"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 20 de septiembre de 2019

122. No venían por su cuenta, eran unos mandados


   La cuadrilla de jubilados apura las cañas pedidas por Álvarez y se disponen a seguir escuchando el relato que está haciéndoles Grandal sobre los últimos días de Curro Salazar.
-Como os iba diciendo…
-Perdona, Jacinto, antes de que prosigas, ¿puedo hacer una pregunta? –formula Ponte que, ante el gesto afirmativo de su amigo, prosigue-. Me ha llamado la atención que en varios momentos de tu explicación te has referido a los visitantes de Salazar como emisarios, ¿por qué les llamas así?
-Buena pregunta, Manolo. También se les podría calificar de mensajeros, legados, enviados, representantes, mandados, correos o embajadores. Y no se me ocurren más sinónimos. Les llamo así porque es lo que realmente son: no venían por su cuenta, eran unos mandados, unos enviados como representantes de los grupos que los patrocinaban. Traían propuestas a Curro no en nombre propio sino en nombre de otros. Y una vez más me ratifico en que los que enviaban a esos emisarios eran grupos y no individuos aislados, al menos en la mayoría de casos.
-Si no recuerdo mal, Pacheco y Sierra también están imputados en el caso ERE, ¿entonces esos dos venían como emisarios o por su cuenta? –repregunta Ponte.
-Creo que, aunque estén imputados en el también conocido como caso del fondo de reptiles, tanto Sierra como Pacheco vinieron igualmente como mensajeros. ¿Alguna pregunta más?, ¿no?, entonces prosigo con el relato de la aparición en tierras castellonenses del resto de emisarios. Jaime Sierra hace el viaje a la Costa de Azahar por carretera a bordo de su Opel Cabrio, el descapotable gracias al cual detectamos que había estado en Torrenostra el día de la Asunción. Se aloja en el Hotel Marina d´Or Playa, un cuatro estrellas sito en la misma urbanización en la que estoy veraneando. En cuanto al matrimonio Pacheco también hace el trayecto en coche, un Volvo V40 Cv Kinetic, y se hospeda en el Tufi Dive Resort, un hotel de cuatro estrellas en Orpesa del Mar. Por los hoteles que eligieron ambos se desprende que sus patrocinadores cuentan con más recursos que el hijo y la exnovia de Salazar, pero menos que Espinosa. Digo esto porque de esos pequeños datos podemos deducir que clase de autores intelectuales estaban detrás de cada uno de los emisarios.
-¿Y has llegado a alguna conclusión?, me refiero a lo de los autores intelectuales –pregunta Álvarez.
-A alguna he llegado, pero os las voy contando a lo largo de mi explicación. Ahora prosigo con los emisarios, aunque en el caso del Chato más que de emisario podría hablarse de matón. El exboxeador, según sus propias declaraciones ante la jueza del Valle, hizo el viaje en tren hasta Madrid y allí contrató un coche de alquiler para llegar hasta aquí. Se hospedó en los apartamentos Jeremías de Alcossebre. Otra vez el modo de viajar y el alojamiento nos llevan a otra conclusión: el grupo que patrocinó al Chato tenía unos fondos limitados o eran unos rácanos de cuidado.
-Una curiosidad, Jacinto –le interpela Ramo-, si el Chato tenía coche ¿por qué el día de la Asunción vino a Torrenostra y se fue en taxi?
-¡Buena pregunta, Pedro! No se me había ocurrido pensar en ello, pero tienes razón. Y no tengo la respuesta…, quizá prefirió que nadie se quedase con la matrícula del coche o qué sé yo. Y resta el último emisario, Grigol Pakelia que, como el Chato, más que un emisario es un matón. Por la sanción que le puso la Guardia Civil de tráfico a la altura de Valencia sabemos que viajaba a bordo de un Audi A7 Sportback. Lo que no sabemos es dónde se alojó al llegar a la provincia, y posiblemente no lo sabremos hasta que la policía lo localice y lo detenga, algo que como sea cierto que ha huido de España va a resultar muy complicado.  
-Y todos esos emisarios, por usar tu terminología, ¿cuándo comienzan a entrevistarse con Salazar? –pregunta Ballarín.
-La primera visita que recibe el exsindicalista, y de la que tenemos constancia, es el siete de agosto. Come en el restorán Can Roig de Alcossebre con Carlos Espinosa que, según ha declarado en su segunda cita en el juzgado, le propone que se marche al extranjero, a un país que no tenga tratado de extradición con el nuestro. Espinosa, que dice hablar en nombre de unos amigos cuyos nombres se ha negado a revelar, también ha contado el resto de detalles de su propuesta. Lo que tampoco ha declarado es como se enteraron de dónde se escondía Salazar.
-Y esos amigos cuyos nombres se ha negado a revelar deben ser parte de los que denominas los autores intelectuales –apunta Ballarín.
-En efecto. Sigo. El día ocho por la noche, Curro recibe la visita de Jaime Sierra. Cenan en el restorán Pica Pica de Torrenostra y el sevillano, de acuerdo con lo que declara en su segunda comparecencia ante la jueza del Valle, le propone su posible entrega a la justicia previa negociación con la fiscalía, también le asegura que le buscarán un buen bufete para que lo defienda y que ayudarán económicamente a su familia. Un dato importante que aportó en esa segunda declaración es que se enteraron de dónde estaba Curro por medio de un funcionario de la Junta de Andalucía que casualmente le vio en un restorán de Alcossebre. Sierra lo ha contado todo menos en nombre de quien hacía la propuesta a Salazar.
-Otra vez quedan ocultos los autores intelectuales –apunta Álvarez.
-Así es. El nueve de agosto llega a Torreblanca el hijo de Curro, como consta en el registro del hotel Miramar de Torreblanca donde se alojó. El chico ha mantenido en todo momento que su madre le envió a pedirle pasta a su padre pues andaban muy mal de dineros. El mismo día visita a Curro su exnovia Rocío Molina que ha declarado que vino a buscar a Curro para lo mismo que el hijo, a pedirle dinero. Ah, un dato interesante, estos dos sí han declarado de cómo se enteraron dónde estaba Curro. El hijo por medio de un viejo amigo de su padre. La mujer a través de un antiguo sindicalista que fue mentor de Salazar en el mundo sindical. Y ahora dejadme que descanse un poquito que me he quedado otra vez sin saliva.
-El parón me recuerda los intermedios de los cines de mi niñez –rememora Ponte-. ¿No os acordáis que a mitad de la película los cines hacían un descanso o intermedio?, momento que aprovechaba el público para ir al baño, el meadero le llamábamos, a comprar golosinas o chucherías en el puesto que había junto a la entrada o en el interior del local.
-Eso sería en tu pueblo, pero en Madrid no recuerdo que hicieran intermedios en los cines, si en los teatros, pero los llamaban entreactos –puntualiza Álvarez.
-Cuando vivía aquí, era yo un niño, había dos cines y sí hacían descansos a mitad de la película y también los aprovechábamos para comprar chucherías, generalmente cacahuetes y altramuces –recuerda Ramo.
-Ya os habéis puesto en plan de abuelo Cebolleta –se burla Ballarín-. Jacinto, ¿ya has descansado?
-Amadeo eres un polvorilla, siempre tienes prisa. ¿Dónde me quedé? –pregunta Grandal.
-En el día que aparecen en Torrenostra el hijo y la exnovia de Curro –puntualiza Ballarín.
-Ah, sí. Pues ese mismo día, el nueve de agosto, aparece el Chato de Trebujena que se lleva a Curro a una solitaria calle que hay detrás del hostal y le casca una paliza de órdago con el resultado de dos costillas fracturadas y un montón de contusiones. La agresión no fue a más gracias a la providencial aparición de Alfonso Pacheco que había ido a ver a Curro. El Chato ha declarado que nunca tuvo intención de pegarle tan fuerte como para romperle las costillas, pero que se le fue la mano. Su verdadera intención era la de asustarlo para que no dijera ni una palabra de lo que sabía del caso ERE. Naturalmente, era una paliza de encargo, pero se negó a revelar el nombre de la persona o personas que se la encomendaron. En cuanto a Pacheco su presencia tenía la misma finalidad que la de Sierra: convencer a Curro de que se entregara a la justicia y de que no se fuera de la lengua si le trincaba la policía.
-El pobre Curro estaba más solicitado que el besugo en Navidad –comenta Álvarez.
-Bien. Al día siguiente de la agresión, Alfonso Pacheco recoge a Curro por la mañana para acompañarle a un hospital a que le hagan una exploración como le recomendaron en el consultorio médico de la playa. Pacheco pretende llevarle al Centro de la Seguridad Social de Torreblanca, que es el servicio sanitario más cercano, pero no lo hace a petición de Curro que prefiere que le vean en una clínica privada. Atendiendo esa petición, Pacheco le lleva a Castellón a un policlínico donde le someten a diversas pruebas diagnósticas: análisis de sangre y orina, una ecografía, un TAC y una radiografía de tórax. El primer diagnóstico, a falta de confirmación por otras pruebas, es que tiene fracturadas dos costillas, además de magulladuras, pequeños cortes y el labio partido. Aquí es donde arranca el vía crucis de la salud del exsindicalista que cinco días después terminará con su óbito.
-Ahora, sí que estoy hecho un lío. ¿Eso quiere decir que la paliza que le dio el Chato fue el origen de su muerte? –inquiere Ponte.
-De manera directa, no, aunque sí indirectamente. Esas dos costillas facturadas fueron las que, tras el empujón que le propinó Pacheco la tarde de autos, le provocaron el neumotórax que sería el origen mediato de su fallecimiento. En todo caso, no se le puede imputar al Chato la muerte violenta de Salazar. Ah, un dato que se me olvidaba: a pesar de que se lo recomendó la dueña del hostal, Curro no denunció la agresión a la Guardia Civil. Algo en lo que yo, pues era cuando jugaba alguna partida con nosotros, también le recomendé. Entonces no lo entendí pues no sabía que era un prófugo.
-Lo recuerdo –rememora Álvarez-, como también que eso reforzaba tu sospecha de que Salazar no era trigo limpio.
-A toro pasado la lidia es fácil, pero… -Grandal no sigue, piensa que desde que se jubiló su instinto policial se ha enmohecido, quizá tendría que haber investigado a Curro y no habría ocurrido lo que pasó, pero…

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré el episodio 123. Los árboles no dejan ver el bosque