"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 8 de febrero de 2019

90. Alea iacta est


   Carlos Espinosa trata de recordar los consejos que le dio el penalista que le asesoró pues ha de responder a la reiterativa pregunta de la jueza de cómo puede explicar la contradicción entre el autodominio que demostró en la habitación 16, al decir de las testigos, y su estado de shock como acaba de declarar. Su asesor jurídico le dio dos opciones de respuesta: una, que echara balones fuera como se dice coloquialmente cuando uno escurre el bulto y sale por los cerros de Úbeda; otra, que se aferrara a que estaba en estado de shock y que lo mantuviera a capa y espada. Fue esta última la que le recomendó si el interrogatorio era incisivo. El malagueño entrecierra los ojos, lo piensa e intuye que la juez del Valle no parece ser de las que comulgan con ruedas de molino. No sabe por qué en ese momento crucial recuerda a su vieja profesora de latín del bachillerato: alea iacta est, la suerte está echada, y sin pensarlo más se lanza a tumba abierta.
-No niego, señoría, que en un primer momento me mantuve muy calmo, muy dueño de mí. No es la primera vez que en uno de los hoteles que he dirigido me he encontrado en situaciones parecidas. Por tanto, se puede decir que tengo una cierta experiencia ante incidentes similares a los que nos estamos refiriendo. He de añadir que ambas testigos no mienten, su relato sobre mi comportamiento es correcto. El problema surgió cuando salí de la habitación. Como he dicho antes me dio tal shock que me trastorné y solo pensé en irme de allí lo más rápidamente posible. Y me olvidé por completo del médico, de la ambulancia y de todo. Es una de esas cosas que le ocurren a uno y que son irracionales, que no tienen explicación posible. Puede sonar a increíble, pero le juro señoría que eso fue lo que me pasó –cuando Espinosa termina su alegato, dicho en tono vehemente, está ligeramente trasudado.
   En esta ocasión, la juez no parece estar muy convencida con la declaración del malagueño porque insiste en la misma cuestión.
-Señor Espinosa, usted estaría trastornado, pero a pesar de estar en estado de shock, como declara, tuvo el suficiente control para llevarse la botella de coñac puesto que, como ha dicho, pensó que un brandy de esa categoría era una pena desperdiciarlo. Sigue existiendo una remarcable contradicción entre lo que declara y su comportamiento en la habitación 16, dentro y fuera de ella. Insisto: ¿cómo la explica?
-Señoría, ya he dicho que no puedo explicarlo porque hay reacciones que son inexplicables. Es más, soy consciente que fue una reacción totalmente irracional. Es cuanto puedo decir en mi descargo.
   La jueza decide que no tiene mucho sentido seguir insistiendo sobre la misma pregunta porque el testigo no hace más que repetir lo mismo y da por concluida la declaración. Ordena un corto receso para que el secretario termine de transcribir el acta que recoge la declaración de Espinosa. En vez de dictar la resolución, la juez opta porque declare el siguiente testigo: Alfonso Pacheco Ruiz.
   Pacheco, en su declaración ante la Jueza de Instrucción, se atiene estrictamente al guion que ha preparado con un jurista del bufete que trabaja para su suegro. En respuesta a las preguntas de su señoría explica que su estancia en la provincia de Castellón se debía a haber recibido del Director General del Medio Natural y Espacios Protegidos, dirección encuadrada en la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía, el encargo de estudiar sobre el terreno como se lleva a cabo el Plan de Prevención y Extinción de Incendios Forestales en una zona orográficamente tan abrupta como es el Maestrazgo. Una vez allí, se enteró a través de un amigo común que su paisano Curro Salazar estaba veraneando en Torrenostra. Como hacía tiempo que no lo veía un día que no tenía programada ninguna actividad se acercó a la citada localidad a visitarle. Luego cuenta el incidente de la paliza que alguien a quien no pudo reconocer le estaba dando a Salazar, no cita el nombre del Chato de Trebujena pues el abogado le ha aconsejado que mejor que no lo mencione. Y como al día siguiente se vio en la obligación moral de llevar a su paisano a una clínica de Castellón para que le hicieran una revisión médica. Después le visitó varias veces para ver como evolucionaba su estado, algunas de esas visitas en compañía de Jaime Sierra, amigo común de ambos y que también veraneaba en las cercanías. Y poco más tiene que agregar. La jueza sigue con sus preguntas:
-Usted debía saber que Francisco Salazar estaba en busca y captura por un auto del Juzgado de Instrucción número 6 de Sevilla, ¿por qué ayudó a un prófugo? –La inexperiencia de la jueza se muestra en preguntas como la que acaba de realizar.
-Señoría, era conocedor de que Salazar estaba encausado en el caso ERE, pero no que estuviera en busca y captura. Por eso no tuve ningún problema en ayudarle.
-¿Estuvo viendo a Salazar la tarde del día 15?
-No, señoría –contesta Pacheco con el mayor aplomo posible.
-¿Sabe usted si Salazar tenía enemigos o si existen personas que tengan algún motivo como para causarle la muerte?
   Pacheco recuerda uno de los consejos que le ha dado el letrado: que si le hicieran una pregunta como la que acaba de formularle la jueza declare que Salazar tenía muchos enemigos y que es posible que más de uno de ellos desease su muerte. Con ello puede desviar el foco de atención hacia otros posibles causantes del fallecimiento del exsindicalista.
-Creo que enemigos tenía muchos. Como su señoría debe saber, Salazar al estar encausado en el caso ERE, y debido a que fue el epicentro de muchos de los supuestos falsos expedientes de regulación de empleo, debía de tener mucha información al respecto y podía incriminar a mucha gente que podía desear su desaparición.   
-¿Conoce algún nombre en concreto de personas que deseaban la desaparición del señor Salazar?
-No, señoría. Creo que en Sevilla circulan muchos rumores al respecto, pero noticia fiable y veraz no conozco ninguna, por eso no le puedo dar ningún nombre concreto.
-Bien. Cuente con el mayor detalle posible qué hizo el día 15 –pregunta la instructora.
   Pacheco declara que pasó toda la mañana en la playa de la Concha de Orpesa en compañía de su mujer, que luego estuvieron comiendo en un restorán, que después se echaron una siesta, luego pasearon un rato por el Paseo Marítimo, cenaron pronto y se acostaron porque querían salir a primera hora en dirección a Sevilla…
-Estábamos alojados en el Hotel Tufi Dive Resort, lo cito porque le podrán confirmar lo que le estoy contando -concluye.
-¿Por qué se marcharon al día siguiente del fallecimiento de Salazar?
   Es otra de las muchas preguntas que ha preparado con el letrado del bufete que asesora a la empresa de su suegro.
-Porque el mismo día 15 recibí una llamada de mi Director General informándome de que mi presencia era necesaria en el trabajo y que debía regresar inmediatamente.
-¿Tiene algo más que declarar?
-No, señoría.
   La jueza se da por satisfecha con la declaración del ingeniero y da por terminado su interrogatorio. Tampoco toma de momento ninguna resolución, ha optado por terminar las declaraciones de los tres testigos citados para el día de hoy. El siguiente que declara es Jaime Sierra Ortigosa. La declaración del antiguo director de la Agencia Idea discurre por sendas parecidas a las de su colega Pacheco. Explica el motivo de su estancia en la Costa de Azahar: hacía tiempo que tenía ganas de conocerla, especialmente el enclave de Marina d´Or por la enorme publicidad que de él se hace en los medios. Cuenta igualmente, a preguntas de la instructora, como a través de Alfonso Pacheco se enteró de la agresión que sufrió Salazar y, dado que aunque no podía calificarse de amigo sí era un antiguo conocido, fue a verle al hostal donde se hospedaba. Y que luego le visitó varias veces, algunas de ellas en compañía de Pacheco sin poder precisar cuántas, para ver como evolucionaba de sus fracturas. Y que poco más puede añadir. La jueza comienza a hacerle las mismas preguntas que le planteó a Pacheco, aunque ha reformulado algunas de ellas.
-¿Sabía usted que Salazar estaba en busca y captura?
   Las respuestas de Sierra son un calco de las de Pacheco, para eso han preparado al alimón sus declaraciones.
-No, señoría. Sí sabía que estaba encausado en el caso ERE, pero no que estuviera en busca y captura.
-¿Estuvo viendo a Salazar la tarde del día 15?
-No, señoría –contesta Sierra que no puede evitar que un pequeño espasmo le sacuda el estómago.
-¿Sabe si Salazar tenía enemigos o si existen personas que tengan algún motivo como para causarle la muerte?
   La respuesta de Sierra va encaminada en idéntico sentido a la que dio Pacheco.
-El difunto Salazar era una persona que debía de tener tantos amigos como enemigos. Eso les ocurre generalmente a los que desarrollan su actividad en el ámbito sindical y político. Puedo añadir que era hombre que estuvo muy metido en lo que se ha venido en llamar el caso ERE y como uno más de los encausados también debía tener muchos enemigos, según se comenta en Sevilla. ¿De tal talante cómo para causarle la muerte? No tengo respuesta para ese interrogante, señoría.
-¿Recuerda las personas que vio visitando al fallecido Francisco Salazar?
   Ante la pregunta, Sierra duda. Le repugna involucrar a otras personas, pero como licenciado en derecho sabe que, según dispone el Código Penal español, cuando uno declara como testigo está obligado a contar cuanto sepa sobre lo que se le pregunte. Ya le ha mentido a la jueza, pero ha sido para salvaguardar un bien mayor para él: salir del juzgado sin cargos. Es igualmente sabedor que si le pillan en una mentira puede ser sancionado con multa de 200 a 5.000 euros y que si persistiere en su negativa podría ser acusado de un delito de obstrucción a la justicia. Lo de ser un chivato como se dice en su andaluza tierra no va con él, pero…

PD.- Hasta el próximo viernes que publicaré el episodio 91. ¡Nos tocó el euromillones!