Los prolegómenos de la nueva manifestación
se inician en la forma que había previsto Pascual Tormo. Los promotores de la
protesta hacen circular por los mentideros locales que van a volver a
manifestarse y que no tienen ningún miedo a los esquiroles de la banda de los “pepes”. No será con sus groseros insultos como
los van a parar repiten a quien quiera oírles. Entre la gente que, por muy
diferentes motivos, arropa a los constructores nadie parece reparar que la
frase encierra todo un reto: tendréis que hacer algo más que injuriarnos para
reventar nuestra protesta. Solo hay una persona que ventea el peligro, Agustín
Badenes que así lo confiesa a su socio José Ramón Arbós:
- No
me gusta ni un pelo el cariz que está tomando lo de la próxima manifestación.
-
Tranquilo, Agustín, no son más que chiquilladas. Pasará como la otra vez,
saldrá a la calle un grupito de estudiantes acompañados por unos cuantos
jubilados, lanzarán sus panfletos, armarán un poco de revuelo y luego se
volverán por donde vinieron. Y hasta es posible que haya menos asistencia, de
momento mi hija Chelo no acudirá, me lo ha prometido.
-
Bueno, ojalá sea como dices. Ahora solo cabe rezar para que ese hatajo de esquiroles,
que teledirigen los hombres de BACHSA, no meta la pata y se líe la parda.
La nueva manifestación acoge a un número de
personas similar a la anterior, la composición de los manifestantes también es
parecida, solo hay un par de diferencias respecto a la última vez: hay un
cámara en espera de acción para grabarla, un radiofonista haciendo entrevistas
y un par de plumillas atentos a cualquier hecho que sea noticiable. El problema
es que no pasa nada que lo sea, la otra diferencia es que la masa de los contra
manifestantes es sensiblemente superior a los que trataron de reventar la anterior
movida.
El desarrollo de la protesta está
discurriendo por los cauces previstos: los que abanderan la manifestación
recorren el itinerario marcado por la autoridad, enarbolando sus pancartas y coreando los
eslóganes contra la urbanización de la Marina, mientras los esquiroles los
abuchean y les lanzan toda clase de insultos, cuanto más vejatorios mejor. Todo
parece transcurrir dentro de la nerviosa atmósfera que suele rodear a esa clase
de actos, hasta que un confuso incidente, que posteriormente nadie fue capaz de
averiguar quién lo inició, es el desencadenante de un rifirrafe en el que ambos
grupos se lían a porrazos y aquello acaba como el rosario de la aurora. Ahora
sí que los periodistas presentes tienen materia noticiable.
Al día siguiente todos los medios regionales
recogen la reyerta en sus informativos presentándola como si aquello hubiese
sido un sangriento enfrentamiento, cuando no pasó de ser una pelea callejera
que se saldó con un brazo roto, algunos cortes y varias contusiones de menor
importancia. Quizá el hecho de que el día padezca una acusada sequía de
noticias es la causa de que la información también llegue a los medios de
ámbito nacional, la primera cadena de Televisión Española recoge la información
en sus telediarios. Y lo que es más trascendente, el periódico El País, el
primero que suelen leer los políticos, le dedica un editorial poniéndola como
ejemplo de lo que el nuevo gobierno de los populares piensa hacer con la costa
española: llenarla de hormigón, cargándose al mismo tiempo todos los parajes
que deberían ser protegidos por el valor de su flora y fauna.
Los que primero acusan la noticia son los especialistas
de marketing que trabajan para BACHSA. El director de la empresa llama a
capítulo a Eliseo Lavilla, quien hasta ahora ha teledirigido la estrategia de
los contra manifestantes.
-
Eliseo, ¿viste anoche el telediario de la uno?
- Sí,
jefe, lo vi. Y esta mañana lo primero que hice fue llamar al secretario de
AJOTSE y ordenarle que cierre la sede la asociación y que tanto él como el otro
tipo que la dirigía se reintegren a sus anteriores trabajos. Y que todo lo
hagan de la forma más discreta posible.
- ¡A
buenas horas, mangas verdes! – exclama el jefe visiblemente contrariado -.
¿Pero no les dijiste a esos melones que nada de violencia?
-
Claro que lo dije y les insistí mucho en ello. De hecho, hasta ayer no se había
producido ningún altercado de esta clase. Y todavía no me explico cómo ha
podido pasar éste.
- ¿Has
pensado que puede ocurrir si algún medio los entrevista?
- Si
he de ser sincero, no había caído en esa posibilidad. De uno de ellos, Sergio,
sé que sabría capear el temporal, pero el otro es más bruto que un arado, será
capaz de soltar cualquier burrada.
- Haz
lo siguiente: además de cerrar la sede, págales un mes de sueldo con la
condición de que se larguen del pueblo durante ese tiempo y que cuando vuelvan
mantengan la boca cerrada. Y recemos para que el asunto acabe ahí.
El asunto de la Marina no acaba donde
impetraba el experto en mercadotecnia. Por el momento, y siguiendo la
sugerencia de Pascual Torno que sigue manejando bajo cuerda los entresijos de
la protesta, los manifestantes con algún tipo de lesión han presentado denuncia
en los juzgados de primera instancia e instrucción de Gandía. Por otra parte,
diversas organizaciones y grupos ecologistas se han puesto en contacto con los
responsables de la manifestación mostrándoles su apoyo y solidaridad y
pidiéndoles más información para estudiar de qué manera y a través de qué
cauces pueden ayudarles.
En la sede valenciana del PP la noticia no
despierta ninguna inquietud. En la del PSOE se limitan a llamar al comité local
y únicamente les indican que deberían aprovechar el incidente para calentar los
próximos plenos municipales. El asunto podría haber acabado su recorrido ahí,
hasta que en los despachos de la calle Génova, sede nacional de los populares,
y de la calle Ferraz, donde radica el aparato nacional de los socialistas,
alguien da la voz de alarma. Casi al mismo tiempo se descuelgan los teléfonos y
desde los órganos centrales tiran de las orejas a las respectivas directivas
regionales.
- Juan
Ignacio, ¿qué pasa con el lío ese de Senillar? – pregunta el secretario
ejecutivo de Política Autonómica del PP al vicesecretario de Política
Territorial de la comunidad.
- ¿Un
lío en Senillar? – se pregunta más que responde el vicesecretario, dándose
tiempo para encontrar una respuesta que sea medio congruente -. Ah, sí, ahora
caigo. Nada que deba preocuparnos, el típico follón pueblerino
- Una
noticia que sale en El País y a la que dedica un editorial es cualquier cosa
menos un follón pueblerino. Mándame por fax toda la información que tengas
sobre el pueblo y sus asuntos urbanísticos y diles a los de allí que no den un
solo paso ni hagan una puñetera declaración a los medios sin consultarte antes.
Estaremos en contacto.
Desde la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE
quien descuelga el teléfono es el secretario de Relaciones Internacionales y
Política Autonómica. El vicesecretario de Organización de la calle Blanquerías,
sede de la dirección de los socialistas valencianos, es quien le atiende.
-
Paco, ¿has leído El País de esta mañana? ¿Qué coño pasa en ese pueblo?
El vicesecretario le da toda la información
que tiene sobre el asunto; toda, no. Le oculta que la noche anterior tuvo una
larga charla con el secretario general del partido en la localidad y al
comunicarle que iban a aprovechar el incidente para denunciar al gobierno
municipal del PP por su desastrosa, y quizá corrupta gestión urbanística, tuvo
que escuchar como su correligionario se negaba en redondo a ello.
-
¿Cómo que te niegas? Esta es la ocasión que estábamos esperando para coger a
esos advenedizos de la calle Quart por los mismísimos y retorcérselos hasta que
revienten.
- Ni
se os ocurra - es la tajante respuesta del secretario local.
-
¿Pero en qué clase de partido crees que militas?
- En
el partido que, cuando gobernaba Senillar, fue el que autorizó el PAI de la
Marina. Como comprenderás, compañero, no podemos ahora salir a los medios
diciendo que está mal lo que yo, como alcalde que era, aprobé hace cuatro días.
Al menos, conmigo no contéis, antes dimito. La verdad es que no sé por qué
tenéis tanto miedo a los medios.