El grupo de Felipe Muñoz, tras inacabables
discusiones, acuerda que el mejor pacto que pueden proponer a Curro Salazar se
base en los siguientes puntos:
A) Que
tratarán por todos los medios de frenar la investigación sobre el caso ERE. El pasado
año ya eliminaron a la que era considerada como la bestia negra de los
imputados, la juez Mercedes Alaya que, posiblemente harta de los repetidos
ataques públicos que ha sufrido con el fin de desacreditar su trabajo y los
continuos roces con la Junta de Andalucía, solicitó una plaza en la Audiencia
Provincial que le fue concedida.
B) Que cuentan
con el mejor bufete de Sevilla para que se encargue de su defensa. La minuta
correrá a cargo del grupo.
C) Que
cuando Curro declare ante el Juzgado de Instrucción nº 6 de Sevilla, donde se
sustancia el proceso de los ERE, su deposición se ajustará a lo que le va a
explicar el emisario del grupo.
D) Que no
citará ninguno de los nombres que le enumerarán bajo ningún concepto. Si se le
pregunta por ellos las respuestas serán del tipo de: no lo sé, no me acuerdo,
no lo conozco, no sabría decirle, etcétera.
E) Que le
facilitarán el dinero en mano que necesitará en cuanto la justicia le bloquee
las cuentas y le embargue todos sus bienes.
-¿De
acuerdo? –inquiere Muñoz tras leer las cláusulas del pacto.
El asentimiento es unánime…, pero no,
alguien levanta la mano; se trata de Juan Antonio Almagro, el exconsejero que
ha sido una china en los zapatos de los conjurados por sus continuas salidas de
tono y su intemperante oposición a cuantas propuestas se han formulado.
-No puedo estar
de acuerdo con ese pacto. Eso es como echarles margaritas a los marranos.
-Entonces,
¿quieres decir de una puta vez cuál es tu propuesta? –pregunta con evidente
cabreo el exdirector de IDEA.
-Conosco a
Curro mejor que vosotros. Todo eso que queréis proponerle se lo va a pasar por
el forro de los cojones. Lo único que puede lograr que tenga la húmeda quieta
es que se le acojone y eso solo se logra con una buena mano de hostias o unas
piernas partidas. Todo lo demás, humo.
-¿Qué es lo
que pretendes, que terminemos todos en la cársel? ¡Cómo si no tuviéramos ensima
lo que tenemos! –apostrofa Macarena Chacón.
-Almagro,
perdona que te lo diga, pero cuando repartieron el sentido común ese día a buen
seguro que hiciste pellas –ironiza Rivera, el abogado-. ¿Acaso no sabes que el
mero hecho de proponer darle una paliza puede ser tipificado como delito?
-No estoy
dispuesto a que se me siga menospresiando de esa manera. Está claro que aquí
sobro. Por consiguiente, compañeros, me retiro por el foro. Felipe –Almagro se
dirige al organizador del grupo-, grasias por tu invitasión, pero desde este
momento me doy de baja en esta comparsa.
-¡Uf!
–exclama Sierra dando un suspiro de alivio-, menos mal que se fue porque es que
ya no le aguantaba ni una patochada más. ¡Y pensar que fue consejero! Claro, de
esos polvos han venido estos lodos.
Una vez ido Almagro el grupo, al que se han
unido otros imputados, acuerda por unanimidad la propuesta leída por Muñoz. Ahora
el asunto a debatir es a quien envían a negociar con Salazar. En principio, el
debate se centra si mandar a alguien del grupo o buscar una persona de fuera. Esta
segunda proposición es prontamente descartada.
-Ea, pues lo
que hemos de concretar es quien de nosotros va a negosiar con el Curro –dice uno
de los nuevos cofrades.
-Tendría que
ser alguien con un perfil paresido a este: que tuviese mostrada capasidad
suasoria, que tuviese experiensia en negosiar y mejor sí conose personalmente a
Curro –explica Muñoz que agrega-. Yo mismo, sin falsas modestias, podría ser
ese hombre, pero como creo que sabéis en los últimos tiempos me llevaba con
Curro a matar. Lo que me descarta como alguien adecuada para tratar con él.
Eduardo Guerra, el hombre de los seguros,
expone otra sugerencia:
-Estoy de
acuerdo con el perfil que ha trazado Felipe. Acabo de hacer mentalmente un
rápido repaso de las biografías de cada uno de nosotros y creo que el hombre
que mejor se adapta al precitado perfil es… Santiago Rivera.
El resto de los conjurados se turnan uno
tras otro para ensalzar las cualidades que tiene el letrado, todos con el mismo
objetivo: no tener que comerse el marrón de una negociación de incierto
resultado, por lo que el aludido no tiene otro remedio que replicar para librarse
del embolado que sus socios quieren endosarle.
-No me
cargues el muerto, Eduardo. El hecho de que sea abogado no me faculta más que a
cualquier otro para llevar adelante el pacto que vamos a ofrecerle a Salazar,
al contrario, me lo imposibilita. A mis socios del bufete no les hizo ninguna
gracia que aceptara la invitación de Muñoz y más cuando se enteraron de cuál
era el motivo. No quieren saber más del caso ERE, bastantes clientes nos ha
costado el hecho de estar imputados. Además, está el aspecto legal, algo que no
habéis contemplado. Salazar está en busca y captura y, si yo, abogado en
ejercicio y sin ser su defensor, me pusiera en contacto con él estaría
incurriendo en un delito y no digamos nada del aspecto deontológico. No me
quiero quitar el muerto de encima, simplemente no puedo ir. Y por lo que
pudiera ocurrir, a los rasgos que ha descrito Muñoz yo añadiría los siguientes:
quien mandemos tiene que ser alguien que ahora no esté en política, ni sea funcionario
público y mejor si es soltero y está en el paro.
Es decir esto último y todas las miradas de
los conjurados se dirigen a Jaime Sierra, el antiguo director de la Agencia de Innovación y Desarrollo de Andalucía (IDEA) quien, al
parecer, reúne las condiciones expuestas por el abogado. Sierra como toda
respuesta se encoge de hombros, pero también tiene algo que decir:
-Para comprometerme exijo que aceptéis mis
condiciones. La primera es algo que ni siquiera nos hemos planteado. ¿Qué pasa
si Curro no acepta nuestra oferta? Hemos de preparar un plan B. No puedo
entablar una negociación como si fuera un trágala de lo tomas o lo dejas.
La
intervención de Sierra enfría súbitamente el clima de la reunión. Acaban de
darse cuenta de que como urdidores de pactos son unos pardillos, unos alevines
de conspiradores, unos estrategas de salón. Se miran unos a otros sin saber qué
decir. Una vez más ha de ser quien inició la conjura el que trate de que el
grupo no se venga abajo y para ello lo más eficaz es reconocer paladinamente
los propios errores.
-Jaime,
tienes más rasón que un santo y más cabesa que la mayoría; al menos más que yo
que, lo confieso, ni se me había ocurrido pensar en un plan B. Estoy totalmente
de acuerdo contigo, no puedes ir a negosiar con Curro sin llevar otra oferta en
el bolsillo. Por consiguiente, hemos de estudiar cual puede ser esa otra
oferta. Y llegados a este punto encuentro un pero. Nos ha costado Dios y ayuda
ponernos de acuerdo en el pacto a proponer. Si ahora nos metemos en estudiar el
contenido de un plan B, ¿cuánto tiempo nos va a llevar? Ni se sabe. Y ahí
corremos un riesgo claro. Todos hemos oído que hay otros grupos que están
planteándose negosiar con Salasar y quienes conecten primero con él son los que
tendrán más probabilidades de lograr su aseptasión. O sea, que el tiempo es un
factor primordial. Lo que va en contra de que nos demoremos mucho para estudiar
un plan B que, repito, estoy de acuerdo…
Uno de los nuevos miembros interrumpe la
exposición de Muñoz.
-Perdona,
Felipe, pero te ruego que vayas al grano: ¿qué propones para solucionar el
dilema entre estudiar un plan B o ser los primeros en hablar con Salazar?
-No propongo
nada porque no sé cuál puede ser la solusion –es la tajante respuesta de Muñoz.
-No sé si
esto podría valer para el plan B –informa con cierta timidez la Chacón-, pero
me han comentado que la familia de Curro tiene apreturas de dinero. En esa casa
solo entra el modesto sueldo de su mujer y las cuatro perras que gana el chico
mayor en los refuersos que de uvas a peras hase en Mercasevilla. Se me ocurre
que le podríamos ofreser ayudar a los suyos. Encontrarle un puesto fijo al
chico no tendría que ser ningún problema. Y eso, Curro, lo tiene que agradeser,
al fin y al cabo sigue siendo su padre.
Poco a poco va urdiéndose la trama del plan
B que consistirá en el contenido del plan A más dos añadidos a su punto D. Que
ayudarán económicamente a la familia de Curro para que puedan llevar una vida
más fácil que la que tienen ahora y que se comprometen a encontrarle un puesto
de trabajo a su primogénito que sea fijo y en el que gane un salario superior
al de un mileurista.
Ya acabada la reunión y antes de despedirse,
el anfitrión echa una mirada a sus compadres y, sin que venga a cuento, le
viene a la cabeza la estampa previa al inicio de una corrida cuando los
toreros, con las zapatillas al borde del albero, adelantan un pie y trazan un
conjuro en la arena en forma de cruz al tiempo que musitan la jaculatoria que
con más fervor se formula en el universo taurino. Por eso, no les dice adiós ni
hasta la vista ni ya nos veremos, sino que exclama:
-¡Que Dios
reparta suerte!
PD.- Hasta
el próximo viernes