía.
-El pobre Curro
estaba más solicitado que el besugo en Navidad –comenta Álvarez.
-Bien. Al
día siguiente de la agresión, Alfonso Pacheco recoge a Curro por la mañana para
acompañarle a un hospital a que le hagan una exploración como le recomendaron
en el consultorio médico de la playa. Pacheco pretende llevarle al Centro de la
Seguridad Social de Torreblanca, que es el servicio sanitario más cercano, pero
no lo hace a petición de Curro que prefiere que le vean en una clínica privada.
Atendiendo esa petición, Pacheco le lleva a Castellón a un policlínico donde le
someten a diversas pruebas diagnósticas: análisis de sangre y orina, una
ecografía, un TAC y una radiografía de tórax. El primer diagnóstico, a falta de
confirmación por otras pruebas, es que tiene fracturadas dos costillas, además
de magulladuras, pequeños cortes y el labio partido. Aquí es donde arranca el
vía crucis de la salud del exsindicalista que cinco días después terminará con
su óbito.
-Ahora, sí
que estoy hecho un lío. ¿Eso quiere decir que la paliza que le dio el Chato fue
el origen de su muerte? –inquiere Ponte.
-De manera
directa, no, aunque sí indirectamente. Esas dos costillas facturadas fueron las
que, tras el empujón que le propinó Pacheco la tarde de autos, le provocaron el
neumotórax que sería el origen mediato de su fallecimiento. En todo caso, no se
le puede imputar al Chato la muerte violenta de Salazar. Ah, un dato que se me
olvidaba: a pesar de que se lo recomendó la dueña del hostal, Curro no denunció
la agresión a la Guardia Civil. Algo en lo que yo, pues era cuando jugaba alguna
partida con nosotros, también le recomendé. Entonces no lo entendí pues no
sabía que era un prófugo.
-Lo recuerdo
–rememora Álvarez-, como también que eso reforzaba tu sospecha de que Salazar
no era trigo limpio.
-A toro
pasado la lidia es fácil, pero… -Grandal no sigue, piensa que desde que se
jubiló su instinto policial se ha enmohecido, quizá tendría que haber
investigado a Curro y no habría ocurrido lo que pasó, pero…
PD.- Hasta
el próximo viernes en que publicaré el episodio 123. Los árboles no dejan ver
el bosque