"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 6 de octubre de 2017

21. De postre, un beso y…



   La amplia carta de Can Roig se basa en platos tradicionales, entre ellos algunos marineros, con la especificación de que todos son elaborados con productos frescos de la zona. Curro le deja un tiempo a Anca para que la lea, luego le pregunta:
-¿Qué te apetece comer? Empecemos por los entrantes.
-¡Huy!, es que hay tantos platos que es difícil decidirse.
-¿Me dejas que pida yo? No es por fardar, pero estoy acostumbrado a comer en restoranes de esta clase e incluso de más postín.
   Curro le pide ayuda al maitre, que no le quita ojo de encima a un cliente tan rumboso, para escoger lo más selecto de la carta. El empleado, que a estas alturas ya sabe que a quien hay que bailarle el agua es a la joven, le pregunta con su tono más melifluo:
-La señorita, ¿qué prefiere?, ¿algún plato de los que hay para empezar?, ¿algún entrante de temporada?, ¿algo de los intocables de Can Roig?, ¿entrantes del mar?
-No sé, hay tanto para elegir.
-Si me lo permiten, yo les aconsejo que pidan un plato de cada apartado. Por ejemplo: del primero podrían probar un foie micuitte sobre un mosaico de sabores; del segundo un plato muy típico de la tierra, alcachofas de Cap i Corb, jamón de pato, tomate de colgar y AOVE Bardomus; de los intocables de la casa, escalibada con anchoas y queso fresco de Catí y del último apartado ortigas de mar en tempura.
-Sé que AOVE son las siglas de aceite de oliva virgen extra –puntualiza Curro dándoselas de gourmet-, pero no sé qué es Bardomus ni tampoco que es Cap i Corb.
- Bardomus es el nombre del aceite que producen los olivos cultivados entre los parques naturales de la Sierra de Irta, Prat de Cabanes-Torreblanca y el Mediterráneo. Tiene un aroma a aceitunas verdes y hierba de monte bajo y un sabor ligeramente amargo y picante como una mezcla de almendras verdes, hoja de tomatera, alcachofa y hojas de olivo. En cuanto a Cap i Corb es el nombre de una pedanía del municipio de Alcalá. Señorita –pregunta el maitre dirigiéndose otra vez a Anca- ¿qué le parece mi propuesta?
-¡Huy!, con eso que ha sugerido ya como.
-Le aseguro, señorita, que son platos tan ligeros que lo que harán será abrirle el apetito. Luego, de plat de résistance como diría un colega galo, ¿qué prefiere pescado, carne o arroces?
-Arroz no, estoy de paellas, del arroz a banda, del negro y de todos los demás hasta el moño. Prefiero pescado.
-Hoy tenemos un lenguado del país con salsa de erizos de mar que está para relamerse de gusto.
-Degustaremos su propuesta –acepta Curro haciendo gala de un falso cosmopolitismo- . Nos trae la carta de vinos, por favor.
   Tras el suculento almuerzo regado con vinos de la tierra les entra una ligera somnolencia, sobre todo a la muchacha poco acostumbrada a yantares tan copiosos.
-Lo que daría por echar una cabezadita –suspira Anca-. Hasta podría recostarme en el coche.
-¿No prefieres una buena cama en una habitación con aire acondicionado para descansar el rato que quieras? –pregunta Curro cuyas intenciones comienzan a traslucirse.
-Quita, quita, una habitación. Me vale con los asientos de atrás del coche.
-Lo que tú quieras, princesa.
   Curro busca una zona solitaria en las faldas de la Sierra de Irta y estaciona el coche debajo de unos pinos.
-Voy a mantener el aire acondicionado un ratito para que se refresque el interior y en cuanto tenga una temperatura adecuada lo apagaré para que no te moleste el zumbido. Ya verás lo bien que vas a estar.
-¡Qué bueno eres, Curro! Tú sí que sabes tratar a las mujeres y no como otros.
-Antes de la siesta querría pedirte algo, ¿puedo?
-Por pedir que no quede.
-Espero que no lo tomes a mal. Desde que te vi no hago más que pensar que un beso tuyo tiene que saber a miel de azahar y romero. Quisiera que me dejaras besarte, para mí será el mejor postre que haya podido tomar en mi vida.
-¡Qué cosas dices! Un beso pedido con tanta finura no puede negarse.
   La joven apoya la cabeza en el respaldo de la butaca y vuelve su cara hacia Curro que, como un avezado donjuán, en lugar de besarle los labios empieza con los lóbulos de las orejas, sigue con los ojos para terminar posando sus labios sobre los de Anca. El exsindicalista no sabrá hacer otras cosas, pero vista la reacción de la muchacha parece que es todo un experto en jugar con los labios y la lengua. Al primer beso sigue otro y otro y otros más. Cuando Curro abre la blusa de Anca, le baja los tirantes del sujetador y comienza a acariciarle los pechos, la joven ya ha perdido el control del que hasta ahora ha hecho gala. El hombre abate los asientos y ambos se van desnudando con las mismas ansias. La muchacha ronronea como una gata en celo, ronroneos que se transforman en gemidos cuando Curro la penetra. Ambos se abrazan con toda la fuerza de que son capaces mientras se mueven frenéticamente. Cuando llegan al orgasmo siguen cogidos con más ahínco si cabe hasta que pasados unos minutos que les han parecido eternos deshacen su abrazo.
-Eres un león. No recuerdo haber gozado tanto. Y luego dirán que los hombres mayores ya no valéis para hacer feliz a una mujer.
-Te devuelvo el cumplido: jamás he conocido una mujer que fuera capaz de ponerme a mil como lo has hecho tú. Este ha sido el mejor polvo de mi vida.
   La pareja está un buen rato acariciándose hasta que Curro nota, no sin sorpresa, que su miembro vuelve a revivir. Da la impresión de que a la muchacha le pasa algo parecido. Cuando vuelven a abrazarse aparece inoportunamente un grupito de senderistas que, por la ruta que llevan, van a pasar muy cerquita del coche. Curro suelta un juramento:
-¡La leche que les dieron, ni en plena montaña puedes estar tranquilo!
   Se sube los pantalones y con un cabreo mayúsculo pone en marcha el vehículo. Se calma cuando la joven le dice en un susurro:
-Hay paradores de carretera que alquilan habitaciones por horas a los conductores para que echen un sueñecito.
-Es una magnífica idea, bonita.
   Y en el primer parador que ven en la nacional 340 entran y alquilan una habitación donde la pareja vuelve a hacer el amor, pero esta vez como debe ser. Se desnudan, ya sin prisa alguna, y copulan quizá sin las premuras del anterior enlace, pero con el sabor inigualable que da la ausencia de prisas. Cuando al caer la tarde dejan el parador no se sabe de ambos quién lleva pintada en la cara una sonrisa más amplia. Al llegar al pueblo, y a petición de la muchacha, Curro la deja en una de las solitarias calles que hay a la entrada.
   Anca había apagado el móvil, cuando lo enciende ve que tiene varias llamadas perdidas y algunos WhatsApp sin abrir. Las llamadas y mensajes tienen la misma procedencia: el teléfono de su novio. Le llama y le cuenta una milonga: ha estado con una amiga de compras por Alcossebre y cuando iban a volverse se toparon con una compatriota de Timisoara, la ciudad de la que procede su familia, y que se pusieron a preguntarle por la gente conocida que vive allí y entre unas cosas y otras se les fue la tarde. Que estaba cansada y que mañana se verían.
   Cuando la joven camarera llega a su casa ante el portal está esperándole Vicentín sentado en su coche. El joven está enfurruñado, basta con ver el gesto avinagrado que tiene.
-¿Por qué no has contestado a mis llamadas? –es lo primero que le espeta.
-Porque tenía el teléfono apagado.
-¿Y por qué lo has apagado?
   Anca, ahondando en su patraña, le cuenta que durante la primera media hora de compras le ha llamado un montón de gente y que así no había manera de centrarse en lo que querían ver, por eso ha apagado el móvil con la intención de volver a encenderlo, pero al encontrarse con su compatriota Raluca se le ha ido el santo al cielo y ya no se ha acordado de activarlo hasta llegar al pueblo.
-¿Y qué has comprado si se puede saber?, porque no veo que lleves ninguna bolsa.
-Es que realmente más que de compras íbamos a ver unas tiendas que estaban de rebajas, pero lo que saldaban o era morralla o más pasado de moda que Carracuca y al final no hemos comprado nada.
-¿Y con quién has ido a Alcossebre?
-Con Mihaela –contesta la joven, ha sido el primer nombre que le ha venido a la boca de entre sus amigas que tienen vehículo propio, y piensa que en cuanto suba a casa lo primero que tiene que hacer es llamar a Mihaela para prevenirla ante posibles indagaciones de Vicentín que cuando le entra el síndrome de los celos no se para en barras.
-Pues para un viaje de compras que te ha salido rana llevas una cara de estar más contenta que unas pascuas –Vicentín sigue martilleando en el yunque de sus sospechas.
-Ha sido el encuentro con Raluca lo que me ha puesto contenta. No puedes imaginar la de noticias que me ha contado de la familia de mi madre que vive en Timisoara y de gente que conocí cuando hace unos años mis padres me llevaron a visitar la ciudad. Y la que se va a poner más contenta todavía será mi madre cuando le cuente todo lo que me ha explicado Raluca.
   Anca se cansa del interrogatorio de Vicentín y sabe que solo hay un medio de que su novio se calme.
-Anda, llévame a dar una vuelta y verás lo que te hago.

PD.- Hasta el próximo viernes