"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 26 de abril de 2019

101. La paella como metáfora

 
   Grandal, tras la charla con Elvi, viaja en dirección a Marina d´Or cuando recuerda que Pedro Ramo ha invitado al grupo de jubilados a almorzar en un restorán de Torrenostra. Como se va a poner Chelo si le digo que hoy tampoco almorzaré con ella, piensa. Como le apetece más comer con los amigos que con su novia se decanta por una mentira defensiva. La llama.
-Chelo, la testigo que tenía que interrogar, como trabaja de camarera, no estará disponible hasta después del almuerzo, por lo que me quedo a comer aquí y luego iré a la partida de dominó. Me tendrás que perdonar, pero ya sabes cómo son estas cosas.
   La mujer refunfuña un poco, pero como conoce bien a su hombre no extrema su enfado, al contrario le quita importancia a la ausencia.
-Bueno, no hay mal que por bien no venga. Hoy voy a tener ración doble de bronceado. Espero que ganes, al dominó, claro.
   En cuanto termina con Chelo, llama a Álvarez.
-Luis, ¿dónde estáis, en el apartamento?
-Nos pillas saliendo. Te esperamos en El Perero, el restorán en el que almorzaremos.
-¿Dónde está?
-¿Recuerdas La Gloria, la pizzería a la que llevaste a Chelo a cenar?, pues pegadito a ella pero mirando al mar.
-¿Tendré problemas para aparcar?
-Hombre, Jacinto, en Torrenostra todavía no hay esos problemas. Si no encuentras sitio en el paseo marítimo lo encontrarás en las calles de atrás.
   En las calles de atrás no, pero encuentra sitio en un descampado que está a tiro de piedra del restorán. La terraza de El Perero, bastante amplia, está a rebosar. Al personal se le ve bullicioso y con ganas de jarana y hablan tan alto que Grandal piensa que será difícil entenderse con tanto ruido ambiental. En una esquina de la terraza ve a sus amigos que le están haciendo señas. Apenas se sienta, Álvarez ya le está preguntando:
-¿Qué tal la moza, la has hecho cantar a las primeras de cambio o has tenido que aplicarle el tercer grado?
   Grandal les hace una sucinta reseña de cómo ha ido su entrevista con Elvi y de que no tuvo que aplicarle ninguna presión, le bastó con un poco de maña.
-Entonces, la contradicción de que el guiri que la invitó hable bien el castellano y el que recuerdan los pichones no, ¿cómo lo ves? –inquiere Ballarín.
-Me apunto a la tesis que tan brillantemente dedujo Manolo. Es muy posible que el hecho de que el extranjero de la habitación 16 hablase mal nuestra lengua fuese un ardid para decir lo menos posible como forma de cometer el menor número de errores, y también como pretexto para decir que no entendía si le preguntaban algo incómodo. Pero lo importante es que todos los testigos coinciden en los rasgos que no pueden alterarse: era moreno, alto y fuerte. Estoy convencido de que el extranjero que invitó a Elvi es el mismo que vieron los pichones. Ahora solo falta por comprobar si se trata del tal Grigol Pakelia que la guardia civil multó cerca de Valencia en dirección norte.
   Las explicaciones de Grandal se ven interrumpidas al aparecer unas camareras llevando lo que parecen ser los entrantes del almuerzo. Son parecidos a los que el expolicía ha probado por la mañana en Benicàssim: gambas al ajillo y sepia a la placha, a lo que se suman unos crustáceos que Grandal reconoce como cañadillas y que, desde los ya lejanos años en que estuvo destinado en Cádiz, no había vuelto a probar.
-Hombre, cañadillas, la de tiempo que no las había catado.
-Es que en Madrid no suelen ponerlas, pero aquí las hay en abundancia, las llamamos caragols punxents, literalmente caracoles punzantes –aclara Ramo.
-¿Y de plato fuerte qué tenemos? ¿La clásica paella? –supone Ballarín.
-En efecto, comeremos la clásica paella con dos variantes propias de esta tierra entre las que se cuentan los caracoles –explica Ramo.
-¿Caracoles de mar o de tierra? –quiere saber Grandal.
-De tierra.
-Huy, que asco. Yo no pienso comerlos –dice Ballarín.
-¿Pero los has probado alguna vez?
-No, pero una cosa que va por el suelo, ¿qué quieres que te diga? A mí es que todo lo que se arrastra como los gusanos, las serpientes y los caracoles me dan repelús y no forman parte de mis gustos gastronómicos –se explica Ballarín.
-Yo tampoco los he comido, pero no me importa probarlos, aunque me tendréis que explicar cómo se les quita la concha a esos gasterópodos terrestres –confiesa Ponte.
-¿Qué quiere decir gasterópodo? –pregunta Ballarín.
-La clase a la que pertenecen los caracoles. Se nota que no eres crucigramista porque lo de gasterópodo terrestre comestible es una definición que suele aparecer en los crucigramas, por eso lo sé –explica Ponte.
-Manolo, lo que has dicho de cómo quitarle la concha a los caracoles es de lo más gracioso que he oído últimamente. No se les quita la concha, al contrario se les saca de la concha. Cuando sirvan la paella ya te enseñaré cómo –comenta Ramo.
-Oye, Pedro, así que hoy es el santo patrón de Torreblanca. ¿Supongo que será el día de la fiesta grande? –quiere saber Ballarín.
-Efectivamente, hoy es la festividad de San Bartolomé, patrono del pueblo, pero ya no es la fiesta grande. Antes, cuando yo era un chaval, si lo era, sobre todo fiesta religiosa. Por la mañana había misa solemne cantada, pronunciaba el sermón un predicador de renombre y por la tarde salía una procesión, llevando al santo, que era presidida por las autoridades locales, tras las cuales marchaba la banda municipal y los fieles. Era un día en el que se acostumbraba a estrenar traje, los que podían claro, y también era el comienzo de las fiestas. Ahora, como todo se ha secularizado se ha convertido en un día más dentro del programa de festejos –explica Ramo con cierto aire de añoranza.
-Bueno, ya se sabe, a tiempos nuevos, nuevas costumbres –sentencia Ponte.
   Una voz tronante proveniente del que parece ser el dueño del restorán les interrumpe.
-Señores, la paella –anuncia exhibiendo la paellera en la que curiosamente no puede verse el arroz con su tono dorado porque la superficie está cubierta con unos papeles de cocina, singularidad que el patrón se apresura a explicar-. El papel es para que acabe de cocerse delante de ustedes. Es algo que en esta casa no tenemos costumbre de hacer, pero en honor del señor Pedro que lo ha pedido la presentamos así. Denle tres o cuatro minutos y estará en su punto.
-¿Puedo hacer una foto? –pide Ballarín.
-Todas las que quiera, faltaría más, pero será mejor que espere a que se retire el papel. ¿Señor Pedro ya se encarga usted?
-Déjalo de mi mano y gracias, Juan Manuel.
   Pasado el tiempo que ha dicho el dueño, Ramo echándole una pizca de teatralidad quita el papel y coge la paleta para servir y para rascar el socarrat, que es el arroz tostado que se queda pegado en el fondo de la paellera sin llegar a quemarse.
-Pasadme los platos y cada uno que me diga lo que le apetece.
   Cada uno va pasando con su plato y especificando sus preferencias. Grandal pide que no le ponga mucho, Ballarín que nada de caracoles, Ponte que los probará y Álvarez que de todo un poco, que si le gusta igual repite. Tras los primeros tenedores de arroz Ponte se tropieza con el primer gasterópodo, como él mismo ha recordado que también se llaman.
-A ver, Pedro, necesito tu ayuda. ¿Cómo se comen estos bichos?
-Hay que sacarlos de la concha, para ello en los restoranes de postín usan unos tenedorcillos especiales, como aquí no es el caso en su lugar ponen mondadientes. Ensarta la cabeza del caracol con el palillo y saca el cuerpo con mucho tiento para que no se parta, quítale el final que es de color negruzco y el resto te lo comes.
   Así lo hace Ponte con el mismo cuidado que si fuera un cirujano practicando una operación a corazón abierto. Lo prueba, ante la mirada expectante del resto, y luego bebe un sorbo de vino.
-La verdad es que no sabe mal, pero tampoco demasiado bien. Tiene un sabor más bien inocuo. Oye, Pedro, ¿y esta especie de judiones qué diablos son?
-Aquí se les llama bajocons o garrofons, son bajocas grandes; es decir, judías verdes grandotas que son las que obligatoriamente ha de tener la paella.
-A ver, Pedro, cuéntanos en qué se diferencia esta paella de la clásica valenciana –pide Ballarín.
-Pues mira, los ingredientes de la paella de La Plana son estos: carnes de conejo, de pollo, costilla de cerdo y caracoles. De vegetales: garrofons, dientes de ajo, judías verdes, tomates maduros, pimiento rojo, alcachofas cuando es la temporada y naturalmente arroz, mejor si es del tipo bomba. De líquidos: aceite de oliva y agua. Y para el aliño: sal, azafrán o colorante, pimentón dulce y un aderezo muy de aquí: unas ramitas de romero fresco.
-Se me acaba de ocurrir que esta paella podría ser vista como una metáfora del caso Pradera –comenta Grandal.
-No hables del caso en voz alta que te van a oír –indica Ponte señalando a la mesa que está literalmente pegada a la suya y donde reina gran jolgorio.
-Manolo, dudo mucho que nuestros vecinos estén para escucharnos con la media cogorza que llevan. Bastante hacen con mantenerse en posición vertical –le tranquiliza Grandal, que sigue con su metáfora.
   El excomisario explica que la paella que tienen delante puede ser una metáfora del caso Pradera porque contiene unos ingredientes de todos sabidos, pero con excepciones tales como los caracoles, el pimentón dulce o el romero fresco. Pues bien sigue explicando, en el caso de la muerte de Salazar existen unos actores, vendrían a ser los ingredientes, que son conocidos, pero todavía quedan, al menos, tres que no forman parte de los componentes de la paella clásica. Uno es el caracol, que en la metáfora sería el guiri todavía no identificado; otro el pimentón dulce, que podría ser el Chato de Trebujena aún no localizado; y tercero sería el aderezo de las ramitas de romero que vendrían a ser Pacheco y Sierra de los que todavía no se sabe que papel jugaron el día de autos.
-¿Pues sabes que te digo, Jacinto?, que la metáfora viene al caso como un guante a la mano. Está muy bien traída –elogia Ponte.

PD.- Hasta el próximo viernes en el que publicaré el episodio 102. Estar entre la espada y la pared.

viernes, 19 de abril de 2019

100. De joven debió causar estragos


   El 24 de agosto se celebra la festividad del patrono de Torreblanca, San Bartolomé. Ramo ha contado a sus amigos madrileños que antaño esa fecha marcaba el inicio de las fiestas patronales que se esperaban con ansia, especialmente por la gente joven. Este año, según reza el programa de festejos, los actos más relevantes son la solemne misa en honor del santo, una ofrenda floral al Santísimo Cristo del Calvario, un campeonato de parchís, una gran gincana popular y rematando la jornada la indispensable verbena seguida de un disco-móvil.
   Ajeno a ello, Grandal ha madrugado pues ha quedado en ir a las once al apartamento del hijo de Álvarez para verse con sus amigos, y que le cuenten como han ido las investigaciones llevadas a cabo el día anterior. Antes les ha explicado lo que le contó la tarde anterior la amiga de Francisco José sobre un extranjero que podría ser el mismo que estuvo en la habitación de Salazar. Luego les hace un resumen de lo tratado con el sargento de la Guardia Civil de Torreblanca. Después, Álvarez y Ballarín cuentan que estuvieron en el restorán El Marítim donde la dueña les dio escasa información sobre la joven que acompañaba al guiri que estuvo comiendo el 15, por lo que no va a ser posible la elaboración de un retrato robot de la misma. En cuanto al dato que le interesa saber a Grandal de cómo se desenvolvía en español dicho extranjero, la respuesta fue tajante.
-Nos dijo que francamente bien. Hasta recordó que pidió vino y estuvo discutiendo sobre cuál acompañaría mejor a la mariscada, como si entendiera de caldos –cuenta Álvarez.
-Ese dato coincide con lo que me contó Vero –Al ver la cara de ignorancia de sus amigos, Grandal se apresura a explicarse-. Es la novieta del joven Salazar. Ella también dijo que el guiri que iba con su amiga hablaba bien el castellano.
-Lo que está en contradicción con lo que han declarado los pichones –afirma Álvarez que también se ha aprendido el mote que Grandal les ha puesto al trío del episodio del maletín.
-Efectivamente. Claro que… es posible que el extranjero de la habitación de Salazar falseara su conocimiento de nuestra lengua como forma de no hablar demasiado para no cometer errores –conjetura Grandal.
-Es posible y hasta probable –afirma Ponte-. El modo de hablar se puede modificar fácilmente, pero la talla, la corpulencia y el color de la piel no se cambian con tanta facilidad. Y esos tres últimos rasgos los tenía el extranjero descrito por los pichones, también los tenía el guiri que comió en El Marítim, así como el que describió la tal Vero.
-Manolo, chapó. En pocas palabras acabas de dar todo un curso de técnica investigadora. Estoy orgulloso de ti –le alaba Grandal, que a continuación pregunta dirigiéndose a Ramo y Ponte- ¿Y a vosotros cómo os ha ido la investigación sobre el Chato de Trebujena?
-Pues mejor de lo que esperábamos –contesta Ramo-. El dibujo que hizo mi hermano ha sido reconocido por dos personas: una camarera de un bar llamado Vintage y un camarero de un restorán, el Pica-Pica. La chica no estaba muy segura de que fuera el Chato, pero el camarero del restorán sí; hasta ha recordado que pidió una fritura doble lo que al parecer es una comanda poco corriente.
-Fenomenal. Esos testimonios confirman lo que ya sabíamos por los taxistas que le trajeron y le devolvieron a Alcossebre, que el Chato estuvo en Torrenostra el día de autos. Cuando se lo cuente a Bellido se va a poner como un crio con zapatos nuevos. Y no me salgas –añade Grandal mirando a Álvarez- con tu eterna cantinela de que unos cardan la lana y otros crían fama.
-Bien, ¿y ahora qué? –pregunta Ballarín que hoy está muy callado.
-Pues vosotros tenéis el día libre, al menos por ahora. Podéis ir a ver los toros pues creo que es lo más popular de las fiestas que deben estar en su apogeo.
-Los toros no empiezan hasta mañana –le corrige Ramo.
-Bueno, pues podéis pasaros el día en la playa o donde os pete. Yo me voy a ver que le saco a la chica que estuvo acompañando al extranjero del que me habló ayer la amiguita de Francisco José. A ver si es capaz de contarme algo más sobre él y de que tal hablaba nuestra lengua.
-¿Quieres que te acompañemos alguno? –ofrece Ponte.
-No, gracias. Igual si vamos dos se pone a la defensiva y no le sacamos palabra. Si os necesitase os llamaré.
   Grandal se pone en camino hacia Las Villas de Benicàssim donde con la ayuda del GPS que ha instalado en su viejo coche localiza fácilmente el bar en el que trabaja la tal Elvi. Durante el camino ha pensado en la forma de entrarle a la mujer, quizá presentándose como policía pero lo desecha, dejará que la propia charla marque el camino de cómo llevar el diálogo. Antes de sentarse en una de las mesas de la terraza, el excomisario observa a las dos camareras que atienden a la clientela. En seguida ve que cada una de las empleadas se encarga de una zona. Tras estudiarlas se decanta por la más aparente, que no guapa. Se sienta en una de sus mesas y no la llama, espera que se le acerque, algo que tarda unos minutos en hacer pues hay muchos clientes.
-¿Qué va a tomar?
-Un doble y algo para picar que no sean patatas fritas.
-Hoy tenemos gambas al ajillo, sepia en salsa verde, mejillones al vapor, patatas bravas, caragòls punxents  y lo habitual –recita de carrerilla la joven.
-¿Qué me recomiendas?
-Tanto las gambas como la sepia están buenísimas.
-Me voy a fiar de ti, tienes carita de no contar mentiras. Tráeme una ración de cada.
-No se fíe. A los tíos que se ponen pesados les suelto cada trola de a kilo, pero se nota que usted es un caballero. Atendiendo a tanto personal como pasa por aquí acabas aprendiendo a calar a la gente. Enseguida le traigo el doble, las raciones tardarán algo más.
   Como dijo la muchacha, en menos de un minuto volvía a estar allí con la cerveza, hecho que provoca el enfado de unos clientes, al parecer habituales, sentados en una mesa contigua y que gritan:
-¡Elvi!, ¿qué pasa?, ¿porque sirves a ese carroza primero cuándo nosotros hemos llegado antes?, ¿es qué ahora te van los vejestorios?
-Podrá ser mayor, pero podéis estar seguros que os da una y mil vueltas en cuanto a modales. Y no os pongáis bordes que ahora os atiendo –les responde la camarera, y dirigiéndose a Grandal disculpa el comportamiento del grupito-. No se lo tenga en cuenta, señor, son así de groseros porque no dan más de sí.
-No te preocupes, Elvi, por cierto si esa es tu gracia, como decían los antiguos, sepas que en mi opinión tienes un nombre precioso y para mí muy querido. Tengo una hija algo mayor que tú que también se llama Elvira –Grandal no tiene ninguna hija, pero suele utilizar esos trucos.
-Pues fíjese lo que son las cosas, a mí no me gusta, por eso prefiero que me llamen Elvi. Me parece que es un nombre que suena como antiguo.
-No estoy de acuerdo contigo, jovencita. Perdona que te llame así, pero es que podrías ser perfectamente otra de mis hijas. No sé si sabes que Elvira es un nombre de origen germánico que significa aquella que es una noble consejera, y en la antigüedad solo se lo ponían a las damas y a las mujeres de la nobleza.
-No solo es educado sino que tiene la labia de un donjuán, pero le tengo que dejar porque si no esos bordes pueden seguir dando la tabarra. Luego le traigo las tapas.
   Pasan unos minutos y Elvi está de vuelta portando la comanda de Grandal.
-Aquí tiene las gambas y la sepia. Cómase primero ésta porque si se enfría no vale ni la mitad, en cambio la cazuelita de gambas guarda mejor el calor.
-Gracias, Elvi. Ah, una cosa. Desde que me has atendido no hago más que preguntarme ¿dónde he visto esa cara?, y al final he encontrado la respuesta. Juraría que hace unos días te vi en Torrenostra. Si no eras tú, desde luego era tu doble.
-¡Vaya, el mundo es un pañuelo! Pues sí, estuve en Torrenostra justamente el día de la Virgen de Agosto; es decir, el quince.
-Te voy a ser sincero, posiblemente haya mujeres mucho más bonitas, pero tú tienes una cara que no se olvida fácilmente, tienes como una especie de toque, como una luz singular que te da un encanto especial.
-Huy, huy, huy, que peligro tiene usted. De joven debió hacer estragos. La gente mayor sabe decir cosas a una mujer que los jóvenes de ahora desconocen.
-Por cierto, y no me llames cotilla, pero tienes un novio que parece un levantador de pesas, ¡menudo tiarrón!
-¿Quién, Pako?, no es mi novio, por no ser ni es amigo mío, solo un cliente de la casa que ese día, que el jefe me dio fiesta, me invitó a pasarlo en Torrenostra.
-Tenía pinta de extranjero.
-Y lo es, no sé exactamente de dónde, yo creo que ruso o de por ahí.
-Pues para ser ruso o lo que sea, me pareció que hablaba el castellano bastante bien.
-Y así es, si no fuera por el acento podría pasar por alguien de aquí. ¿Y usted dónde estaba, cómo pudo darse cuenta de hasta cómo habla Pako?
-Muy cerquita de vosotros. Yo y tres amigos, tan carcamales como el que te habla, estábamos en la sombrilla de al lado donde os pusisteis vosotros en la arena, cerca de donde hay un recinto con palmeras. Lo que ocurre es que en la playa los viejos nos volvemos invisibles para la gente joven. Así que tu conocido se llama Paco.
-Eso dice él, que se llama Pako pero con ka, aunque me da que no debe ser su verdadero nombre.
-¿Veranea también aquí?
-Creo que estaba en un apartamento yendo hacia el Grao, pero se fue. Lo debió hacer el mismo día que estuvimos en Torrenostra porque ya no le he vuelto a ver.
-¡Elvi, mueve el culo que hay clientes esperando que les atiendas! –brama más que habla un tipo cetrino que ha aparecido en la puerta del bar.
   A Elvi todavía le da tiempo a contarle que Pako es un grosero pues en Torrenostra se fue a pasear y la dejó sola en la playa un buen rato, y que cree que vive por la Costa del Sol. Tras despedirse, Grandal deja una generosa propina y al irse, sin saber por qué, se le viene a la mente algo que le dijo la joven camarera: De joven debió hacer estragos. ¡Qué lástima que no fuera así!, se dice con melancolía.

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré el episodio 101. Una paella trastocada en metáfora.

viernes, 12 de abril de 2019

99. Las buenas noticias hay que darlas de una en una


   Por si Grandal tenía alguna duda, el hijo de Salazar le ha dado la clave de la muerte de su padre: el caso ERE, pues todos los que visitaban al exsindicalista querían algo de él relacionado con dicho proceso. Como se acerca la hora del almuerzo, Grandal se despide del joven sevillano.
-Bueno, majete, te dejo, tengo que ir a Marina d´Or que igual la parienta se mosquea si llego tarde.
-Si va a Marina d´Or, ¿me puede dejar en El Piero?, es que mi tronca curra allí de camarera y he quedao en ir a verla.
-¿Qué es El Piero?
-Un restorán que está al laito de la carretera nasioná yendo hasia Oropesa.
-Bueno, si no tengo que desviarme…
   En el corto trayecto hasta el restorán, el joven sevillano se explaya en lo bien que se lo está pasando con su nueva amiga con derecho a roce y lo guay que es.
-Si no le importa, jefe, métase donde están aparcaos aquellos camiones y así podrá crusar mejor la carretera que esta nasioná tiene un tráfico que es la leche.
   Grandal accede de mala gana a la demanda del joven, sale de la carretera para luego cruzar la N-340 y para delante de un restorán que supone que es El Piero.
-Mire, jefe, la titi que está ar laito de aquella puerta es mi tronca. Le he puesto un whatsapp y me está esperando. Es un rato molona, sarga un momento que se la quiero presentar, si no es molestia.
   Estos chavales de hoy ni saben cuándo se ponen pesados, ni se cortan lo más mínimo pidiendo lo que sea, piensa Grandal, pero “el si no es molestia del chico” le ha ablandado y sale del coche. Ambos jóvenes, sin cortarse un pelo, se funden en un tórrido e interminable beso que el expolicía contempla con sonrisa irónica.
-Mira, churri, te presento ar señor Grandal, que fue un polisía mu importante y que m´a ayudao a entender to lo que está pasando con la muerte de mi papa.
   La muchacha, poco más de dieciocho años, adelantándose al formal intento de Grandal de darle la mano, le planta dos besos en las mejillas sin pensárselo.
-Francisco José me dijo que usté es el que dirige la investigación para descubrir que le pasó a su padre. Como s´a portao bien con él, yo le voy a pagar con la misma moneda. Ayer estuvieron aquí dos carrozones enseñando un retrato hecho a mano de alguien que dijeron que era un guiri, añadiendo que se trataba de un tío grande, moreno y que hablaba mal el castellano. Nadie supo dar razón de él, tampoco yo, pero mentí. Sabrá que con los maderos nadie quiere tratos, por eso no dije ni mu, pero como mi chico me ha contao lo considerao que fue usté con él lo he repensao y me he dicho que iba a contarle la verdad porque usté no es un madero como los demás.
   La muchacha se calla como si una parrafada como la que acaba de soltar le haya dejado sin fuerzas. Tras unos segundos de pausa la joven arranca otra vez.
-El día de la Virgen de Agosto, como a mediodía, se pasó por aquí una conocida con la que había currado en un bar de Las Villas de Benicàssim. No es que seamos amigas, pero nos llevamos bien. A la Elvi le gusta mucho fardar, supongo que por eso se pasó por aquí para presumir que en una fecha con tanto trabajo su jefe le había dao fiesta, y se iba a disfrutar el día a la playa de Torrenostra con un amigo que la había invitao, y que tenía un buga que era lo más de lo más. El amigo rumboso resultó ser un guiri que no se parecía mucho al del retrato que enseñaron ayer los carcamales, pero si era moreno, alto y amazacotao como un campanario. Lo único que no cuadraba con la descripción que dieron los vejestorios es que hablaba bien el castellano aunque se le notaba que era extranjero. No sé si es el guiri que Francisco José me ha dicho que andan buscando, pero se lo cuento por si acaso.
-Gracias…
-Vero, me llamo Vero, por Verónica.
-Pues otra vez gracias, Vero. ¿Algo más que quieras contarme?
-No, nada; bueno sí, pero no creo que sea importante. Me dijo Elvi que al regresar volverían a pasar, pero no lo hicieron o, al menos, yo no les ví.
-¿Y dónde podría tener una charla con tu amiga Elvi?
   La joven le da el nombre del bar donde curra la Elvi. Tras despedirse de la pareja, Grandal, prosigue su camino hacia Marina d´Or. En el corto recorrido hasta la urbanización orpesina no deja de pensar en lo que acaba de contarle la amiga del joven Salazar y en como el puro azar a veces juega un rol importante. Un extranjero, con los mismos rasgos que han dado de él las tres personas que lo vieron en la habitación 16, estuvo comiendo el día de la Asunción de la Virgen en un restorán de Torrenostra. Ahora tiene la confirmación de que otro extranjero, ¿o acaso el mismo?, en esa misma fecha y con idénticos rasgos, estuvo a media mañana en aquel parador de carretera de camino hacia la misma playa. La única nota discordante es que el guiri del que le ha hablado Vero se desenvolvía bien en español, pero aun así son muchos los datos coincidentes y él no cree en las casualidades. Empieza a confirmarse la sospecha de que está muy cerca de descubrir quién era el extranjero que estuvo en la habitación donde se estaba muriendo Salazar. ¿Será ese extranjero el tal Grigol Pakelia que fue multado por la guardia civil de carretera un poco antes de Valencia en dirección norte? …y Torrenostra está al norte de la ciudad del Turia. De pronto se acuerda de algo más: según la amiga del joven Salazar, el guiri que se pasó por el restorán tenía un buga lo más de lo más. ¿Un Audi A7 Sportback puede ser considerado un automóvil de lo más? Posiblemente sí para los parámetros sobre vehículos de la muchacha. Las piezas van encajando. Se dice que mañana sin falta tiene que hacerle una visita a la tal Elvi.
   Antes de las seis de la tarde, Grandal acude al Marina d´Or Hotel Gran Duque. Bellido se le ha adelantado. Al igual que en la anterior cita, el sargento ha venido de paisano. Es cauteloso, no quiere que alguien le pueda identificar, piensa el expolicía.
-Buenas tarde, comisario, vaya solina que hace. ¿Qué quiere tomar?
-Hola, Bellido. Cualquier cosa siempre que esté fresquita, por ejemplo un bourbon con hielo. ¿Qué novedades tiene de la juez del Valle?
-Las más destacadas las que le he contado por teléfono. Las referidas a ese clan ruso que, según diversas fuentes de la policía malagueña, recibió el encargo de liquidar a Salazar. A lo que hay que añadir la identificación de uno de sus miembros que fue multado por exceso de velocidad cuando circulaba por carreteras valencianas en dirección norte y que responde al nombre de Grigol Pakelia. ¿Será ese el extranjero que los pichones encontraron en la habitación 16?
-Eso mismo me he preguntado. Y hemos descubierto más pistas que apuntan a que el tal Pakelia puede ser ese extranjero.
-¿Nuevas pistas? Cuénteme, comisario –pide el sargento sin ocultar su alegría ante tal noticia.
-Luego te cuento, pero primero hemos de ponernos de acuerdo sobre el contenido del próximo informe que vas a enviar a la juez del Valle. Verás…
   Y Grandal le explica al sargento los nuevos datos que hay sobre tres de los testigos que ya han declarado ante su señoría, pero que en función de las últimas investigaciones deberían ser citados otra vez. A Pacheco y a Sierra hay testimonios de que se les vio el día de autos en Torrenostra, algo que en su primera declaración no contaron. Y también habría que citar para declarar a la esposa de Pacheco que muy posiblemente le acompañó en el mencionado día. En cuanto a Espinosa debe volver a declarar para que explique cuál era el motivo para comprar un raticida en un supermercado de El Grao en el día de autos.
-… y eso no es todo. La jueza debería citar a declarar a José Jiménez, no sé su segundo apellido porque no me he acordado de pedirle a alguno de mis amigos que lo mirara en internet, y al que llaman habitualmente Pepillo y que es más conocido por el nombre con que fue conocido en el mundo de las doce cuerdas, el Chato de Trebujena. Al parecer fue quien le pegó la paliza a Salazar y además también estuvo en Torrenostra el día de los hechos.
-Eso es un notición, comisario. ¡Qué grande es usted y que bien hice pidiéndole ayuda! –exclama el sargento.
-Y ahora vamos con el extranjero de marras. Hay una testigo muy fiable que ha identificado a alguien muy  parecido al guiri que encontraron los pichones en la habitación 16 y que estuvo comiendo en un restorán de Torrenostra el día de autos. Y hace menos de cuatro horas otra testigo me ha informado que ese mismo día un extranjero, parecido al descrito por los pichones, se paró en un restorán de carretera cercano a Torreblanca. La mujer que le acompañaba contó que iban a pasar el día a la playa de Torrenostra. Mañana pienso ir a ver a esa mujer que trabaja en un bar de Las Villas de Benicàssim. Si se trataba o no del tal Pakelia está por confirmar, pero todas las pistas apuntan al mismo blanco.
-¡Qué barbaridad, comisario, es usted el Sherlock Holmes español –exclama el sargento sin poder reprimir su entusiasmo.
-No será tanto, Bellido, no será tanto –comenta Grandal que pese a su falsa modestia le ha encantado el elogio del sargento.
-Eso y mucho más, comisario. Ya veo que el hombre que descubrió al asesino del crimen de la calle Leganitos no se ha oxidado, sigue con el mismo olfato policial de entonces. ¿Lo último referido al extranjero también lo incluyo en mi informe a la señora jueza?
-En principio, no. Espera a que mañana hable con la llamada Elvi que es la mujer que acompañó al extranjero el día 15 a Torrenostra. Las buenas noticias hay que darlas de una en una, si las das todas de golpe no se las valora como es debido. Y si no fuera porque el tiempo que me queda para ayudarte a descubrir a los autores y/o encubridores de la muerte de Salazar es tan corto, lo que te he dicho antes que debes informar a la juez todavía lo reduciríamos más, pero el 30, que es cuando me voy, está a la vuelta de la esquina.
   El sargento se queda pensando en lo que le ha dicho el excomisario, que las buenas noticias hay que darlas de una en una, deberá tenerlo en cuenta en el futuro.

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré, en el capítulo 24, el episodio 100. De joven debió causar estragos