"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 9 de mayo de 2014

4.6. Solo es un panfleto

   La sorpresa que provoca a los hombres de BACHSA la lectura del manifiesto  de los Jóvenes Unidos por un Senillar Libre es evidente. Nadie dice nada hasta que el especialista del marketing exclama:
- Eso solo es un panfleto lleno de falsedades, demagogia y sentimentalismo barato, amén de terminar con unas amenazas que no son de recibo – sentencia.
- Y a lo que hay que añadir que parece escrito por una panda de analfabetos, está plagado de faltas de todo tipo. Cualquiera diría que esos jovencitos están reñidos con la gramática. Si esos son la generación que nos va a suceder, ¡qué Dios nos coja confesados! – comenta jocosamente Cardona.
- Bueno, no es más que un borrador – justifica Garcés.
- Será todo eso, pero también es el boceto de un fulminante que mañana puede explotar en nuestras manos si no lo desactivamos a tiempo – replica un realista Badenes.
- Si en esto andan metidos chavales como mi hija y la de Amador, os digo que esto no irá a ninguna parte – afirma Arbós muy convencido -. No son más que una pandilla de críos malcriados y consentidos que nunca le han dado un palo al agua, precisamente porque los padres nos hemos partidos los cuernos para que tengan una vida mucho más fácil que la que tuvimos nosotros cuando teníamos su edad. – y José Ramón se pone sentencioso para soltar la siguiente parrafada -. En cuanto Amador nos diga quiénes son todos los chavales que estaban allí y los padres les pongamos los puntos sobre las íes, como voy a hacer con mi hija, todo eso se acaba en cuatro días. Pues faltaría más, que unos mocosos que viven como curas de los de antes vayan a venir ahora a ponernos las peras a cuarto. ¿No lo crees Amador?
   Garcés cabecea y vacila antes de contestar a su socio:
- No sé qué decirte, José Ramón. No estoy tan seguro como tú. Como dije, ya abronqué a mi hija y no veas como se puso, como una tigresa. Me llamó de todo menos bonito. Nunca había tenido un comportamiento así. La he castigado a no salir de casa hasta que me prometa que no volverá a reunirse con esa pandilla, pero no puedo retenerla indefinidamente y temo que en cuanto salga volverá a las andadas. De hecho, mi mujer me ha contado que la mayoría de las charlas telefónicas que sostiene con sus amigos, entre ellos tu hija, tratan sobre la Marina y la marjalería. Y ante eso, ¿qué puede hacer un padre?
- Darle un par de guantazos y que se entere de quien manda en casa – afirma un rotundo y cada vez más irritado Arbós.
- A ver, José Ramón, tranquilo. Esto no se arregla pegando a nadie y menos a una hija – interviene Cardona -. No soy un experto en adolescentes, pues aunque tengo hijos todavía son unos críos, pese a ello si sé que lo peor que podríamos hacer es poner a los jóvenes en contra de nuestros planes. Lo que probablemente ocurrirá si los atacamos, sea de la forma que fuere. Esa sería una política que terminaría siendo tremendamente perjudicial para nosotros.
- Entonces, ¿qué propones, que nos bajemos los pantalones ante unas docenas de porreros? – pregunta un, todavía, rabioso Arbós.
- Nadie se va a bajar los pantalones – Cardona sigue tratando de serenar a Arbós -, pero tampoco nadie se va a enfrentar con los jóvenes del pueblo. Hemos de demostrar que somos mucho más inteligentes que ellos, hemos de actuar de manera sutil, de forma que no nos vean como sus enemigos sino como adultos que intentan comprenderles y que entienden sus inquietudes y temores. En resumen, lo que hemos de hacer es ganar tiempo, desactivando su protesta en la medida de lo posible y, si lo conseguimos, una vez finalizada o, al menos, muy avanzada la urbanización, habremos ganado porque urbanización terminada victoria alcanzada, si a ello añadimos que…

   La exposición de Cardona se ve interrumpida por un hombre joven vestido con un mono azul flanqueado por otros dos operarios.
- Perdonen, ¿está el señor Garcés? – inquiere el que parece ser el responsable del grupito.
- Estoy aquí – responde Garcés, y dirigiéndose al resto de asistentes explica -. Disculpad, son los operarios que han venido a cambiar parte de la instalación eléctrica. ¿Habéis terminado? – pregunta al capataz del grupo.
- Sí señor. Hemos tenido que cambiar el cuadro de distribución y cablear…
- Vale, vale. Le dices a Francisco que me pase la factura. Gracias y podéis iros.
- Espera un momento, joven - es Cardona quien requiere al operario -. Permíteme una pregunta, ¿eres del pueblo?
- No señor, pero vivo y trabajo en el pueblo desde hace tiempo.
- Si no tienes inconveniente, me gustaría que respondieras a unas sencillas preguntas. La primera es ¿te relacionas con la gente del pueblo, sobre todo con los jóvenes?
- Con la gente mayor, poco, pero con la que tiene menos años, sí. No con todos, claro, solo con algunos, sobre todo con los amigos de mi novia que es de aquí.
- Bien. Otra pregunta – sigue interrogando Cardona -, ¿qué opinas sobre la urbanización de la zona costera, te parece bien o mal?
- Me parece una buena cosa, señor. La mayor parte de los terrenos urbanizados antes eran campos baldíos o de secano que supongo que producían poco. Ahora están llenos de viviendas que valen una millonada.
- Estupendo, una última pregunta ¿también te parece bien que se urbanice el sector de la Marina, donde está el humedal de los marjales?
   Sergio Martín, porque de él se trata, se toma un tiempo para contestar la postrera pregunta de ese desconocido tan preguntón. Recuerda las explicaciones que les daba Pascual Tormo en el ciclo de charlas a las que asistió sobre las ventajas e inconvenientes del urbanismo. Y como, en una conversación, mano a mano,  el profesor le explicó la suerte que tenía el pueblo de contar con un humedal como la marjalería y la importancia de conservarlo. Está a punto de contestar que no le parece bien cuando, de pronto, se acuerda de Lorena y piensa que se pondrá como una leona si llega a enterarse de que habla en contra de cualquier clase de urbanización y, por tanto, contra la posibilidad de seguir teniendo trabajo en la construcción. Recordar eso y cambiar de posición es todo uno, aunque trata de que su respuesta sea políticamente correcta:
- Pues verá, urbanizar supone ocupación para los trabajadores, mucho dinero para los propietarios de los terrenos y buenos ingresos para el Ayuntamiento. Todos ganamos. Que se urbanice en el sector del Torreón o de la Marina creo que es lo de menos.
- Muchas gracias, joven. Puedes irte.

   Tras marcharse Sergio y sus compañeros, el consejero de BACHSA explica a sus sorprendidos compañeros de reunión:
- Ahí tenéis un ejemplo de lo que opina esa parte de la juventud del pueblo que trabaja, y que supongo mayoritaria, sobre urbanizar la Marina. Ese es el instrumento  más eficaz para atajar cualquier clase de protesta. En ese pozo es donde encontraremos el agua suficiente para apagar cualquier conato de incendio – a Cardona le encanta lo de improvisar metáforas.