"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 27 de diciembre de 2013

2.36. Se acabó el dilema

   Las conversaciones entre Lorena y Sergio han pasado a ser monotemáticas, ella insistiendo en que puede trabajar en la construcción como electricista y él aduciendo que no está preparado para ese oficio. Lorena es cada vez más terca, en cambio Sergio está cediendo en su negativa ante el empuje y la tenacidad que demuestra la joven.
   Llega un momento en que la situación se torna tan tensa que coloca a Sergio ante el mayor dilema de su existencia: o renuncia a su carrera, y en cierto modo a su familia, o renuncia al amor de su vida. Sabe que no hay componenda posible. A la disyuntiva de por qué opción decidirse se une otra cuestión que ha ido posponiendo hasta ahora: hablar con sus padres, a los que ni siquiera ha dicho que está saliendo con Lorena. Algo que resuelve hacer antes de que sus progenitores retornen a Madrid.
- Papá, mamá, tengo que hablar con vosotros de un asunto muy importante para mí.
   La parca introducción es suficiente para que a su madre le dé un vuelco el corazón. Su instinto maternal le dice que su hijo les va a dar un disgusto mayúsculo y que la causante será el pendón de la chica de los Vercher. El padre, en cambio, no sospecha nada y es quien recoge el envite:
- Tú dirás, hijo, pero quiero añadir algo a lo que acabas de decir. Cualquier asunto que sea importante para ti has de saber que también lo es para tus padres.
- Eso ya lo sabía, papá. Veréis, hace ya unos años conocí a una chica de aquí, al principio solo fue una más de las amigas de verano, pero con el tiempo pasó a ser alguien muy especial para mí…; en fin, lo que quiero deciros es que me he enamorado.

   El padre queda un tanto desconcertado, no esperaba una declaración de ese tipo, en cambio la madre se ha quedado lívida y aprieta con fuerza los dientes como para que no se le escape el lamento que le sube a la boca desde las entrañas.
- Enamorado…, eso son palabras mayores, pero bueno, estás en edad de amoríos y las vacaciones son el mejor momento para eso – opina Lorenzo dando a su comentario un tono de trivialidad.
- No es un simple amorío de verano, papá, os estoy hablando de la mujer de mi vida, de la mujer con la que quiero estar, de la mujer sin la cual no puedo vivir.
- Hijo, sí que te ha dado fuerte. ¿Y por qué no nos lo has contado antes? Porque, a ver ¿cuánto tiempo hace que sales con esa chica? Y otra cosa, todavía no has dicho quién es. ¿La conocemos? Si he de ser sincero, todo esto me parece, no sé cómo calificarlo, un tanto precipitado. Ni siquiera sabíamos – Lorenzo mira a Lola que sigue tan callada como pálida – que estabas saliendo con alguien.
- Llevo saliendo con ella bastante tiempo. Se llama Lorena y es de aquí. Y no creo que la conozcáis. Quien sí la conoce es el abuelo y… - de pronto Sergio se corta, no se atreve a contar a sus padres el verdadero dilema en el que está metido -. Bueno, luego os contaré más, ahora tengo que irme que me está esperando Lorena.

   No es cierto que le espera Lorena, realmente la joven lleva varios días esquivándole, pero Sergio sabe dónde encontrarla.
- Mi vida, tenemos que hablar.
- Mira, Sergio, ya nos hemos dicho todo lo que teníamos que decirnos.
- Un profesor del Santa Ana siempre repetía que hablando se arreglan las cosas y que…
- Tú y tu cole de curas – le ataja Lorena -. Yo sólo he ido a la escuela del pueblo, pero no es necesario ser un cerebrito para saber que hay momentos en que las cosas no se arreglan con palabras sino con hechos y, sobre todo, con sentimientos. Hemos llegado a un punto en que lo único que vale es que, de una vez por todas, te aclares: ¿me quieres o no me quieres? Todo lo demás no importa.
- ¿Cómo puedes dudar de mi amor si estoy loco por ti? – protesta Sergio.
- Mira, bonito de cara, mi padre dice que los hombres de verdad se miden por lo que hacen, no por lo que dicen. O sea, que aplícate el cuento. Y lo que hay que hacer está claro como el agua clara. O te vuelves con tus papaítos, tus libracos y tus Madriles o te quedas conmigo. Lo que hagas demostrará de qué pie cojeas, si eres un tío de los que se visten por los pies o sólo eres un monicaco.
- Pero mi amor…
- Ni mi amor ni leches – le corta Lorena, aparentemente hecha una furia -. Toda tu palabrería no es más que una excusa para justificar que te quieres volver a Madrid y dejarme compuesta y sin novio. Al fin y al cabo no soy más que una tonta de pueblo que confío en ti y que te dio lo que una mujer sólo puede dar una vez en la vida. No eres más que un malparido que me has deshonrado y me vas a dejar tirada. ¿Sabes qué? No quiero saber más de ti. Ni eres hombre ni vales nada.
   Lorena da media vuelta y se marcha sin dar tiempo al chico a reaccionar. La jugada es peligrosa y puede salir mal, pero ha sido un riesgo calculado. Ella sabe que lo tiene bien cogido. A estas alturas de la relación son muchas las redes en que la joven lo ha envuelto. A medida que Lorena le ha ido iniciando en nuevas experiencias sexuales, el deseo de Sergio llega a alcanzar cotas inimaginables. Beso a beso, caricia a caricia, postura a postura la joven le va convirtiendo en un adicto al sexo y le va a resultar muy difícil desengancharse. También está comenzando a emporrarlo. Él que apenas fumaba algún que otro cigarrillo, ahora se está aficionando rápidamente a darle al canuto.

   La frase de ni eres hombre ni vales nada, que Lorena le ha repetido más de una vez, cala hondo en el ánimo de Sergio y, sorprendentemente, es la que precipita que el dilema que ha sido su pesadilla en los últimos tiempos deje de serlo. La jugada le sale bien a Lorena. Al día siguiente Sergio le está esperando a la salida del chiringuito donde trabaja. Su actitud dice más que mil palabras, está completamente entregado. Hará lo que ella le pida sin rechistar. Trabajará en lo que sea. Lorena se hace de rogar, pero al fin le perdona. Le explica que Verónica le habló a su tío de él y de sus estudios y el hombre aseguró que en menos de una semana se comprometía a convertirlo en un instalador electricista fetén. No sólo eso, sino que le iba a dar trabajo en su empresa y que si curraba duro ganaría un montón de pasta, no menos de doscientas mil pesetas mensuales. Y todavía le dijo más: si cogía obras a destajo el monto de la paga podía llegar a los sesenta mil duros y aún sobrepasarlos.
- ¿Crees que seré capaz? – todavía pregunta un dubitativo Sergio.
- Tú eres capaz de todo. Y a dónde no llegues, yo te ayudaré a conseguirlo.
- Tendría que dejar la carrera – se lamenta el joven.
- ¿Y para qué quieres una carrera? En la construcción vas a ganar más pasta que de ingeniero y te la embolsarás ya mismo, no dentro de tropecientos años. No lo dudes, cariño, el futuro está en el ladrillo, eso es lo que dice todo el mundo y todos no pueden equivocarse.