"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 18 de noviembre de 2022

Libro III. Episodio 171. Los jóvenes Carreño responden

   El año 1927 no comienza precisamente como un año de bienes para los Carreño. La primera contrariedad que se les presenta les llega por boca de Manuel Galiana, el dueño de la más importante ferretería que hay en la ciudad y contertulio del casino. No se puede decir que sea amigo de Julio, pero sí mantienen buena relación. De hecho fue uno a los que, antes de caer en las garras de Adelina, acudió Julio para que le prestara dinero cuando se obcecó en la compra de acciones de la Bergwerk  Spanisch. Galiana se disculpó de no poder darle el préstamo porque su hijo Fernando, al no poder ingresar en ninguna escuela de ingenieros, ha pensado en poner un comercio. Pues bien, parece que el chico del ferretero ya sabe la clase de tienda que quiere montar. Galiana cuenta a Julio que su hijo va a abrir una droguería y, antes de que se entere por terceros, ha venido a decírselo personalmente.

   -A mí la idea no me hace mucha gracia, pero el chaval; bueno, no tan chaval, pues ya tiene los veintitrés cumplidos. Como decía, el chico se ha emperrado en montar una droguería y no le voy a llevar la contraria porque no solo se iba a mosquear sino que mi mujer se iba a poner de uñas.

   -Primero, gracias por decírmelo, Galiana. Y en segundo lugar, no te preocupes. La ciudad se está haciendo grande y hay público para dos tiendas. Una pregunta por pura curiosidad, ¿dónde ha aprendido tu chico el negocio?

   -Ese es uno de los puntos débiles que le veo a la idea. No ha aprendido en ninguna parte y no sabe nada de droguería. En cierto modo tú eres el causante de que se le haya ocurrido el plan. Dice que si te va tan bien es porque es un buen negocio y, como yo le conté que tú habías aprendido con el Bisojo empezando de cero, piensa que también puede aprender, como tú, partiendo de cero.

   Ambos comerciantes se despiden amistosamente, pero Julio queda preocupado. Se ha olvidado de lo que es tener competidores porque cuando abrió la tienda el Bisojo estaba al final de su vida profesional y realmente nunca fue un competidor. Y ahora tener que medirse con un rival, aunque sea un principiante como el hijo de Galiana, no le hace ninguna gracia. Por poco que llegue a vender, alguna cuota de mercado le va a quitar y eso supondrá una merma en sus ingresos, cada vez más ajustados. En cuanto llega a casa se lo cuenta a Julia.

  -No te preocupes, marido. Ese chico, aunque sea bachiller, no es ningún portento. La prueba es que cuando se fue a Madrid a estudiar no sacó nada en claro, y dudo mucho que como droguero obtenga mejores resultados.

   -Eso ya lo sé, pero a pocos clientes que nos quite, los ingresos mermarán y en estos momentos nos viene fatal.

   -Admito que algún cliente perderemos, pero no creo que sean demasiados. Según su padre el chico no sabe nada de droguería, ¿cómo va a aconsejar a los compradores?, algo que es esencial en un negocio como este.

   -Se puede traer a un dependiente de fuera –objeta Julio.

   -A un dependiente forastero le costará meses hacerse con la confianza de la clientela y mientras tanto ¿qué hará ese chico?, ¿cómo podrá hacer frente a los pagos a los proveedores?

   -Su padre le echará un cable. Galiana tiene el riñón forrado.

   -Pero también tiene más hijos a los que ayudar. No se va a hipotecar por ayudar solo a uno. Quédate tranquilo, cariño, y no te preocupes que eso no va a ninguna parte.

   Julia no es del todo sincera con su esposo. La noticia también le ha dejado inquieta. En la familia Carreño, como en tantas otras aunque no se airee, las cuentas hogareñas las lleva la mujer y ella sabe mejor que nadie lo apretados que van. Tener un competidor, aunque sea de poco fuste, no es una buena noticia. Habrá que estar atentos a ver cómo evoluciona la competencia.

   El 8 de abril, dos días antes del Domingo de Ramos, llegan a casa los chicos Carreño que estudian fuera. Los que estudian el bachillerato en Cáceres no perciben nada en la actitud de sus padres, pero tanto a Álvaro como a Pilar, más hechos y curtidos, no se les escapa que algo les pasa. Pilar, que como siempre es la más directa, se lo pregunta a su madre con la que tiene una relación más fluida.

   -Mamá, lo he hablado con el tato y coincidimos. A papá y a ti se os ve un tanto alicaídos y mustios. ¿Qué os pasa?

   -Nada, hija, nada que no pueda solucionarse.

   -Si no quieres contármelo respeto tu decisión, pero creo que haces mal. Tanto Álvaro como yo somos lo suficientemente mayores para conocer todo aquello, bueno o malo, que afecte a la familia. Y no solo conocerlo, quizá también podamos ayudar. Porque lo que os afecte a vosotros más pronto que tarde repercutirá en nosotros. Por consiguiente, no deberíais ocultarnos lo que pasa, tendríais que contárnoslo.

   -Tienes razón, hija. Y te agradezco que me lo hayas recordado, ya no sois unos niños. Esta noche, tras la sobremesa, vamos a quedarnos solo los cuatro, y papá y yo os contamos lo que ocurre.

   En cuanto los demás hijos se van a dormir, se quedan el matrimonio y los dos hijos mayores, y Julio cuenta lo que ocurre: se ha abierto una nueva droguería en la ciudad, con lo cual tienen un competidor y, por las noticias que les llegan, está teniendo bastantes clientes. Todavía no han notado que las ventas hayan mermado, pero evidentemente cada comprador que entra en la nueva tienda es uno que no entrará en la suya.

   -¿Y quién ha puesto la tienda, alguien de aquí?

   -¿Os acordáis de uno de los hijos de Galiana que se llama Fernando?, pues ese.

   -¿Es el que no pudo aprobar el ingreso en la Escuela de Ingenieros de Caminos ni en la de Industriales? –pregunta Álvaro.

   -El mismo.

   -Pues vaya recorrido, de ingeniero a tendero –Nada más decirlo, Pilar se da cuenta de que acaba de meter la pata, sus padres también son tenderos. Intenta arreglarlo-. No es que tendero no sea una profesión tan honorable como cualquier otra, lo que quiero decir es que si quería ser ingeniero y no lo ha conseguido es que tampoco va a inventar la pólvora, por lo que yo no me preocuparía demasiado por él.

   -Pero ahí no acaba el asunto. Lo peor para nosotros es que nos ha robado a Lupe.

   -¿Cómo que os ha robado a Lupe?

   -Se ha llevado a Lupe con él. Le ha prometido darle más sueldo y un porcentaje sobre las ventas y además la ha hecho encargada.

   -¡Qué falta de lealtad! ¿Pero Lupe no es amiga tuya, mama?

   -Eso creía tu madre, de hecho cuando cerró la tienda el Bisojo le dimos trabajo. Y ya veis como nos lo ha pagado. Siempre fue una trepa.

   -Y ahora –interviene Julia-, tenemos un problema con la tienda de regalos. Cuando vuestro padre se iba de viaje yo me hacía cargo de la droguería y Lupe se quedaba al frente de la tienda de regalos. Al irse Lupe todavía no hemos encontrado solución al problema.

   Se produce un silencio, como si nadie tuviera nada más que añadir, hasta que Pilar se arranca.

   -Ese problema creo que os lo puedo solucionar. Mañana mismo me haré cargo de la tienda. Aunque nunca he despachado os he visto hacerlo tantos años que no creo que me plantee ninguna dificultad. Estoy segura de que en unos días me pondré al corriente.

   Julia no puede remediarlo, unos lagrimones gordos como cañamones le mojan las mejillas cuando se echa en brazos de su hija. Y entre hipos le dice:

   -Pilar, hija, eres una bendición del Señor. Tu ofrecimiento es el mejor regalo que jamás me han hecho, pero no es necesario. Lo que debes hacer es continuar sacando esas notas que traes que son el orgullo de la familia. Tu sitio está en Madrid estudiando, no aquí.

   -Hija, me uno a las palabras de tu madre, también yo estoy más que orgulloso por tu deseo de ayudarnos, pero como ha dicho mamá debes seguir estudiando que a lo mejor, cuando tengas el título de farmacéutica, quizá puedas corresponder.

   -De todas formas, papás, mientras esté de vacaciones iré con vosotros a las tiendas para ayudar en lo que pueda hasta que encontréis una dependienta,

   -Y contad también conmigo –Álvaro no quiere quedarse detrás de su hermana.

   El Jueves Santo aparece por Plasencia el tío Luis Manzano que piensa estar hasta el Domingo de Pascua. Dice de quedarse en un hotel, el único que hay en la ciudad, pero los Carreño se lo quitan de la cabeza. Pese al familión que son, en la casa siempre hay una habitación para él, todo será que los chicos duerman unas noches algo más apretados. En cuanto el jurídico de la Armada se pone cómodo empieza a preguntar por la marcha de los estudios de sus sobrinos. Al enterarse de que Jesús, en un par de meses, acabará el quinto de bachillerato le sale su natural de ordeno y mando.

   -Si después de que sea bachiller pensáis que haga alguna carrera es un error que curse el sexto año en Cáceres. Es mucho mejor que, como hicisteis con Pilar, lo mandéis a Madrid para que se gradúe allí. Así no tendrá ningún problema para ser admitido en la Universidad Central. Porque, vamos a ver –y Luis se dirige a Jesús-, ¿qué carrera quieres estudiar?

   Jesús no sabe qué contestar, pues realmente es algo en lo que no ha pensado. No tiene una vocación clara, pero la mera idea de seguir estudiando otros cinco años le espanta. Ante el silencio del jovencito, don Luis vuelve a su discurso.

   -Ya estás como estaba tu hermano mayor, menos mal que al final se cayó del guindo. Te voy a ayudar a descubrir tus aficiones. ¿Qué te gustan más las ciencias o las letras? -El chiquillo sigue dudando, pero el tío le apremia-.Te acabo de formular una pregunta muy sencillita. Todo el mundo sabe si le gustan más las matemáticas o la literatura. ¿Entonces…?

   -Es que no sabría decirle, tío.

   -¡Jo!, sí que me lo pones difícil. ¿Te gustaría ser marino cómo Álvaro? –Jesús niega-. ¿O ser farmacéutico como dentro de unos años lo será Pilar? –El chico vuelve a negar-. Probemos otro registro, ¿te gustaría hacer una carrera larga o corta?

   -Corta –En eso el jovencito sí ha sido contundente.

   -Entonces podrías hacer un peritaje, ser maestro o auxiliar sanitario, hacerte profesor mercantil… En fin, hay una amplia gama de posibilidades. Prométeme que lo pensarás y dentro de un año, cuando acabes el bachillerato, te lo volveré a preguntar.

   -Lo que tú digas, tío.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 172. Un viaje a Murcia