"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 29 de noviembre de 2016

83. Los espejos del Callejón del Gato



   La pregunta lanzada por Blanchard sobre si las piezas robadas podían ser las originales provoca el desconcierto en los demás miembros del grupo. Bernal se apresura a contestar que todos los indicios que se tienen hasta el momento coinciden en apuntar que las piezas que transportaba el furgón robado ante el Museo de América eran réplicas de las originales. Por tanto, que a estas alturas se introduzca en la investigación la posibilidad de que no fuera así supone dinamitar la línea de investigación en la que estaban trabajando.
- Solo lo decía como posibilidad – se defiende el francés -. El tener ideas demasiado preconcebidas, sin datos fehacientes que las avalen, significa una rémora que entorpece las investigaciones.
- Os recuerdo que María Victoria comentó que en el ambiente del mundo del arte era opinión común que las piezas robadas eran copias – rememora Grandal.
   Atienza que ha estado callado se suma al nuevo debate.
- Hay que tener en cuenta que en Colombia ya existen piezas del Tesoro Quimbaya, así como copias del mismo. Por citar solo dos museos que las exhiben en sus vitrinas: el Museo del Oro de Bogotá guarda veintiséis piezas originales del tesoro y el Museo de la ciudad de Armenia también tiene varias piezas y una colección de copias de los originales que hay en el Museo de América.
- ¿Y eso qué nos aporta? – pregunta Bernal a quien no parece agradarle nada el nuevo rumbo que ha tomado el debate.
- Para nuestra investigación, nada, pero viene a poner en cuarentena la creencia, que fui el primero en defender – admite Atienza –, de que las piezas robadas eran réplicas. En la hipótesis que ahora estamos manejando de un supuesto cártel colombiano ¿para qué iba a robar copias que ya tienen en sus museos? 
- También hemos aceptado que no sabían que eran copias – replica Bernal.
- Los que ejecutaron el robo es posible, pero no los autores intelectuales. Eso también lo habíamos admitido – contrarréplica Blanchard.
- Os confieso que me estoy perdiendo – admite Grandal -. Esta investigación se parece cada vez más a los espejos del Callejón del Gato – En referencia a una calle madrileña en la que había dos espejos, uno cóncavo y otro convexo - . Según te mires en el convexo se te ve de una forma y si te miras en el cóncavo se te ve de otra. Ya no sé conque carta quedarme. Os dejo y ya me contaréis en qué termina la controversia.
   A veces ocurre que nuevas ideas o planteamientos parecen flotar en el ambiente y que son varias las personas que las atrapan al mismo tiempo. Lo que los inspectores del Caso Inca estaban discutiendo era algo que se estaba planteando Luis Álvarez. Todo surgió al acompañar a una de sus nietas a la que uno de sus profesores de primero de ESO le había encargado un trabajo sobre una pintura concreta del Museo del Prado: La fábula de Aracne, popularmente conocido como Las hilanderas, una de las obras más emblemáticas de Velázquez. Cuál sería su sorpresa cuando vieron que el cuadro no estaba colgado donde debía. En su lugar había una cartulina en la que se informaba que el cuadro se había prestado a la Gemäldegalerie de Berlín donde estaría expuesto durante cuatro meses como parte de una exposición temporal dedicada a la pintura barroca europea. Para ayudar a su nieta, Álvarez buscó en internet una buena fotografía del óleo velazqueño y lo imprimió a color. Y ya puesto tecleó para saber qué clase de museo era al que se había prestado la pintura. Wikipedia definía la Gemäldegalerie como uno de los mejores museos estatales de Berlín, ubicado en el Kulturforum al oeste de la Potsdamer Platz, museo que contaba con una de las más importantes colecciones de arte europeo desde el siglo XIII al XVIII. No contento con lo anterior, tecleó préstamos entre museos y en una web del Ministerio de Cultura encontró que los museos estatales prestan bienes culturales para exposiciones temporales. Los préstamos parten de la premisa de la aceptación del préstamo por parte del prestatario, de la valoración cultural de la exposición y de la garantía de conservación de las piezas prestadas. Incluso encontró una ley, la del Patrimonio Histórico Español, y un reglamento que regulaban dichos préstamos.
   Todo lo anterior se lo contaba a sus amigos del dominó en casa de Grandal donde, como de costumbre, se habían reunido para que el Jefe, como solían llamar al excomisario, les relatara la última reunión con los Sacapuntas y su adjunto gabacho.
- ¿Y se puede saber a qué viene esa historia? – pregunta Ballarín a quien la verborrea de Álvarez hay ocasiones en que le fastidia.
- Pues viene a cuento de algo en lo que he estado pensando. Transportar una obra tan valiosa como esa hasta Berlín debe acarrear muchos problemas, corriendo el riesgo de que en el viaje pueda deteriorarse. ¿Por qué no enviar una réplica? Posiblemente, salvo media docena de entendidos, ninguno de los visitantes se daría cuenta del cambiazo.
- ¡Qué cosas dices, Luis!, ¿tú crees que El Prado iba a enviar a un museo tan importante como el alemán una copia? Eso no sería serio para una pinacoteca – Ponte ha aprendido recientemente ese vocablo que antes desconocía – de la categoría del que es nuestro primer museo. Por otra parte, tampoco creo que un museo como el berlinés aceptara una réplica por muy bien hecha que estuviera.
- ¡Tate!, hasta ahí quería llegar – afirma Álvarez -. Ahora, en vez de museos de pintura pensemos en museos de arqueología, arte colonial y etnografía; es decir, en el Museo de América. Un museo que tiene bien ganada fama de rigor profesional y seriedad, ¿se arriesgaría a enviar a otro museo de reconocida calidad como es el Museo du Quai Branly de París, que fue al que prestó las piezas quimbayas, unas réplicas de una de sus colecciones más representativas?
   A Grandal el sesgo de la conversación que ha introducido Álvarez le parece más fascinante por momentos y decide intervenir.
- Vamos a ver, Luis, ¿estás pretendiendo decir que el Museo de América lo que envío al parisino fueron las piezas originales y no copias?
- No afirmo exactamente eso porque no lo sé. Lo que quiero decir es que no acabo de creerme que nuestro museo enviara al francés unas réplicas. Por lo que he leído en internet sobre préstamos entre museos de primer nivel esa no es la política que se sigue sino la contraria. No se envían copias, se envían originales.
- Entonces, toda esa historia que cuentan los Sacapuntas en la que admiten como acto de fe que las piezas robadas eran simples copias, ¿se cae por su base? – pregunta un atónito Ponte.
- Lo que son las cosas, esta misma mañana mis jóvenes colegas han estado discutiendo sobre lo mismo. Si lo robado eran copias, como siempre han sostenido, o realmente eran las piezas originales – apunta Grandal.
- ¿Y a qué conclusión han llegado? – pregunta Ponte.
- A ninguna, pero he creído percibir que ya no están tan seguros como antes de que las piezas robadas fueran meras réplicas.
-¿Y eso adónde les lleva? – pregunta Ballarín.
- No tengo ni idea. Lo que sí está claro es que están metidos en un lío de cojones. Todos sus razonamientos de que las piezas robadas eran copias se puede caer por los suelos y la hipótesis sobre la que están trabajando se va al garete.
- ¿Y cuáles son los razonamientos en que se apoyaban para creer que lo robado eran copias? – repregunta Ballarín cuya curiosidad no conoce límites.
- Pues había varios, pero solo recuerdo uno y es que, al parecer, nuestras autoridades al igual que las francesas, ya no parecen tan interesadas en recuperar lo robado. Al menos, han dejado de achuchar a los Sacapuntas y al gabacho para que resuelvan el caso cuanto antes.
- ¿Y si eso obedeciera a que el Gobierno sabe dónde están las piezas robadas y no teme por ellas? – pregunta Ponte.
- Eso es muy rocambolesco, Manolo.
- Si es que en este caso nada es lo que parece – se defiende Ponte.
- Sean lo que sean las piezas robadas, lo único real es que siguen sin aparecer. Además, mataron a un vigilante de seguridad durante el robo y a otras dos personas más les cortaron la lengua y fueron asesinadas. ¿No os parece que sumado todo eso es mucho tomate por unas copias de quítame allá esas pajas? – pregunta Álvarez.
- ¿Qué quieres decir con eso? – inquiere Ballarín.
- Que me juego la pensión de un semestre a que lo que robaron fueron piezas originales, de copias, nada de nada – afirma Álvarez con rotundidad. 
- Comenté con los Sacapuntas que este caso se parecía cada vez más a los espejos del Callejón de Gato, que según te mires en uno u otro así te ves. Pues me ratificó en ello – concluye Grandal.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Capítulo 16. Los museos no prestan copias.- 82. ¿Y si las piezas robadas fueran las originales?



   A Ponte le faltó tiempo para llamar a Grandal y contarle cuanto le dijo el Tío Josefo sobre lo que escuchó en el funeral del miembro de los Corrochanos fallecido en el tiroteo del polígono de Fuenlabrada. Como ya era tarde quedaron en verse al día siguiente.
   En la mañana del doce de febrero, cuando Ponte abre la primera portada del ABC se topa con una foto cuyo pie muestra una de las grandes lacras que azotan a las democracias inmaduras como la española: la corrupción. El titular es: Caso Púnica. La Guardia Civil busca pruebas de financiación ilegal en la sede del PP. De la segunda portada solo le llama la atención dos titulares. Uno se refiere a las negociaciones para formar Gobierno: El candidato del PP ofrece a PSOE y C´s cinco pactos de estado para una gran coalición. Pero es un cintillo en la cabecera el único que le saca un comentario: Einstein tenía razón: las ondas gravitacionales existen. ¡Joder con el Einstein!, puede decirse de él lo mismo que se dijo de El Cid, que fue capaz de ganar batallas después de muerto.
   En cuanto se viste, pasa al piso vecino a recoger a su nieto Julio. Esta mañana su hija Clara tiene que llevar el niño mayor al pediatra, vomitó la pasada noche y parece que tiene alguna décima de fiebre. Ha quedado con Grandal en el Paseo de Rosales. Se tomarán unas cañas y le contará lo que se murmuró de los Corrochanos en el funeral gitano al que asistió el patriarca de los García Reyes.
- Lo que te ha contado el Tío Josefo vale su peso en oro. Si se confirma puede suponer un avance en la investigación del robo.
- Hazme un favor, Jacinto. Como supongo que se lo contarás a los Sacapuntas, te ruego, te pido que no les digas como me he enterado. Ya sé que enseguida pensarán en el Tío Josefo, pero en cualquier caso no reveles mi fuente. Diles que lo he sabido a través de un amigo, pero no lo identifiques. Y, por supuesto, déjales bien claro que no volveré a hablar personalmente con ellos a no ser que me citen, orden judicial por medio.
- Pierde cuidado, Manolo, se lo dejaré más claro que el agua del Lozoya. Y por la cuenta que les tiene no pondrán ninguna objeción.
- Ah, y recuerda en lo que insistió el Tío Josefo: que se trataba de habladurías para matar las interminables horas en el funeral. No son hechos comprobados.
   Los inspectores del Caso Inca reciben la información de Grandal como los resecos campos de más de media España reciben el agua de mayo: como una bendición del cielo.
- No echéis las campanas al vuelo. Ponte insistió en que se trata de rumores, no de hechos fehacientes – les recuerda Grandal para enfriar sus expectativas.
- Serán rumores, pero es la primera pista que ofrece una explicación lógica al comportamiento de los Corrochanos en el polígono – apunta Bernal.
- En mi opinión, lo más interesante de esas habladurías es que establece una conexión entre el clan de los gitanos, la compañía china experta en el blanqueo de capitales y un cártel colombiano, todavía indeterminado, suministrador de la droga que distribuyen los Corrochanos.
- Lo que esa información no nos aclara es como conectar a esos tres grupos de delincuentes con el robo del tesoro – plantea Blanchard.
- Creo que vuestro amigo francés acaba de dar en plena diana – reconoce Grandal -. Mientras no encontréis el nexo que une a toda esa patulea de chorizos con lo del Tesoro Quimbaya no daréis más que palos de ciego.
- El nexo puede estar en el furgón blindado que transportaba las piezas robadas. Si pudiéramos probar que los Corrochanos son los gitanos que lo vendieron al dueño del desguace de Humanes, tal y como aseguró en su declaración, podríamos acercarnos al desenlace de la investigación.
- Suponiendo que fuera así, y es mucho suponer, vamos a ver. ¿Quiénes fueron los autores del robo: los gitanos, los chinos o los sudamericanos? – pregunta Grandal con su puntito de sarcasmo.
- ¡Coño, comisario!, ¿estás de guasa o qué? – Bernal se ha mosqueado.
- Reconozco que la pregunta tenía su miajita de cachondeo, pero hablando en serio. Ante situaciones así, mi amigo Manolo suele preguntar: ¿cui prodest? ¿Cuál de los tres grupos podía tener interés en robar el tesoro? Veamos. Tengo todas las dudas del mundo de que unos gitanos medio analfabetos supieran de la existencia del Tesoro Quimbaya y más que tuvieran capacidad para robarlo. Los elimino como posibles candidatos del atraco. Respecto a los chinos, dado su poderío económico, seguro que cuentan con gente que sí conoce la existencia del tesoro, pero el robo de objetos del tipo de las piezas quimbayas no entra en su línea de negocios. Bastante tienen con el escaqueo de impuestos, el lavado de dinero negro y todo lo demás. Además, robar un bien de Estado les indispondría con las autoridades estatales y eso choca frontalmente con su política comercial. Para mí tampoco son candidatos. En cuanto a los sudamericanos, eso puede ser otro cantar, sobre todo si se confirma, como parece, que se trata de colombianos. Ahí puede haber una gama de razones que podría convertirles en presuntos candidatos del atraco – y hasta ahí llega Grandal en su razonamiento.
- ¿Cuáles podrían ser esas razones? – quiere saber Atienza.
- Certeza no tengo ninguna, pero voy a pensar en voz alta – responde Grandal -. Fundamentalmente, por motivos patrióticos. Los capos colombianos de la droga, aunque pueda parecer un contrasentido, casi siempre se han mostrado muy patriotas. Para ellos sería un motivo de orgullo poder devolver a su país un tesoro netamente colombiano y que muchos de sus compatriotas reclaman que se les devuelva. Otra posible razón podría ser para emplear el tesoro como moneda de cambio bajo cuerda en sus negociaciones con el Gobierno colombiano. También se podría considerar que las piezas robadas podrían jugar algún papel en las negociaciones que se están llevando a cabo en Cuba entre el Gobierno de Colombia y las FARC.
- Cada una de esas tres razones tiene una seria objeción: el Gobierno colombiano nunca admitiría la devolución de un tesoro conseguido por medios ilícitos – replica Blanchard.
- En efecto, es una objeción bien traída y a tener en cuenta. Pero la política, y más todavía la internacional, trabaja con unas reglas muy especiales en las que a veces casi todo vale. En el supuesto de que las piezas del tesoro llegaran a poder del Gobierno colombiano, éste podría devolverlas a España y eso supondría que se apuntaría un importante y prestigioso tanto en el panorama internacional. Y si de algo está necesitado el ejecutivo colombiano es de prestigio y credibilidad.
- Es una argumentación bien construida, comisario – admite Bernal para luego disentir -, pero estamos en un terreno estrictamente hipotético. Hablando con precisión, no sabemos si lo que se dijo en el funeral del Corrochanito responde a la realidad. Tampoco conocemos si hay un nexo de unión entre gitanos, chinos y sudamericanos. Y no tenemos ningún dato, ni siquiera ningún indicio de que unos supuestos narcos colombianos hayan sido los que, directamente o por medio de una banda de ladrones profesionales hayan sido los autores del atraco al furgón blindado.
- Totalmente de acuerdo, inspector – contesta Grandal devolviéndole a Bernal el tratamiento de rangos en el Cuerpo -, pero no te olvides de que las hipótesis, a falta de indicios y pruebas, es una de las técnicas que siempre hemos empleado en la policía. Y ese es el caso. A algo hay que agarrarse.
- Como diría mi santa madre que era muy refranera: a falta de pan, buenas son tortas – sentencia Blanchard.
- Mejor, no lo hubiera resumido – remacha Grandal.
- En mi opinión – dice Atienza -, aceptar como hipótesis de trabajo la argumentación del comisario puede ser un buen punto de partida para una nueva línea de investigación, pero hay algo que no acaba de encajar en esa hipótesis. Admitiendo que un cártel colombiano haya podido ser el autor intelectual y/o material del robo, ¿cómo cuadra eso con el hecho de que supieran que robaban réplicas del original?, ¿o no lo sabían? Las respuestas a esas preguntas son una cuestión capital porque en función de cuales fueran apuntalarían o derribarían esa hipótesis. Y me explico por si no queda clara mi argumentación – reitera Atienza -. El Gobierno colombiano jamás podría admitir la recepción de unas réplicas aunque fuera para devolverlas. Otra cuestión sería si las piezas fueran las auténticas.
- ¿Y si las piezas robadas, como acabas de cuestionar, son las originales? – La pregunta del francés por imprevista provoca el estupor entre los demás miembros del cuarteto.

martes, 22 de noviembre de 2016

81. Un cocido de tres vuelcos



   Por sus resultados da la impresión de que Federico Carranza, el comisario que dirige la Dirección Adjunta Operativa de la Policía Nacional, es tan operativo como la unidad que dirige. Gracias a su intervención, los inspectores que coordinan el Caso Inca reciben un detallado informe de la UCO  de la Guardia Civil sobre el tiroteo en el Polígono Cobo Calleja. En el mismo se describe que un grupo de etnia gitana, formado por una decena de individuos se personó en uno de los almacenes de la compañía China-Spain Yang Tutsin dedicada preferentemente a la importación de productos chinos. Quien parecía dirigir el grupo de gitanos exigió a gritos que querían ver a Xian Ping, el gerente de la empresa. Al decirles que el señor Ping no estaba preguntaron por Weizhen Yeng que era el segundo. Les contestaron que el señor Yeng no podía recibirles. Los intrusos quisieron entran a la fuerza en las oficinas lo que trataron de impedir los empleados, todos ellos de nacionalidad chica. Comenzaron los empujones y se generalizó una pelea en la que se esgrimieron armas blancas. En la refriega también intervinieron otros cuatro empleados, dos españoles y otros dos de nacionalidad colombiana, que trabajaban como vigilantes de seguridad en la referida compañía. Alguien, hasta el momento no se ha podido determinar quién, sacó una pistola y disparó. Aparecieron más armas de fuego y se generalizó el tiroteo. Resultado del cual hubo cuatro fallecidos: un gitano, dos chinos y un colombiano y además siete heridos, tres de ellos de gravedad. De los interrogatorios posteriores al suceso no se ha podido determinar el motivo por el que el grupo de etnia gitana entró en el almacén de la precitada empresa y por qué atacó a los empleados. Los trabajadores chinos y los vigilantes han declarado que ellos no hicieron más que defenderse. Nota: los vigilantes de seguridad tenían licencia para portar armas de fuego. Las pistolas decomisadas al grupo gitano eran armas ilegales. Y hasta ahí llega el informe.
- Pues mucha literatura, pero no dice nada que no supiéramos ya. Estos membrillos del tricornio se las pintan como ellos solos para hablar mucho y no decir nada – se lamenta Bernal tras la lectura del informe del Departamento de Investigación Criminal III de la UCO.
- La verdad es que este informe no da mucho de sí para lo que necesitamos saber – reconoce Atienza.
- ¿Vosotros creéis que la Guardia Civil sabe más de lo que dice el informe? – pregunta    Blanchard.
- Vete tú a saber – contesta Bernal -, pero podría ser. Porque de lo que nos interesa a nosotros, que es saber los motivos por los que los Corrochanos la liaron con los chinorris no dice ni palabra.
- ¿Y cómo podríamos averiguarlo? – inquiere el francés.
- La única forma es interrogando a los gitanos – responde Bernal -. El problema será que los de verde van a poner muchas trabas alegando que la investigación es suya.
- Os confieso que en toda mi carrera no me había topado con un caso tan complicado como este – se sincera Atienza -. Cada vez que surge una pista nueva terminamos estrellándonos contra un muro infranqueable. Y éste es un nuevo ejemplo de ello. Empiezo a estar hasta los huevos – se desahoga el inspector de Patrimonio usando expresiones pocos usuales en su boca.
   Mientras los policías del Caso Inca se desesperan por el nuevo impasse al que han llegado, Manuel Ponte recibe una inesperada llamada: Curro, hijo mayor del Tío Josefo, le dice que su padre quiere hablar con él. Que le diga que día quedan y donde. A Ponte le coge tan de improviso la llamada que no sabe qué contestar.
- Mira, Curro, dile a tu padre que para mí siempre es una alegría charlar con él. Lo que pasa es que en este momento no se me ocurre donde quedar. Dame tu número de teléfono y en un cuarto de hora te llamo y te lo digo.
- No se moleste, señor Manué. Le llamo yo en un rato – y Curro cuelga.
   Ponte se dice que porqué será que los gitanos siempre se resisten a ser localizados y rara vez, por no decir nunca, dan sus teléfonos. ¿Será una reminiscencia de un pasado no tan lejano en el que eran excluidos y perseguidos? Piensa que quizá fuera una buena idea invitar a comer al Tío Josefo. Pasa al piso de al lado y pregunta a su hija.
- Clarita, ¿dónde podría llevar a mi amigo el Tío Josefo a comer?
- Papá, qué cosas preguntas. Déjame pensar. ¿Qué les debe gustar a los gitanos?... No sé dónde leí que les gustan mucho los garbanzos. Si fuera así, puedes llevarle a un sitio especializado en potajes.
- ¿Conoces alguno? – pregunta el viejo.
- Pues ahora no recuerdo, pero se me acaba de ocurrir que el cocido madrileño también lleva garbanzos. Y de restaurantes especializados en cocido hay muchos. ¿Qué día de la semana es hoy?
- Estamos a nueve de febrero y martes. 
- Pues lo que son las cosas. Los miércoles, en Ponzano, un restaurante de Chamberí que no está lejos de aquí, ponen cocido de los de tres vuelcos y a un precio barato. Creo que es un sitio donde además de comer bien os podéis sentir a gusto.
   Al cabo de una media hora, Curro vuelve a llamar.
- Curro, dile a tu padre que si no tiene inconveniente, mañana podemos comer juntos, que la invitación corre por mi cuenta.
- No es buena idea señor Manué. A mi padre no le gusta comer fuera de casa.
- Dile que pensaba llevarle a una tasca en la que ponen un cocido de chuparse los dedos.
- Bueno, el cosido sí le gusta, casi tanto como la olla podrida. Se lo diré, pero ya le adelanto que dirá que, grasias pero no.
   A los pocos minutos, Curro vuelve a estar al aparato.
- Señor Manué. Mi padre es un saco de sorpresas. Me ha dicho que siendo un cosido, que encantado. Dígame dónde y a qué hora. Y por si no lo sabe, le gusta comer pronto.
- Dile que le espero en el restaurante Ponzano. Está en el número doce de la calle del mismo nombre. Los metros de Canal o Iglesia le dejan muy cerca. En cuanto a la hora que la fije él y me lo dices.
   Ponte llega al restaurante unos minutos antes de las trece treinta, hora convenida, pero el Tío Josefo se le ha adelantado. Tras los saludos de rigor y las consabidas preguntas sobre las respectivas parentelas, Manuel le cuenta al patriarca que el cocido de tres vuelcos que van a comer tiene fama de tener mucha sustancia y poca grasa.
- Como debe ser – afirma el gitano - y servido en puchero de barro. Primero: la sopa del cosido, luego los garbansos, las patatas y las verduras, para terminar con las carnes, preferentemente de gallina que si es vieja hase un buen caldo.
   Y entre vuelco y vuelco de las viandas, van enhebrando conversaciones sin que el Tío Josefo diga una sola palabra de lo que quería contarle a Ponte. Hasta que cuando están rematando el tercer vuelco, el patriarca cambia de tema.
- Señor Manué, la última ves que hablamos me dijo usté que andaba mu preocupao con lo del robo del museo ese porque es el único testigo del mismo. Y también me contó que pudiera ser que los Corrochanos anduvieran de alguna manera metíos en ese safarrancho. Por eso voy a haser algo que es la primera ves que lo hago en mi via, chamullar lo que he oío en una reunión de mi gente. Verá usté. Endespué de darle mil vueltas, desidí ir al funeral por el muchacho de la familia Corrochano que palmó en el rifirrafe del Cobo Calleja. Allí se contaron por lo bajini muchas cosas. No sé si toas siertas, pero hubo una que me dije: Josefo, esto igual le puede ayudar a don Manué pa ver si se aclara lo del robo.
   El patriarca interrumpe su relato para echar un trago de vino, mientras Ponte sigue expectante esperando que prosiga. Tras limpiarse educadamente la boca, el gitano prosigue.
- Lo que se contó, y no le aseguro que sea verdá, es que los Corrochanos estaban que fumaban en pipa contra unos chinos del polígono de Fuenlabrada porque les habían chorisao una carretá de parné. Parese que los sientos de miles de duros que sacaban los Corrochanos de la venta de la droga, los chinos se encargaban de convertirlos en billetes de curso legal; o sea, que como se dise, los lavaban y transformaban en dinero limpio. Esa fue la causa de que se liaran a tiros contra los amarillos. Otra cosa más y termino. Los malajes de los Corrochanos también parese que andan enfrentaos con unos sudacas que son los que les suministran la droga a los que acusan de estar conchabaos con los chinorris. Como verá, un lio de tres pares de cojone. Y no quiero acabar sin desirle algo pa que quede claro como el agua clara: yo le debía favore mu grandes, pero con lo que acabo de contarle hemos saldao cuentas. Estamo en pas. Sigo siendo su amigo, pero cuando quiera saber algo de mi gente, llame usté a otra puerta, la mía la encontrará serrada.
   Y no hubo más. Se despidieron amigablemente, pero a Ponte le quedó un regusto amargo. Tuvo la sensación de que acababa de perder a un amigo.