Por
sus resultados da la impresión de que Federico Carranza, el comisario que
dirige la Dirección Adjunta Operativa de la Policía Nacional, es tan operativo
como la unidad que dirige. Gracias a su intervención, los inspectores que
coordinan el Caso Inca reciben un detallado informe de la UCO de la Guardia Civil sobre el tiroteo en el
Polígono Cobo Calleja. En el mismo se describe que un grupo de etnia gitana,
formado por una decena de individuos se personó en uno de los almacenes de la
compañía China-Spain Yang Tutsin dedicada preferentemente a la importación de
productos chinos. Quien parecía dirigir el grupo de gitanos exigió a gritos que
querían ver a Xian Ping, el gerente de la empresa. Al decirles que el señor
Ping no estaba preguntaron por Weizhen Yeng que era el segundo. Les contestaron
que el señor Yeng no podía recibirles. Los intrusos quisieron entran a la
fuerza en las oficinas lo que trataron de impedir los empleados, todos ellos de
nacionalidad chica. Comenzaron los empujones y se generalizó una pelea en la
que se esgrimieron armas blancas. En la refriega también intervinieron otros
cuatro empleados, dos españoles y otros dos de nacionalidad colombiana, que
trabajaban como vigilantes de seguridad en la referida compañía. Alguien, hasta
el momento no se ha podido determinar quién, sacó una pistola y disparó.
Aparecieron más armas de fuego y se generalizó el tiroteo. Resultado del cual hubo
cuatro fallecidos: un gitano, dos chinos y un colombiano y además siete
heridos, tres de ellos de gravedad. De los interrogatorios posteriores al suceso
no se ha podido determinar el motivo por el que el grupo de etnia gitana entró
en el almacén de la precitada empresa y por qué atacó a los empleados. Los
trabajadores chinos y los vigilantes han declarado que ellos no hicieron más
que defenderse. Nota: los vigilantes de seguridad tenían licencia para portar
armas de fuego. Las pistolas decomisadas al grupo gitano eran armas ilegales. Y
hasta ahí llega el informe.
- Pues mucha literatura, pero no dice nada que
no supiéramos ya. Estos membrillos del tricornio se las pintan como ellos solos
para hablar mucho y no decir nada – se lamenta Bernal tras la lectura del
informe del Departamento de Investigación Criminal III de la UCO.
- La verdad es que este informe no da mucho de
sí para lo que necesitamos saber – reconoce Atienza.
- ¿Vosotros creéis que la Guardia Civil sabe
más de lo que dice el informe? – pregunta Blanchard.
- Vete tú a saber – contesta Bernal -, pero
podría ser. Porque de lo que nos interesa a nosotros, que es saber los motivos
por los que los Corrochanos la liaron con los chinorris no dice ni palabra.
- ¿Y cómo podríamos averiguarlo? – inquiere el
francés.
- La única forma es interrogando a los gitanos
– responde Bernal -. El problema será que los de verde van a poner muchas
trabas alegando que la investigación es suya.
- Os confieso que en toda mi carrera no me
había topado con un caso tan complicado como este – se sincera Atienza -. Cada
vez que surge una pista nueva terminamos estrellándonos contra un muro
infranqueable. Y éste es un nuevo ejemplo de ello. Empiezo a estar hasta los
huevos – se desahoga el inspector de Patrimonio usando expresiones pocos
usuales en su boca.
Mientras los policías del Caso Inca se desesperan por el nuevo impasse
al que han llegado, Manuel Ponte recibe una inesperada llamada: Curro, hijo mayor
del Tío Josefo, le dice que su padre quiere hablar con él. Que le diga que día
quedan y donde. A Ponte le coge tan de improviso la llamada que no sabe qué
contestar.
- Mira, Curro, dile a tu padre que para mí
siempre es una alegría charlar con él. Lo que pasa es que en este momento no se
me ocurre donde quedar. Dame tu número de teléfono y en un cuarto de hora te
llamo y te lo digo.
- No se moleste, señor Manué. Le llamo yo en
un rato – y Curro cuelga.
Ponte
se dice que porqué será que los gitanos siempre se resisten a ser localizados y
rara vez, por no decir nunca, dan sus teléfonos. ¿Será una reminiscencia de un
pasado no tan lejano en el que eran excluidos y perseguidos? Piensa que quizá fuera
una buena idea invitar a comer al Tío Josefo. Pasa al piso de al lado y
pregunta a su hija.
- Clarita, ¿dónde podría llevar a mi amigo el
Tío Josefo a comer?
- Papá, qué cosas preguntas. Déjame pensar.
¿Qué les debe gustar a los gitanos?... No sé dónde leí que les gustan mucho los
garbanzos. Si fuera así, puedes llevarle a un sitio especializado en potajes.
- ¿Conoces alguno? – pregunta el viejo.
- Pues ahora no recuerdo, pero se me acaba de
ocurrir que el cocido madrileño también lleva garbanzos. Y de restaurantes
especializados en cocido hay muchos. ¿Qué día de la semana es hoy?
- Estamos a nueve de febrero y martes.
- Pues lo que son las cosas. Los miércoles, en
Ponzano, un restaurante de Chamberí que no está lejos de aquí, ponen cocido de
los de tres vuelcos y a un precio barato. Creo que es un sitio donde además de
comer bien os podéis sentir a gusto.
Al
cabo de una media hora, Curro vuelve a llamar.
- Curro, dile a tu padre que si no tiene
inconveniente, mañana podemos comer juntos, que la invitación corre por mi
cuenta.
- No es buena idea señor Manué. A mi padre no
le gusta comer fuera de casa.
- Dile que pensaba llevarle a una tasca en la
que ponen un cocido de chuparse los dedos.
- Bueno, el cosido sí le gusta, casi tanto
como la olla podrida. Se lo diré, pero ya le adelanto que dirá que, grasias
pero no.
A los
pocos minutos, Curro vuelve a estar al aparato.
- Señor Manué. Mi padre es un saco de
sorpresas. Me ha dicho que siendo un cosido, que encantado. Dígame dónde y a
qué hora. Y por si no lo sabe, le gusta comer pronto.
- Dile que le espero en el restaurante
Ponzano. Está en el número doce de la calle del mismo nombre. Los metros de
Canal o Iglesia le dejan muy cerca. En cuanto a la hora que la fije él y me lo
dices.
Ponte
llega al restaurante unos minutos antes de las trece treinta, hora convenida,
pero el Tío Josefo se le ha adelantado. Tras los saludos de rigor y las
consabidas preguntas sobre las respectivas parentelas, Manuel le cuenta al
patriarca que el cocido de tres vuelcos que van a comer tiene fama de tener
mucha sustancia y poca grasa.
- Como debe ser – afirma el gitano - y servido
en puchero de barro. Primero: la sopa del cosido, luego los garbansos, las
patatas y las verduras, para terminar con las carnes, preferentemente de
gallina que si es vieja hase un buen caldo.
Y
entre vuelco y vuelco de las viandas, van enhebrando conversaciones sin que el
Tío Josefo diga una sola palabra de lo que quería contarle a Ponte. Hasta que
cuando están rematando el tercer vuelco, el patriarca cambia de tema.
- Señor Manué, la última ves que hablamos me dijo usté
que andaba mu preocupao con lo del robo del museo ese porque es el único
testigo del mismo. Y también me contó que pudiera ser que los Corrochanos
anduvieran de alguna manera metíos en ese safarrancho. Por eso voy a haser algo
que es la primera ves que lo hago en mi via, chamullar lo que he oío en una
reunión de mi gente. Verá usté. Endespué de darle mil vueltas, desidí ir al funeral
por el muchacho de la familia Corrochano que palmó en el rifirrafe del Cobo
Calleja. Allí se contaron por lo bajini muchas cosas. No sé si toas siertas,
pero hubo una que me dije: Josefo, esto igual le puede ayudar a don Manué pa
ver si se aclara lo del robo.
El patriarca
interrumpe su relato para echar un trago de vino, mientras Ponte sigue
expectante esperando que prosiga. Tras limpiarse educadamente la boca, el
gitano prosigue.
- Lo que se contó, y no le aseguro que sea
verdá, es que los Corrochanos estaban que fumaban en pipa contra unos chinos del
polígono de Fuenlabrada porque les habían chorisao una carretá de parné. Parese
que los sientos de miles de duros que sacaban los Corrochanos de la venta de la
droga, los chinos se encargaban de convertirlos en billetes de curso legal; o
sea, que como se dise, los lavaban y transformaban en dinero limpio. Esa fue la
causa de que se liaran a tiros contra los amarillos. Otra cosa más y termino.
Los malajes de los Corrochanos también parese que andan enfrentaos con unos
sudacas que son los que les suministran la droga a los que acusan de estar
conchabaos con los chinorris. Como verá, un lio de tres pares de cojone. Y no
quiero acabar sin desirle algo pa que quede claro como el agua clara: yo le
debía favore mu grandes, pero con lo que acabo de contarle hemos saldao cuentas.
Estamo en pas. Sigo siendo su amigo, pero cuando quiera saber algo de mi gente,
llame usté a otra puerta, la mía la encontrará serrada.
Y no
hubo más. Se despidieron amigablemente, pero a Ponte le quedó un regusto
amargo. Tuvo la sensación de que acababa de perder a un amigo.