"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 30 de abril de 2021

Libro II. Episodio 90. Quién no se arriesga, no cruza el río

   Al preguntar Julio a su amigo Pascual que indague sobre la solidez económica de los Lavilla, el empleado de la Caja de Ahorros se queja de que le formule tal petición.

   -Julio, esa clase de información no puedo facilitártela, es privada. Si se enteraran en la Caja de que ando divulgando los fondos de los clientes me darían una patada en el culo.

   -Ya lo sé, Pascual, pero para eso están los amigos. Por mí desde luego no se enterará nadie y sabré compensártelo. Y para que veas que no es una información que vaya a utilizar en términos mercantiles, te cuento… –Y Julio le explica que está interesado en Amparo Lavilla, pero que no quiere dar el paso de formalizar la relación hasta no saber a ciencia cierta donde se mete.

   -Hombre, eso es otra cosa. Dame tiempo y en unas dos semanas podré decirte algo al respecto, pero por descontado en el más estricto secreto, nadie debe saber que esa información te la he facilitado yo, ni tú has de divulgarla en absoluto. ¿De acuerdo?

   Julio sabe que su madre mantiene buena relación con el doctor Lavilla, aunque sea una amistad relativamente reciente. Por eso, cuando el nombre de Amparo surgió en sus cavilaciones, pensó en acudir a Pilar para que hiciera de embajadora de su propósito ante los Lavilla, pero sabiendo lo metomentodo que es su madre desistió. También él ha tratado a los Lavilla, incluso estuvo como invitado en su casa hace tiempo, pero como los años le han hecho cauto ha preferido que sea Pascual quien indague sobre la familia aragonesa. Un par de semanas después, Pascual, en contra del rumor que corre por la ciudad sobre la fortuna del doctor Lavilla, le resume en una castiza expresión lo que supondría emparejarse con una de sus hijas.

   -Si te ligas a una de las hijas de Lavilla darás todo un braguetazo.

   Julio quiere saber más detalles sobre la inesperada fortuna del médico e insiste para que su amigo le cuente cuanto sabe.

   -Lo de emparejarte con Amparo ya te lo he dicho, un braguetazo. El tío que se la calce, al igual que a cualquiera de sus hermanas, se llevará una mujer que algún día heredará un porrón de duros solamente en bienes raíces. Al parecer, a la familia de la madre no le queda un céntimo, pero la de don Enrique tiene fincas en el valle del Jalón y casas y solares en Zaragoza que cuando los herede supondrán un fortunón. Muy interesado te veo por la moza. No me digas que te ha hecho tilín.

   -Hombre, Pascual, no te voy a mentir. No es que se trate de un flechazo, pero sí que es cierto que la chica me atrae pues es maja y educada. A cualquiera le enorgullecería llevarla del bracete.

   -La verdad es que resulta bastante mona, aunque no está ni la mitad de rica que la ahijada de tu señora madre. A esa sí que le haría yo un favor y un millón si hiciera falta…

   A Julio le molesta el calor que pone Pascual cuando habla de Julia y le interrumpe para reconducir el diálogo.

   -Bueno, pero ahora no estamos hablando del huevo a medio cocer de la ahijada de mi madre, sino de la hija de los Lavilla. ¿Qué más me cuentas de ella?

   -Pues poco más de lo que te he dicho, que es un buen partido y que yo sepa es plaza libre. ¿Ya le has dicho algo?

   -De momento no me he atrevido a decirle nada. Y con lo que acabas de contarme me fastidia que vaya a haber mal pensados que conozcan la fortuna del padre y crean que si me acerco es por interés.

   -No hagas ni puñetero caso de lo que diga la gente. Lo que has de hacer es abordarla sin que te importe el qué dirán.

   -¿Y tú crees que si me acerco a los padres les parecerá bien? –Julio cree conocer la respuesta a su pregunta, pero si va a lanzarse prefiere tener cuanta más información mejor.

   -¡Coño, Julio, no me vas a salir ahora tímido!

   -No es eso, Pascual, pero me da corte pensar que a sus padres no les parezca un buen partido para su hija y me rechacen. ¿Te imaginas lo bien que se lo iban a pasar algunos de los que se llaman amigos míos?, pues no se iban a cachondear ni nada. Ten en cuenta que para bien o para mal soy algo más que uno de los solteros de la ciudad.

   -En eso llevas razón, y puestas así las cosas, te puedo hacer un favor: ¿quieres que averigüe si a los padres de la chica les parecerá bien que la cortejes?

   -¿Y cómo vas a lograr que al final no se enteren todos? Si los padres dicen que no, el cachondeo será general y mi prestigio rodará por los suelos.

   -Hombre, seguro al cien por cien de que alguien no se vaya de la lengua nadie puede estarlo, pero los Lavilla, hasta donde sé, son discretos. Si no les parece bien que te acerques a su hija estoy convencido de que no irán por ahí contándolo. Y chico, al final ya sabes: quien no se arriesga, no cruza el río.

   -¿Y qué piensas hacer, hablar con los padres?

   -No tengo amistad con ellos como para eso y no sé si me harían caso. Si todo sale bien ya te diré quién va a hacer de embajador. Es alguien que está muy acostumbrado a guardar secretos y a trabajarse esta clase de encargos, por tanto es persona de toda confianza sea cual fuere el resultado final.

   Los argumentos de Pascual acaban convenciendo a Julio, pues ha desechado otras vías para explorar sus posibilidades de éxito. La embajada montada por su amigo es tan rápida como fructífera. Los padres de la joven han hecho saber al casamentero que si Julio va en plan serio y no para pasar el rato ellos no tienen nada que objetar, aunque la última palabra la tendrá su hija, será ella quien decida.

   -¿Qué te parece mi gestión? –se pavonea Pascual cuando termina de contarle el resultado de la misma.

   -Pues que has estado sembrado. ¿Y qué más te comentaron?

   -A mí, nada. Ya te expliqué que no iba a ser yo quien hablase con ellos.

   -Entonces, ¿quién ha hecho de embajador?

   -Quien menos puedes figurarte..., don José María Galán, el párroco de San Esteban.

   -Al párroco no le conozco pero si la iglesia, es la que está en la plazoleta del Rincón de San Esteban. ¿Y cómo has tenido la jeta de meter al cura en este fregado?

   -¿Y por qué no? Le encanta hacer de casamentero, como a casi todos los curas. Y así está garantizado el secreto de la gestión, independientemente de que al final la historia salga recta o torcida.

   -Oye, pero si han dicho que la última palabra la tendrá la chica, ¿cómo voy a saber si está o no dispuesta a que la corteje? –inquiere Julio dispuesto a exprimir a su amigo al máximo.

   Pascual, como conocedor de las costumbres locales, le da la clave.

   -Lo que vas a hacer es lo siguiente: observa si cuando Amparo pasea con sus hermanas va en el centro de la pandilla, eso es señal de que no está interesada en que la aborden. En cambio, si se sitúa en uno de los extremos es que está dispuesta a que alguien se le ponga al lado.

   -¿Y si la abordo y me rechaza?

   -¡Te repito: quien no se arriesga, no cruza el río!

   El siguiente domingo Julio, tras almorzar con Pilar y Julia, se disculpa pues no va a poder pasar la tarde con ellas como acostumbra ya que tiene un compromiso previo. Ninguna de las dos le pregunta sobre el compromiso, ni Julio da más explicaciones. Lo que tiene pensado hacer esa tarde es poner en práctica el consejo que le dio Pascual, se acercará a los lugares donde suele pasear la juventud, localizará a Amparo Lavilla y comprobará si va en medio de sus hermanas o si se sitúa en un extremo. Aunque hace frío, se sienta en la terraza de un bar dispuesto a observar. A media tarde, las calles del centro comienzan a llenarse de jóvenes de ambos sexos que, casi siempre en grupos pequeños, deambulan de un sitio a otro sin que parezca que tengan un norte concreto. Los grupos femeninos son más ruidosos que los masculinos, parlotean, gesticulan y ríen sin ton ni son; cualquiera diría que andan exhibiéndose más que paseando. Los masculinos son más callados y con frecuencia se detienen para poder observar mejor las pandillas de mozuelas que pasan junto a ellos. Para desencanto de Julio casi todos los pandilleros son poco más que adolescentes, aunque recuerda que Pascual le explicó que los grupos de mayores de veintitantos son de los últimos en aparecer. Ya casi anochecido, comienzan a llegar pandas de jóvenes más talluditos. Una de ellas está formada por las cuatro hermanas Lavilla y… Amparo va en un extremo. No se lo piensa dos veces y aborda al cuarteto.

   -Las encantadoras hermanas Lavilla. ¿Vais a algún sitio concreto o simplemente paseáis?

   -El soltero de oro de Julio Carreño –responde la mayor con cierto retintín-. Es raro verte por aquí, ¿desde cuándo paseas como si fueras un mozalbete?

   -Iba de paso hacia el casino. Si no vais a ningún sitio, ¿me permitís invitaros a tomar algo? Mi madre no me perdonaría que me hubiese cruzado con vosotras y no os hubiera invitado.

   -Te lo permitimos si nos llevas a Las Vegas, comienza a caer relente –contesta Maricarmen que es la única que habla, las demás sonríen con gesto de complicidad, salvo Amparo a quien se la ve algo tensa.

   En el café de moda de la ciudad, las Lavilla ocupan una de las mesas de tal modo que Julio ha de sentarse junto a Amparo que poco a poco va distendiendo el semblante, aunque sigue siendo Maricarmen la que lleva la voz cantante. Charlan de todo un poco hasta que…

   -Julio, me perdonarás si soy indiscreta, pero corre por ahí un rumor que te atañe y que me gustaría preguntarte si es cierto… -Cristina, que es la que habla, no termina su frase ante la severa mirada de su hermana mayor.

   -Perdona a Cristina, Julio, pero se ve que nuestros padres, por aquello de ser la benjamina, la malcriaron. Te he dicho mil veces –prosigue dirigiéndose a Cristina- que no es de buena educación ir preguntando a la gente sobre sobre su vida.

   -¿Y cómo sabes que iba a preguntarle sobre su vida?, sabihonda –se burla Cristina.

   -Porque imagino lo que ibas a preguntarle.

   -¿Ahora también lees los pensamientos? –Cristina continúa igual de irónica.

   Julio sigue la escaramuza entre ambas hermanas, divertido y, a la vez, intrigado por lo que decide intervenir.

   -Cristina, ¿qué querías preguntarme?

  

    PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 91. Un paso adelante