"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 9 de octubre de 2015

8.5. El que algo quiere, algo le cuesta



   A Rafael le ha encantado volver a hablar a Lola, aunque para él siempre será Lolita. Tenía muchas ganas de mantener una charla con ella, aunque la breve conversación que han cruzado le ha sabido a poco, pero era cuestión de romper el hielo. Piensa que la joven, le resulta extraño pensar en ella como una mujer adulta, está tan guapa como siempre y, pese a su estado, sigue estando muy rica. Y juraría, se dice, que cuando me ha visto se ha puesto nerviosa. Me parece que todavía debe de sentir algo por mí. Como se me ponga a tiro seguro que me la vuelvo a llevar al huerto. Y lo que es tener clase, ahí la tienes, en estado y con un cutis como el alabastro. En cambio la tontorrona de mi mujer tiene la cara llena de barrillos y granitos. Tendría que haberme quedado con Lolita.
   Lola prosigue su camino. Su cabeza es un torbellino. Los recuerdos, la evocación de tiempos pasados, los sentimientos adormilados…, todo parece agitarse en su interior. Como si fuera un estanque al que hubiesen lanzado una piedra: las ondas de los recuerdos se extienden por los rincones más recónditos de todo su ser. Al llegar a casa se sienta y toma un vaso de agua. Trata de serenarse. Piensa que es increíble que a estas alturas de su vida, cuando está en un tris de ser madre, cuando se encuentra felizmente casada con un hombre que cada día la llena más, resulta que el mero hecho de haber cruzado unas palabras con Rafael le hayan puesto tan nerviosa, como si continuara siendo una adolescente. Sacando voluntad de no sabe dónde intenta olvidarse del encuentro y de amordazar sus emociones. Retoma la labor de tricotar los peucos que está haciendo, los hace a pares: azul por si es niño, rosa por si es niña. En ese quehacer la encuentra su marido.
- Pero, mi vida, ¿cuántos peucos piensas hacer? Debes tenerlos en cantidad suficiente para montar una tómbola.
- No te burles, José Vicente. Hacer punto de media me tranquiliza.
- ¿Estás nerviosa?
- No, no son nervios, pero ya sabes que en mi estado se tienen sensaciones especiales. Don Manuel me ha recomendado que procure hacer una vida lo más activa y normal posible.
- Activa sí, pero normal no sé qué decirte. Nunca te había visto tan dada a las labores de aguja.
- Tampoco me habías visto antes con esta cintura.
- Si apenas has engordado y, no solo eso, te diré que cada día estás más guapa. Nunca me has atraído tanto.
- Eso no es necesario que me lo jures. Tan cerebral como se cree la gente que eres y lo que no saben es que estoy casada con un garañón – El tono no es de reproche, se podría adivinar un rastro de orgullo en las palabras de la mujer.
- Hablando de otro asunto. He resuelto volver a pedir a la junta el aumento de sueldo.
- ¿Lo has pensado bien, no te volverán a gastar la misma jugarreta que la otra vez?
- Lo dudo. Esta vez amarraré el resultado. Antes de hacer ningún movimiento lo hablaré con Benjamín. Si el patriarca toma partido nadie se va a atrever a oponerse y mucho menos Antonino.
- Me parece bien pensado. De todos modos ten cuidado con Benjamín, ya sabes que tiene mucha recámara y si le pides algo, más pronto que tarde te pasará factura.
- El que algo quiere, algo le cuesta.
   La intervención bajo cuerda de Benjamín se revela decisiva. Cuando la junta de la cooperativa vuelve a tratar la petición de Gimeno de un aumento salarial la aprueba por unanimidad. Para José Vicente es una sensación agridulce: le complace que su reivindicación haya sido atendida, pero le molesta que para conseguirla haya tenido que recurrir al viejo cacique. Ha sido una dura lección. No es el único que manda en el pueblo, todavía hay poderes fácticos que se le escapan y los Arbós son uno de ellos, ha quedado muy patente. Para Lola también ha sido duro admitirlo.
- Ha sido una lección que no deberíamos de echar en saco roto, José Vicente. Benjamín y los suyos todavía siguen teniendo mucho poder.
- Desde luego, han hecho una demostración apabullante. Tendrías que haber visto a los de la directiva dándome la mano, palmoteándome la espalda y felicitándome como si me hubiese tocado el Gordo. Y Antonino el primero de todos. 
- Es bueno conocer las limitaciones que se tienen. Y ahora ya sabemos que en aquellos asuntos que dependan de la decisión de la gente del pueblo habrá que contar con el patriarca. 
   Como anticipó Lola, los Arbós no tardan en cobrarse los servicios prestados. Una mañana, Benjamín se deja caer por el despachito de Gimeno en la cooperativa.
- ¿Qué tal, José Vicente, cómo van las cosas?, ¿cómo lleva tu mujer el embarazo?
- Muy bien, señor Benjamín. Dice Lapuerta que para ser primeriza lo está llevando francamente bien.
- Vale mucho tu mujer. Y ahora que no nos oye nadie te diré que hiciste una buena boda, mucho mejor que si te hubieses casado con mi sobrina, que es muy buena chiquita, pero a la que sus padres malcriaron de mala manera.
- Sinceramente, no me puedo quejar. Tengo una mujer excepcional.
- Y eso posiblemente es una de las cosas más importantes que le puede pasar a un hombre. De casarse con una mujer a hacerlo con otra, te puede cambiar la vida como de la noche al día. He visto muchos casos en los que hombres bien bragados se han ido al tacho y todo porque al lado tenían una mujer que en vez de empujarles se les colgaba al cuello.
   La conversación discurre plácidamente hablando de trivialidades hasta que Benjamín enseña sus cartas.
- Venía a pedirte un pequeño favor. Mi hermano Gonzalo ha comprado unos excedentes de cupo de aceite de un par de almazaras y va a venderlos a un mayorista de Madrid, pero se ha topado con un problema, los de la Comisaría de Abastecimientos no quieren darle la guía más que para algo menos de la mitad de la cantidad que tiene. Y sin una guía en condiciones puede ocurrir que en cuanto la policía motorizada detenga el camión y pida la guía puedan incautarse de la mercancía. Sé que tienes buena mano con los de abastos. Por eso pienso que no te sería difícil conseguir unas guías para mi hermano.
   Gimeno está seguro de que Benjamín no se lo ha contado todo. Posiblemente se trate de una operación encubierta de estraperlo, como otras muchas que diariamente se dan en la piel de toro. Sabe que los favores han de devolverse, pero lo que le está demandando Arbós excede de los límites ordinarios. Lo que pretende podría involucrarle en un acto ilegal y quizá hasta delictivo. Por un momento piensa en negarse de plano, pero la cautela se impone.
- Lo que me pide, señor Benjamín, no es nada fácil. Ya sabe que la obtención de guías es complicada, exigen muchos datos y hacen muchas preguntas. Y me va resultar muy problemático justificar el porqué de mi intervención en una petición semejante. Además, no tengo tanta influencia en la Comisaría de Abastos como usted supone. No paso de conocer al secretario provincial y no sé hasta qué punto tendrá capacidad para lograr lo que me pide…, pero voy a hacer cuanto pueda.
- Estoy seguro, José Vicente, que harás lo que esté en tu mano. Abusando de tu amabilidad quiero pedirte otra cosa. Sabrás que mi sobrina Pepita va a ser madre cualquier día de estos. El otro día le pregunté a Águeda qué le gustaría que le regalase por el nacimiento del crío y me dijo que a su hija le haría mucha ilusión que su marido tuviera algún cargo representativo. No me extrañó, a mi sobrina siempre le gustó figurar. Por eso he pensado que una forma de complacerla sería darle algún puesto de cierto relieve al tarambana de Rafael. Por ejemplo: podías nombrarle juez municipal.
   El patriarca del clan ha conseguido desconcertar a Gimeno con su última petición.
- Pero, señor Benjamín, ya tenemos juez, es Lapuerta.
- Ya sé que hay juez. Y Manolo es amigo mío, un buen amigo. Pero a él no le importará dejar de serlo. Por otro lado, no es hombre al que le guste excesivamente el boato. No creo que vaya a molestarse porque le quiten el cargo.
- ¿Y qué justificación le doy a Lapuerta para cesarle?
- Ya se te ocurrirá alguna. Y si no, seguro que tu mujer puede sugerirte media docena.