"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Capítulo 19. Prosiguen las declaraciones.- 78. No hablaré si no es en presencia de mi abogado


   Mientras el sargento Bellido y el excomisario Grandal conversan en un hotel de Marina d´Or, en Torreblanca los dos agentes de la UCO están interrogando a todos los que, de una manera u otra, tuvieron alguna relación con el fallecido Salazar o estaban en el hostal el día de autos. Siguiendo el peliculero sistema del poli bueno, que encarna la cabo primero Monterde, y el poli malo, a cargo del sargento Sales, los agentes están apretando las tuercas a todos los testigos. Se han centrado en las tres personas que tienen más a mano y que más contacto tuvieron con el exsindicalista: Anca, la señora Eulalia y, de rebote y por su participación en el episodio del maletín, Vicentín.
   A la patrona han terminado por marearla a base de continúas y en ocasiones impertinentes preguntas, hasta que la señora Eulalia se ha cansado y se ha puesto brava.
-Miren, serán ustedes guardias civiles, pero tienen poquísima educación. Lo que me están haciendo no lo haría ninguno de sus compañeros del pueblo porque todos me conocen y saben quién soy y como me porto con los que llevan tricornio. Ya no pienso contarles nada más porque todo lo que sabía ya se lo he dicho. Si quieren pueden llevarme presa al cuartel, pero ya no aguanto ni una sola pregunta más.
   Los dos investigadores se miran y se entienden sin decir palabra: probablemente se han pasado con la buena señora. Le dicen que puede marcharse, pero que no salga del pueblo sin avisar previamente.
   Con su respuesta la patrona demuestra que, además de mujer con temple, es asaz socarrona.
-Pues me han chafado el verano porque pensaba irme una temporadita a la Costa Azul.
   A continuación es el turno de Anca. Los agentes no se creen su relato de que en el maletín buscaban los papeles de la Seguridad Social de Salazar y centran sus preguntas en conseguir que la joven les diga el motivo real por el que se lo llevaron. Llega un momento en que la rumana se desfonda y tira la toalla. Cuando va a decirles que lo que buscaban era el dinero del difunto, un guardia entra en la salita de interrogatorios.
-Mi sargento, ahí fuera hay un señor que dice que es el abogado de esta joven.
   Los dos guardias se miran, no esperaban que en un pueblecito como aquél la gente tuviera abogado. Sales toma la iniciativa.
-Dile que espere.
   Para Anca la noticia ha sido una sorpresa, desconocía que tuviera abogado que la representara, pero como es intuitiva piensa que eso debe ser cosa de Vicentín. Se rearma y opta por no responder a más preguntas. Y dice lo que siempre se escucha en los seriales americanos de la tele cuando las fuerzas de la ley arrestan a un sospechoso ducho en detenciones:
-No hablaré si no es en presencia de mi abogado….
-Señorita usted está aquí como testigo y de momento no se le acusa de nada, por consiguiente no necesita ningún abogado.
   Pero Anca recuerda escenas televisivas en las que el detenido grita lo de: ¡no diré nada hasta que vea a mi abogado! No importa cuán insistentes puedan ser los policías, ni lo insidiosas de sus preguntas. Sea o no culpable, tenga mucho o poco que declarar el detenido no se derrumba ni dice una palabra. Calla y espera a su abogado. Y es lo que hace Anca:
 -Repito lo dicho: no hablaré si no es en presencia de mi abogado.
   Sales aprieta los dientes para no soltar un taco. Piensa lo que todo policía: que los abogados son peores que tener un grano en el culo. De mala gana le dice al guardia que puede pasar el letrado. La persona que entra, por su forma de vestir y comportarse, tanto podría ser un abogado como un tendero del pueblo, aunque lo que dice suena a jerga profesional.
-Soy el abogado de la señorita Dumitrescu, ella ya prestó declaración ante el comandante de este puesto. ¿Quiénes son ustedes y por qué la interrogan?
   Sales prefiere no identificarse, pero si responde al motivo del interrogatorio:
-La señorita Dumitrescu era la encargada de atender la habitación del hostal en la que el pasado día quince tuvo lugar un fallecimiento por causas todavía no explicadas. Es suficiente motivo para que la interroguemos las veces que sean necesarias.
-Ustedes no pertenecen a la dotación de este cuartel y por tanto no forman parte de la policía judicial del caso. No tienen ninguna jurisdicción para interrogar a mi cliente sin que esté presente alguno de los guardias de este puesto.
   “¡Coño con el rábula, nos ha salido peleón!” se dice Sales. Aunque piensa que lo malo es que, técnicamente, lo que afirma se acerca bastante a la verdad. Ellos están allí para coadyuvar. Y todavía se pone más nervioso cuando oye decir al letrado:
-Voy a presentar una queja formal ante la juez que instruye el caso por irregularidades en el proceso de instrucción, al menos por parte de ustedes, que no sé qué pintan aquí.
   Sales no quiere meterse en peleas jurisdiccionales en las que tiene más que perder que ganar y opta por dejar marchar a la muchacha. A la puerta del cuartel está esperándola Vicentín que alardea de que gracias al abogado de su padre ha conseguido que la dejaran libre. Anca le da las gracias y, recordando el consejo de sus padres, hasta le pone buena cara.
   En el entretanto en Marina d´Or, Bellido le cuenta a Grandal todo cuanto ha podido averiguar sobre las últimas horas en vida de Francisco Salazar. Primero le hace una sinopsis de quién es quién en el caso Pradera.
-Empecemos por el fallecido. Aquí nadie conocía su verdadero nombre ni que estaba en busca y captura. Lo más probable es que estuviera escondiéndose de la justicia. Ahora bien, recibía visitas de personas que presumiblemente sí sabían que era un prófugo. ¿Por qué le visitaban? La documentación que nos ha remitido la Juez Instructora, que por cierto es la titular del Juzgado de Instrucción número 4 de la Audiencia de Castellón y que se llama Isabel del Valle, tiene la respuesta pues de la misma se desprende que el finado era uno de los principales encausados en el famoso caso ERE de Andalucía y su declaración podría sentar las bases para la solución del proceso. Esa y no otra debe ser la causa del por qué recibía tantos visitantes, sobre todo andaluces.
-Lo que nos lleva a pensar que una de las patas del caso pasa por Sevilla –comenta Grandal.
-En efecto, comisario, el tal Salazar, al que apodaban el Conseguidor, se ve que era un punto filipino de mucho fuste. Y ahora vamos con los vivos. El primero, Rocío Molina que ha declarado ser novia del extinto, aunque según las declaraciones del hijo y de la Dumitrescu esa relación está periclitando –“Este hombre es un redicho, lo de periclitar ya no lo utilizan ni los académicos de la RAE” se dice Grandal-. Respecto a la Molina no está claro el motivo del por qué estaba alojada en un hotel de Alcossebre cuando su domicilio habitual está en Sevilla. Como tampoco lo está porqué motivo se encontraba en la habitación 16, ni porqué se llevó de la habitación del finado un maletín. Nos ha contado que buscaba la tarjeta sanitaria de Salazar por si había que ingresarlo en un hospital, pero esa historia no parece verosímil. Maletín que la Molina con la ayuda de la Dumitrescu y Fabregat intentaron abrir sin conseguirlo. Habría dado la paga de un mes por conocer el contenido del maletín, pero como dispone el ordenamiento jurídico lo tuve que enviar al juzgado para que un perito lo abra y tase los bienes u objetos que pudiera contener.
-¿Qué piensa que puede contener el maletín: dinero o documentos?
-O ambas cosas. Lo sabremos cuando me informe su señoría. Ah, la Molina es la única que de momento está detenida pues creemos que tiene información que se ha negado a facilitar, no solo de cuando estuvo en la habitación del muerto sino también sobre el maletín de marras. Por ahora es la sospechosa número uno aunque tengo mis dudas sobre su participación efectiva en el fallecimiento de Salazar. No sabría decirle por qué, pero eso creo.
   “Este sargento comienza a caerme simpático. Es de los míos, de los que cree en el olfato policial. Creo que haremos buenas migas” piensa Grandal.
-En segundo lugar tenemos a Anca Dumitrescu. Es de nacionalidad rumana y era la camarera que tenía asignada la atención y cuidado de la habitación 16, en la que falleció Salazar. Dice que estaba en la habitación porque la Molina se lo pidió. Al igual que la Molina no ha sabido explicar con claridad porque no se llamó a un médico estando el citado huésped tan enfermo como parecía. También es dudosa su explicación de porqué se fue con su novio y la Molina para encontrar un herrero que les abriera el maletín. Y a todo eso abandonando su trabajo en un día en el que el hostal estaba abarrotado de clientes. La Dumitrescu ha colaborado en todo momento con nosotros, pero como digo su relato tiene puntos oscuros que habrá que aclarar.
-Yo la conozco de servirnos en la terraza, pero no puedo decir nada de ella, ni bueno ni malo, aunque con nosotros, me refiero a la pandilla del dominó, siempre se portó correctamente y nos trató con amabilidad.
-En tercer lugar –prosigue el sargento- está Vicente Fabregat, más conocido por el diminutivo de Vicentín. Estoy convencido de que su participación fue ocasional y que si estuvo en la habitación del fallecido y luego en la aventura del maletín fue arrastrado por su novia. Una relación que, como he dicho y según se rumorea en el pueblo, estaba más en trance de romperse que de proseguir. El chico tiene fama de cantamañanas y hasta donde yo sé la tiene bien ganada. Es lo que ahora se conoce como un nini, ni trabaja ni estudia. Eso sí, pertenece a una familia que forma parte de uno de los clanes más poderosos del pueblo: los Fabregat y que si pueden pondrán todos los palos posibles en las ruedas de la investigación con tal de que su polluelo salga indemne.
-No te preocupes, Bellido, podremos con ellos –“Y con quien se ponga por delante” piensa Grandal, pero le parece excesiva chulería y se calla.

PD.- Hasta el próximo viernes