"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 31 de diciembre de 2013

2.37. ¡Para maná éste!

   Los miembros del consejo de administración de BACHSA, Rodrigo Huguet e Íñigo Arechabaleta, vuelven a desplazarse a Senillar para evaluar sobre el terreno el enfoque y desarrollo de la campaña de compra de terrenos. En la reunión que mantienen con sus apoderados locales, José Ramón Arbós y Amador Garcés, concretan más detalles de la operación.
- Como ya os dijimos, hay que seguir comprando fincas en los sectores del norte. De momento necesitaremos, aproximadamente, un millón de metros cuadrados. ¿Lo veis factible? – inquiere Huguet.
- Sin problemas – contesta Arbós, quien a su vez plantea –. Esto ya os lo pregunté anteriormente, pero vuelvo a insistir en ello, ¿en la partida de La Marina, no pensáis comprar? – a José Ramón no le importa repetirse pues, junto con su oculto socio Badenes, tiene mucho invertido en terrenos de ese sector.
- Por supuesto pero, como también ya os indicamos, de manera discreta, sin forzar la mano. Eso sí, marjal que se os ponga a tiro lo adquirís. Otra cuestión, ¿cuál es el procedimiento habitual en el pueblo en la compraventa de fincas? – quiere saber Huguet.
- Aquí las fincas se venden y se compran por fanegas, que es la medida agraria que se ha utilizado toda la vida – responde Arbós.
- Y la fanega ¿cuánto mide y cuál es el precio medio que se suele pagar por una? pues – pregunta Arechabaleta.
- Una fanega tiene ochocientos treinta y tres metros con treinta y tres centímetros, cuadrados naturalmente. Si es de secano venía a costar unas doscientas cincuenta mil pesetas, la de regadío algo más. Naturalmente, me refiero a los precios que regían antes de que la gente se oliera la tostada – informa Garcés.

   Arechabaleta hace un rápido cálculo mental:
- O sea, que suponiendo una finca que tenga cuatro fanegas y la convertimos en metros sale algo más de tres mil trescientos metros, lo que a mil pesetas el metro supone más de tres millones, el triple que antes. Por consiguiente no deberíais tener ningún problema para comprar el terreno que de momento necesitamos pues.
- Siempre que se cumpla la premisa – precisa Arbós - de que el precio se mantenga en las mil pesetas metro, que eso está por ver.
- Y que esa empresa fantasma, que está comprando fincas, no se nos adelante o aumente su oferta. Si es así, nos puede tocar los huevos, pero que bien tocados – se lamenta Garcés.
- Nos dijisteis que ya no pagan al contao como al principio. Ahí tenéis vuestro punto fuerte. Nuestros corredores irán con el dinero en mano y ante la vista de los billetes no es fácil resistirse pues – afirma con rotundidad Arechabaleta.
- Entonces, ¿nos mantenemos en las mil por metro? – inquiere Garcés.
- En efecto, por ahora ni una peseta más – confirma Huguet -. Manejad el dato que daba antes, que los precios ya han subido el trescientos por cien y que es difícil que suban mucho más. A ello debéis añadir que os han marcado un tope para la compra de terrenos, dad la cifra de unos doscientos cincuenta mil metros, y por consiguiente en cuanto se haya alcanzado esa cota posiblemente no habrá más compras y en consecuencia los precios bajarán. Quien no venda ahora puede quedarse compuesto y sin novia.

   Como han pedido los representantes de BACHSA a sus comisionistas éstos aceleran la compra de terrenos. De entrada los corredores encuentran el mercado un tanto alborotado por las adquisiciones que ya ha realizado la empresa foránea, y de cuyos propietarios nada se sabe. El precio que ofrecen es goloso, mil pesetas por metro son muchas pesetas, y más teniendo en cuenta el valor que tenían las fincas unos meses antes. Son muchos los que optan por vender, especialmente los propietarios de los campos de secano cuya rentabilidad es bajísima. Hay otros que especulan con una futura escalada de precios y se resisten a vender. A veces ocurre que dentro de la familia propietaria hay posturas encontradas, como pasa con la de Pascual Tormo. Sus padres tienen una pequeña finca en la partida de Albalat y, según cuenta en casa el cabeza de familia, les han hecho una oferta.
- Hoy ha venido a verme Laureano, dice que tiene un comprador para el campo de almendros de Albalat. Me ha ofrecido mil pesetas por metro – le cuenta Vicente Tormo a su mujer – y ha añadido que un precio así es como robar el dinero.
- ¡A mil pesetas! Eso es un dineral, le habrás dicho que sí.
- ¡Qué va! Le he contestado que me lo pensaré, pero creo que no voy a vender, estoy convencido de que los precios se van a disparar y podemos sacar mucha más tajada.
- La codicia rompe el saco, Vicente. No seas avaricioso y véndelo. Nunca veremos tanto dinero junto. Además, la almendra ya no es lo que era, ahora vale bien poco. Siempre te estás quejando de que no sacamos ni para los impuestos.
- A lo mejor tienes razón, pero me da en la nariz que el precio que me ha ofrecido Laureano no se va a quedar ahí. De hecho, ayer me contaron en el casino que hay corredores de fuera que ya ofrecen algo más de las mil pesetas, pero con el inconveniente de que son compras con los pagos aplazados.
- Vicente, hazme caso, no le des más vueltas y vende. Que son más un millón y medio de pesetas, ¿cuándo hemos visto tanto dinero junto?
- No te preocupes, mujer. Vamos a esperar un tiempo y a ver qué pasa.

   Las compras, al principio, han ido razonablemente bien, pero pronto el ritmo se ralentiza, los propietarios se resisten a vender a mil pesetas metro. Para hacerse con el volumen de terreno que BACHSA necesita será necesario subir el precio de la oferta. La compañía da su visto bueno y el nuevo tope se fija en las mil quinientas pesetas metro. La enorme subida del valor de la tierra apenas si se nota en el mercado, las ventas siguen estancadas. Quien más quien menos se dice que si de un día para otro el coste se ha disparado un cincuenta por ciento, si espera un tiempo el precio puede subir aún más. Los constructores optan entonces por otra estrategia: negociar la compra de cada finca de manera individualizada sin ponerse un límite concreto. El resultado de esa política de compras tiene un efecto perverso: los precios entran en una espiral vertiginosa que parece no tener fin. La escalada de los costes le inspira a Garcés una idea que se apresura a consultársela a Badenes.
- Agustín, se me ha ocurrido que con esta locura de precios, en la que lo que hoy vale diez mañana cuesta veinte, podríamos incrementar nuestros beneficios si cocinamos un poco las cuentas que presentamos a los de BACHSA.
- ¿Qué quieres decir con cocinar las cuentas?
- Cargar, por ejemplo, un diez por ciento de más al precio real que hemos pagado por una finca. Además de la comisión nos llevamos otro pico. Nuestros beneficios se dispararían.
- No es mala idea, pero eso también supone jugar a la ruleta rusa, ¿te has planteado qué pasaría si los de BACHSA se enterasen?
- No llegarán a saberlo, los corredores que tengo son gente de absoluta confianza y no se irán de la lengua porque, además de la comisión de corretaje, se sacarán un plus con el sobrecoste. Lo tengo todo calculado. Además, con esa política que han marcado de negociar finca a finca nos lo están poniendo como a Fernando VII.
- Tu idea es tentadora, Amador, pero creo que por el momento es mejor ser prudente y no arriesgarnos, no sea que vayamos a matar a la gallina de los huevos de oro. Aunque no descarto que, cómo el tobogán de precios siga tan loco, algún día la pongamos en práctica.

   El precio de los terrenos, lo que serán los futuros solares, sigue escalando cotas hasta que al llegar a las cinco mil pesetas metro parece tomarse un respiro. Recibir mil duros por un metro cuadrado de tierra, en la que caben poco más que media docena de macetas, les parece a muchos de los labradores locales una locura, pero si hay gente dispuesta a pagarlos allá películas. Y son muchos los que venden sus campos por ese precio, ¡nada menos que mil duros! Como cuenta el bueno de Chimo el Saurí, de profesión pocero y demóscopo de vocación, a sus compañeros de dominó:
- Toda la puta vida arrastrándome por esos andurriales alumbrando aguas para ganarme las habichuelas y resulta que el mejor pozo lo tenía al lado ¡y yo sin enterarme! ¿Sabéis cuántos millones me han dado por el baldío que tengo en la partida de Freginals, mejor dicho que tenía, y que estaba abandonado porque es poco más que un roquedal? Mejor no os lo digo porque os puede dar un patatús de envidia. Cuando vi la morterada de billetes encima de la mesa me acordé de aquello que nos contaba mosén Arcadio de la travesía de los judíos en el desierto, lo del maná que les llovía del cielo. ¡Pues para maná, éste!