"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 21 de abril de 2015

4.10. ¿De verdad Senillar se moderniza?



   Llegan las fiestas de agosto y Carlos Arruza cumple su promesa: ha llegado a Senillar dispuesto a torear. El apoderado ha estado en desacuerdo con la decisión de su poderdante desde el primer momento, nunca le pareció buena idea la de lidiar un novillo en el pueblecito, pero al ver lo que allí llaman plaza de toros se le ha revuelto el estómago. El coso es un rectángulo, el que forma la Plaza Mayor, cuyo perímetro está formado por los carros de los labradores recubiertos de planchas de madera por arriba, donde se aposenta el personal, y en la parte frontal que da al albero se han colocado tablones que sirven al mismo tiempo de peldaños para subir a los cadafales, así llaman a los carros reconvertidos en tendidos, y por donde escapar de las embestidas de los astados. El albero se asienta en la carretera que atraviesa la plaza, con una ligera pendiente, y que se ha recubierto de una fina capa de arena traída de la playa. Han montado un par de burladeros de fortuna que no cree que resistan la menor acometida de cualquier morlaco. Su único alivio es el novillo que ha comprado la comisión, es de una conocida ganadería salmantina y por peso y cornamenta quizá no presente demasiadas dificultades. Aunque su gran preocupación es la asistencia médica en el caso de que su pupilo tuviese una cogida, ¡Jesús del Gran Poder no lo consienta!
   Al contrario que su apoderado, el diestro azteca parece que se lo está pasando bomba. La placita le recuerda alguno de los cosos de pueblo en los que toreó en Méjico cuando comenzaba su carrera, y sigue impactado por el cariño que le profesa aquella gente. Lo improvisado del festejo lo denota el hecho de que el Ciclón de la Tauromaquia, como le llama la prensa taurina, realiza la faena en traje de calle, con el mismo pantalón y la arrugada camisa con que viajó, pese a ello y a las condiciones de la plaza y del novillo la faena es aseada. La suerte que más aplausos provoca es cuando hace el desplante del teléfono en el que el diestro se acoda en la testuz del animal en actitud de telefonear. La ovación que sigue a la muerte del novillo es apoteósica. La presidencia le otorga las dos orejas y el rabo y hay gente empeñada en que también le den las patas. Tras incontables vueltas al ruedo, ha de ser el propio Arruza quien ponga fin a aquella vorágine de entusiasmo y delirio.
   Días después de la emotiva visita del diestro un trovador local compone algo parecido a una cuarteta, y a la que tiene la osadía de poner música, que desde entonces forma parte del acervo poético-musical del pueblo: Senillar se moderniza/sin pretexto ni excusa/pues ha toreado en ella/el diestro Carlos Arruza.
   La comisión pro-Arruza ha montado una exposición sobre la estancia del matador mejicano en el pueblo. Lo que más abunda son fotografías en las que aparece el espada con diversos grupos de gente. Lolita, que en compañía de sus amigas la visita, se altera visiblemente cuando en una de las fotos se encuentra al torero flanqueado por Rafael y Pepita. Un ramalazo de ira y celos la inunda. Tiene que hacer un penoso esfuerzo para que no se le note. Fina, que se ha dado cuenta, aprovecha que están delante del cuadro que enmarca los ripios sobre Arruza y Senillar para lanzar una pregunta al grupito con la que desviar la atención:
- ¿Qué os parece lo del verso?, ¿es tan bueno cómo dicen?
   Lolita descarga toda su rabia en la respuesta:
- Es una sinigual muestra de lo que en nuestro pueblo se le llama cultura. ¡Hatajo de ignorantes!
                                                                         *                                                                   
   Pese a lo que dice la coplilla, Senillar no se moderniza porque haya toreado en ella el maestro mejicano, pero Paco Vives, el alcalde, sí está empeñado en remozarla y eso comporta algo más que instalar servicios públicos ineludibles como el agua corriente o la pavimentación de las calles. Es imprescindible que la población tenga nuevas fuentes de riqueza y no supeditarse exclusivamente a la agricultura. Pese a su formación muy elemental, su actividad empresarial le ha enseñado que no es inteligente depender de un solo producto, por eso está decidido a dotar al pueblo de otros sectores productivos. Ya consiguió introducir un nuevo cultivo antes inexistente como el arroz, pero esa actividad sigue formando parte de la producción agrícola y no libra al pueblo de la peligrosa dependencia del monocultivo. Sabe que las mejores posibilidades de diversificar la economía están en el mundo de la industria y hacia él enfoca su atención.
   Los problemas con los que se enfrenta son diversos y de calado: Senillar no cuenta con tradición industrial, sus comunicaciones son relativamente escasas, el grado medio de formación de sus habitantes es muy básico, no existen materias primarias y tampoco hay grandes capitales para realizar las fuertes inversiones que exige una industria. Pese a todos los inconvenientes persiste en su idea de industrializar el pueblo. Le ayuda a ello el hecho de que en la provincia se está iniciando un modesto renacimiento industrial motivado por el auge de la construcción y que tiene su origen en el mucho dinero que produce el estraperlo y la exportación naranjera. Se están desarrollando varias industrias, entre ellas la cerámica que tiene una añeja historia en el valenciano pueblo de Manises y que ahora se está expandiendo por buena parte de la vecina provincia de Castellón. Alguien le ha aconsejado que lo más sencillo y factible quizás sea montar fábricas azulejeras. Alguna tradición de ese sector hay en el pueblo, desde antiguo han existido, y todavía quedan, un par de modestos obradores en los que se elaboran productos de barro cocido, principalmente tejas y adminículos para el hogar como botijos, cántaros, tinajas y otros objetos similares. Vives reúne al Ayuntamiento para explicarles sus ideas y proyectos. Antes de que termine la sesión municipal, la noticia ya está en todos los mentideros locales.

   Al anochecer del día siguiente se celebra un cónclave en casa de Benjamín Arbós, están reunidos los siete mayores terratenientes del pueblo, aunque Lapuerta suele afirmar que tildar a un propietario de terrateniente en una sociedad minifundista no deja de ser una exageración. Allí están, además de los Arbós, los Gasulla, los Pellicer, los Armengol, los Blasco, los Doménech y los Peruanos. El objetivo de la reunión es analizar hasta dónde pueden verse afectados sus intereses si los proyectos del alcalde siguen adelante y el pueblo se industrializa. Hay opiniones para todos los gustos. Al final se impone la tesis de los Arbós: si se montan industrias en el pueblo eso será malo para los propietarios agrícolas que han de contratar jornaleros. Si hay industrias habrá menos peones dispuestos a trabajar en el campo, la gente prefiere laborar bajo techado y no estar sujeta a las inclemencias atmosféricas y el trabajo agrícola suele ser más duro que el industrial y peor retribuido. La consecuencia de todo ello solo puede ser una: tendrán que pagar más a los braceros y sus ganancias caerán en picado. Industria, allí, ninguna. Lo mejor para todos es que las cosas sigan igual como hasta ahora.
- Y que todo siga igual, ¿quién es el guapo que se lo va a meter a Paco Vives en la mollera? – pregunta uno de los asistentes.
- Dejádmelo a mí. Ya encontraré el modo de pararle los pies – les tranquiliza Benjamín.

   Gimeno se levanta presuroso, a la puerta de su minúsculo despacho de la cooperativa están Benjamín y Rodrigo Arbós y su sobrino Leoncio, presidente de la entidad.
- Hombre, ustedes por aquí. Pasen, por favor. Gerardito trae otra silla. Siéntense.
- ¿Qué tal José Vicente, cómo va todo?
- Como de costumbre. Aquí estamos, a vueltas con el papeleo.
- Verás, José Vicente, venimos a hablar, no con el secretario de la cooperativa sino con el jefe local del Movimiento. Estamos muy preocupados. Y creemos que tú eres una de las pocas personas que puede ayudar a solucionar el problema que se nos viene encima.
- No es necesario que les diga que cualquier cosa que esté en mi mano pueden contar con ella.
- Lo sabemos y te lo agradecemos de antemano, por eso estamos aquí.
   Benjamín le hace a Gimeno una sinopsis de los proyectos que tiene en mente el alcalde, pero tiñéndolos del color que mejor cuadra a sus propósitos. Le cuenta que el afán industrializador que parece que le ha entrado a Vives solo es una estratagema para conseguir sus fines particulares y que no beneficiarán al pueblo. Gimeno asiente pero, como ya va conociendo a los Arbós, mentalmente pone en cuarentena algunas de las cosas que le cuentan.
 - Bueno, en principio lo de montar industrias me parece una excelente idea. Eso le vendría muy bien al pueblo, sobre todo a los jóvenes pues tendrían más  oportunidades laborales – apunta Gimeno.
- Estamos totalmente de acuerdo. Es una buena idea..., en principio. Pero detrás de algo que parece bueno y deseable, nos tememos que se esconden otras intenciones no tan loables.
- ¿Cuáles?
- Verás. Algunos, por no decir la mayoría, de nuestros amigos, que por cierto también son los tuyos – agrega con marcada intención Benjamín -, están convencidos de que la jugada que pretende Vives no es montar fábricas por qué sí. Hay un objetivo oculto detrás de todo ello y no es otro que dominar el comercio local y convertirse no solo en el hombre más rico sino también en el más poderoso del pueblo.
- Esa intención no es nueva. Vives la tiene desde que le nombraron alcalde – apostilla Gimeno.
- En efecto, pero ahora parece que ha encontrado el instrumento adecuado para llevar a la práctica su desmedida ambición. Y es el establecimiento de algunas fabriquitas. Lo que realmente persigue es que la mano de obra local derive de la agricultura a la industria. ¿Para qué? Al escasear los jornaleros no habrá más remedio que traerlos de otros pueblos, habrá que pagarles más, los labradores tendrán menos margen de beneficio y por tanto serán más débiles ante el comercio. Tendrán muchas menos posibilidades de luchar contra los precios que marquen los comerciantes que capitanea Vives y que actúan como si fueran un monopolio
   Gimeno escucha atentamente la explicación de Benjamín, pero los argumentos que expone siguen sin convencerle hasta que el viejo zorro suelta su bomba final, la que sabe que puede causar el mayor impacto en el empleado de la cooperativa:
- A todo ello habrá que añadir que si la agricultora local tiene menos actividad y los agricultores menos ingresos, eso repercutirá directamente en la marcha de la cooperativa. Y quizá no sea un disparate pensar que puede llegar un día en que los cooperativistas tengan que replantearse si van a poder pagar el sueldo de sus empleados. Todas esas razones, como las acabo de exponer, forman el quid de la cuestión. Es posible que, en el caso de que el plan de Vives vaya adelante, pueda haber alguna salida más para la juventud del pueblo, pero a costa del empobrecimiento de la mayoría de vecinos que, al fin y al cabo, viven del campo y quizá, Dios no lo quiera, hasta la misma desaparición de la cooperativa.
- Visto desde esa perspectiva, creo que tiene más razón que un santo. Algo habrá que hacer, ¿no? – responde Gimeno, esta vez con un tono de estar mucho más convencido.