"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 10 de enero de 2014

2.40. Paciencia y barajar

   A Sergio las elecciones le importan un rábano, de hecho ni siquiera piensa votar, tendría que ir a Madrid para hacerlo pues es donde está empadronado. En lo que está ahora es en ponerse el mundo por montera si fuera necesario y romper con su pasado, hacer lo que sea para que Lorena no le abandone. Una vez que ha dado carpetazo a los libros lo que más le urge es encontrar trabajo.
   El tío de Verónica cumple la promesa que le hizo a su sobrina y admite a Sergio en su empresa familiar de instalaciones eléctricas. A Dimas, el capataz y hombre de confianza de Francisco Solbes, le basta una jornada para constatar que el chico está muy verde y no tiene ninguna experiencia.
- Francisco, el chaval que me has mandado, sirve de poco. Por lo que me habías dicho creía que podría desenvolverse medianamente bien, pero no es así. Tú verás que hago con él. 
- ¡Coño!, pues eso no es lo que me contó mi sobrina. Según ella iba para ingeniero del ramo.
- No digo que no, pero para el trabajo que hacemos está más verde que un espárrago.
- Bueno, pues cuando llegue mañana al tajo dile que se vuelva por donde ha venido, que no nos sirve.

   Dimas tiene la costumbre de llegar al trabajo antes que ninguno de sus operarios. Así tiene tiempo de evaluar la faena del día anterior y de preparar las tareas a realizar en la jornada. Cuando llega al bloque donde están trabajando se encuentra con la sorpresa de que alguien se le ha adelantado, Sergio.
- ¿Cómo tan temprano, chaval?
- Me gusta ser puntual, y además quería hablar con usted antes de que llegasen los demás.
- No me trates de usted, no soy tan viejo.
- Viejo no lo es, pero uno de mis profesores nos decía que hay que tratar de usted y con mucho respeto a las personas mayores en edad, dignidad y gobierno.
- Eso suena a catecismo de los de antes. Lo de respetar a los mayores me parece bien y más ahora que los jóvenes tratan a todo el mundo como si fueran de la misma quinta. De todas maneras, en el curro no nos andamos con protocolos ni zarandajas y todos nos tuteamos. Y bien, ¿de qué me querías hablar?

   El día anterior Sergio se dio cuenta rápidamente de que sus conocimientos teóricos le servían de bien poco, al menos por el momento, para la instalación de líneas de distribución eléctrica de baja tensión. Sin conocer la conversación mantenida entre sus jefes, sospecha que pueden prescindir de su concurso y antes de que eso ocurra ha pensado que la única persona que le puede salvar es el capataz.
- Ayer me di cuenta de que una cosa es la teoría y otra la práctica. Usted sabe mucho mejor que yo que en este momento no estoy preparado para hacer el mismo trabajo que cualquiera de sus oficiales, pero le prometo que puedo aprender y que estoy dispuesto a hacer lo que sea para demostrarle que puedo ser útil a la empresa.
- Vaya, me gusta la gente que es capaz de reconocer sus limitaciones. Hay que ser muy hombre para admitir que, pese a tener estudios, uno no sabe hacer determinadas cosas. Dice mucho a tu favor, pero hay un problema, eres demasiado mayor para cogerte de aprendiz.
- Aprendiz no, pero sí ayudante o auxiliar de instalador.
- ¿Y tú sabes lo que hace un ayudante? – pregunta un escéptico Dimas.
- Sí señor. Entre otras tareas, la carga y descarga de material, el empotrado de tubos, paso de cables, montaje y desmontaje de andamios, mantenimiento de herramientas y medios auxiliares, limpieza de los locales en que se trabaja, etcétera.
- Veo que sí lo sabes. ¿Y estás dispuesto a llevar a cabo todas esas faenas?
- Sí señor. Esas y cualesquiera otras que usted pueda, perdón, que puedas mandarme – es la rotunda respuesta de Sergio.
- Me dijiste que terminaste la formación profesional de grado superior, ganarías más dinero y estarías mejor considerado si trabajaras en lo tuyo.
- Sí pero entonces tendría que irme del pueblo y eso es lo último que pienso hacer.
   Una intuición cruza la mente de Dimas: este tío está encoñado con alguna chavala de por aquí y por eso no quiere irse. No sabe el capataz que atinada es su impresión. Todavía hace una postrera tentativa:
- De ayudante vas a ganar poco y trabajar mucho.
- Lo de ganar poco me fastidia, pero me aguantaré, en cuanto a trabajar mucho es algo que no me asusta.

   Cuando Dimas tiene la diaria charla con el patrón le da su opinión:
- Francisco, creo que me equivoqué con el chico que recomendó tu sobrina. No vale para oficial, pero si no estoy desencaminado lo valdrá en unos meses. Es joven, pero bragado, de los que se viste por los pies.
- ¿Has pensado que es demasiado mayor para cogerlo de aprendiz?
- Claro, pero nos servirá como ayudante. Y, ya te digo, o estoy perdiendo olfato o en medio año lo puedo convertir en un buen instalador.
- Pocas veces te equivocas, Dimas, pero si le hago un contrato de ayudante va a ganar cuatro perras. Y mi sobrina me contó que buscaba un curro para alquilar un piso e irse a vivir con su novia.
- Ese ya no es mi problema, jefe. Los contratos y los sueldos son cosa tuya. Te repito que a mí me vale como ayudante, en todo lo demás ni entro ni salgo.
   Como Francisco tiene una fe absoluta en la capacidad de Dimas para juzgar al personal no lo duda y contrata a Sergio como ayudante de oficial electricista. Y le da un plazo de seis meses para que demuestre si es capaz de aprender el oficio lo suficiente para convertirse en oficial. Por el momento, además de las tareas propias de todo ayudante, y dado que tiene una formación académica que no posee nadie en la empresa, le encarga de dos tareas específicas: lo relativo a la seguridad y salud en el trabajo y la prevención de riesgos laborales. La poca atención que le ha prestado a esos apartados le ha valido una multa de la inspección de trabajo que le hizo jurar en arameo. No está dispuesto a que le vuelva a pasar y quizá el chico pueda solucionárselo, desconoce el oficio, pero sabe de papeles.

   Para Sergio ha sido un duro palo enfrentarse con la realidad del mundo laboral y sus exigencias. No se atreve a contarle a Lorena que, por ahora, de instalador electricista nada de nada y que no lo va a tener fácil, pero si se lo confía a su abuelo.
- Hijo, las cosas son como son. No tienes ninguna experiencia, por eso te han puesto de aprendiz. Un oficio hay que aprenderlo desde abajo.
- Abuelo, eso pasaría cuando tú eras joven, pero ahora las cosas sin distintas o, mejor dicho, deberían de serlo. ¿Para qué me sirve entonces el título de técnico superior en la rama de electrónica industrial? ¿Para qué me valen los estudios de la escuela de ingenieros?
- Mira, Sergio, yo no entiendo mucho de estudios ni de títulos, pero sé cómo funcionan las cosas en el mundo de los oficios. El hecho de que tengas un título de formación profesional y hayas hecho parte de los estudios de ingeniero supone que sabes bastante teoría, seguro que mucho más que los oficiales que tiene Francisco, pero de práctica apuesto a que estás pez. Y es natural, no has trabajado nunca. Y una cosa es saber algo de teoría sobre un oficio y otra muy distinta poder realizarlo en la práctica.
- ¿Entonces, qué hago?
- Paciencia y barajar, hijo, paciencia y barajar.

   La moral de Sergio se viene todavía más abajo cuando recibe su primera paga. Con el magro contenido del sobre que ha recibido le va a resultar imposible alquilar un piso y mucho menos mantener a dos personas. Ya no le puede ocultar a Lorena por más tiempo que sus proyectos van a tener que retrasarse.
- ¡Qué me dices!, ¿sólo te pagan esa miseria?, ¡pues vaya mierda! – la decepción y la rabia de Lorena se plasman en la exclamación que le ha salido de las entrañas. Trata de calmarse -. Hay algo que no me cuadra. ¿Cómo es tan miserable el cabronazo de Francisco para darte esa mierda de sueldo? Yo creía que los oficios de la construcción estaban mucho mejor pagados y no digamos los de un electricista.
- Ese es el problema, que no me pagan como a un oficial, sino como a un ayudante – confiesa Sergio que hasta ahora no se atrevió a contarle la verdad a su novia.
- ¿Y por qué te pagan como ayudante, a ti que eres medio ingeniero?
- Porque ni soy medio ingeniero, como dices, ni conozco el trabajo de un instalador electricista. He de aprenderlo porque lo que hacen no viene en los libros, tengo que ir adquiriendo experiencia y esa sólo la da la práctica.
- Sergio, tú me has estado engañando. Yo que le había dicho a Verónica que te recomendara a su tío porque en cuatro días te ibas a hacer el amo de la empresa y entonces Francisco no iba a tener más remedio que pagarte lo que no está en los escritos, y ahora va y resulta que te tienen de aprendiz. Eres un miserable y encima me has hecho quedar como una gilipollas. No te lo voy a perdonar nunca. Olvídate de mí para los restos – Lorena se marcha hecha una furia y deja a Sergio desconsolado y sin saber qué hacer.