"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 17 de febrero de 2015

3.6. Tendrás que buscarte novia

   Enrique Guerrero, hijo de la única hermana de don José Sanchís, una vez terminada la carrera de farmacia ha ido a Senillar donde su tío lo prepara para que le suceda cuando decida jubilarse. Tiene treinta y dos años, pero aparenta más. Su cruz es la clásica calvicie de herradura que vanamente intenta disimular dejándose crecer el pelo lateral y aplastándolo en la parte superior a base de fijapelo y mucha paciencia. Su carácter no hace honor a su primer apellido: es más bien tímido, pero cuando se emperra en algo tiene la terquedad de los apocados. Se fijó en Lolita desde la primera vez que estuvo en el pueblo. Sabe bastantes cosas de la joven, se ha ocupado de indagar. Todas las referencias que ha conseguido saber de ella son inmejorables. Lo único que no le ha hecho ninguna gracia es que estuvo de novia con un chico de la localidad, un tal Rafael Blanquer, que está estudiando en Barcelona. La hubiese preferido sin ninguna clase de pasado sentimental, pero es algo que habrá que asumir. También le ha pedido opinión a su tío sobre la joven que, como viejo solterón, le ha dado una retahíla de consejos que no vienen al caso. Está someramente enterado de las costumbres y usos locales en lo que atañe a las relaciones entre jóvenes, pero la muchacha no parece que se ajuste a dichas pautas: no pasea por el Rabal, no va al baile y cuantas veces la ha visto en el cine siempre está con alguna amiga de su edad.

   El primer amigo que Guerrero ha hecho ha sido Alfonso Grau. No podía ser de otro modo, son los dos únicos universitarios solteros que hay en el pueblo. Ambos también han intimado rápidamente con Manuel Lapuerta. Pese a la diferencia de edad han encontrado en el médico alguien con quien charlar de algo más que de fútbol o de toros. En las comunidades agrarias las personas con cultura son escasas, y que sigan teniendo inquietudes intelectuales, después de acabada la carrera, sobran dedos en la mano para contarlas. Y es a Lapuerta y a Grau a quienes Guerrero pregunta sobre la jovencita que tan buena impresión le ha causado.
- Manolo, esa joven de la Moda de París, ¿cómo es que no la veo nunca paseando por el Rabal al igual que otras?
- ¡Vaya! ¿Te interesa la niña de la señora Leo?
- Hombre, tanto como interesarme..., pero reconozco que tiene algo distinto a la mayoría de las demás chicas.
- Admito que es una joven francamente guapa y todo un tipazo. Aunque quizá donde resida la diferencia con las demás debe de estar en que viste mejor que la media, no en balde regenta la tienda de modas de su madre, pero sobre todo creo que lo que más la distingue es que tiene una amplia cultura, estuvo unos años en un colegio de monjas y es una lectora insaciable.
- Y además es una potranca de recia y curvilínea estampa – afirma Grau guiñando pícaramente el ojo a Lapuerta.
   Guerrero hace oídos sordos a la afirmación del veterinario que considera una ordinariez y vuelve a dirigirse al médico:
- Lo que sigues sin explicarme, Manolo, es por qué no se la ve nunca paseando por el Rabal.
- Ah, esa ausencia viene marcada por las costumbres locales. Esa jovencita debe de tener…, no lo sé a ciencia exacta, pero como unos veintidós o veintitrés años. Pues bien, para los parámetros locales una mujer de esa edad es, prácticamente, una solterona y éstas como ya no están en oferta no tienen por qué exhibir sus encantos en el zoco del Rabal.
- ¡Caramba, Manolo!, lo cuentas como si estuvieras haciendo la descripción de un mercado de esclavos o más bien una feria de ganado – dice Grau medio en broma.
- ¡Qué forma de irse por la tangente!, pero sigo sin saber a qué se dedica esa muchacha salvo que lleva la tienda de modas – se lamenta el boticario.
   Lapuerta queda un momento en silencio. Piensa que el sobrino de Sanchís no es tan inteligente como su tío y tiene escaso sentido del humor. Tendrá que cambiar de registro para explicarle las costumbres locales.
- Hasta donde sé, María Dolores; bueno, todo el mundo la llama Lolita, se centra en el trabajo de la tienda y en los últimos tiempos también dirige la delegación local de la Sección Femenina y no es muy dada a exhibirse por ahí.
- O sea, que es una falangista de tomo y lomo – precisa Grau que sigue en su tono de graciosillo.
- No diría tanto. Para mí que lo de la Sección Femenina lo hace para no aburrirse – responde Lapuerta.

   El médico da más explicaciones a sus nuevos amigos sobre algunos de los usos y tradiciones locales en lo referente al emparejamiento de los jóvenes:
- Tened en cuenta que en los pueblos agrícolas los jóvenes suelen comenzar a trabajar nada más terminar la escuela, suponiendo que finalicen la primaria. Sostengo la tesis de que el hecho de que se incorporen tan pronto al mercado laboral los hace madurar rápidamente, y en todos los sentidos. Empiezan a trabajar pronto, se emparejan cuando son casi unos adolescentes, se casan jóvenes, tienen hijos enseguida y envejecen también mucho antes que en las ciudades. Digamos que su ciclo vital se inicia antes que en otros lugares donde la incorporación de la juventud al mercado del trabajo se efectúa con más retraso.
- Perdona, Manolo, pero toda esa disertación sociológica sigue sin dar respuesta a lo que pregunta Enrique – Grau sale en apoyo de Guerrero.
- Vamos a ver. Aquí cuando una muchacha llega a los veintitantos y no se ha casado, sea por las causas que fueren, digamos que pasa a un segundo plano. Si os fijáis en las chiquillas que pasean por la calle veréis que son poco más que adolescentes, y esas mismas os las encontraréis en el baile. Son las que, para los usos locales, están en el mercado del emparejamiento; es decir, en situación de encontrar novio, primero, y marido, después. No pasa solo con el gremio femenino, a ellos les ocurre lo mismo. En cambio, los jóvenes que pasan a ese segundo plano, que citaba antes, no es que se retiren de la vida social, pero digamos que lo hacen por otros circuitos. Tampoco es que renuncien a emparejarse, pero cuando lo hacen es por medios más…, no sé cómo decirlo…, más institucionales.
- ¿Y cuáles son esos otros circuitos? – se interesa Grau.
- Pues os los podéis encontrar paseando por el Calvario, por el camino de la estación…, tienen reuniones en casas particulares, hasta tengo entendido que organizan algún guateque en el que hace de orquesta una gramola o algún programa radiofónico de música de baile. Por supuesto, van al cine y poco más. Ah, y no es infrecuente que cambien de estado en un matrimonio que hayan concertado los padres. Aquí las oportunidades de vida social son más bien escasas. 
- De eso ya me he dado cuenta – admite Guerrero -. Fuera de los momentos que charlo contigo o con Alfonso, la verdad es que me aburro más que una lapa. Con decirte que cuando llegan los domingos estoy deseando que pasen cuanto antes porque al menos el resto de la semana me entretengo en la farmacia.
- Tendrías que hacer como tu tío o como yo. Aficionarte a jugar al dominó o a las cartas o, mejor aún, al ajedrez.
- Los juegos de mesa nunca me gustaron – afirma Guerrero.
- Pues si no te gusta jugar, lo tienes crudo… Tendrás que hacer como Alfonso, buscarte novia.
- No creas que no lo pensé – admite Guerrero.
- Lo de buscarse novia, ¿tiene que ser de aquí o también valen las de fuera? – inquiere Grau muy serio, aunque en los ojos le baila un destello de guasa.
- Alfonso, no sé cuando hablas en serio y cuando nos tomas el pelo. Lo de buscarse una novia lo decía de coña. Aquí, un hombre de vuestra edad y posición si va con una mujer tiene que ser en plan serio, para terminar pasando por la vicaría. Y eso es algo que hay que meditarlo detenidamente. Casi es preferible, querido Enrique, que sigas aburriéndote. Te saldrá menos caro y, sobre todo, con muchos menos problemas para tu homeostasis emocional.
- Oyéndote hablar así cualquiera diría que eres más un psiquiatra que un galeno de medicina general. Volviendo a la chica de la tienda de modas. No sé quién me comentó que sigue suspirando por un exnovio que ahora estudia en Barcelona – Guerrero, al final, ha verbalizado lo que no le gusta del pasado de la encargada de la Moda de París.
- Supongo que se referirán a Rafael Blanquer. Fueron novios, pero me da la impresión de que más bien fue el típico amor adolescente. No creo que quede ningún rescoldo de aquello – afirma tajante el médico.
- A todo ello añado que es bueno y saludable cambiar de pareja, es la única manera de comparar y tener más probabilidades de acertar. Al menos, es lo que creo – concluye Grau.