"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 1 de noviembre de 2019

128. Todos se van a ir de rositas


   Después de la grata comida en el Forn de Tonico, invitados por Pedro Ramo, Jacinto y Chelo regresan a Marina d´Or. El excomisario descabeza un sueñecillo y, tras prometerle a su novia que volverá para cenar juntos, se dirige a Torrenostra donde le esperan sus amigos. Van a jugar la última partida de agosto, puesto que el treinta y uno -ha cambiado la fecha- Grandal tiene previsto regresar a Madrid. Aparca en el descampado donde comienza el Parque Natural del Prat de Cabanes-Torreblanca, y recorre andando los cien metros escasos que hay hasta la terraza del hostal. Están todos menos Ramo, por lo que hoy no tendrán que echar a suertes cuál de los cinco se queda sin jugar.
-¡Vaya, aquí tenemos al Sherlock Holmes español! –le saluda Ponte.
-Un respeto que es nuestro líder –reclama Ballarín.
-Y un aprendiz en lo tocante al dominó –afirma Álvarez que añade-. ¿Qué tal os ha tratado Pedro, os ha llevado a un buen pesebre u os ha invitado a un figón de tres al cuarto?
   Grandal les cuenta donde han estado, en qué ha consistido el menú, y se deshace en elogios sobre los diversos platos que han probado, especialmente el arròs al forn.
-No sirven mal rancho en Tonico, a mi hijo le peta un montón y me ha invitado algunas veces –confirma Álvarez.
-Me acuerdo que, cuando era niño, mi madre solía hacer arroz al horno de uvas a peras, pero no lo recuerdo como un plato excepcional –evoca Ponte.
-Dejaos de historias de arroces y vamos a echar fichas antes de que llegue Pedro, porque si no uno de los cuatro se quedará sin jugar y hoy es la última partida –recuerda Ballarín.
-¿Y por qué la última?, esta noche podríamos cenar juntos y echar una nocturna, ¿qué os parece? –propone Álvarez.
-Le he prometido a Chelo que como es la última noche la sacaría a cenar –indica Grandal.
-Que la saques no es incompatible con que luego juguemos. Mira, la invitas a cenar en algún restorán de aquí, por ejemplo en la pizzería esa que tanto le gusta, y le pedimos a Pedro que luego la suba al pueblo para enseñarle la concentración de cuadrillas que hoy desfilan disfrazadas hasta que se van a la verbena. Con lo curiosona que es Chelo, estoy convencido de que toda esa movida le gustará cantidad –propone Álvarez.
-No me parece mal plan, pero no os prometo nada, se lo diré y a ver por dónde sale. Ya la conocéis, Chelo es imprevisible.
-¡Y qué mujer no lo es! –exclama Ponte.
-Dejaos de chácharas y a ver a quienes emparejan las fichas –urge Ballarín volcando la caja del dominó sobre la mesa, y en la que también guardan unas hojas de bloc para las puntuaciones y un pequeño lapicero de los que se facilitan en Ikea.
   Las fichas han emparejado a Álvarez-Ballarín y a Grandal-Ponte, con lo que el primero se tiene que cambiar de sitio para quedar frente al exferretero. Antes de comenzar el juego se intercambian las típicas pullas de los jugadores baqueteados.
-Os vamos a dar una somanta que vais a quedar para el arrastre –se jacta Álvarez.
-Menos fanfarria y más fijarte en el juego que hay días que te pasas de listo y no hueles una –le amonesta Ballarín.
-Oye, Jacinto, ¿y si en lugar de jugar ya les damos por ganadores? –pregunta de coña Ponte-, porque aún no hemos comenzado y ya están como una moto.
-Tranquilo, Manolo. Estos son de los que disparan con pólvora del rey. Al final, veras como nos los pasamos por la piedra –replica Grandal.
   La primera partida la gana la dupla Álvarez-Ballarín con lo que el primero, que es un fanfarrón empedernido, se guasea hasta de su sombra e intenta intimidar a sus rivales de que también les van a ganar la segunda. En esta el juego se equilibra y un increíble cierre que consigue Ponte de once tantos decanta el juego a favor de la pareja Grandal-Ponte. El interés del juego se centra en la tercera partida, la del desempate. A los jugadores se han unido un par de mirones, uno es Pedro Ramo que se ha echado una larga siesta después de la comida, y otro un cliente habitual del hostal también aficionado al juego de las 28 fichas. Tras diversas alternativas, la fortuna termina por inclinarse a favor del más viejo y el más joven del cuarteto, Ponte y Grandal. Tras las consabidas chanzas de los ganadores termina produciéndose una pausa que aprovecha Ballarín para insistir en un su monotema.
-Bueno, Jacinto, o terminas de contarnos lo que crees que ocurrió en las últimas horas de vida de Salazar o tendrás que hacerlo en Madrid. Porque ya no te queda tiempo.
-Os lo prometí ayer y voy a cumplirlo. Antes voy a tomar un whisky a ver si me entono.
   La demanda de bebidas se generaliza y en cuanto Grandal prueba el primer chupito se dispone a narrar el fin de Curro Salazar o, más bien, la reconstrucción que ha hecho de sus
postreras horas, de acuerdo con la información que ha ido recopilando.
-Vereis… -y Grandal cuenta a sus amigos lo que le explicó al sargento Bellido por la mañana. Que está convencido de que podría hablarse mejor de homicidio que de asesinato. Que el fallecimiento, en última instancia, fue debido a un proceso biológico natural, pero que como causa remota hubo un proceso exógeno, es decir de origen externo. Y ello lleva al homicidio, sea voluntario o involuntario, pero homicidio al fin y al cabo. Vuelve a recordar el corrido mejicano sobre la muerte de Lupita para hacer un paralelismo con la muerte de Curro, pues fueron siete las visitas que tuvo, de modo individual o grupal, y en todas y cada una de ellas sus visitantes, por acción u omisión, coadyuvaron a que muriera.
-Entonces, ¿todos pueden ser calificados como homicidas? –Ponte, sin saberlo, acaba de repetir casi literalmente la misma pregunta que hace unas horas hizo el sargento.
   La contestación de Grandal también es casi idéntica a la que le dio a Bellido.
-En mi opinión todos ellos, en mayor o menor medida, son coautores del homicidio.
-Entonces, ¿los van a enchiquerar a todos? –quiere saber Ballarín.
-No creo. Probablemente los absolverán a todos ellos del delito de homicidio involuntario. Como mucho, serán acusados de la omisión del deber de socorro, un delito menor y, si no tienen antecedentes, no pisaran la cárcel.
-¡Cuánta razón tenía aquel alcalde de Jerez al decir que en España la justicia es un cachondeo! –rememora Álvarez.
-De todas maneras, sea o no un homicidio con varios coautores, en este caso hay muchos aspectos que siguen sin estar claros –plantea Ponte-. Por citar solo uno, ¿alguien puede creerse que en un local tan pequeño como es el hostal, y en el espacio de unas pocas horas, siete personas visitarán a Salazar y que a la mayoría de ellos nadie les viera entrar ni salir de la habitación? Una habitación que casi se convierte en la antítesis del camarote de los hermanos Marx, pues todos entraban pero nadie se quedaba.
-Hombre, no había caído en eso, pero lo que dice Manolo es cierto –secunda Ballarín-. No sé si era lo contrario del camarote de los Marx, pero al menos si un cuarto de una comedia de enredo en el que todo el mundo entra y sale y nadie se tropieza con el anterior o el siguiente.
-A ver, figura –Álvarez se pone en plan provocativo mirando a Grandal-, lo que preguntan aquí los colegas, ¿has llegado a planteártelo y, si es así, cómo lo explicas?
-Habéis puesto el dedo en la llaga. Es uno de los muchos aspectos incomprensibles del caso y que me ha tenido desvelado más horas. Como todavía no lo he resuelto, creo que debería conocer el hostal por dentro, porque la verdad es que no he pasado más allá de la terraza. Bueno, también conozco la habitación de Curro, de las dos veces que fuimos a verle cuando estuvo convaleciente –y dirigiéndose a Ramo le pregunta-. Oye, Pedro, creo que tienes buena relación con la patrona, ¿es así?
-Sí, la tengo aunque un poco indirecta. La relación viene porque la señora Eulalia es cuñada de un primo mío, pero sí, me llevo bien con ella.
-Entonces, me harás el favor de pedirle que me deje curiosear por el interior. Procuraré no molestar ni interferir el trabajo de los empleados. En cuanto a la hora, cuando ella crea más oportuno pero con la fecha no puedo dejarla a su albur, tendría que ser esta misma tarde. Sé que es muy precipitado, pero mañana me marcho. O es ahora o el enigma de que varias personas, en un corto espacio de tiempo y de lugar, se movieran sin ser detectadas quedará irresuelto. ¿Lo puedes intentar?
-Intentarlo, por supuesto, otra cuestión es que pueda conseguirlo –y levantándose añade-. Voy a buscar a la Eulalia y le expondré tu petición. ¿Quieres que te acompañe alguien en tu visita?
-No estaría de más que me acompañara alguien de la casa, así tendría a quien preguntar si veo algo que me resulte incomprensible…, pero si no puede prescindir de alguien del servicio, dile que haré la visita solo y procuraré no tocar ni romper nada. Ah, y añade que no necesito entrar en ninguna habitación por lo que no molestaré a los huéspedes.
   Ramo entra en la cafetería y habla con una camarera. La conversación es breve porque vuelve a salir enseguida.
-Me ha dicho la camarera que Eulalia está en su casa, voy a verla.
-Si tienes que subir al pueblo, buscarla, hablar con ella y luego bajar, no sé si me dará tiempo a esperarte, pues he quedado con Chelo –se lamenta Grandal.
-Nada de subir al pueblo, vive aquí al lado en uno de esos chalés pareados. En un plisplás estoy de vuelta.
   Y en efecto, a los pocos minutos vuelve Ramo.
-Dice la Eulalia que puedes mirar lo que quieras y que yo te acompañe por si tienes alguna pregunta, pero que tendrá que ser ahora. Enseguida van a comenzar los preparativos para la cena. Ah, y que es mejor que no pasemos por la cocina, podríamos molestar a los que trabajan allí.
-Pues como dicen aquí, pensat i fet. Vamos allá y tú delante, por favor.
   En cuanto el trío de jubilados se queda solo, Ballarín hace su particular resumen de lo que les ha contado Grandal.
-Resumiendo, que entre todos lo mataron y él solito se murió.
-Sí y, al parecer, nadie va a pagar por ello, todos se van a ir de rositas –remacha Álvarez.
  
PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré, dentro del capítulo 31 y último, el episodio 129. Una configuración atípica