A Sergio las elecciones le
importan un rábano, de hecho ni siquiera piensa votar, tendría que ir a Madrid
para hacerlo pues es donde está empadronado. En lo que está ahora es en
ponerse el mundo por montera si fuera necesario y romper con su pasado, hacer
lo que sea para que Lorena no le abandone. Una vez que ha dado carpetazo a los
libros lo que más le urge es encontrar trabajo.
El tío de Verónica
cumple la promesa que le hizo a su sobrina y admite a Sergio en su empresa
familiar de instalaciones eléctricas. A Dimas, el capataz y hombre de confianza
de Francisco Solbes, le basta una jornada para constatar que el chico está muy
verde y no tiene ninguna experiencia.
- Francisco, el chaval que me has mandado, sirve de poco.
Por lo que me habías dicho creía que podría desenvolverse medianamente bien,
pero no es así. Tú verás que hago con él.
- ¡Coño!, pues eso no es lo que me contó mi sobrina. Según ella
iba para ingeniero del ramo.
- No digo que no, pero para el trabajo que hacemos está más
verde que un espárrago.
- Bueno, pues cuando llegue mañana al tajo dile que se
vuelva por donde ha venido, que no nos sirve.
Dimas tiene la
costumbre de llegar al trabajo antes que ninguno de sus operarios. Así tiene
tiempo de evaluar la faena del día anterior y de preparar las tareas a realizar
en la jornada. Cuando llega al bloque donde están trabajando se encuentra con
la sorpresa de que alguien se le ha adelantado, Sergio.
- ¿Cómo tan temprano, chaval?
- Me gusta ser puntual, y además quería hablar con usted
antes de que llegasen los demás.
- No me trates de usted, no soy tan viejo.
- Viejo no lo es, pero uno de mis profesores nos decía que
hay que tratar de usted y con mucho respeto a las personas mayores en edad, dignidad
y gobierno.
- Eso suena a catecismo de los de antes. Lo de respetar a
los mayores me parece bien y más ahora que los jóvenes tratan a todo el mundo
como si fueran de la misma quinta. De todas maneras, en el curro no nos andamos
con protocolos ni zarandajas y todos nos tuteamos. Y bien, ¿de qué me querías
hablar?
El día anterior Sergio
se dio cuenta rápidamente de que sus conocimientos teóricos le servían de bien
poco, al menos por el momento, para la instalación de líneas de distribución
eléctrica de baja tensión. Sin conocer la conversación mantenida entre sus
jefes, sospecha que pueden prescindir de su concurso y antes de que eso ocurra
ha pensado que la única persona que le puede salvar es el capataz.
- Ayer me di cuenta de que una cosa es la teoría y otra la
práctica. Usted sabe mucho mejor que yo que en este momento no estoy preparado
para hacer el mismo trabajo que cualquiera de sus oficiales, pero le prometo
que puedo aprender y que estoy dispuesto a hacer lo que sea para demostrarle
que puedo ser útil a la empresa.
- Vaya, me gusta la gente que es capaz de reconocer sus
limitaciones. Hay que ser muy hombre para admitir que, pese a tener estudios,
uno no sabe hacer determinadas cosas. Dice mucho a tu favor, pero hay un
problema, eres demasiado mayor para cogerte de aprendiz.
- Aprendiz no, pero sí ayudante o auxiliar de instalador.
- ¿Y tú sabes lo que hace un ayudante? – pregunta un escéptico
Dimas.
- Sí señor. Entre otras tareas, la carga y descarga de
material, el empotrado de tubos, paso de cables, montaje y desmontaje de
andamios, mantenimiento de herramientas y medios auxiliares, limpieza de los
locales en que se trabaja, etcétera.
- Veo que sí lo sabes. ¿Y estás dispuesto a llevar a cabo
todas esas faenas?
- Sí señor. Esas y cualesquiera otras que usted pueda,
perdón, que puedas mandarme – es la rotunda respuesta de Sergio.
- Me dijiste que terminaste la formación profesional de grado
superior, ganarías más dinero y estarías mejor considerado si trabajaras en lo
tuyo.
- Sí pero entonces tendría que irme del pueblo y eso es lo
último que pienso hacer.
Una intuición cruza
la mente de Dimas: este tío está encoñado con alguna chavala de por aquí y por
eso no quiere irse. No sabe el capataz que atinada es su impresión. Todavía
hace una postrera tentativa:
- De ayudante vas a ganar poco y trabajar mucho.
- Lo de ganar poco me fastidia, pero me aguantaré, en cuanto
a trabajar mucho es algo que no me asusta.
Cuando Dimas tiene
la diaria charla con el patrón le da su opinión:
- Francisco, creo que me equivoqué con el chico que
recomendó tu sobrina. No vale para oficial, pero si no estoy desencaminado lo
valdrá en unos meses. Es joven, pero bragado, de los que se viste por los pies.
- ¿Has pensado que es demasiado mayor para cogerlo de
aprendiz?
- Claro, pero nos servirá como ayudante. Y, ya te digo, o
estoy perdiendo olfato o en medio año lo puedo convertir en un buen instalador.
- Pocas veces te equivocas, Dimas, pero si le hago un
contrato de ayudante va a ganar cuatro perras. Y mi sobrina me contó que
buscaba un curro para alquilar un piso e irse a vivir con su novia.
- Ese ya no es mi problema, jefe. Los contratos y los
sueldos son cosa tuya. Te repito que a mí me vale como ayudante, en todo lo
demás ni entro ni salgo.
Como Francisco
tiene una fe absoluta en la capacidad de Dimas para juzgar al personal no lo
duda y contrata a Sergio como ayudante de oficial electricista. Y le da un
plazo de seis meses para que demuestre si es capaz de aprender el oficio lo
suficiente para convertirse en oficial. Por el momento, además de las tareas
propias de todo ayudante, y dado que tiene una formación académica que no posee
nadie en la empresa, le encarga de dos tareas específicas: lo relativo a la
seguridad y salud en el trabajo y la prevención de riesgos laborales. La poca
atención que le ha prestado a esos apartados le ha valido una multa de la
inspección de trabajo que le hizo jurar en arameo. No está dispuesto a que le vuelva
a pasar y quizá el chico pueda solucionárselo, desconoce el oficio, pero sabe
de papeles.
Para Sergio ha sido un duro palo
enfrentarse con la realidad del mundo laboral y sus exigencias. No se atreve a
contarle a Lorena que, por ahora, de instalador electricista nada de nada y que
no lo va a tener fácil, pero si se lo confía a su abuelo.
- Hijo, las cosas son como son. No tienes ninguna
experiencia, por eso te han puesto de aprendiz. Un oficio hay que aprenderlo desde
abajo.
- Abuelo, eso pasaría cuando tú eras joven, pero ahora las
cosas sin distintas o, mejor dicho, deberían de serlo. ¿Para qué me sirve entonces
el título de técnico superior en la rama de electrónica industrial? ¿Para qué
me valen los estudios de la escuela de ingenieros?
- Mira, Sergio, yo no entiendo mucho de estudios ni de
títulos, pero sé cómo funcionan las cosas en el mundo de los oficios. El hecho
de que tengas un título de formación profesional y hayas hecho parte de los
estudios de ingeniero supone que sabes bastante teoría, seguro que mucho más
que los oficiales que tiene Francisco, pero de práctica apuesto a que estás
pez. Y es natural, no has trabajado nunca. Y una cosa es saber algo de teoría
sobre un oficio y otra muy distinta poder realizarlo en la práctica.
- ¿Entonces, qué hago?
- Paciencia y barajar, hijo, paciencia y barajar.
La moral de Sergio
se viene todavía más abajo cuando recibe su primera paga. Con el magro
contenido del sobre que ha recibido le va a resultar imposible alquilar un piso
y mucho menos mantener a dos personas. Ya no le puede ocultar a Lorena por más
tiempo que sus proyectos van a tener que retrasarse.
- ¡Qué me dices!, ¿sólo te pagan esa miseria?, ¡pues vaya
mierda! – la decepción y la rabia de Lorena se plasman en la exclamación que le
ha salido de las entrañas. Trata de calmarse -. Hay algo que no me cuadra.
¿Cómo es tan miserable el cabronazo de Francisco para darte esa mierda de
sueldo? Yo creía que los oficios de la construcción estaban mucho mejor pagados
y no digamos los de un electricista.
- Ese es el problema, que no me pagan como a un oficial,
sino como a un ayudante – confiesa Sergio que hasta ahora no se atrevió a
contarle la verdad a su novia.
- ¿Y por qué te pagan como ayudante, a ti que eres medio
ingeniero?
- Porque ni soy medio ingeniero, como dices, ni conozco el
trabajo de un instalador electricista. He de aprenderlo porque lo que hacen no
viene en los libros, tengo que ir adquiriendo experiencia y esa sólo la da la
práctica.
- Sergio, tú me has estado engañando. Yo que le había dicho
a Verónica que te recomendara a su tío porque en cuatro días te ibas a hacer el
amo de la empresa y entonces Francisco no iba a tener más remedio que pagarte
lo que no está en los escritos, y ahora va y resulta que te tienen de aprendiz.
Eres un miserable y encima me has hecho quedar como una gilipollas. No te lo
voy a perdonar nunca. Olvídate de mí para los restos – Lorena se marcha hecha
una furia y deja a Sergio desconsolado y sin saber qué hacer.