Tras la copiosa comida con la que
los policías españoles han agasajado a su colega francés para que tenga un buen
recuerdo de su primer día de trabajo, se impone una pequeña siesta. El
inspector galo contempla un tanto atónito como Bernal, reclinando el sillón en
la pared del despacho en el que trabajan, cierra los ojos y en unos minutos sus
ronquidos llenan la habitación. Atienza ha desaparecido y no sabe dónde ha
podido meterse. Blanchard termina por copiar a Bernal, entrecierra los ojos y,
ante su propia sorpresa, acaba echando una cabezadita. No sabe cuánto tiempo ha
podido dormir hasta que oye la voz de Atienza llamándoles al orden.
- Colegas hay que volver a abrir la barraca que todavía nos queda mucho
tajo por delante.
Como se maliciaba Blanchard,
después del espléndido y bien regado almuerzo en Casa Nicomedes, el trabajo que
realizaron por la tarde fue de todo menos fructífero. Al día siguiente
retomaron el análisis de los temas que habían quedado pendientes. Uno de ellos
e importante era hablar del contenido del furgón blindado. Otra vez, es Atienza
quien toma la palabra.
- Bien, pues hablemos del Tesoro de los Quimbayas. Se trata de un conjunto
arqueológico de ciento veintidós piezas compuesto, fundamentalmente, por
estatuillas y otros objetos de oro. Su valor lo da no solo su rareza y su
excepcional belleza sino que está fechado hacia el siglo cuarto de nuestra era,
aunque sobre la datación hay controversia. La colección fue desenterrada por
unos guaqueros o ladrones de tumbas en la región de Quindío en mil ochocientos
noventa y uno. Y todavía no se sabe muy bien por qué, pero el tesoro no se
repartió entre los buscadores que lo encontraron, como era lo usual, ni tampoco
se fundió. Esto último es otra rareza sin par. Prácticamente, todas las piezas
auríferas que se descubrían en América, hasta principios del siglo XX, se
fundían para acuñar moneda o convertirlas en lingotes, pero en este caso no
sucedió así.
- Dices que fue encontrado en mil ochocientos noventa y uno, pero en esa
fecha Colombia ya era una nación independiente, entonces ¿cómo llegó ese tesoro
a España?, ¿acaso fue robado por los españoles? – La precisión histórica que
hace el francés muestra que algo sabe de la historia sobre las guerras de
independencia de las antiguas colonias españolas en Sudamérica.
Atienza opta por no entrar al
trapo de la provocación de su colega al hablar otra vez de robo, en su lugar
explica cómo llegó el tesoro a España:
- Es que no fue un robo, se trató de una donación. Para entenderla hay que
conocer los problemas fronterizos entre Colombia y Venezuela. Comparten una
frontera muy artificial pues no está determinada, en la mayoría de tramos, por
accidentes geográficos, sino por líneas establecidas mediantes cálculos de
longitud y latitud. Esto que sirve en otras muchas zonas del mundo no es tan
útil en una región selvática a lo que se suma la línea de demarcación trazada sobre
unos ríos que alteran su curso constantemente. Otro factor que la convierte en
una línea fronteriza compleja y problemática es la división del pueblo
guajiro, habitante de la zona, que se desplaza indistintamente hacia cualquiera
de los dos países en busca de recursos
para su subsistencia. A ello hay que añadir los problemas que generan las
frecuentes incursiones de grupos armados, el asunto del contrabando y de la
emigración ilegal.
- Sigues sin explicarme como llegó el tesoro a vuestro país – apremia
Blanchard que se está cansando de tanta erudición.
- Lo resumo. En uno de esos múltiples conflictos fronterizos, Colombia
pidió la mediación de la reina regente María Cristina de Habsburgo. Como
agradecimiento a la feliz intervención de la soberana española, el Gobierno
colombiano donó la colección a España adónde llegó el tesoro en mil ochocientos
noventa y dos. En principio, las piezas fueron expuestas en Sevilla con motivo
del cuarto centenario del descubrimiento de América. Posteriormente, y dada su
valía, fueron guardadas en las cámaras acorazadas del Banco de España. Hoy
forman parte de los fondos del Museo de América en el que quizá constituyen la muestra
más valiosa de las culturas precolombinas. Finalmente, otro dato a tener en
cuenta del tesoro es que la citada donación ha generado y sigue generando en
nuestros días un conflicto diplomático, aunque dicho conflicto es tratado con
sordina y no se hable del mismo.
- Un conflicto diplomático, ¿entre quiénes y por qué? – inquiere presto el
francés.
- ¿Entre quienes?, entre los que regalaron el tesoro y los que lo
aceptaron. Es decir, entre los colombianos y nosotros – aclara Atienza, que
prosigue -. ¿Y por qué? Verás, la donación del tesoro a España, realizada por
el gobierno colombiano del presidente Carlos Holguín en mil ochocientos noventa
y dos, ha sido cuestionada en Colombia tanto por ilustres personajes del país
como por prestigiosos centros académicos y culturales como la Facultad de Artes
de la Universidad Nacional o la Academia de Historia de Colombia. Por otra
parte, la transferencia de bienes culturales ha sido puesta en tela de juicio
igualmente por reconocidos antropólogos, historiadores, arqueólogos y gente del ámbito cultural de todo el mundo.
- ¿Ha habido acciones concretas para el retorno del tesoro a Colombia? –
pregunta el inspector galo.
- Sí. En dos mil siete fue promovida una acción legal por un grupo de
gentes de la cultura colombiana, solicitando de la justicia de su país la
anulación de lo que ellos llaman la transferencia del tesoro, en base a
violaciones graves de la Constitución colombiana de aquella época y que
mantiene vigentes su actual carta magna. Argumentan que el gobierno donante no
pidió la autorización del congreso para donar bienes nacionales adquiridos con
fondos públicos. Otrosí – El francés almacena el palabro para averiguar posteriormente
su exacto significado -, en el supuesto de haberse producido tal autorización
por el congreso, el gobierno de entonces tendría que haber promovido la
celebración de un tratado para ser suscrito entre la República de Colombia y el
Reino de España. Dicho tratado tampoco existió, lo cual confirma, a juicio de
los demandantes, que la actuación del presidente Carlos Holguín fue una
decisión unilateral y sin base jurídica.
- Y esa demanda, ¿qué recorrido ha tenido? – quiere saber Blanchard.
- Un juez colombiano falló declarando la ilegalidad de la donación del
Tesoro Quimbaya a España. Ese fallo lleva ocho años en la Corte Constitucional
de Colombia que podría impulsar el proceso o, en su caso, dejar abiertos los
plazos para la solicitud y trámite de la restitución del tesoro. La colección
Quimbaya ha pasado a engrosar la relación internacional de casos relevantes de
restitución de bienes culturales de estado a estado, de la que hay múltiples
ejemplos que por conocidos me abstengo de enumerar.
- Y la Corte Constitucional colombiana, ocho años después, ¿no ha movido
pieza? – se extraña el francés.
- No, que yo sepa. Un funcionario de Asuntos Exteriores amigo mío me dio
una explicación sobre el retraso que parece razonable. En las últimas décadas,
Colombia ha luchado para quitarse el remoquete de ser un país en el que los clanes
de narcotraficantes tienen tanto poder o más que los gobiernos legítimos. Por
otra parte, está el pugnaz enfrentamiento con la guerrilla de las FARC, el
grupo guerrillero más antiguo de América. Es decir, que los gobiernos
colombianos tienen muchos y graves problemas internos y no les interesa en
absoluto abrir un conflicto diplomático con un país como España, que le sirve
de puente ante la Unión Europea y con el que mantienen unas excelentes
relaciones diplomáticas y comerciales. De ahí que los gobiernos colombianos no
tengan, al menos por el momento, ningún interés en que su Corte Constitucional
active el caso.
- Parece una explicación razonable y es muy posible que por ahí vayan los
tiros – admite el francés.
- Dile lo de la embajada – apunta Bernal dirigiéndose a Atienza.
- Ah, sí, se me olvidaba. La embajada colombiana ha hecho una discreta
gestión ante nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores, lo que ha provocado que
ese departamento sea uno más entre los organismos que nos está metiendo presión
para que solucionemos el “Caso Inca” cuanto antes.
- Si se meten los colombianos en el affaire el asunto puede complicarse
mucho más – comenta como para sí el galo.
- ¿Nos lo dices o nos lo cuentas? – es la castiza réplica de Bernal.