Las escasas posibilidades que tiene Pilar Lahoz de influir en los préstamos que otorga su patrón tienen la salvedad de que, en algunos casos, puede terciar cuando llegan los plazos del vencimiento o del pago de los intereses y el deudor tiene problemas. Es lo que ocurre hoy. El tío Elías el Bisojo, apodado así por su acusado estrabismo, ha acudido a ella para que interceda ante el Bronchales porque no puede hacer frente al pago del interés de un préstamo. El Bisojo es dueño de la única droguería de Plasencia, en la que vende una variada amalgama de productos de aplicación industrial o doméstica como disolventes, productos de limpieza, artículos parafarmacéuticos, esencias, pinturas, herramientas para el hogar y el campo; todo un popurrí de artículos.
-Doña Pilar, he venido a verla porque Luis, el de la lechería, me ha soplao que o me echa una mano con el
Bronchales o me va a enviar a sus matachines y voy a terminar con las piernas quebrás.
-No será para tanto, señor Elías. Eso son cosas que se dicen, pero que no ocurren.
-Señora Pilar, no sé si ocurren o no, pero es mejor no tentar al demonio.
Y el afligido droguero le explica que su tienda, muy conocida en la ciudad, deja buenos cuartos, pero que tuvo
que hacer frente a la enfermedad de su mujer y por ello le pidió un préstamo al usurero. Las ventas en la
droguería, como suele pasar cíclicamente, han descendido y eso ha ocurrido en el peor momento, cuando
debería pagar el primer plazo de intereses. En un par de meses, cuando llegue la época de la siembra, las ventas
repuntarán y estará en condiciones de afrontar el pago, pero ahora le resulta imposible. Necesita al menos dos
meses de mora.
-No sabe cuánto lo siento, señor Elías, pero no puedo hacer nada. El señor Dimas es inflexible en la
puntualidad de los vencimientos. Tendrá que buscar otra solución pues mi patrón no admite ningún tipo de
componendas.
-Doña Pilar, que Luis Campos me ha dicho que usté tiene mucha mano con el Bronchales y podría aplazar el
pago. Sé que puede hacerme el favor, y yo soy de los que nunca olvidan los favores que se me hacen. Soy
hombre agradecido y llegao el caso se lo demostraré.
La señora Lahoz se queda pensando. Le ha caído bien el tío Elías y además le gusta hacer favores, nunca sabes
a quién vas a necesitar, pero sabe lo duro que es su patrono en cuanto a la marcha del negocio. Le ha oído decir
en más de una ocasión que en el negocio del préstamo como te arrugues una sola vez estás perdido, en cuanto
se corre la voz de que eres blando todo el mundo quiere privilegios. La única salida que se le ocurre es una que
le costará más dinero al apurado droguero, y para ello necesita más información sobre su negocio.
-Me contó antes que las ventas han descendido, y ha añadido que suele ocurrir cíclicamente. ¿Por qué
ocurren esas caídas, y por qué esos descensos son cíclicos?
-Le explico. Eso antes también pasaba, pero cuando era más joven y mi mujer tenía salud le ponía remedio.
Cuando las ventas flojeaban aparejaba a Cachirulo, un percherón que tiraba de un carro repleto de artículos, y
me iba vender el género por la mitad de los pueblos de la provincia. Y mi mujer se quedaba al frente de la tienda.
Pero desde que la pobre Filomena enfermó y yo comencé con los problemas de la artritis, ya no pudimos
continuar haciéndolo. A Cachirulo, que lo quería como a un hijo, lo vendí y ahí comenzaron mis problemas,
agravados últimamente por el estado de mi esposa. Pero ya le digo, el negocio sigue siendo bueno y en cuanto
llegue la época de la sementera los ingresos se dispararán.
-Bien, pues solo veo una solución, pero le adelanto que le costará algo más. La única manera de que el señor
Dimas acepte aplazar el vencimiento de los intereses es negociar con él para que acepte el aplazamiento
pagando un poco más de réditos por esos dos meses de mora. Si quiere, puedo tantearle -La sonriente cara del
tío Elías lo dice todo. La aragonesa acaba de hacerse un nuevo amigo de los que no olvidan un favor pues, como
ha dicho antes, el Bisojo es un hombre agradecido.
El otoño de 1890 discurre plácidamente en las Baleares, pues su clima mediterráneo y marítimo hace que las
temperaturas sean suaves durante casi todo el año. En Extremadura, aunque el clima también es mediterráneo y
marcado por la influencia oceánica, los otoños pueden ser muy variables y hay años de todo, hay veces que son
fríos y secos, y otras veces suaves y lluviosos. Este año es de los últimos, las borrascas atlánticas que penetran en
la península ibérica por Portugal están llegando con regularidad a las resecas tierras extremeñas. Lo que ha
hecho que la siembra de los cereales de invierno haya podido adelantarse y, como consecuencia, el tío Elías ha
visto como se disparan las ventas de semillas, abonos, aperos y demás productos necesarios para la siembra. Un
buen día de ese húmedo otoño, el Bisojo se presenta en casa de doña Pilar portando una cajita envuelta en papel
de seda.
-Usted por aquí, tío Elías, ¿qué le trae de nuevas? –pregunta la maestra.
-Señora Pilar, estoy aquí porque, como de bien nacido es ser agradecido, he querido venir en persona a darle las
gracias por la mano que me echó con su patrón –Y el droguero le cuenta que, aunque el usurero no le ha
perdonado ni un céntimo del punto y medio de intereses que le subió por aceptar la mora del pago del rédito,
debido al incremento de las ventas no ha necesitado cumplir con los dos meses de aplazamiento que Pilar había
pactado con el prestamista y que le costó un imperio sacárselo. Luego le hace entrega de la cajita que contiene
un lote de productos de belleza a lo que añade-. Y vuelvo a recordarle que soy un hombre agradecido.
En Palma, Julio Carreño está como loco de contento porque lo que los guripas llaman jocosamente la Voz de
Capitanía -rumores, bulos y noticias que circulan por la Almudaina- ha hecho correr la especie de que es posible
que, con motivo de la próxima Navidad, se concedan permisos de hasta un mes a los soldados que lleven más de
año y medio incorporados a filas, y no tengan falta alguna en su expediente militar. Ha intentado por todos los
medios ratificar la veracidad del rumor, pero no lo ha conseguido. Su compañero de despacho, Beltrán, termina
por aguar el vino de su esperanza.
-No te creas nada, Carreño, ese bulo rueda todos los años cuando se acerca la Navidad.
-Pero el año pasado no rodó, al menos a mí no me llegó.
-Lo que yo te diga, es una patraña más grande que la catedral.
Julio ha preguntado a su amigo Chimo Puig que, como trabaja en la estafeta, suele estar bien informado.
-Algo de eso me han contado, pero a ciencia cierta no sé decirte que parte tiene el rumor de verdad y que parte
de bulo.
-Cuando sepas algo, ¿me lo dirás?
-Pierde cuidado. En cuanto me entere de algo, serás el primero en saberlo.
A mediados de noviembre, el morellano le confirma que lo de las licencias de permisos por un mes es cierto,
pero…únicamente serán concedidas a aquellos soldados que lleven, al menos, dos años de mili y ellos, pues
ambos son de la misma quinta, solo llevan 19 meses. El mañego reniega de su mala suerte. Otra Navidad sin
poder estar con su Consuelo. Que negra fortuna la suya. Piensa en si mantener viva la llama de la esperanza de su
novia pues le contó lo del rumor, pero en última instancia decide que es mejor contarle la verdad y que no se
haga ilusiones de pasar juntos las fiestas navideñas. Este año Julio ha sido más precavido que el anterior y ha
buscado con más tiempo un regalo de Reyes para Consuelo. A través de Puig se ha enterado de que en Sa Pobla,
localidad del interior de la isla, confeccionan unas bonitas blusas realzadas con típicos bordados mallorquines.
El valenciano, que ha incorporado esas prendas a los productos que vende a los turistas, le consigue una a buen
precio. Aun así, el extremeño tiene que estar más de un mes comiendo en el cuartel de caballería y a base de
bocadillos para poder ahorrar lo suficiente con lo que sufragar la historiada blusa.
Nunca podría imaginar Julio que su Consuelo le está preparando un regalo navideño de lo más inesperado. A la
mayor de los Manzano no se le ha quitado de la cabeza la frase que le espetó la pequeña Julia cuando con la
insolencia propia de los niños le dijo: lo que estás haciendo con el mañego es una marraná. En la soledad de su
habitación se dice que la descarada de su hermana chica tiene razón, su comportamiento con el pobre Julio es
una guarrada. Y toma dos decisiones tajantes: aceptar a Luis Campos como pretendiente e incluso pedirle que
fijen fecha para la boda. Y cuando el placentino se haya pronunciado en el sentido que presume, escribir a Julio
contándole que lo suyo fue bonito mientras duró, pero que ya no puede seguir cumpliendo con lo de guardar la
ausencia y, lamentándolo mucho, porque sabe que le va a doler como le duele a ella, ha decidido romper la
palabra que le dio de esperarle hasta que le licenciaran. Y como lo piensa, lo hace. En el siguiente sábado, una de
las primeras cosas que le dice a Luis es su ruptura con Julio, algo que no es del todo cierto porque al mañego
todavía no le ha escrito contándoselo.
-Luis, quiero que seas el primero en saberlo. He roto con Julio. Desde ayer ya no estoy ennoviada. Le sigo
teniendo cariño porque conmigo siempre se portó bien, pero el cariño no es suficiente como pa estar toda una
vida al lao de un hombre. Soy otra vez libre.
Al placentino no le ha sorprendido la noticia, se la venía maliciando por la manera de comportarse de la joven.
La ocasión la pintan calva, se dice, y sin pensarlo dos veces se tira al agua.
-Me parece fenomenal que vuelvas a ser libre y aquí me tienes a mí pa que sigas tan libre, pero siendo al mismo
tiempo mi prometida. Me enamoré de ti desde que te vi y nada me haría más feliz que me aceptaras como
novio, ahora, y en unos meses como marido. Y te lo digo de todo corazón.
¿Cómo se lo tomará Julio?, se pregunta Consuelo una vez que le ha dado el sí al placentino.
PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro I de Los Carreño, publicaré el episodio
45. Una carta escueta, directa y diáfana