"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 24 de agosto de 2018

66. Te acompaño en el sentimiento.


   El comandante del puesto de la Guardia Civil de Torreblanca escucha atentamente las explicaciones que le da la patrona del hostal sobre lo que le ha ocurrido a don Francisco Martínez. Al oír cómo la dueña ha llamado a su padre, Francisco José Salazar, que sigue sin despegarse de ella, la corrige:
-Perdone, pero mi papa no se llama como usté dise, su nombre es Francisco Salazar Jiménez –El chico se ha esmerado en pronunciar bien las ces y zetas del nombre-, aunque en Sevilla to er mundo le conose como Curro.
-Pues en el hostal se inscribió como Francisco Martínez, el segundo apellido no llegó a dárnoslo –se apresura a puntualizar la señora Eulalia un tanto molesta de que la hayan pillado en una muestra de dejadez en el cumplimiento del deber de inscripción de huéspedes.
-¿Y usted, joven, quién es?– pregunta el sargento.
-Soy Francisco José Salazar, el hijo mayor del… -El chico no sabe qué decir, si del fallecido, del hombre del que están hablando o…- del hombre que esta señora conose como Martínes.
-¿Y estabas veraneando aquí con tu padre? –inquiere el guardia civil pasando al tuteo.
-No, yo… -El joven no sabe qué responder, sí contarle al sargento la verdad o mentirle, piensa que decirle el motivo real de su estancia allí solo servirá para complicar más la situación-…, yo había venío desde Sevilla a verle porque me tenía que dar unos dineros para mi mama.
-¿También te alojas en el hostal? –el guardia insiste en sus preguntas.
-No, estoy en el hotel Miramar, en el pueblo.
-Bien, dado que eres el pariente más cercano del… presunto fallecido te ruego que no te marches antes de que haya un diagnóstico médico y sepamos a qué atenernos. Y ahora, señora Eulalia, acompáñeme a la habitación del señor Martínez o, mejor dicho, del señor Salazar.
   Mientras la patrona acompaña al sargento a la habitación 16, la mayor parte de los comensales no han perdido detalle de la charla y entre ellos los cuatro jubilados, con Grandal al frente que no ha parado de darle vueltas al suceso. Acuciado por el despertar de su olfato de viejo policía decide pasar a la acción.
-Oye, Pedro, tú que eres de aquí, ¿conoces al sargento?
-No, ¿por qué lo preguntas?
-Me gustaría tener unas palabras con él, a lo mejor puedo echarles una mano en el caso de que Martínez no haya fallecido de muerte natural.
-No seas gafe, hombre, pero si tienes interés puedo pedirle a Eulalia que te lo presente. Déjalo de mi cuenta– y dicho esto Ramo se levanta y se dirige al interior del establecimiento.
   La patrona y el sargento han estado poco tiempo en la habitación de Curro. Al guardia civil le ha bastado con poner los dedos índice y medio por donde pasa la arteria carótida en el cuello para, al no sentir las ondas del pulso, saber que está ante un cadáver. No dice nada sobre ello porque no es cuestión de su competencia, pero a tenor de las informaciones que le ha dado la patrona sospecha que puede estar ante una defunción de causa dudosa. Ante dicha posibilidad lo que sí hace es alertar a la dueña para que no se contamine el escenario de un posible acto delictivo.
-Eulalia, cierre la habitación con llave y asegúrese de que no entre nadie hasta que llegue el médico de urgencias. Y recuérdele al hijo que no se vaya del hostal sin previo aviso. Ah, dígale al personal de servicio que posiblemente tendré que hablar con ellos, que tampoco se vayan, y tengo especial interés en hablar con la empleada que atiende esta habitación.
-Esa es otra, señor sargento, la habitación la atiende Anca, una chica rumana que lleva dos años trabajando conmigo y bien contenta que estoy con ella, pero que desde hace unas horas ha desaparecido y nadie sabe dónde ha podido meterse.
-Vaya, vaya. Supongo que se refiere a la novia de Vicentín Fabregat –Se ve que el sargento está al tanto de la vida y relaciones de sus conciudadanos-. Luego me dará la filiación completa de Anca. Haré que la busquen.
   Cuando vuelven a la planta baja les está esperando Pedro Ramo que en un aparte pregunta a la patrona si tiene inconveniente en presentar al sargento a un amigo suyo que es comisario de policía jubilado. La señora Eulalia traslada la petición al guardia civil que acepta el ofrecimiento, más por deferencia a la dueña que porque tenga interés en conocer a un policía retirado por muy comisario que sea. Ramo hace una seña a Grandal que inmediatamente se acerca.
-Sargento, será cuestión de un minuto. Soy Jacinto Grandal, comisario jubilado. Conocía a la persona que, según me cuentan, ha fallecido. Por eso y porque estuve muchos años en la brigada de homicidios si en algo puedo ayudarle, por supuesto extraoficialmente, cuente conmigo.
-¿Homicidios? ¿Acaso cree que estamos ante uno? –pregunta reticente el uniformado.
-No creo nada, sargento, sabe que en nuestro oficio no damos nada por sentado hasta tener pruebas concluyentes. Quizá no sea más que un resabio profesional, pero ayer estuve con mis amigos visitando al extinto y se estaba recuperando razonablemente bien de una fractura de costillas. Y de eso no muere nadie.
   El guardia civil, que hasta el momento ha estado tratando a Grandal con cortesía pero también con evidente frialdad, cambia de pronto de actitud, acaba de recordar algo.
-Perdone, ¿ha dicho que se apellida Grandal? ¿No será por casualidad el mismo comisario Grandal que resolvió el caso de la calle Leganitos de Madrid?
-De eso hace ya muchos años, a buen seguro que usted ni había ingresado en el Cuerpo.
-En el curso para suboficial estudiamos detenidamente aquel caso. Fue muy famoso en su tiempo.
   El diálogo entre el sargento, que se ha presentado como Hernando Bellido, y el excomisario se interrumpe al producirse un pequeño revuelo entre la gente, acaba de llegar la ambulancia medicalizada. El guardia civil se despide de Grandal diciéndole que ya hablarán y acude a recibir al médico y al técnico en emergencias sanitarias. Llama a la patrona y los cuatro suben a la habitación 16. Al galeno le ocurre lo que al sargento, le ha bastado una mirada para cerciorarse de que está ante un cuerpo sin vida, de hecho el rigor mortis comienza a iniciarse por lo que, en principio, calcula que el óbito ha debido producirse unas tres horas antes o sea sobre las veinte treinta. Mira al técnico sanitario y le hace un gesto negativo. Una exploración más detallada lleva al galeno a constatar la existencia de presuntos indicios de una muerte no natural y pregunta a la patrona sobre los síntomas presentados anteriormente por su huésped, su edad y si ha habido otras circunstancias relevantes. Todo ello le conduce a extraer unas primeras conclusiones un tanto inesperadas.
-El sujeto ha fallecido, posiblemente, por parada cardiorrespiratoria pero eso se tendrá que confirmar posteriormente. Además, hace unas horas ha sufrido golpes en el rostro y de su boca emana un olor penetrante de origen indeterminado –Y el galeno ahonda su explicación en plan académico-, por lo que estamos ante un fallecimiento que, aun pudiendo ser natural, presenta dudas. Por ello no puedo expedir el certificado médico de defunción y traslado el caso al juzgado de guardia. Sargento, de lo del juzgado ¿se encarga usted de avisarlos? –Petición que acoge el guardia con un asentimiento de cabeza, tras lo que el galeno concluye-. Esta habitación deberá permanecer cerrada y aislada hasta que llegue el juez de guardia. Señora –dice dirigiéndose a la patrona-, ¿hay algún sitio discreto donde redactar el informe clínico que he de presentar al juez y de paso poder tomarnos un cafelito? Lucas –añade mirando al técnico-, dile al conductor que esto va para largo, hemos de esperar a que se presente el juez. ¿Hay aquí algún pariente del fallecido?, querría ponerlo en antecedentes.
-Sí, doctor, hay un hijo del señor Martínez; bueno, o como se llame. Venga conmigo y se lo presentaré –se ofrece la patrona.
-En cuanto termine con el hijo –dice el sargento al médico- me lo pasa, tengo que interrogarle. Ahora voy a llamar al juzgado de guardia. Señora Eulalia, esta habitación queda precintada, y como ha dicho el doctor no debe entrar nadie hasta que llegue la autoridad judicial. Llamaré a un par de guardias para que bajen a echarnos una mano.
   La patrona presenta a Francisco José Salazar al médico y les deja solos.
-¿Así que tú eres hijo del fallecido?, te doy mi pésame –al ver cierto gesto de desconcierto del joven, el galeno precisa-. Tu padre ha fallecido hará poco más de tres horas y por el momento desconocemos las causas por lo cual habrá que practicarle la autopsia, aunque eso lo decidirá el juez.
-¿La autopsia?, ¿eso es lo de abrir a arguien en canal?
   El médico ha de contenerse para no esbozar una sonrisa de sorna. Lo que hace es soltarle al joven una breve explicación profesional.
-Una autopsia, también llamada examen post mortem, es un procedimiento médico que emplea la disección para obtener información anatómica sobre la causa, naturaleza, extensión y complicaciones de la enfermedad que sufrió en vida un sujeto fallecido y que permite formular un diagnóstico médico final para dar una explicación de las observaciones clínicas dudosas y evaluar el tratamiento dado.
-Yo no quiero que a mi papa le hagan la autopsia ni na, lo que quiero es que lo entierren cuanto antes y así podré vorver a Sevilla con mi mama y mis hermanos.
-Lo siento, joven. En estos casos, la familia del fallecido no puede oponerse a la práctica de la autopsia, esta debe realizarse obligatoriamente, siempre por orden expresa de la autoridad judicial.
-¿Y se la va a haser usté?
-No, la llevará a cabo un médico forense dependiente de la Administración de Justicia. En cuanto al enterramiento se producirá cuando lo decida el señor juez y nunca antes de las veinticuatro horas del óbito. Y si no tienes más preguntas, el sargento quiere hablar contigo –y termina con la fórmula de pésame más común en España-. Te acompaño en el sentimiento.

PD.- Hasta el próximo viernes