"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 16 de enero de 2015

2.10. De profesión: veterinario



 
   Mientras el alcalde y el secretario del Ayuntamiento departen con quien viene a ocupar la plaza que ha dejado vacante don Abelardo Lastra, el oficial mayor está redactando la nota que acompañará a la certificación de su toma de posesión. Va copiando los datos del documento nacional de identidad que acaban de darle. Nombre: Alfonso Grau Bellver. Le da la vuelta al DNI y sigue escribiendo. Natural de: Valencia. Provincia: Valencia. Fecha de nacimiento: 22-03-1920. Hijo de Alejandro y María de los Desamparados. Domicilio... El escribiente duda, levanta la cabeza y mira al secretario hasta que consigue hacerse con su atención.
- ¿Pasa algo, Severino?
- El domicilio, don Nicanor. ¿Pongo el que figura aquí?
- ¿Qué domicilio tienes en el DNI? – demanda el secretario al titular del documento.
- El de mis padres en Valencia, todavía estaba estudiando cuando me lo hice.
- Convendría poner el que vayas a tener aquí. ¿Dónde piensas vivir?
- De momento, estoy en la fonda del señor Avelino, pero quiero buscar algo más estable. Espero que me ayudéis.
- Severino, pon las señas de la fonda de Lino – precisa el secretario.
- No dude que le ayudaremos en todo cuanto esté en nuestra mano – asegura Vives al recién llegado -. En un pueblo como éste en el que en más de la mitad de las casas hay un mulo o un caballo su profesión es una de más solicitadas.
   El administrativo vuelve a interrumpir la conversación.
- ¿Qué ocurre ahora? – pregunta, un tanto desabrido, el secretario.
- Perdonen – y dirigiéndose al forastero inquiere -. Don Alfonso, el estado civil, ¿sigue soltero o...?
- Solterísimo.
- Espere que se enteren las muchachas en edad de merecer – afirma, sonriente, Vives - y verá la de invitaciones que le van a llover.
- Las agradeceré todas, pero tendré que rechazarlas. Tengo novia.
- Por cierto, creo que éste es tu primer destino, ¿verdad? – pregunta, curioso, el secretario - ¿Y si no es indiscreción, que te llamó a pedir Senillar?
- A fuer de sincero, solo hubo un motivo que me decantó por Senillar. Era la localidad que estaba relativamente más cerca de Valencia y mejor comunicada. Ni había estado nunca, ni conocía a nadie, ni sabía nada del pueblo – contesta Alfonso Grau un tanto molesto por la curiosidad del secretario.
   El oficial termina la nota al transcribir el último dato del recién llegado, de profesión: veterinario. Mientras ha estado redactando ha tenido un oído puesto en la charla del trío, a buen seguro que a su mujer le encantará ser una de las primeras en conocer aspectos de la vida de quien acaba de tomar posesión de su empleo. El escribiente se levanta y se acerca al grupito con el documento que acaba de elaborar.
- Lo dejo en su despacho, don Nicanor. ¿Quieres algo, Paco? – pregunta dirigiéndose al alcalde.
- No, gracias, Severino. Puedes volver a tu trabajo – responde amablemente el munícipe.
   Severino echa una última mirada al nuevo albéitar. Tiene buena planta, viste bien y parece un hombre aplomado. Ojalá – se dice – sea la mitad de bueno que don Abelardo. La charla parece agotada y el alcalde, que ha mirado un par de veces su reloj, se pone en pie, gesto que imitan sus interlocutores.
- Ha sido un placer, don Alfonso. Espero que se encuentre a gusto y que se quede mucho tiempo entre nosotros. Déjeme decirle que éste un pueblo en el que se vive muy bien y el trabajo no le agobiará. Lo que no hay son muchas diversiones, pero teniendo en cuenta que tiene novia, supongo que los fines de semana se marchará a Valencia. Lo dicho, bienvenido a Senillar.

   La llegada de un nuevo titulado superior al pueblo siempre es motivo de comentarios de toda índole. Es algo que no ocurre todos los días y la noticia está en boca de todos. En la trastienda de la Moda de París también se habla de ello.
- ¿Ya conocéis al nuevo veterinario? – pregunta Fina.
- Anteayer lo vi, estaba sentado en la terraza del café de la plaza. ¡Está de toma pan y moja! – enfatiza Consuelo.
- Eres una descarada, Consuelo. ¿Qué va a pensar de nosotras esta jovencita?, ¿qué vamos por ahí comiéndonos a los hombres? – pregunta Lolita con una sonrisa bailándole en la punta de la lengua.
   La jovencita aludida es Beatriz Villangómez que, como todos los sábados, acude a la trastienda a que Lolita le imparta clase de francés.
- Huy, no creáis que me escandalizo ¿Si oyerais lo que dicen de los tíos mis compañeras de la Normal las que os escandalizarais seríais vosotras? De todas formas lo último que pensaría de un veterinario es que pueda estar buenorro. ¿Os imagináis a Burt Lancaster o a Clark Gable metiéndole mano a un mulo para ver su temperatura?
   La ocurrencia de la muchacha provoca las sonoras risas del grupo.
                                                                           *
   Tras la pugna por el motorista del coto arrocero, saldada con su victoria, Gimeno no hace más que darle vueltas sobre cómo podría deshacerse del alcalde, su gran rival político. Todavía no sabe cómo va a conseguir que el Gobernador se cargue a Vives, pero no desaprovecha ocasión para segarle la hierba debajo de los pies. Incluso lleva tan adelantado su proyecto de sustituirle que, sin tener la más mínima garantía de poder forzar su cese, ya ha comenzado a tejer la tela de araña con la que envolver a su oponente. Uno de los primeros con los que habla sobre ello es Benjamín Arbós. La conversación está llena de sinuosos sobreentendidos.
- Todos están de acuerdo, señor Benjamín, que fue una majadería que le cesasen. Aseguran que en los pocos meses que estuvo al frente del Ayuntamiento cambió el pueblo.
- Hombre, José Vicente, gracias, pero tampoco fue tanto. Hice lo que pude y aquellos tiempos fueron muy duros, te lo aseguro.
- Ya lo supongo. ¿Y quién fue el inútil que le cesó? – a Gimeno le han contado la historia del final de la guerra en el pueblo, pero se hace de nuevas.
- Un alférez de complemento que fue comandante de la plaza desde la liberación hasta la batalla del Ebro. Zarzalejo se llamaba y era un niñato con la cabeza a pájaros. No sé por qué, pero tanto a Rodrigo como a mí nos tenía sentenciados.
- Cometió la misma estupidez que la que han hecho ahora nombrando a Vives. Que conste que le considero una buena persona y me llevo bien con él, eso que quede claro, pero políticamente no da la talla.
- Posiblemente le falte mano izquierda.
- Y saber estar. No actúa como un político, sino como un empresario, solo piensa hacer cosas. Se pasa el día hablando de aceras, calles asfaltadas, quiere remozar el Ayuntamiento…, ah, y lo del agua corriente. ¡Cómo si no hubiese obras más necesarias y urgentes!
- Hombre, lo del agua corriente no me parece mal. Es un indudable adelanto.
- Por supuesto, lo que cuestiono es que fuera el momento más indicado para llevarla a cabo. Había obras mucho más urgentes.
   Benjamín está tentado de preguntar cuáles, pero hace tiempo que descubrió el juego que se trae entre manos José Vicente y no está dispuesto a dejarse manipular. Empieza a tener años y las apetencias políticas hace mucho que dejaron de figurar entre sus primeras opciones. De cualquier modo, no quiere indisponerse con Gimeno a quien le adivina un espléndido futuro político y piensa en cómo dar una salida a la charla sin que el novato jefe local lo tome como un desaire.
- Estoy totalmente de acuerdo. En los asuntos públicos el tiempo es un factor importante. Y confesión por confesión: alguna vez se me pasó por la cabeza volver a la política activa, pero los años no perdonan. Mi salud ya no es la que era, he tenido dos amagos de angina de pecho y los médicos insisten en que trabaje poco, descanse mucho y preocupaciones ni una. ¡Ya ves qué panorama, cómo para volver a meterme en líos! De todas formas, atiende el consejo de un viejo político ya prácticamente jubilado: no te obsesiones con Vives, hay un tiempo para cada cosa. En vez de ello, deberías de marcarte dos metas: ahondar y ampliar las relaciones con la gente de Valencia, que al fin y a la postre son los que ponen y quitan, y en el pueblo hacer el mayor número de favores posibles. Esas deben de ser tus dos bazas principales para que cuando llegue el día, que sin duda llegará, en que te hayas de enfrentar con Paco tengas las mejores cartas posibles. La paciencia en política es un arma formidable para quien sabe emplearla.
- Gracias por sus consejos. Lo que no tengo claro es cuál sería la mejor forma de que los de la Jefatura Provincial estén más satisfechos con mi labor.
- Puedes empezar por lo que no hizo mi hermano, poner el resto de delegaciones en marcha, tal y como has hecho con la Sección Femenina en la que, por cierto, me han dicho que la hija de la señora Leo lo está haciendo muy bien. 
- No lo hace nada mal, no – asevera José Vicente mientras piensa que Lolita quizás sea una eficaz camarada, pero también es una mujer fría, antipática y arisca, igual es un marimacho de esos a los que no les gustan los tíos.