"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 1 de enero de 2021

Libro II. Episodio 73. Soltero y sin compromiso

 

   El profesor Hernández aconseja a Julio que soborne al funcionario municipal que concede los permisos de obras y licencias de apertura de comercios.

   -No se me había ocurrido, profesor. Lo que solicito es algo que está contemplado en la normativa municipal, por tanto no pueden negarse a concederlo.

   -A concederlo, no, pero a demorarlo sí. Lo que tienes que hacer es meter cincuenta duros en un sobre y se lo das al funcionario que lleva el departamento de licencias diciéndole que son los documentos que faltaban en tu solicitud de apertura. Yo creo que será suficiente para que se agilice el asunto. Y que te sirva de lección, así es como funciona la administración pública en este puñetero país, untándola.

   Julio hace lo que le aconsejó Hernández y mano de santo. En poco más de una semana el ayuntamiento expide el indispensable permiso de obras, al tiempo que le informan de que, en cuánto estén finalizadas y tras llevar a cabo la pertinente inspección, se procederá a expedir la licencia de apertura. Inmediatamente comienzan las obras de acondicionamiento del local que duran algo más de lo que en principio se preveía. A propósito de la iluminación, el mañego recuerda haber leído que la electricidad, el gran invento del siglo XIX, ya funciona en algunos locales de Madrid y Barcelona, y que incluso en Gerona han instalado una red de alumbrado público. Pregunta a un conocido del casino, que es ingeniero, si podría instalar la luz eléctrica en la tienda.

   -Tendrías que comprar una dinamo y el coste te resultaría prohibitivo. Cuando se pueda generar la corriente eléctrica alterna se podrá transportar a gran distancia y los costes se abaratarán. Y permíteme decirte que eres un adelantado, nadie me había preguntado sobre la luz eléctrica.

   A mediados de mayo, Julio puede inaugurar su flamante droguería. Se ha esforzado en diferenciarla todo lo posible de la del Bisojo. Ha mandado ampliar las dos ventanas que tiene el local y convertirlas en sendos escaparates que al mismo tiempo sirven para dar más luz al recinto. Ha encargado unas modernas estanterías para ubicar los artículos de más venta, y aquellos productos que se venden al por mayor en lugar de tenerlos apilados en un rincón del local, como en la vieja droguería, los ha almacenado en la trastienda. Una serie de carteles indican los artículos que hay en la tienda aunque no estén a la vista. Y ha mandado imprimir un catálogo con la relación de todos los productos existentes. Haciendo realidad lo que improvisó cuando quiso convencer a Lupe, ha abierto una sección de artículos para la mujer. Y ha procurado, hasta donde la normativa lo permite, tener una buena provisión de productos medicamentosos. Tal como le aconsejó su madre, se ha encargado de pregonar la apertura del establecimiento hasta el último barrio. Y ha hecho confeccionar un bonito vestido-uniforme para Antonina, su única empleada por ahora, que a la joven le ha encantado. Unos días antes de la apertura, se le ocurre otra idea: el día de la inauguración rebajará el quince por ciento media docena de artículos hasta el fin de las existencias. Cuando se lo cuenta a su madre, Pilar le sugiere algo en lo que no había caído.

   -¿En quién has pensado para que bendiga la tienda?

   -¿Bendecir la tienda? No se me había ocurrido.

   -¿Quieres que haga una gestión ante el obispado? –propone Pilar.

   -¿Crees que el señor obispo de Plasencia va a venir a bendecir una droguería? –pregunta, escéptico, Julio.

   -¿Y por qué no? Todo es cuestión de tocar la tecla oportuna. Deja que lo intente. Sería una buena propaganda. El acto saldría publicado en la prensa local y de entrada te ganarías el favor de la mitad de las beatas de la ciudad, amén de que pasarías a ser bien visto por la administración de la diócesis que, directa o indirectamente, gestiona templos, conventos, seminarios, ermitas, colegios y un sinfín de establecimientos religiosos. Tener como cliente al obispado no te reportará más que beneficios.

   -Me has convencido, madre. Haz la gestión. Y por curiosidad, ¿cómo piensas conseguirlo?

   -Cómo se consiguen la mayoría de las cosas, con dinero. Prometeré un generoso donativo a la diócesis para obras de caridad.

    Doña Pilar no logró que el señor obispo de Plasencia inaugurara la tienda de su hijo, pero sí que fuera el canónigo que preside el cabildo de la catedral quien bendijera el nuevo establecimiento. Y, como supuso la maestra, los periódicos placentinos publicaron la noticia dándole un realce que casi parecía propagandístico. Fuera por esa publicidad, por el boca a boca o porque en la ciudad la apertura de nuevos establecimientos no ocurre todos los días, desde el primer momento de la puesta en funcionamiento del comercio la afluencia de clientes ha sido numerosa. Y la idea de Julio de rebajar el quince por ciento algunos artículos hasta el fin de las existencias tiene tal éxito que ha decidido normalizar la oferta, y cada lunes cuelga en el exterior un anuncio enumerando los productos que estarán en oferta dicha semana hasta que se agoten. La añagaza comercial la ha ido puliendo con el tiempo: oferta productos de difícil venta y los más demandados, antes de anunciarlos, los aumenta de precio y pone en venta una limitada cantidad. Como le cuenta a su madre, el objetivo de esa estrategia comercial se resume en una frase:

   -Lo importante es que la gente entre, algo siempre se llevarán.

   -Hijo, me tenía por avispada, pero veo que me das ciento y raya. Si sigues así, terminarás haciéndote rico.

   Por todos esos factores, la competencia que le hace Julio al Bisojo provoca que la vieja droguería venda menos cada día que pasa. Y en parte se debe a algo que anticipó el mañego. Lupe, la chica que se ha quedado al frente de la tienda, ha demostrado ser una vendedora aceptable, pero una calamidad en cuanto a la administración del negocio. Simplemente, es que no está preparada para ello, le falta experiencia y sobre todo conocimientos. El resultado es que tan pronto escasean determinados artículos, como se amontonan otros que solo pueden venderse a largo plazo. Con lo que la disminución de la clientela acompaña al declinar de las ventas.

   Una tarde de principios de junio, aparece en la tienda de Julio doña Pilar, algo que no suele hacer muy a menudo pues no quiere interferir, acompañada de una muchacha que al principio Julio no reconoce hasta que se da cuenta de quién se trata: es la alumna predilecta de su madre, Julia Manzano. La otrora angulosa jovencita no parece ser la misma que recordaba. Se ha cortado las trenzas, le ha desaparecido el acné adolescente y su cuerpo muestra unas promesas de redondeces que revelan que la crisálida está dando paso a lo que promete ser una mujer de tronío. Esta cría, en cuanto pase un año, será un bombón, piensa Julio. Como el mañego acabó dándole algunas clases de contabilidad, la muchacha ha querido despedirse de él antes de volver a Malpartida, donde su madre la reclama para que la ayude en la administración de la hacienda familiar. A Julio el hecho le hace recordar la que fue su antigua novia, Consuelo, que también fue utilizada por su madre para llevar las cuentas de los Manzano-Barrado. La historia se repite, se dice Julio, y no puede evitar desear buena suerte a la chiquilla.

   -Que tengas más suerte de la que tuvo tu hermana, Julia.

   -¿A qué se refiere? –quiere saber la chiquita, que parece no haber entendido el mensaje implícito del deseo de Julio.

   Doña Pilar, que sí ha entendido perfectamente lo que ha querido expresar su hijo, interviene para evitar malos entendidos.

   -La suerte suele encontrarse cuando se busca. Y Julia es lo suficientemente inteligente para saber encontrarla. Y ahora, te dejamos, hijo, que veo que entran clientes.

   En el ámbito de su vida privada, Julio vuelve a tener otra aventura con una mujer casada. Es una clienta que se lo puso fácil desde el momento en que le echó unos requiebros, más por galantería de buen vendedor que porque tuviera intenciones non sanctas. El marido de Evangelina -ella prefiere que la llamen Lina- es factor de circulación del ferrocarril Cáceres-Madrid, por lo que está fuera de casa varios días a la semana. Y Lina, que no tiene hijos, lleva muy mal la soledad, tanto que le puso los cuernos al marido a los contados meses de casada. Ahora le ha tocado a Julio disfrutar de sus favores. Al joven droguero le gusta a rabiar Lina, pues a un busto provocador le suma un trasero rotundo y un rostro en el que destacan unos negros ojos almendrados y una boca de labios generosos. Pero lo que más le encanta es lo cariñosa que es y que siempre está dispuesta cuando la busca; ni siquiera cuando tiene sus días malos es capaz de negarse a que se meta en su cama. Porque ese es otro de los factores que tienen a Julio encandilado, en la ciudad tener una aventura fuera del matrimonio suele tropezarse con un problema de difícil arreglo, encontrar un lugar discreto donde yacer. En este caso, los encuentros de la pareja los llevan a cabo en el propio hogar de la adúltera. Julio es consciente de que, más pronto que tarde, el ferroviario acabará enterándose del desliz de su esposa y entonces el lío se acabará, pero que le quiten lo bailado, se dice.

   La señora Pilar, como casi siempre, ha acabado enterándose de la aventura de su hijo. Y la sufre en silencio, puesto que considera que a un hombre de treinta años no se le pueden dar consejos como si fuera un chaval. Lo que más le duele es que Julio no siente la cabeza en cuestión de sentimientos. Debería estar casado y tener más de un crío, pero ahí sigue, soltero y sin compromiso. La maestra a veces piensa que su hijo, pese a los años pasados, todavía no ha sido capaz de olvidarse de Consuelo y eso le lleva a que no ponga sus ojos en una mujer para tener una relación formal que termine en casamiento. Solo tiene aventuras pasajeras que no conducen a nada. Por eso cuando le preguntan por su hijo su respuesta suele ser la misma:

   -Sigue igual, soltero y sin compromiso.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 74. No estoy dispuesta a malgastar ni un día más